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TRAS LA PROVOCACIÓN DE LAVROV

Moscú usa a los presos del ‘procés’ para burlarse de las críticas de la UE por Navalni

"En la UE, funciona el Estado de derecho, por lo que, por supuesto, el paralelismo está fuera de lugar", ha afirmado el portavoz de Exteriores de la Comisión Europea

Foto: El alto representante de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, y el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, en su reunión del pasado viernes. (EFE)
El alto representante de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, y el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, en su reunión del pasado viernes. (EFE)

En muchas ocasiones, la estrategia rusa en cuestiones de política exterior consiste en arrastrar a los socios europeos a debates absurdos, a callejones sin salida que sirven al Kremlin únicamente para levantar polvo y enfangar la situación. Lanzar dudas sobre los compromisos democráticos del resto de los países no tiene por objetivo ensalzar las prácticas de Moscú, sino blindarlas de críticas, hacer ver que todos los países tienen trapos sucios. Para ello, no importa que las comparaciones sean reales: solamente importa hacerlas. Por eso, el pasado viernes, Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores ruso, comparó, de forma algo confusa, la situación del opositor ruso Alekséi Navalni, envenenado en agosto y ahora en prisión, con la de los líderes del 'procés' perseguidos por la Justicia.

La Comisión Europea ha señalado este lunes que no existen paralelismos entre el caso Navalni y el de los líderes catalanes que organizaron el referéndum ilegal de independencia de 2017. Así, Bruselas se ha visto arrastrada a ese debate en el que los receptores de las acusaciones rusas se ven obligados a repetir enunciados obvios. Pero precisamente ahí reside la estrategia rusa: el Kremlin utiliza esas mismas frases para negar su represión a la oposición a Vladímir Putin, presidente ruso.

Foto: Josep Borrell y Sergei Lavrov. (EFE)

La burla de Moscú, que comenzó con la humillación a Josep Borrell, alto representante de la Unión para Exteriores y Política de Seguridad, continúa así: obligando a Occidente a utilizar fórmulas similares a las que usa el propio Kremlin. Muchos ciudadanos rusos no se creen una sola palabra de su Gobierno al respecto, pero justo ahí reside la diversión para el departamento de Lavrov: en ver que los países que intentan darles lecciones de democracia tienen que usar las mismas fórmulas verbales que usan ellos con altas dosis de ironía.

placeholder Josep Borrell, alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, junto al ministro ruso de Exteriores, en Moscú. (EFE)
Josep Borrell, alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, junto al ministro ruso de Exteriores, en Moscú. (EFE)

"En la UE, hay suficientes salvaguardas para garantizar que los derechos de la gente son protegidos porque tenemos un sistema de Estado de derecho que funciona, por lo que, por supuesto, el paralelismo está fuera de lugar", ha tenido que señalar este lunes Peter Stano, portavoz de la Comisión Europea. Stano, como cualquier persona que haya pasado suficiente tiempo trabajando en las relaciones entre la UE y Rusia, se sabe ya el manual de exteriores ruso, y por eso ha señalado que es "parte del repertorio habitual" de Moscú, que suele referirse a "dobles raseros" por parte de los Veintisiete para justificar así sus propios déficits.

Declaraciones de Lavrov

El origen de la controversia está en una tensa rueda de prensa en Moscú el pasado viernes, adonde Borrell había viajado, entre otras cosas, para pedir la liberación del opositor Navalni, algo a lo que Lavrov contestó afeando al bloque sus casos de violencia policial y asegurando que casos como el encarcelamiento de los líderes independentistas catalanes en España han sido criticados por estar "motivados políticamente".

Foto: Borrell, junto al ministro Sergei Lavrov. (EFE)

"Están en prisión por organizar un referéndum, una decisión que la Justicia española no ha revocado pese a que tribunales de Alemania y Bélgica hayan fallado en contra. Ante esto, España ha defendido su sistema judicial y ha pedido que no se dude de sus decisiones. Eso es lo que queremos de Occidente en términos de reciprocidad", argumentó Lavrov, mencionando la situación de los líderes catalanes. Con la comparación, Moscú no pretende de verdad comparar ambos casos: busca precisamente dar a entender que no tiene ninguna intención de entrar a discutir sobre ello. Es la burla final como respuesta a la petición europea de explicaciones.

Aunque Borrell evitó contestar a dicha comparación, insistió en que un caso de brutalidad policial en un país democrático puede dirimirse en los tribunales. "Esa es la ventaja de tener un sistema de Estado de derecho potente", zanjó. La ministra española de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, fue más incisiva y respondió a Rusia esgrimiendo el índice de calidad democrática de la revista 'The Economist', según el cual España es una democracia plena y Rusia no. Ahora Moscú señala que el caso Navalni "no es un asunto para nada de la Unión Europea ni de España", según ha explicado a la agencia EFE la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso.

'Modus operandi' ruso

Esta estrategia rusa de arrastrar a la UE al fango de comparaciones sin mucho fundamento está bien explicada por Ivan Krastev y Stephen Holmes en su libro 'La luz que se apaga' (Debate, 2019): la caída de la Unión Soviética abrió paso a una época de "imitación" por parte del bloque de la antigua URSS, que copiaba a Occidente para volver a formar parte del mundo en el que había vencido definitivamente el liberalismo. Esa imitación fue el eje de acción de países como Hungría, ansiosos por volver al lugar al que pertenecían, y según los autores esa actitud, ese "copia y pega" por parte de algunos países liberados de las cadenas soviéticas, está en la explicación de la "revuelta iliberal" de algunos socios de la UE. Moscú rompió esa "imitación" porque no tenían motivo para imitar a Occidente: para ellos, la caída de la URSS no había sido una liberación, a diferencia de lo que había representado para países como Hungría, República Checa o Polonia. El Kremlin apostó entonces por algo que los autores califican como "la imitación como represalia".

Foto: La ministra de Exteriores, Arancha González Laya, durante una visita esta semana a Rumanía. (EFE)

En 2017, el periodista Simon Waxman lo describió de forma muy clara en un artículo para el 'Washington Post': "Para justificar las políticas rusas en Siria y en Ucrania, Putin y sus socios recurren de manera explícita a argumentos utilizados por la Administración Clinton en Kosovo. Si la OTAN puede colarse en la guerra civil yugoslava, ¿por qué no va a poder hacer Rusia lo mismo en Siria?". La imitación como castigo se aplica a todos los elementos de la política exterior rusa, y por eso precisamente a nadie le sorprende en Bruselas la comparación entre el caso Navalni y el de los políticos catalanes. La utilización de los mismos términos y el mismo lenguaje para exponer la hipocresía de Occidente, ese "doble rasero" del que este lunes hablaba Stano. Es puro manual de instrucciones de Lavrov.

De hecho, este mismo lunes, Moscú ha calificado de "propaganda occidental de nivel acrobático" las palabras de González Laya, otra aplicación clara de esa estrategia rusa de la "imitación como represalia". Si hay una acusación continua por parte de Occidente hacia el Kremlin, es la de la injerencia en los asuntos y procesos democráticos de los países occidentales y la de hacer "propaganda" de forma continua como instrumento para esa propia injerencia. En la aplicación de ese principio de "imitación por represalia", el Ministerio de Exteriores ruso utiliza el mismo etiquetado para González Laya que el que se usa de forma diaria desde muchas capitales europeas hacia Moscú.

En muchas ocasiones, la estrategia rusa en cuestiones de política exterior consiste en arrastrar a los socios europeos a debates absurdos, a callejones sin salida que sirven al Kremlin únicamente para levantar polvo y enfangar la situación. Lanzar dudas sobre los compromisos democráticos del resto de los países no tiene por objetivo ensalzar las prácticas de Moscú, sino blindarlas de críticas, hacer ver que todos los países tienen trapos sucios. Para ello, no importa que las comparaciones sean reales: solamente importa hacerlas. Por eso, el pasado viernes, Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores ruso, comparó, de forma algo confusa, la situación del opositor ruso Alekséi Navalni, envenenado en agosto y ahora en prisión, con la de los líderes del 'procés' perseguidos por la Justicia.

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