Es noticia
Cocaína 'low cost'
  1. Sociedad
BAJAN LOS PRECIOS Y SE VENDEN CANTIDADES MÁS PEQUEÑAS PARA NO PERDER CLIENTES

Cocaína 'low cost'

El narcotráfico está tratando de adaptarse al hundimiento de la economía nacional. Después de todo, España es el país del primer mundo con mayor tasa de

Foto: Cocaína 'low cost'
Cocaína 'low cost'

El narcotráfico está tratando de adaptarse al hundimiento de la economía nacional. Después de todo, España es el país del primer mundo con mayor tasa de consumo de cocaína por habitante. Tres de cada 100 españoles están enganchados a ella, un porcentaje que no se repite en ningún otro país de Europa. Y en la situación actual, con la actividad económica en caída libre, más de cinco millones de parados y el poder adquisitivo de la clase media desinflándose, quienes comercian con ella están comenzando a ajustar los precios para no reducir su implantación en el mercado español y de este modo no alejarse demasiado del volumen de beneficios que obtenían cuando España construía más de 750.000 casas al año.

El elemento clave en cualquier producto es el precio. Y la cocaína también es un producto. La cotización del gramo de farlopa en la calle ronda, desde hace mucho tiempo, los 60 euros. Su precio ha sido siempre sorprendentemente estable, como si una autoridad nacional fijara la tarifa para todo el mercado español. De hecho, antes de la entrada del euro, el gramo de cocaína ya se vendía al menudeo por sus equivalentes 10.000 pesetas.

Depreciación constante

Paro ahora, el precio de la cocaína sí ha experimentado en realidad una oscilación y claramente a la baja. Porque la contención de la tarifa en la venta al por menor ya significa en sí misma una reducción de costes, por el importante incremento de precios registrado en los últimos años. Desde el año 2000, el coste de la vida en España ha subido en tasas interanuales acumuladas más de 40%. Si los dealers hubieran aplicado cada año el IPC a la cocaína, el gramo de polvo blanco saldría por 92,17 euros, más de un 50% más de lo que cuesta de media en la actualidad. La depreciación que han decidido soportar los narcos en este periodo (que incluye el cambio de la peseta al euro) para no perder clientela entre la población con menos recursos probablemente no se haya producido en ningún otro bien, ni siquiera en los de primera necesidad.

Por primera vez, además, las Fuerzas de Seguridad están detectando la aparición de pequeños distribuidores que ofrecen la cocaína por debajo de los tradicionales 60 euros/gramo. En Andalucía, Levante y Galicia, en concreto, se vende ya en algunas zonas por 50 euros, e incluso puede llegar a encontrarse por debajo de este valor, un fenómeno extrañísimo hasta hace poco. La pérdida de poder adquisitivo de los compradores ha roto la unidad tarifaria del narcotráfico español.

Los vendedores al menudeo también se están acostumbrando a ofrecer dosis inferiores al gramo, otra curiosa tendencia. Los pequeños camellos solían aceptar esta posibilidad para no perder clientela, la diferencia es que ahora esta fórmula ya no es minoritaria. Los consumidores de cocaína ya no tienen tanto dinero como para adquirir el gramo entero (del que se salen entre 10 y 13 rayas) y tienen que conformarse con la mitad o un cuarto de la medida patrón, otro dato que indica el ajuste que se están viendo obligados a realizar los proveedores del estupefaciente que más dinero mueve en la trastienda nacional.

En 2010 se intervinieron en España 25.241 kilos de cocaína, que hubieran alcanzado en la calle un valor superior a los 1.500 millones de euros. Recurriendo a la fórmula que utiliza la policía para conocer el volumen aproximado del mercadeo ilegal (las aprehensiones representaría sólo el 10% de lo que llega a España), la cocaína sumaría en total un negocio de más de 15.000 millones de euros, suficientes para salvar la economía de Chipre o comprar más de un centenar de submarinos nucleares alemanes.

Más basura que droga

El otro efecto de la crisis se aprecia en la calidad del producto que está llegando al último eslabón de la cadena. Según el Instituto de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF), encargado de centralizar los análisis de todas las sustancia incautadas por las Fuerzas de Seguridad del Estado, "desde el año 2004 la adulteración de las muestras recibidas de cocaína ha evolucionado hacia una peor calidad". Los datos del laboratorio demuestran que, si en 2004 sólo el 30% de las muestras analizadas contenía algún tipo de sustancia adulterante, en 2009 (último año contabilizado), se elevó hasta el 82% de las muestras estudiadas. "A pesar de no tener datos concretos desde 2009 hasta la fecha actual, podemos afirmar que la gran mayoría de la cocaína que se analiza presenta algún tipo de adulteración de al menos una, si no más sustancias, concreta el Instituto de Toxicología, dependiente del Ministerio de Justicia.

La pureza de la cocaína presente en las muestras también ha caído en picado en los últimos ocho años. Según los técnicos de este centro, hasta 2004 solía oscilar entre un 40% y 50% del contenido total. El dato en sí ya era preocupante, porque indicaba que el estupefaciente que llegaba a los consumidores finales no era estrictamente lo que se suponía que estaban comprando. Pero el engaño se ha acentuado aún más con la crisis. En 2009, sólo el 30% de la sustancia analizada era realmente cocaína, y el porcentaje ha seguido cayendo en los últimos meses.

Un medicamento para animales

La pérdida de calidad para ahorrar costes y así poder mantener los precios afecta incluso a los productos que se utilizan para cortarla o adulterarla. El uso de glucosa y manitol líquido para aumentar el peso de los cargamentos era conocido desde hace tiempo. Pero lo inquietante es que los informes forenses constatan la presencia cada vez más frecuente de sustancias altamente nocivas para la salud, como el levamisol, un medicamento veterinario antihelmíntico (para parásitos intestinales) que incrementa la acción dopaminérgica (estimulante) de la cocaína al tiempo que mejora la apariencia simulando una pureza mayor de la que en realidad tiene. Sus efectos en la salud pueden ser dramáticos. Como se ha comprobado, puede generar casos graves de neutropenia (es dcir, la disminución de la concentración de neutrófilos, un tipo de glóbulo blanco en sangre, lo que conlleva un deterioro del sistema inmunológico) y lesiones en la piel asociadas a la inflamación de los vasos sanguíneos, entre otras afecciones.El Instituto de Toxicología detectó los primeros trazos de levamisol en 2005. En la actualidad, este principio activo se encuentra ya en el 63% de todas las muestras de cocaína analizadas.

Pero el levamisol no es la sustancia más extraña utilizada por los narcotráficantes para mejorar sus márgenes. Junto a la procaína, lidocaína y cafeína, todas ellas sustancias que alteran el sistema nervioso y tradicionalmente presentes en la farlopa como elementos de corte, también se ha acreditado en los últimos meses la presencia de fenacetina (analgésico), tetracaína (anestésico local), hidroxicina (antihistamínico) y diltiazem (para afecciones cardíacas). Incluso se ha encontrado MDPV (metilendioxipirovalerona), una sustancia de efecto estimulante perteneciente a un grupo de moléculas, las catinonas, de efecto presumiblemente similar al de las anfetaminas.

Recién llegados

Obviamente, la causa principal que se esconde tras estos cambios es la crisis, que no sólo ha reducido el poder adquisitivo de los consumidores, sino que también ha aumentado el número de personas que, a falta de otros ingresos, ha decidido dedicarse al tráfico de estupefacientes a pequeña escala en busca de ingresos extraordinarios. Fuentes de la Guardia Civil confirman la aparición de un elevado número de nuevos pequeños camellos, un factor que ha disparado la oferta de drogas a disposición del consumidor, tirando así de los precios de la cocaína hacia abajo.

La multiplicación de la oferta también se aprecia en el tráfico a gran escala. En Estados Unidos, el precio de la cocaína lleva una década cayendo, pese al incremento de los controles en la frontera con México y la guerra contra el narco que emprendió el ex presidente mexicano Felipe Calderón durante su último mandato. En la actualidad, el gramo de cocaína pura cuesta de media en las esquinas de Estados Unidos 94 euros, frente a los 200 euros que se pagaban en los años 90.

El fenómeno se repite en el Reino Unido, aunque con efectos aún más extremos. El precio de la raya no supera ni siquiera una libra (1,25 euros). La razón es que los proveedores suramericanos están comenzando a utilizar rutas alternativas para burlar los controles de las policías de Occidente. Según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), los narcos introducen ya masivamente la droga en Europa a través de África Occidental y las antiguas repúblicas soviéticas de los Balcanes y el Este de Europa, reduciendo así el riesgo de interceptación y, por tanto, recortando sensiblemente los costes del transporte desde el continente americano. En realidad, estas rutas se utilizan desde hace décadas. El gran cambio es que han dejado de ser desvíos alternativos para convertirse en autopistas de cuatro carriles.

La tendencia confluye en el mercado nacional con el quinto año seguido de crisis, que unido a la pérdida intencionada de calidad del producto, ha facilitado que los precios no sólo se hayan mantenido sino que hayan emprendido un camino descendente para tratar de mantener el funesto éxito de la cocaína en España. Si el aceite de oliva sigue subiendo, al final será más barata la dieta colombiana que la mediterránea.

El narcotráfico está tratando de adaptarse al hundimiento de la economía nacional. Después de todo, España es el país del primer mundo con mayor tasa de consumo de cocaína por habitante. Tres de cada 100 españoles están enganchados a ella, un porcentaje que no se repite en ningún otro país de Europa. Y en la situación actual, con la actividad económica en caída libre, más de cinco millones de parados y el poder adquisitivo de la clase media desinflándose, quienes comercian con ella están comenzando a ajustar los precios para no reducir su implantación en el mercado español y de este modo no alejarse demasiado del volumen de beneficios que obtenían cuando España construía más de 750.000 casas al año.