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El fraude de la sociedad del conocimiento: ¿De verdad necesitamos a los consultores?
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El fraude de la sociedad del conocimiento: ¿De verdad necesitamos a los consultores?

Un alto directivo del sector financiero confesaba hace poco que las posibilidades de reorganización productiva de España en torno al conocimiento eran pura ilusión. “Puedes intentar

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El fraude de la sociedad del conocimiento: ¿De verdad necesitamos a los consultores?

Un alto directivo del sector financiero confesaba hace poco que las posibilidades de reorganización productiva de España en torno al conocimiento eran pura ilusión. “Puedes intentar ser como Finlandia, y formar a muchísimas personas para que hablen perfectamente inglés, tengan grandes conocimientos de matemáticas y se licencien en ingeniería. Pero eso llevaría treinta años, y nosotros necesitamos hacer cosas antes”.

Con esta descripción, pretendía subrayar hasta qué punto lo perentorio era hacer reformas y no perder el tiempo pensando en que el conocimiento nos iba a ayudar a salir de esta situación. Sin embargo, esa no es la creencia que impera socialmente: en nuestro tiempo, y más aún tras la crisis, el conocimiento parece la mejor posibilidad que tenemos de contar con una vida laboralmente digna. En este sentido, nuestras sociedades y sus integrantes están obligadas, si no quieren ir a parar a la tercera fila, a formarse y prepararse adecuadamente, lo que les permitiría ocupar un buen lugar en este nuevo tipo de economía que está fraguándose.

Esa teoría, además, admite pocas disensiones. Lo sabe bien Mats Alvesson, profesor de la Universidad de Lund, y autor de Knowledge Work and Knowledge-Intensive Firms (Oxford University Press), quien fue públicamente reprendido por el Ministro de Educación sueco cuando, a principios del siglo XXI, envió una carta a un diario escandinavo en la que se hacía eco de previsiones estadounidenses que apuntaban al preeminente crecimiento de los empleos del sector servicios. La respuesta del ministro fue asegurar que las tesis de Alvesson pertenecían al “basurero ideológico”.

Un alto directivo del sector financiero confesaba hace poco que las posibilidades de reorganización productiva de España en torno al conocimiento eran pura ilusión. “Puedes intentar ser como Finlandia, y formar a muchísimas personas para que hablen perfectamente inglés, tengan grandes conocimientos de matemáticas y se licencien en ingeniería. Pero eso llevaría treinta años, y nosotros necesitamos hacer cosas antes”.