As de Johnson para el pacto comercial con la UE: amenaza con el modelo australiano
El primer ministro británico ha dicho que quiere negociar con la Unión Europea un pacto comercial similar al de Canadá (CETA), pero que si no, irán a por el modelo australiano
Comienza la gran jugada de póquer. Nos ponemos serios. Tras el emotivo cántico del 'Auld Lang Syn' en la Eurocámara (con alguna lágrima incluida) y la cuenta atrás proyectada en Downing Street (con promesas de "seguir colaborando con los amigos"), Londres y Bruselas encaran ahora unas más que complejas negociaciones para cerrar —o al menos intentarlo— un acuerdo comercial entre ambas partes.
Y este lunes, en su primer gran discurso como dirigente de un Reino Unido fuera de la UE, Boris Johnson ya ha dejado claro que la gran clave del Brexit era recuperar el control, por lo que no está dispuesto ahora a "alinearse" con las reglas comunitarias.
En definitiva, ante el modelo que le ofrecen ahora los Veintisiete para tener acceso al mercado único, el líder 'tory' prefiere el canadiense, que permite la eliminación del 90% de aranceles, pero asume al fin y al cabo fricciones. Si el canadiense no fuera posible, saca ahora de la manga su gran as: el 'modelo australiano', que no cuenta con tratado comercial como tal y funciona con acuerdos sectoriales. "El Reino Unido se convierte en un actor independiente, con su propia voz", recalcó.
La referencia ahora a Australia causa cierto nerviosismo en la UE. Y con razón. Porque poco se diferencia este escenario con el de 'no deal' que habría en caso de que Londres y Bruselas no lograran acercar posturas y terminaran rigiendo sus relaciones futuras únicamente bajo los parámetros de la Organización Mundial de Comercio.
Mientras que en los tiempos de Theresa May todos eran conscientes de que la entonces 'premier' no estaba dispuesta a ejecutar una salida caótica y su objetivo era quedarse lo más vinculada posible al bloque, en la 'era Johnson' las cosas funcionan de una manera completamente distinta.
El actual inquilino de Downing Street es completamente impredecible, por lo que sus órdagos hay que tomarlos en serio. Entre otras cosas, porque, a diferencia de su antecesora, cuenta ahora además con el control de la Cámara de los Comunes tras la mayoría absoluta conseguida en las elecciones de diciembre.
Se ha comprometido (con ley de por medio) a que el periodo de transición no se extenderá más allá de diciembre de 2020. Y si pone ahora encima del tablero el modelo australiano es porque estaría dispuesto a cumplirlo. Por cierto, téngase en cuenta la elección de un país 'amigo' (cercano a la Commonwealth) para explicar en casa lo que se traduciría en un 'modelo' que en la práctica no existe y un aumento bastante dramático de las barreras comerciales.
"Nos han dicho a menudo [refiriéndose a la UE] que tenemos que elegir entre el total acceso al mercado único, aceptando las reglas y los tribunales como Noruega, o un ambicioso tratado comercial sin acatar la regulación de la UE, como es el ejemplo de Canadá", recalcó. "Pues bien, hemos elegido, y queremos un tratado comercial similar al de Canadá. Es vital dejar ahora claro esto", ha aseverado.
“No se trata de elegir entre acuerdo o no acuerdo, sino si tenemos una relación comparable a la de Canadá o más al estilo Australia. En cualquier caso, no tengo dudas de que Gran Bretaña prosperará poderosamente”, añadió.
Contrarreloj
Ahora bien, Canadá no está en Europa y no comparte los mismos lazos económicos y geográficos con el continente. Asimismo, este modelo de acuerdo comercial cubre muy parcialmente el sector servicios, que representa el 80% de la economía británica. Y luego viene un pequeño detalle: el acuerdo CETA (que entró en vigor en septiembre de 2017) tardó en cerrarse siete años, y Londres y Bruselas apenas tienen ahora 10 meses.
Por su parte, el comercio entre la UE y Australia se basa actualmente en un 'marco de asociación' limitado acordado en 2008, que abarca la cooperación en una amplia gama de áreas económicas y acuerdos sobre cuestiones como el reconocimiento mutuo de las normas de productos. En cualquier caso, en junio de 2018, Bruselas y Canberra empezaron las negociaciones para cerrar un acuerdo comercial más exhaustivo y ambicioso. Por lo que Johnson se inspira ahora en un modelo que está en proceso de transformación sin que nadie sepa aún cuál será el desenlace.
Pero en eso consiste al fin y al cabo la estrategia de juego. Despistar al contrario y, ante todo, vender en casa la narrativa de que si las negociaciones empiezan con tensiones no es por culpa de Londres sino de Bruselas. De ahí las medidas filtraciones el pasado fin de semana a los dominicales por parte de Downing Street, que culpan ahora a la UE de no estar cumpliendo con la declaración política, aquel texto —legalmente no vinculante— que acompañaba al acuerdo de retirada (con el que se saldó el divorcio) y en el que nadie puso demasiada atención.
Negociaciones llenas de tensión
La postura de Londres es que la UE se comprometió a cerrar un acuerdo comercial ambicioso y ahora pone excusas para obligar al Reino Unido a alinearse con la normativa comunitaria. Pero lo cierto es que la declaración política tan solo era una declaración de intenciones de cara a la fase que ahora empieza y siempre estuvo llena de ambigüedad. En definitiva, nadie ha movido ahora los postes de la portería porque nunca llegaron a fijarse en el suelo.
No cabe duda de que, políticamente, Johnson debe mandar ahora a la nación y, sobre todo, a los 'tories' euroescépticos el mensaje de que se inicia una nueva era y el Reino Unido recupera el control. Pero en esta jugada de póquer que comienza con Bruselas, la pregunta que hay que hacerse es hasta qué punto el 'premier' va de farol o está realmente dispuesto a mostrar sus cartas.
Negociaciones únicas
Cuando se trata de comercio entre economías desarrolladas, los aranceles y las cuotas representan relativamente pocas barreras. Las regulaciones tienen generalmente más peso. Las negociaciones que comienzan ahora con el bloque son únicas, ya que se trata de discutir qué barreras comerciales hay que erigir, en lugar de cuáles hay que eliminar. Sin embargo, para los 'brexiters', la clave de todo está en conseguir la desregulación con la UE.
En cualquier caso, Johnson —y sobre todo Dominic Cummings, su principal asesor— no busca ahora la “desregulación por la desregulación”. Su enfoque más bien pasa por tener las manos libres respecto a tecnología, ciencia e innovación.
De alguna manera, la percepción que existe en el Reino Unido es que Bruselas sigue un principio de precaución, es decir, se debe demostrar que un producto es seguro para ser aprobado, en lugar de ser peligroso para ser prohibido. Y Londres, en este sentido, no quiere verse atado, sobre todo en lo referido a cuestiones como inteligencia artificial.
Johnson (en otras palabras, Cummings) quiere ser ahora pionero en industrias del futuro. Y ante el caos que vive el laborismo y las pocas perspectivas que tiene la oposición de regresar al poder, el líder 'tory' se puede permitir el lujo de planear proyectos a largo plazo.
Comienza la gran jugada de póquer. Nos ponemos serios. Tras el emotivo cántico del 'Auld Lang Syn' en la Eurocámara (con alguna lágrima incluida) y la cuenta atrás proyectada en Downing Street (con promesas de "seguir colaborando con los amigos"), Londres y Bruselas encaran ahora unas más que complejas negociaciones para cerrar —o al menos intentarlo— un acuerdo comercial entre ambas partes.
- Se consuma el Brexit: ¿qué pierde realmente la UE con la salida del Reino Unido? Nacho Alarcón. Bruselas
- ¿Qué quiere ser Reino Unido de mayor: Turquía, Canadá o Noruega? Nacho Alarcón. Bruselas