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Orgías gais en Bruselas, leyes anti-LGTB en Hungría: la hipocresía del aliado de Orbán
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Guerra cultural en Hungría

Orgías gais en Bruselas, leyes anti-LGTB en Hungría: la hipocresía del aliado de Orbán

Que un adulto decida participar en una orgía homosexual no debería importar. El problema es que el eurodiputado del Fidesz trabaja activamente contra las personas LGTB en Hungría

Foto: Szájer József, eurodiputado y cercano aliado de Viktor Orbán en el partido Fidesz. (Reuters)
Szájer József, eurodiputado y cercano aliado de Viktor Orbán en el partido Fidesz. (Reuters)

Bruselas, la capital de Europa, tiene cierta personalidad de pueblo: conoces a mucha gente, viven todos en círculos pequeños y los cotilleos vuelan rápido. Si sales a correr por alguno de los parques de la ciudad, te puedes cruzar con caras conocidas, desde eurodiputados a la presidenta de la Comisión Europea. En el pasado era fácil ver también al presidente del Consejo Europeo. Por eso, cuando el pasado martes medios belgas publicaron que la policía había irrumpido en una fiesta sexual gay con más de veinte personas y estupefacientes, y que entre los detenidos se encontraban varios diplomáticos y un eurodiputado, la capital comunitaria hizo lo que se haría en cualquier pueblo pequeño: aquí no hay secretos.

El desencadenante real de esa 'cacería' fue el coronavirus: han sido ya varias las cabezas políticas que han rodado por saltarse las normas de los confinamientos y, claramente, la fiesta sexual gay con una veintena de personas en una ciudad en la que las reuniones en espacios públicos están reducidas a cuatro personas rompía esas reglas. Phil Hogan, hasta este verano comisario de Comercio, perdió su puesto por acudir a una cena en Irlanda que no respetaba las normas de distancia social.

La dimisión el domingo de una de las principales figuras de Fidesz, el partido del primer ministro Viktor Orbán, puso a todos los periodistas magiares sobre la pista en cuestión de unas horas: el implicado era el exeurodiputado József Szájer, aliado estrecho de Orbán y cofundador de Fidesz, la formación ultraconservadora que en los últimos diez años ha liderado un giro autoritario en Budapest. Ahí fue cuando el escándalo alcanzó otra dimensión.

Que un hombre adulto decida participar en una orgía homosexual u otro tipo de actividades sexuales entre adultos que han dado su consentimiento (más allá del asuntillo del consumo de estupefacientes ilegales y la violación de varias restricciones de salud pública relativas a la pandemia de coronavirus) no debería importar, y de hecho no importa a nadie en la capital comunitaria. El problema es que el eurodiputado del Fidesz vive (y aprovecha) las libertades para los homosexuales que asegura Bélgica y Bruselas mientras que, en casa en Hungría y mediante crecientes políticas desde el Gobierno de Viktor Orbán, trabaja activamente para multiplicar las restricciones contra las personas del colectivo LGTBIQ.

Foto: El museo Casa del Terror en Budapest. (Reuters)

"Artículo L: Hungría deberá proteger la institución del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer". Esa es la frase que el propio Szajer, en calidad de uno de los padres fundadores del partido Fidesz y cercano aliado de Viktor Orbán, cinceló en la nueva Constitución húngara de 2011, borrando de un plumazo las opciones de las parejas homosexuales de alcanzar el derecho al matrimonio igualitario en Hungría. El texto no recoge, en cambio, ningún tipo de protección contra la discriminación basada en la orientación sexual.

placeholder El artículo L de la Constitución húngara
El artículo L de la Constitución húngara

En los últimos nueve años la Constitución ha sufrido al menos nueve enmiendas, en función de la agenda política de Fidesz. La última, este mismo noviembre, también tiene como objetivo recortar los derechos de las personas LGTBQ: prohibirá la adopción para las parejas del mismo sexo, y una persona soltera solo podrá adoptar con un permiso especial del Ministerio de Asuntos Familiares. “Hungría protegerá los derechos de los niños a identificarse con el sexo con el que han nacido, y se asegurará que su crianza esté basada en nuestra identificación nacional y valores cristianos”, reza el texto, que añade que “la madre es una mujer y el padre es un hombre”. Ya en 2019 el portavoz del Parlamento húngaro comparó la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo como “pedófilos”. La enmienda, que solo necesita la firma del presidente János Áder, cercano aliado de Orbán, fue presentada por sorpresa este mismo noviembre, cuando Hungría entraba de lleno en su segundo confinamiento.

Hay más. El pasado mayo, el Parlamento húngaro aprobó —a propuesta del viceprimer ministro— una ley que elimina el reconocimiento legal para las personas trans. La nueva ley define el género en función de “los cromosomas al nacer”, eliminando las opciones legales anteriores por las que las personas trans podían solicitar un cambio de género y de nombre en los documentos oficiales.

Guerra cultural

La influencia de las palabras de Szajer va más allá de la Constitución de Hungría. Precisamente el artículo L se ha convertido en "referencia para las futuras leyes que pretendan restringir los derechos y libertades de las personas LGBT. Es más, se convirtió en la justificación legal para la 'guerra cultural' de Viktor Orbán", según apunta el periodista húngaro Szabolcs Panyi. No es el único que habla de "guerra cultural" para describir lo que está sucediendo en Hungría de la mano de Fidesz. La propia María Schmidt, filósofa de cabecera de Orbán y cercana aliada del mandatario, afirmaba a este periódico que "la guerra cultural es una de las cosas más importantes que están pasando en Hungría".

Foto: Maria Schimidt

Para Orbán, la cuestión migratoria siempre ha sido central en su consolidación del poder en el país. En parte porque, como otros países de Europa central, el fin del comunismo se tradujo rápidamente en una crisis demográfica. Eso permitió, no solamente a Orbán, construir un discurso en el que la inmigración tiene una dimensión distinta que en el resto de la Unión Europea. Y esa misma base teórica ha servido para impulsar una agenda anti-LGTB: la misma preocupación del electorado por la cuestión demográfica ha permitido cristalizar el discurso en el que el discurso contra el colectivo.

Pero no únicamente eso. Forma parte, también, de la revuelta ideológica de Orbán contra los cambios en Occidente. El líder magiar defiende a Hungría como la protectora de los valores tradicionales de una Europa cristiana y conservadora, porque era en parte lo que se esperaban muchos húngaros tras la caída de la Unión Soviética. Sin embargo se han encontrado con un Occidente liberal que Orbán ha logrado que sea identificado por los votantes como el ejemplo de decadencia.

De esta forma, para Orbán y su círculo cercano es necesario mantener viva su particular “guerra cultural” en la que Hungría tiene que resistir el supuesto intento de Occidente de hacerle ceder en sus valores tradicionales. Es el principal elemento movilizador de su electorado, si bien al mismo tiempo abre una gran grieta entre el voto rural y el voto de las grandes ciudades que, como Budapest, sí que apuestan por los valores más liberales de Occidente que tanto detesta el Gobierno de Fidesz.

Foto: El alcalde de Budapest, Gergely Karácsony. (Reuters)

La polémica más reciente en esa "cruzada anti-LGTB" ha sido este octubre, cuando el propio Orbán se unió al boicot, dirigido por formaciones y grupos de extrema derecha y ultracristianos, contra un pequeño libro de cuentos para niños, 'Meseorszag mindenkie' ('Un cuento de hadas para todo el mundo'), que reimagina relatos con protagonistas más diversos e inclusivos.

Tampoco el festival de Eurovisión es del gusto del partido gobernante húngaro. En 2019, se anunció que Hungría no participaría en el próximo festival de Eurovisión (finalmente no tuvo lugar por la pandemia de coronavirus), y se especuló que era porque era "demasiado gay". Ese mismo año, Coca-Cola fue objeto de un boicot por una campaña de #LoveIsLove en Budapest que mostraba una pareja del mismo sexo. Un año antes, la Ópera de Budapest suspendía 15 funciones del musical 'Billy Elliot' tras una campaña homófoba, patrocinada por un diario próximo a la ideología del Gobierno húngaro, en la que se advertía del riesgo de los jóvenes que acudieran a ver esta obra de teatro de "convertirse en homosexuales".

Doble moral en Bruselas

La ironía del caso y la "hipocresía" no ha pasado desapercibida ni entre sus compañeros eurodiputados ni entre la prensa local. En su comunicado, Szajer pedía no extender la polémica a su “tierra natal” ni a su “comunidad política”, algo que ha caído en saco roto. "Solicitud denegada: absolutamente extenderé esta hipocresía a su comunidad política, ya que el odio contra las personas LGBTI es promovido activamente por Fidesz", ha respondido la eurodiputada socialista holandesa Lara Wolters. En la misma dirección ha señalado el eurodiputado liberal eslovaco Martin Hojsik: “Esto no se trata únicamente de romper las reglas de confinamiento. Se trata de la doble cara del partido de Orbán en su opresión a la comunidad LGBTI en Hungría”, ha escrito.

El escándalo ha llegado en un momento muy delicado, con Hungría y Polonia bloqueando el paquete presupuestario que incluye los 750.000 millones del Fondo de Recuperación. Lo han hecho como protesta por la puesta en marcha de un mecanismo de protección del Estado de Derecho, que cortaría los fondos europeos a aquellos países que violen aspectos básicos como la independencia judicial. Y Budapest y Varsovia saben que son los señalados: los dos únicos países que tienen activado el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea por su asalto a los valores fundamentales de la Unión. Un pulso largo que mantienen con Bruselas, fundamentalmente por la cuestión de la independencia de los jueces, pero del que no se escapa del todo el de los derechos LGTB.

No han sido pocos los que en las últimas horas, en mensajes, llamadas y memes han bromeado con que un aliado estrecho de Orbán huyendo de la policía tras una orgía gay por el techo de un céntrico local de Bruselas, podía ser todo lo que hacía falta para desbloquear el veto presupuestario de Hungría, o los que se han preguntado cómo vinculará el Gobierno de Orbán este escándalo sexual al multimillonario de origen húngaro George Soros, enemigo público número uno de Budapest, al que el Ejecutivo magiar acusa de prácticamente cualquier mal. De momento, la prensa local más oficialista asegura que "se trata de una trampa" organizada por algún servicio de inteligencia extranjero para "hundir la guerra de Hungría y Polonia por su independencia de Bruselas".

Bruselas, la capital de Europa, tiene cierta personalidad de pueblo: conoces a mucha gente, viven todos en círculos pequeños y los cotilleos vuelan rápido. Si sales a correr por alguno de los parques de la ciudad, te puedes cruzar con caras conocidas, desde eurodiputados a la presidenta de la Comisión Europea. En el pasado era fácil ver también al presidente del Consejo Europeo. Por eso, cuando el pasado martes medios belgas publicaron que la policía había irrumpido en una fiesta sexual gay con más de veinte personas y estupefacientes, y que entre los detenidos se encontraban varios diplomáticos y un eurodiputado, la capital comunitaria hizo lo que se haría en cualquier pueblo pequeño: aquí no hay secretos.

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