Es noticia
Misa de doce y media en Angrois, el barrio de la tragedia ferroviaria
  1. Sociedad
LOS VECINOS TEMEN LA FACTURA PSICOLÓGICA

Misa de doce y media en Angrois, el barrio de la tragedia ferroviaria

Los vecinos temen las consecuencias psicológicas de lo que vieron y vivieron el miércoles tras el descarrilamiento. Algunos ya las sufren

Foto: Un momento de la misa en la Colegiata de Sar (J.M.O.)
Un momento de la misa en la Colegiata de Sar (J.M.O.)

La parroquia de La Colegiata de Sar ha celebrado este domingo comuniones junto a la misa habitual de las 12 y media. Es la más cercana a Angrois, el barrio de Santiago de Compostela en el que murieron 79 personas el pasado miércoles cuando el Alvia procedente de Madrid descarriló a 190 kilómetros por hora. Entre los vecinos que han acudido a la misa está Evaristo, uno de los que socorrió al maquinista del tren, Francisco José Garzón, por ahora, el único imputado por la tragedia. Evaristo, que aparece en la mayoría de las imágenes de aquel día, cuenta que el conductor sólo repetía: “Me quiero morir, me quiero morir” y que le reconoció que iba demasiado deprisa.

Pero el caso está ya en manos de la Justicia y Evaristo tiene ahora otros problemas en los que pensar. Como la situación de su mujer. “Ya recibía tratamiento e iba al psicólogo cada dos o tres meses porque tenía algunos problemas. Con lo que ocurrió el miércoles está fatal”, explica Evaristo. “Es que ella lo vio todo. Estaba con el ganado en nuestra casa, que está justo en la curva donde ocurrió el accidente. Yo tardé más en llegar porque estaba en otro sitio ayudando a un vecino a guardar hierba seca. Fui de los primeros en bajar a las vías, aunque estoy bien. Tengo pesadillas de día, pero se me pasan. Mi mujer, en cambio, está muy mal. Vio el accidente entero y los cuerpos esparcidos por la vía. Me ha dicho que quiere ir al psicólogo esta semana”.

placeholder

La fe en la providencia divina de los vecinos de Angrois no atraviesa su mejor momento. Son minoría en el interior de la iglesia, frente a las familias de todos los puntos de Santiago que han acudido a las comuniones. La cercanía del desastre contrasta con la jovialidad que rodea a un sacramento tan inocente y alegre. Pero la normalidad tiene que volver cuanto antes. Los habitantes de la parroquia sólo piensan ya en eso, aunque son conscientes de que el episodio no se va a marchar tan pronto.

Bautizo del nieto de uno de los fallecidos

El párroco de Angrois es José Porto. Hoy ha celebrado las comuniones y ayer por la tarde un bautizo, “el del nieto de una de las víctimas del accidente”. “Estaba ya programado y la hija del fallecido quiso que se celebrara a pesar de ese desenlace. Fue un momento duro, muy difícil, complicadísimo”, confiesa. El sacerdote habló con la hija “para tratar de transmitirle serenidad”. “Le dije que su padre iba a estar ahora con ella más que cuando vivía y que tuviera fe. Y ella me respondió: 'Eso es lo que a mí me conforta. Saber que él está viviendo'”, cuenta José.

Dice que dedicará los próximos días a hablar con los vecinos del barrio. “Lo peor va a empezar esta semana, cuando se reencuentren con su vida. Hasta ahora -sostiene- han estado narcotizados por el impacto del accidente, las imágenes, la información, la presencia de periodistas... Pero ha sido algo traumático, incluso para quien no fue testigo ocular”, cuenta el párroco. ¿Qué se les puede decir? “Bueno, que ellos ya no pueden dar más, porque ya lo dieron todo. Y que no pueden hundirse porque eso no va a solucionar nada. La muerte no depende de nosotros. Es difícil -admite el sacerdote- pero ese es el camino”.

Los vecinos quieren pasar página

Las dificultades para superarlo comienzan a vislumbrarse. La sociedad ha reconocido su heroísmo por la valentía que demostraron al socorrer al instante a las víctimas. Pero la fachada esconde una realidad que podría estar empezando a desmoronarse. Al menos seis vecinos de Angrois han requerido ya la asistencia de psicólogos. Un chico de 15 años que se tiró a las vías a sacar a heridos vio una cabeza desmembrada. Su familia está preocupada. Los médicos les han dicho a sus padres que vigilen si comienza a comportarse de forma más rebelde, uno de los primeros síntomas que suele apreciarse en quienes quedan marcados por un trauma.

La sociedad ha reconocido el heroísmo de los vecinos. Pero la fachada esconde una realidad que podría estar empezando a desmoronarse. Al menos seis personas han requerido ya la asistencia de psicológos

El presidente de la Asociación de Vecinos, Martín Rozas, comenta que otras personas están teniendo problemas para dormir o directamente se han derrumbado. “Las autoridades nos dijeron que pidiéramos a los vecinos que fueran a urgencias en cuanto notaran alguna cosa rara. Y eso es lo que estamos diciendo”, cuenta Martín, otro de los primeros en llegar. Su familia regenta un bar a escasos 20 metros de la ya tristemente célebre curva de A Grandeira. El establecimiento se ha convertido en el centro de conversación de todos los funcionarios que han trabajado en torno a la tragedia.

Martín quiere pasar página cuanto antes. La imagen que más recuerda no es del accidente, sino de 15 días antes, cuando 300 personas celebraron las fiestas del pueblo en la misma plaza en la que el miércoles acabó uno de los vagones. “Pienso en eso, en qué podría haber sido peor”. Dice que duerme poco, pero que no cree que “que tenga ningún problema” “Es verdad que no sabemos qué ocurrirá luego”, reconoce Martín. “Nos han dicho los médicos que los profesionales en gestionar accidentes de este tipo comienzan a sufrir los primeros síntomas del impacto a los tres días. Veremos qué pasa. Nosotros no somos profesionales”.

Lo que tiene claro es que no acudirá al funeral de este lunes en la Catedral de Santiago. “No queremos saber ya nada más de esto. La gente, los periodistas, la policía, los curiosos... se irán de nuevo a sus casas, pero nosotros vivimos aquí y la curva seguirá estando ahí mismo. No somos héroes ni queremos premios. Eso tiene que quedar claro. Lo que queremos es que todo pase cuanto antes. Hicimos lo que teníamos que hacer; supongo que lo mismo que habría hecho todo el mundo. Quiero pensar que si a mí me ocurre lo mismo en Burgos, la gente habría reaccionado igual”.

La parroquia de La Colegiata de Sar ha celebrado este domingo comuniones junto a la misa habitual de las 12 y media. Es la más cercana a Angrois, el barrio de Santiago de Compostela en el que murieron 79 personas el pasado miércoles cuando el Alvia procedente de Madrid descarriló a 190 kilómetros por hora. Entre los vecinos que han acudido a la misa está Evaristo, uno de los que socorrió al maquinista del tren, Francisco José Garzón, por ahora, el único imputado por la tragedia. Evaristo, que aparece en la mayoría de las imágenes de aquel día, cuenta que el conductor sólo repetía: “Me quiero morir, me quiero morir” y que le reconoció que iba demasiado deprisa.

Muerte
El redactor recomienda