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Las claves de la negociación más difícil para el Reino Unido y la UE tras el Brexit
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Más fácil quitar barreras que ponerlas

Las claves de la negociación más difícil para el Reino Unido y la UE tras el Brexit

Con el Brexit comienza la fase más complicada: cerrar unas relaciones futuras en unas negociaciones que serán las más difíciles de todo el proceso

Foto: Eu summit of 27 on brexit guidelines
Eu summit of 27 on brexit guidelines

Imaginen una negociación en la que dos personas se sientan con una buena posición económica y que consiste, básicamente, en empeorarla. Conversaciones destinadas a ver cómo pueden, partiendo de un punto tremendamente ventajoso, empeorar toda la situación. ¿Cómo creen que irían esas negociaciones? Pues eso es lo que va a pasar a partir de este sábado 1 de febrero. El Brexit ni se crea ni se destruye: se transforma. Y lo que viene a continuación va a ser muchas cosas y ninguna es buena.

Hay quien cree que lo más difícil ya ha pasado. Y la realidad es que era solo el calentamiento. Ahora viene una maratón, tremendamente dolorosa y difícil, contrarreloj y en la que no existe la opción de tomar aire ni abandonar. Michel Barnier, negociador jefe de la UE para el Brexit, lo lleva alertando desde hace años. También lo ha hecho Ivan Rogers, que fue embajador británico ante la UE en los momentos clave del Brexit y que dimitió tras una caza de brujas de los euroescépticos más radicales: “No pasará mucho en los próximos meses. Nos dirigiremos hacia las rocas en el verano y hacia una gran crisis en el otoño de 2020”.

Foto: La bandera de la UE frente al Big Ben. (EFE)

Johnson no es May. Eso significa que la estrategia de este Gobierno en la negociación va a ser, a diferencia de con su predecesora, mucho más agresiva y más inteligente en lo estratégico. Hasta ahora, la Unión Europea ha ganado la partida porque ha arrastrado las conversaciones a donde se le da bien: al nivel técnico, al cuerpo a cuerpo entre expertos en despachos pequeños de la capital comunitaria, a la letra pequeña.

Bruselas es buena la mecanización de los procedimientos. Pero no está claro que Londres vaya a dejarse arrastrar a ese nivel ahora sin dar más la batalla a nivel público y político. Aquí la UE podría llegar a verse paralizada si no piensa suficientemente qué mensaje quiere proyectar.

Las negociaciones, que comenzarán oficialmente a partir de marzo ya que ahora la Unión Europea tiene que aprobar un mandato negociador para Barnier, que seguirá al frente de las conversaciones, van a ser increíblemente difíciles por cuatro razones: falta de tiempo, complejidad técnica, negación de la realidad por parte de Londres y una mayor dificultad para mantener la unidad en el lado europeo, unida a esa potencial parálisis.

Falta de tiempo

Este sábado entramos en el "periodo transitorio", un tiempo en el que el Reino Unido vive en una especie de simulación: ya no forma parte de la UE, ni está en sus instituciones, no tiene ni voz ni voto, pero sigue disfrutando de los beneficios de la membresía.

Esto durará hasta el próximo 31 de diciembre de 2020. La realidad es que tanto Barnier como su mano derecha, Sabine Weyand, ahora directora general de Comercio, han señalado que en este tiempo no da tiempo a cerrar un acuerdo comercial efectivo que vaya a evitar un 'shock' enorme sobre la economía británica. La situación es tan precaria que el objetivo es simplemente evitar en la medida de lo posible que el desastre sea demasiado grande.

Foto: Phil Hogan, futuro comisario de Comercio. (EFE)

Existe otra posibilidad: que el Reino Unido pida una prórroga a este periodo, algo a lo que, al menos hasta ahora, su primer ministro Boris Johnson se ha negado en redondo. Pero no basta con pedirlo en cualquier momento, como ha pasado durante las negociaciones regulares del Brexit. El acuerdo de retirada (que no es opinable, es ley) marca una fecha límite: el 1 de julio de 2020. Ese es el último día que el Gobierno británico puede pedir prorrogar la transición uno o dos años.

Esto plantea un problema serio: muchos creen que Johnson necesita la amenaza de un no acuerdo, una situación absolutamente desastrosa, para poder obtener el visto bueno de los más radicales respecto a pedir una prórroga. Y el problema es que debe hacer eso a medio año vista del momento del "acantilado".

Si Johnson no pide una extensión antes del 1 de julio, entonces Bruselas entrará en una dinámica distinta: la de correr e intentar salvar los muebles en la medida de lo posible, sabiendo que el golpe va a ser brutal para los dos lados incluso si se logra un acuerdo comercial más o menos ambicioso.

Complejidad técnica

Hay que tener en cuenta que estas negociaciones van a representar un reto técnico absolutamente desconocido hasta ahora. Normalmente una negociación comercial consiste en derribar barreras. Pero es que esta va a ser tremendamente compleja y diferente, porque en vez de derribarlas va a consistir en construir muros y barreras.

"Será muy complicado. Se trata de una serie de relaciones, comercio, pesca y cooperación en seguridad y política exterior", explicaba Angela Merkel, canciller de Alemania, después de la última cumbre. Las negociaciones implican muchos más campos de los que normalmente incluye un tratado comercial al uso.

Foto: La bandera británica, sobre el Big Ben, en Londres. (EFE)

Al problema técnico hay que sumarle el primer punto, el de la falta de tiempo: "Necesitamos resolver estos problemas muy rápidamente. Necesitamos decidir ya en junio si queremos extender el período de negociación y Gran Bretaña ha dicho que no quiere una extensión", decía Merkel entonces.

Negación de la realidad

Desde que el Reino Unido convocó el referéndum de 2016 una parte de la clase política británica vive en una negación continua de la realidad. Ese sector, que antes eran unos gritones en el fondo del Parlamento británico, son ahora los que dirigen el país.

Este viernes Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, lanzaba un mensaje relativamente sencillo: cuanto más se aleje el Reino Unido de los estándares europeos, menos acceso tendrá al mercado de la Unión. Ese va a ser el elemento fundamental de las negociaciones futuras.

El Reino Unido ha mostrado su disconformidad con las peticiones europeas de un 'level-playing field', es decir, una “igualdad de terreno”: que Londres siga respetando una serie de estándares mínimos en materia laboral, medioambiental, sanitaria o fiscal, de forma que no se convierta en un competidor desleal hacia la Unión Europea.

placeholder Boris Johnson el pasado octubre. (Reuters)
Boris Johnson el pasado octubre. (Reuters)

La UE no va a permitir que un país que intenta convertirse en un paraíso fiscal a las puertas de Europa acceda libremente a su mercado. Tampoco si baja los estándares laborales para que empresas situadas en el continente se desplacen hacia Gran Bretaña. Sería pegarse un tiro en el pie.

Al mismo tiempo Londres debe entender que su socio natural no es Estados Unidos, como intenta promover, sino la Unión Europea. Porque las relaciones políticas pueden cambiar, pero la realidad geográfica no lo va a hacer: Gran Bretaña va a seguir donde está, y Europa continental no se va a mover de su sitio. Eso va a obligar al Reino Unido a mantener relaciones estrechas con sus antiguos socios, algo que, por el momento, no parece aceptarse.

Problemas de unidad

La Unión Europea ha hecho una inusitada muestra de unidad durante la primera fase de la negociación con el Reino Unido. Ese ejercicio va a ser muchísimo más complicado a partir de este momento y Michel Barnier es muy consciente de ello.

Durante las negociaciones del divorcio se intentaban proteger los intereses de todo el bloque, de la Unión como un animal político. Y eso permitió que nadie rompiera filas y que se mantuviera una unidad de acción que resultó clave en el medio plazo para evitar que el Reino Unido acabara imponiendo su agenda, que ponía en riesgo la naturaleza del mercado único.

Ahora no queda nada de eso. En cierto modo, en esta parte de la guerra cada país lleva su fusil. Aunque se siga negociando a través de Barnier, existe el riesgo de que cada país se centre en sus intereses particulares: unos centrándose en servicios, otros en pesca, mientras unos terceros quieren centrar la atención sobre agricultura. Coordinar todo eso es extremadamente difícil, porque en ese “dar y recibir”, siempre hay países que pierden.

Con cada acuerdo comercial que cierra la Comisión Europea hay algunos Estados miembros que se revuelven. Con el acordado con Mercosur, Francia e Irlanda montaron en cólera por las exportaciones de vacuno. En España cada vez hay más quejas respecto a la llegada de cítricos desde terceros países. Porque con las cosas del comer no se juega.

En cualquier caso, uno de los problemas más graves a los que puede enfrentarse la Unión Europea es una potencial parálisis ante una actitud agresiva por el parte del Reino Unido. La buena noticia es que Barnier sigue al frente.

placeholder European Union's chief Brexit negotiator Michel Barnier and his delegation and Britain's Secretary of State for Exiting the European Union David Davis and his delegation attend a first full round of talks on Britain's divorce terms from the European Union, in Brussels, Belgium, July 17, 2017. REUTERS/Thierry Charlier/Pool - RC19DD1CDEA0
European Union's chief Brexit negotiator Michel Barnier and his delegation and Britain's Secretary of State for Exiting the European Union David Davis and his delegation attend a first full round of talks on Britain's divorce terms from the European Union, in Brussels, Belgium, July 17, 2017. REUTERS/Thierry Charlier/Pool - RC19DD1CDEA0

Durante la época de May, la primera ministra intentó un par de envestidas contra Bruselas que acabaron frustradas precisamente porque cuando Londres intentaba dar un puñetazo la Comisión Europea se tenía que limitar a agarrar el puño, arrastrarlo a la maquinaria negociadora a nivel técnico y aplastarla.

Pero Johnson no es May, las negociaciones del divorcio o son las de las relaciones futuras y la Unión Europea ha dedicado relativamente poco tiempo a pensar qué quiere sacar de estas negociaciones, cosa que tenía muy claro en la anterior fase, más allá de evitar la divergencia de estándares, que es ya un buen primer paso.

El próximo mes, mientras las capitales redactan un mandato negociador para Barnier, sería positivo que se plantearan el objetivo final de estas conversaciones y que doten al negociador jefe de la suficiente cintura para estar listo cuando el Gobierno de Johnson adopte una actitud agresiva en el curso de los próximos meses. Lo más difícil está por llegar.

Imaginen una negociación en la que dos personas se sientan con una buena posición económica y que consiste, básicamente, en empeorarla. Conversaciones destinadas a ver cómo pueden, partiendo de un punto tremendamente ventajoso, empeorar toda la situación. ¿Cómo creen que irían esas negociaciones? Pues eso es lo que va a pasar a partir de este sábado 1 de febrero. El Brexit ni se crea ni se destruye: se transforma. Y lo que viene a continuación va a ser muchas cosas y ninguna es buena.

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