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Huelgas y represión: el futuro de la política europea
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EL FIN DE LA SOCIALDEMOCRACIA Y LO QUE VENDRÁ DESPUÉS

Huelgas y represión: el futuro de la política europea

“El lunes y el martes hubo mucha gente en las calles, muchos de ellos fueron arrestados. Y hoy habrá mucha más gente”. El periodista griego con

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Huelgas y represión: el futuro de la política europea

“El lunes y el martes hubo mucha gente en las calles, muchos de ellos fueron arrestados. Y hoy habrá mucha más gente”. El periodista griego con el que había acordado una entrevista para analizar los sucesos que está viviendo su país (sólo en esta semana, una huelga general de 48 horas que se desarrolló ayer y anteayer, con numerosos incidentes tras la aprobación del plan de Papandreu) me canceló la cita: lo que estaba ocurriendo en la calle era demasiado significativo como para perdérselo. Y no es mal ejemplo de lo que está comenzando a ocurrir en toda Europa: quizá pueda entenderse el asunto griego como una excepción al orden de cosas general, como una situación causada por malos gobernantes o por haber vivido por encima de sus posibilidades durante mucho tiempo, pero lo cierto es que su malestar comparte causa con muchos de los conflictos europeos. Como señala Pablo Antonio Moreno, profesor de economía política de la Universidad CEU San Pablo, “los estados hoy no tienen dinero, por lo que toman medidas antipopulares. Parece que no hay otra solución. Estamos todos pagando los errores, y a España le va a pasar lo mismo”.

Por eso, las masivas manifestaciones helenas y las últimas movilizaciones británicas no son más que expresiones diferentes del mismo problema, el de los recortes que ambos gobiernos (en proporciones muy distintas) llevan tiempo aprobando. Y ese clima presupuestariamente restrictivo va a llevar a la calle a muchos ciudadanos europeos en los próximos meses. También en España, afirma Moreno: “Como el país está económicamente en la ruina y tenemos una clase política descastada y desgastada, el Gobierno que entre va a tener que tomar, sin lugar a dudas, medidas muy duras para reactivar la situación política económica y social de nuestro país”.

En ese sentido, la huelga de funcionarios británicos prevista para hoy es una buena muestra de algunos de los puntos futuros de conflictividad, que serán más notorios cuanto más avancen las políticas de austeridad. Uno de los aspectos materiales que más han empujado para que la huelga se convoque ha sido la reforma de las pensiones. Un tema importante, señala Miguel Martínez Lucio, profesor de Human Resources Management de la Manchester Business School, “porque supone una bajada indirecta de sueldos y porque las pensiones previstas para este colectivo son ya inferiores a las del sector privado. Pero sobre, todo porque hablamos de trabajos como los de asistente social, maestro de escuela o policía en los que los el número de agresiones sufridas por los funcionarios públicos se están multiplicado. Y si no conservas una oferta económica decente, ¿cómo vas a atraer a la gente a un puesto donde la violencia es habitual? Por eso hay apoyo a la huelga: la gente sabe que es duro ser hoy un profesor o un asistente social”.

Ambiente de lucha en Reino Unido

A pesar de no ser una huelga general, todo está preparado para que la de hoy sea una gran movilización. Los sindicatos convocantes son cuatro, tres de la educación, NUT (National Union of Teachers 200.000 afiliados), ATL (Association of Teachers and Lecturers, 160.000) y UCU (University and College Union, 120.000) y uno de los servicios públicos, PCS (Public and Commercial Services Union, 300.000), cuyos afiliados se han manifestado masivamente a favor de la huelga, lo cual hace pensar en un seguimiento elevado. Para Andrew Richards, profesor de Ciencia Política en el Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales de la Fundación Juan March, “tras 20 años en los que los niveles de conflicto industrial han sido bastante bajos, una movilización como esta es significativa, aun cuando no llegue a los niveles mucho más elevados de una huelga general”. No obstante, el panorama apunta hacia un ambiente generalizado de confrontación. Por una parte, apunta Martínez Lucio, en septiembre está prevista la movilización de académicos y de estudiantes universitarios, y para octubre, señala Richards, los dos sindicatos más grandes del sector público, UNISON (con más de 1.375.000 afiliados) y UNITE (más de 1.000.000) están planificando huelgas.

En todo caso, estas movilizaciones “no son más que expresiones específicas de un conflicto más general, ya que todo proviene del problema de la crisis económica y de cómo la están resolviendo a base de recortes”. Y ello no sólo supone la rearticulación de muchas posiciones sociales, sino también la reordenación o desaparición de muchos de los viejos actores, En ese contexto, los partidos socialdemócratas aparecen especialmente desubicados, ya que han de aplicar políticas que no coinciden con su ideario y que son ampliamente rechazadas por muchos de sus votantes. En el caso británico, señala Richards, “el comportamiento del partido laborista ha decepcionado notablemente a los sindicatos, ya que su líder, Ed Milliban, se ha manifestado en contra de la huelga, perdiendo así una gran oportunidad de articular un discurso narrativo que refleje las preocupaciones de una sociedad”.

Para Richards, hubiera sido mucho más coherente que el pequeño de los Milliband hubiera afirmado que, a pesar de vivir una solución económicamente grave, habrían de buscarse soluciones que no pasaran por la confrontación con los sindicatos y los trabajadores. “Al no hacerlo así, es probable que muchos de quienes van a la huelga acaben pensando, al igual que ocurría en las movilizaciones españoles, que apenas hay diferencia entre los dos principales partidos”.

Lo que ha ocurrido a los laboristas es que su líder no ha querido aparecer como un político que apoya las huelgas, sino como una  alternativa creíble de los conservadores, señala Martínez Lucio, “alineándose con la tendencia general de los partidos socialdemócratas europeos, que tiene miedo de aliarse con las propuestas radicales contra la crisis. Sin embargo, en este caso han perdido una gran oportunidad, no sólo porque haya mucho apoyo para los sindicatos en la sociedad británica sino porque no estamos hablando de una huelga de trabajadores bien pagados con condiciones laborales de lujo que defienden sus privilegios, sino de empleados que trabajan en condiciones muy complicadas”.

Una socialdemocracia cada vez más cuestionada

El problema de fondo, afirma Martínez Lucio, es que los socialdemócratas europeos han aceptado en gran medida el discurso liberal-conservador sobre los orígenes de la crisis y sobre cuáles deben ser las soluciones. Y, por eso, la crisis parece estar dejando sin sitio a una socialdemocracia cada vez más cuestionada. De una parte, los poderes financieros que les demandan austeridad tienden a no fiarse de la voluntad de hacer reformas de los partidos de centro izquierda; por otra, sus electores no coinciden ni en la necesidad de los recortes ni en el modo en que están actuando respecto de esos mismos poderes financieros. Desde esta perspectiva, las movilizaciones están siendo perjudiciales para los partidos de izquierda parlamentaria, situados en una tierra de nadie que les obliga a hacer cada vez mayores equilibrios.

La cuestión es dónde va a ir a parar ese caudal de descontento. El descreimiento y el alejamiento de la política es una opción y el aumento de la presencia social del populismo es otra, pero la hipótesis que más suele manejarse es el surgimiento de un nuevo tipo de izquierda. Moreno descarta esta posibilidad, ya que, afirma, “la izquierda lleva años estancada, ni ha dado el perfil ni ha ofrecido programas ni ha hecho nada. Y los sindicatos ahí están, chupando del frasco del Estado, sin que sepamos dónde va a parar el dinero que se les da”. 

Sin embargo, lo que nos está diciendo la experiencia de las movilizaciones europeas es que, más allá del signo que tengan, están apareciendo novedades sustanciales en la política que tiene poco que ver con las claves bajo las que estábamos acostumbrados a analizarla. Entre ellas:

1 En países como el Reino Unido, señala Martínez Lucio, está aumentando tanto la afiliación a los sindicatos como su presencia social. “Dado que el sistema electoral británico dificulta la existencia de partidos minoritarios y prácticamente imposibilita un espacio de izquierda fuera del partido laborista, son las formaciones sindicales las que están empezando a jugar este papel de izquierda alternativa. Desde hace unos años están apareciendo nuevos líderes sindicales, algunos de los cuales siguen militando en el partido laborista, que están ocupando claramente ese espacio”. Lo que está por verse es cómo transforman esa presencia en algún tipo de poder político.

“El lunes y el martes hubo mucha gente en las calles, muchos de ellos fueron arrestados. Y hoy habrá mucha más gente”. El periodista griego con el que había acordado una entrevista para analizar los sucesos que está viviendo su país (sólo en esta semana, una huelga general de 48 horas que se desarrolló ayer y anteayer, con numerosos incidentes tras la aprobación del plan de Papandreu) me canceló la cita: lo que estaba ocurriendo en la calle era demasiado significativo como para perdérselo. Y no es mal ejemplo de lo que está comenzando a ocurrir en toda Europa: quizá pueda entenderse el asunto griego como una excepción al orden de cosas general, como una situación causada por malos gobernantes o por haber vivido por encima de sus posibilidades durante mucho tiempo, pero lo cierto es que su malestar comparte causa con muchos de los conflictos europeos. Como señala Pablo Antonio Moreno, profesor de economía política de la Universidad CEU San Pablo, “los estados hoy no tienen dinero, por lo que toman medidas antipopulares. Parece que no hay otra solución. Estamos todos pagando los errores, y a España le va a pasar lo mismo”.