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De charlar junto a un kebab a copar titulares: el regalo de 'Bruselas' a la ultraderecha
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De charlar junto a un kebab a copar titulares: el regalo de 'Bruselas' a la ultraderecha

Una conferencia de ultraconservadores con poca atención mediática acabó saltando a todos los titulares por una decisión autoritaria de un alcalde de un barrio de Bruselas

Foto: Policías aseguran la entrada del Claridge. (EFE / Olivier Matthys)
Policías aseguran la entrada del Claridge. (EFE / Olivier Matthys)

Solamente 23 metros separaban el Claridge, una sala de eventos en la que esta semana se celebraba la Conferencia Nacional-Conservadora, que reunía a algunos de los principales líderes y pensadores de la extrema derecha y los ultraconservadores europeos, del Snack Istanbul Kebab. Ahí, en una calle del barrio bruselense de Saint-Josse-ten-Noode, conocido por albergar a una buena parte de la comunidad turca de la capital de Bélgica, con población contra la que dirigen buena parte de sus discursos los líderes que allí se iban a reunir, en unas calles llenas de kebabs y tiendas de dulces turcos, languidecía una de las citas de referencia de la nueva derecha reaccionaria, sin que nadie en Bruselas, ni fuera de ella, le prestara demasiada atención. Hasta que la política local belga decidió catapultar el evento a los titulares de toda la prensa europea y confirmar algunas de sus creencias.

El evento reunía a personajes como Nigel Farage, uno de los ideólogos del Brexit, Eric Zemmour, un líder de extrema derecha francés, o el autoritario primer ministro Viktor Orbán, que está detrás de la financiación del acto a través del Mathias Corvinus Collegium (MCC), que controla su mano derecha, Balázs Orbán, que es el director político de su gabinete. El MCC ha desembarcado en Bruselas y tiene el objetivo de plantear una batalla para luchar contra lo que Orbán (Balázs) considera la hegemonía cultural del progresismo. Eventos como la Conferencia Nacional-Conservadora juegan un papel en ello, aunque lo cierto es que muchos, la inmensa mayoría, incluso dentro de la conocida como "burbuja de Bruselas", desconocían que se fuera a producir ninguna "cumbre" de la extrema derecha europea en la capital comunitaria esta pasada semana.

Foto: Viktor Orban, en abril de 2024. EFE

Pero Emir Kir, burgomaestre (alcalde) de Saint-Josse-ten-Noode, una de las 19 comunas en las que está troceada Bruselas, del Partido Socialista (PS), decidió hacer un regalo a la Conferencia. El martes por la mañana anunció que había emitido una orden para prohibir el evento, acogiéndose a la idea del "cordón sanitario" que existe hacia la extrema derecha en la Bélgica francófona y aplicándola en forma de censura. "Emití una orden para prohibir el evento de la Conferencia Nacional-Conservadora para garantizar la seguridad pública. En Etterbeek, Bruselas y Saint-Josse, la extrema derecha no es bienvenida", escribió en redes sociales. Era un nuevo varapalo para los organizadores, que ya se habían encontrado con el 'no' de lugares, entre ellos el hotel Sofitel, donde habitualmente se celebran muchos encuentros de formaciones políticas europeas. Kir sigue defendiendo que existía un riesgo para el orden público y que su decisión no tenía nada que ver con su opinión política sobre los organizadores.

Unos cuantos policías se presentaron en el evento, entraron en el local y se dieron cuenta de que cerrar aquello no iba a ser sencillo, por lo que se limitaron a prohibir la entrada de nadie más. La noticia corrió como la pólvora. Giorgia Meloni, primera ministra italiana, pero también presidenta de los Conservadores y Reformistas (ECR), la familia que engloba a los ultraconservadores atlantistas en la Unión Europea, telefoneó a Alexander de Croo, el primer ministro liberal de Bélgica. La reacción del líder belga fue contundente: "Lo que pasó hoy en el Claridge es inaceptable. La autonomía municipal es una piedra angular de nuestra democracia, pero nunca puede anular la constitución belga que garantiza la libertad de expresión y de reunión pacífica desde 1830. Prohibir las reuniones políticas es inconstitucional. Punto final". Pero ya era demasiado tarde.

Para la extrema derecha y muchos ultraconservadores que, a diferencia de Meloni, no están intentando normalizar su relación con el centroderecha e integrarse en el engranaje de la Unión Europea, el incidente ha servido como una confirmación de la existencia de un sistema que censura y ataca sus opiniones. Al llegar al evento el día siguiente, el primer ministro de Hungría, al salir de su coche, levantó los brazos y dijo: "No disparen". Nadie saborea una victoria política como Orbán.

Y además, el húngaro aprovechó para mezclar cosas. Que la prohibición se produjera en Bruselas ha jugado a su favor. "Los comunistas no pudieron prohibirnos y tampoco los burócratas de Bruselas. El segundo día de la Conferencia Nacional-Conservadora está en marcha", escribió en redes sociales. Cuando Orbán habla de "burócratas de Bruselas" se está refiriendo a las instituciones europeas, pero la realidad es que ninguna institución de la Unión Europea tuvo nada que ver con el intento de clausurar el evento, que fue una iniciativa, fallida, de un alcalde de un barrio de Bruselas, criticada duramente por el primer ministro del país. Pero, de nuevo, ya era demasiado tarde.

"Los comunistas no pudieron prohibirnos y tampoco los burócratas de Bruselas"

Orbán colgó un vídeo en sus redes sociales con las imágenes de la policía en el Claridge y con su voz narrando que Europa se encuentra entre "la libertad y la opresión", comparándolo con la situación "en la Hungría de finales de los ochenta, cuando las fuerzas de la libertad y de la opresión peleaban". El alcalde de Saint-Josse-ten-Noode ha dado esta semana una poderosa munición a las fuerzas ultraconservadoras de Europa al darles un caso que confirma su creencia.

Esa no debería ser, en todo caso, la lección principal del incidente. Lo fundamental es que Bélgica demostró la fortaleza del orden liberal: un alcalde tomó una decisión desproporcionada, que iba en contra de la constitución, y esa misma noche un tribunal anuló la decisión. Al final, y aunque sufrió en el proceso, la libertad de expresión y de reunión se protegió.

Solamente 23 metros separaban el Claridge, una sala de eventos en la que esta semana se celebraba la Conferencia Nacional-Conservadora, que reunía a algunos de los principales líderes y pensadores de la extrema derecha y los ultraconservadores europeos, del Snack Istanbul Kebab. Ahí, en una calle del barrio bruselense de Saint-Josse-ten-Noode, conocido por albergar a una buena parte de la comunidad turca de la capital de Bélgica, con población contra la que dirigen buena parte de sus discursos los líderes que allí se iban a reunir, en unas calles llenas de kebabs y tiendas de dulces turcos, languidecía una de las citas de referencia de la nueva derecha reaccionaria, sin que nadie en Bruselas, ni fuera de ella, le prestara demasiada atención. Hasta que la política local belga decidió catapultar el evento a los titulares de toda la prensa europea y confirmar algunas de sus creencias.

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