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Los albañiles en paro dejan sin trabajo a las temporeras andaluzas
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AUMENTA EL NÚMERO DE HOMBRES EN LA CAMPAÑA DE LA FRUTA FRANCESA

Los albañiles en paro dejan sin trabajo a las temporeras andaluzas

Antonio Vargas llevaba siete años sin viajar a Francia para recoger fruta. Tiene 32 años y vive en Alcalá del Valle, en Cádiz, un pueblo de

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Los albañiles en paro dejan sin trabajo a las temporeras andaluzas

Antonio Vargas llevaba siete años sin viajar a Francia para recoger fruta. Tiene 32 años y vive en Alcalá del Valle, en Cádiz, un pueblo de tradición temporera. Cuando cumplió los 17, siguió el ejemplo de sus padres y comenzó a trabajar en los campos franceses durante los veranos. A los 25, en pleno boom de la construcción, el ladrillo consiguió retenerlo en España. Hasta que hace un par de años, se convirtió en una víctima más de la crisis. Se quedó en paro y ante la falta de oportunidades, ahora no tiene más remedio que volver al principio.

“Durante todo este tiempo he buscado trabajo por todos lados, pero sólo me ha salido algo en el campo, recogiendo la aceituna”, explica Antonio. Son empleos de temporada, que le han mantenido ocupado durante cinco de los últimos 24 meses. Ahora se aferra a otro trabajo temporal, recogiendo melocotones en los campos de Ille-sur-Têt, un pequeño municipio de los Pirineos Orientales, cerca de la frontera con Gerona.

En su grupo sólo hay diez personas, nueve de ellos hombres y una sola mujer. “Hay muchas mujeres que no han podido venir, porque no hay trabajo para todos. En la casa en la que estoy no quieren mujeres”, cuenta Antonio. Según los datos de UGT, en la mayoría de los pueblos de esta zona la proporción se acerca a un 80% de varones, por un 20% de mujeres. Una diferencia que se va  acentuando progresivamente en los últimos tres años, debido al desplome del empleo en la construcción. El secretario de política social e igualdad del sindicato, Jesús Acasuso, reconoce que hay localidades en las que sólo contratan a hombres.

“Se están dando muchos casos de jóvenes que no habían ido nunca y de hombres que llevaban casi 20 años sin subir, porque habían estado trabajando en la construcción”, admite Acasuso. “Para mí es algo muy duro, pero no me queda más remedio”, ilustra Antonio Vargas.

Andalucía, exportadora de temporeros

Como Antonio, hay unos 5.000 españoles trabajando en Francia, un 19% más de los que fueron la temporada pasada. Y de estos, más del 90% proviene de Andalucía. De los 5.000 habitantes de Alcalá del Valle, unos 500 están en Francia. En Huesa (Jaén) el porcentaje es aún mayor, pues de los 2.600 vecinos del pueblo, unos 750 han cruzado la frontera este verano.

Un tercio de Huesa se aloja en Methamis, algo más al este, en el departamento de Vaucluse. Aquí no hay tanta desproporción, familias enteras están recogiendo fruta. Trinidad Leiva no falla desde hace 18 años, aunque esta temporada sólo puede acompañar a su familia, porque aún está convaleciente de una operación de espalda. En España tiene un campo de olivos y una hipoteca que pagar. “El aceite no da ni para pagar los intereses, así que por eso tengo que venir aquí”, argumenta. Su marido, León Molina, explica que viajaba a Francia con sus padres desde los 11 años. Ahora, con 42, lamenta junto a su mujer  que se vean abocados al mismo futuro que sus padres, ante la falta de trabajo en España.

El periodo de cotización en los campos franceses computa, sin embargo, a todos los efectos en España. Los temporeros realizan jornadas de unas nueve horas diarias durante todos los días del mes y sólo descasan algún que otro domingo. Por tanto, tres meses de trabajo pueden suponer casi seis cotizados en nuestro país. “Estamos recogiendo como las hormigas para guardarlo cuando lleguemos a España”, sostiene Trinidad Leiva.

A razón de nueve euros la hora, los temporeros ganan entre 1.800 y 2.000 euros cada mes, una cantidad jugosa para muchos jóvenes, que además tampoco encuentran empleo en España. Eugenio Moreno, de 19 años, es la primera vez que viaja a Francia para recoger fruta. Antes era electricista, pero “la empresa no marchaba muy bien” y decidió hacer la maleta. Vive en un piso de Methamis junto a varios miembros de su familia, entre las que se encuentra su prima, Carmen Bayona. Para la joven, de 20 años, también es la primera vez. Estudió un grado superior de documentación sanitaria, pero “al no tener experiencia”, no ha encontrado trabajo en ningún hospital. “Cuando regrese, volveré a hacer cursillos, pero hasta dentro de unos cinco años -más o menos- no espero encontrar nada”, confiesa. Mientras tanto, Carmen -como el resto- admiten que volverán a Francia, si pueden, los próximos años, porque, como reconoce la joven, “se puede ganar mucho dinero en poco tiempo”.

Antonio Vargas llevaba siete años sin viajar a Francia para recoger fruta. Tiene 32 años y vive en Alcalá del Valle, en Cádiz, un pueblo de tradición temporera. Cuando cumplió los 17, siguió el ejemplo de sus padres y comenzó a trabajar en los campos franceses durante los veranos. A los 25, en pleno boom de la construcción, el ladrillo consiguió retenerlo en España. Hasta que hace un par de años, se convirtió en una víctima más de la crisis. Se quedó en paro y ante la falta de oportunidades, ahora no tiene más remedio que volver al principio.