Es noticia
Pistoletazo electoral en EEUU: todos miran a los caucus de Iowa... Pero son una chufla
  1. Mundo
Unas elecciones caóticas

Pistoletazo electoral en EEUU: todos miran a los caucus de Iowa... Pero son una chufla

Empiezan los caucus de Iowa. A pesar de ser una institución corrupta, sigue teniendo ese tirón mágico sentar las bases de las primarias

Foto: Carteles de campaña se muestran en una mesa durante un acto del candidato presidencial republicano y expresidente de Estados Unidos Donald Trump. (Reuters/Alyssa Pointer)
Carteles de campaña se muestran en una mesa durante un acto del candidato presidencial republicano y expresidente de Estados Unidos Donald Trump. (Reuters/Alyssa Pointer)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Los caucus de Iowa, que inauguran hoy las primarias republicanas en las que Donald Trump es claro favorito, son un desastre. Un sistema de voto organizado sin procesos de verificación fiables y, por tanto, inclinado a los malentendidos: algunos por interés partidista; otros, por la propia dinámica defectuosa del conteo. Aunque los republicanos han simplificado los procedimientos de este año para evitarse problemas, merece la pena pasar por el filtro de la realidad esta práctica presuntamente vecinal y mágica, y hasta predictiva de la presidencia.

Hay muchas razones sistémicas para criticar los caucus, pero quizá sea más sugerente empezar por lo anecdótico. En los caucus demócratas de 2020, que eran los únicos que se celebraban, ya que del lado republicano Donald Trump buscaba la reelección y no tenía competidores, visité varias de estas votaciones en colegios, bibliotecas, polideportivos y una mezquita. Todos estos eventos estaban montados por gente sin mucha experiencia organizativa y que, daba la impresión, solo quería echarse unas risas con los vecinos una tarde de principios de febrero. Pero la que más me llamó la atención fue la votación en una mezquita de Des Moines.

Llegué allí con bastante antelación y vi lo que normalmente se ve en una mezquita: musulmanes. La inmensa mayoría, si no todos, inmigrantes. Entre ellos había un grupo de jóvenes iraquíes que llevaban dos o tres años en Estados Unidos. Me dijeron que tenían estatus de refugiado, no de ciudadano. Y, por lo tanto, no tenían derecho a votar.

Foto: Elecciones en Virginia, EEUU. (EFE)

La elección se produciría de la siguiente manera. En la sala principal de la mezquita se designarían seis puntos de reunión para los seguidores de los seis candidatos demócratas. En un punto se juntarían los de Joe Biden, en otro los de Bernie Sanders, y así sucesivamente con los de Elizabeth Warren, Pete Buttiegieg, Amy Klobuchar y Andrew Yang. Cada uno de estos puntos tenía los consabidos retratos y pancartitas con los eslóganes de las distintas campañas. Un organizador demócrata tomaría nota visual de los apoyos y luego esos apoyos se traducirían en papeletas, depositadas, formando una cola, con todos los seguidores mezclados, en una urna.

Cuando se acercaba el momento de distribuir a los seguidores por los seis puntos, apareció un grupo bastante grande de mujeres somalíes procedentes del estado vecino, Minesota. El estado de uno de los competidores, la candidata Amy Klobuchar. A las mujeres somalíes las habían traído en autobús con parafernalia de campaña de Klobuchar. Digo "las habían traído" porque estaba claro que ellas no tenían mucho espíritu participativo. Las mujeres vestían de negro y llevaban el pelo tapado. Estaban allí, en una de las esquinas de la sala, tímidas y silenciosas. Cuando quise hablar con ellas, el señor que las había traído en autobús, y que tenía una camiseta de campaña de Klobuchar, se interpuso y me indicó que allí no se me había perdido nada. Probablemente, ni siquiera hablaban inglés. Ignoro si tenían o no la ciudadanía.

El truco del autobús tuvo éxito, Amy Klobuchar ganó las elecciones en este caucus. Cuando llegó la hora de oficializar la victoria depositando la papeleta, allí votó todo el mundo. Hasta los iraquíes que no tenían derecho a votar en unas elecciones estadounidenses. Yo mismo y el fotógrafo con el que viajaba podríamos haber votado. Podría haberme llevado a mi familia, desde España, para votar. En este y en otros caucus. Podríamos habernos hinchado a votar a lo largo y ancho de Iowa. Razón por la cual resultaba lógico llevar a gente en autobús desde otros estados.

Foto: Gavin Newsom (i) y Nikki Haley (d).

Aunque solo es un ejemplo de corrupción y clientelismo que probablemente no sea representativo de los 1.600 caucus que se celebran hoy en Iowa, la verdad es que el problema general de los caucus es sistémico. Así lo reflejan las carencias de la organización. Principalmente la falta de garantías y la falta de observadores. Y así lo refleja el desempeño electoral de los caucus de la última década y pico.

Los tres ciclos presidenciales más recientes empezaron con muy mal pie. En 2012, el Partido Republicano de Iowa proclamó ganador a Mitt Romney, echando por tierra las ambiciones del candidato emergente, Rick Santorum. El establishment se imponía. Al día siguiente surgieron dudas sobre el conteo de votos. A las dos semanas, finalmente, se supo el resultado correcto: el verdadero ganador fue Rick Santorum. Daba igual. Desde el punto de vista mediático, emocional y político, ya era tarde.

"Obré un milagro, pero dijeron que Romney era el ganador", declaró Santorum al reportero Reid J. Epstein, de The New York Times, la semana pasada. "No se dijo 'Santorum surgió de la nada', sino 'Ganó Romney. La carrera se ha terminado'. ¿Qué crees que hubiera pasado si hubieran dicho que yo fui el ganador?".

El partido no fue capaz de verificar ni unos ni otros. Resultado: ¿tablas? ¿Indecisión? ¿Fiasco? Así son los caucus

Cuatro años después, la carrera demócrata en Iowa quedó indecisa. Todo el país esperaba el dictado de los caucus sobre qué ala del partido se impondría. El ala mayoritaria de la emperadora Hillary Clinton o el ala rebelde del socialista Bernie Sanders. Los de Sanders dijeron que habían ganado la mayoría de los votos. Los de Clinton, que habían ganado los delegados. El partido no fue capaz de verificar ni unos ni otros. Resultado: ¿tablas? ¿Indecisión? ¿Fiasco? Así son los caucus.

Pero la mayor catástrofe fue la de los caucus demócratas de 2020, por dos motivos. Primero, porque se modificó la manera de computar los apoyos, se contarían los votos totales, luego los votos después de descartar a los perdedores y, finalmente, los delegados, que acaban siendo los representantes, en función de los votos, de cada condado. La intención de refinar la expresión popular solo complicó las cosas y abrió la puerta a la cacofonía: más candidatos declararían la victoria. Y segundo, y sobre todo, por el fallo informático que impidió conocer el ganador de la noche durante varios días, provocando un serio gatillazo político al inicio de la campaña.

Foto: Donald Trump. (Reuters/Carlos Barria)

Lo cierto es que, a fuerza de descalabros, los caucus de Iowa han perdido buena parte de su lustre. Comenzaron siendo un proceso deliberadamente incierto para inyectarle un poco de solera a la política: para permitir un "accidente de la historia", como la elección del descastado Jimmy Carter en 1976. Carter no tenía perfil nacional, pero decidió peinar cada centímetro cuadrado de Iowa para ganar los caucus y partir así con el impulso de una primera victoria. Un impulso que lo llevaría, como le sucedió al también al primerizo Barack Obama, a la presidencia.

Pero la aventura de las destartaladas reuniones de vecinos habría culminado. Los problemas han ido filtrándose por goteo a la opinión pública y el Partido Demócrata, el año pasado, decidió reemplazar Iowa por Carolina del Sur como punto de partida de las primarias. Aunque su principal argumento, más allá de las complicaciones mencionadas, es que Iowa es un estado muy rural y muy blanco y, por tanto, no consigue representar la sagrada multietnicidad que adoran los progresistas.

Sea como fuere, los republicanos celebran hoy sus caucus de Iowa. Donald Trump, atosigado por cuatro procesos judiciales de consecuencias por ahora desconocidas, ha visto cómo su ventaja, aunque firme, ha ido menguando frente a sus rivales. Sobre todo el gobernador Ron DeSantis y la exgobernadora Nikki Haley. El conteo simplificado probablemente nos permitirá conocer los resultados esta madrugada. Quizás todavía haya margen para la magia, y una victoria de Haley o DeSantis aporte el impulso necesario para desbancar a Trump. Aunque la posibilidad sea escasa.

Los caucus de Iowa, que inauguran hoy las primarias republicanas en las que Donald Trump es claro favorito, son un desastre. Un sistema de voto organizado sin procesos de verificación fiables y, por tanto, inclinado a los malentendidos: algunos por interés partidista; otros, por la propia dinámica defectuosa del conteo. Aunque los republicanos han simplificado los procedimientos de este año para evitarse problemas, merece la pena pasar por el filtro de la realidad esta práctica presuntamente vecinal y mágica, y hasta predictiva de la presidencia.

Estados Unidos (EEUU) Elecciones EEUU
El redactor recomienda