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Las seis razones por las que Estados Unidos ya ha perdido su batalla contra los hutíes
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Se eleva la tensión en el Mar Rojo

Las seis razones por las que Estados Unidos ya ha perdido su batalla contra los hutíes

El bombardeo de la milicia afín a Irán en territorio yemení no va a achantar a unos rebeldes bien armados y experimentados porque lucharon durante años contra Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos

Foto: Las fuerzas del Comando Central de Estados Unidos. (EFE/U.S. Central Command)
Las fuerzas del Comando Central de Estados Unidos. (EFE/U.S. Central Command)
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El presidente Joe Biden repitió hasta la saciedad que había que impedir que la guerra de Gaza se expandiera por Oriente Próximo, pero es él el que ha tomado la decisión de extenderla en la madrugada del viernes 12. Desde sus barcos de guerra y los de sus aliados dispararon misiles y bombardearon con aviones decenas de posiciones de la milicia chiita hutí, afín a Irán, y que desde hace ya nueve años controla buena parte de Yemen, incluida su capital Sanaa.

Desde noviembre, los hutíes atacan en el mar Rojo a algunos de los barcos mercantes, supuestamente los que tienen vínculos con Israel porque son propiedad de israelíes o simplemente han transitado por puertos de ese país. Afirman hacerlo en solidaridad con los palestinos de la Franja de Gaza invadida por el Ejército israelí.

Sus ataques, y el secuestro del carguero Galaxy Leader el 19 de noviembre, constituyen una amenaza para la navegación en unas aguas por donde transita una parte importante del comercio mundial. El martes pasado, sus objetivos no fueron ya los cargueros, sino los buques de EEUU y del Reino Unido que patrullan por la zona, en el marco de la operación naval Proteger la Prosperidad, para intentar preservar la libertad de navegación.

Ese episodio bélico del martes fue el que incitó a esas dos potencias a pasar de una acción meramente defensiva, parando los misiles y los drones disparados por los hutíes, a golpear a la milicia en su territorio. En esas represalias participaron también barcos de Australia, Canadá, Países Bajos y Baréin. La implicación de EEUU en el mar Rojo no tiene, ni de lejos, el alcance ni moviliza los medios de sus anteriores prolongadas intervenciones en la región (Irak) y en Asia Central (Afganistán). El Ejército estadounidense se involucra, sin embargo, de nuevo ahora en una guerra y además en año de elecciones presidenciales.

Foto: ¿Quiénes son los hutíes, los rebeldes de Yemen que atacan barcos en el Mar Rojo? (EFE/Osamah Yahya)

Lo hace, en principio, para auxiliar a los mercantes que atraviesan esas aguas, ahora menos numerosos porque tratan de evitar riesgos y prefieren navegar dando la vuelta a África por el cabo de Buena Esperanza. Lo hace además, indirectamente, en apoyo de Israel. Cuantos menos efectos colaterales tenga su invasión de Gaza, y los ataques de los hutíes son uno de ellos, menos presión habrá sobre el Gobierno de Benjamín Netanyahu para que ponga fin a la guerra en la Franja.

Antes de empezarla, Joe Biden ha perdido esta guerra por al menos seis razones. Estas son:

1. En la coalición naval que ha erigido y bautizado Proteger la Prosperidad solo hay un país árabe, Baréin, el más pequeño del Golfo. No ha contado con el apoyo, ni siquiera verbal, de Arabia Saudí ni de Emiratos Árabes Unidos (EAU) que son enemigos de los hutíes con los que estuvieron en guerra. Tampoco está Egipto pese al enorme perjuicio económico que le causa la brutal caída del tráfico marítimo por el canal de Suez.

2. En la coalición naval que ha erigido EEUU faltan algunos de sus aliados europeos, como España, cuya ministra de Defensa, Margarita Robles, confirmó el viernes 12 que no participaría. Otros, como Francia e Italia, disponen de barcos en la zona, pero no han aceptado colocarlos bajo el mando del Pentágono y mantienen su autonomía. En el ataque contra posiciones hutíes en suelo de Yemen solo participó un miembro de la Unión Europea, los Países Bajos.

Foto: Pedro Sánchez, junto a Joe Biden. (EFE/Lenin Nolly)

3. El ataque del viernes ha incrementado la tensión en la zona y, sin duda, habrá supuesto la destrucción de parte del material bélico de los hutíes, pero no deben andar escasos de armamento. Una milicia que luchó durante más de un lustro contra Arabia Saudí y EAU no se va además a achantar tras un primer embate. Tiene experiencia bélica y está mejor equipada ahora, posee incluso misiles balísticos antibuque. Irán le ha proporcionado el mismo material que está exportando a Rusia. Quizás, para acabar de derrotarla militarmente, el Pentágono se vea obligado a llevar a cabo en Yemen operaciones de fuerzas especiales.

4. La ofensiva del viernes y la aprobación, el miércoles, por el Consejo de Seguridad de la ONU, a instancias de EEUU, de una resolución pidiendo a la milicia yemení que pare sus ataques en el mar Rojo, demuestran, a ojos de la opinión pública árabe y de parte de la occidental, la doble vara de medir de la Administración Biden. En los ataques hutíes solo han muerto, que se sepa, algunos de sus autores. En Gaza han muerto 23.708 palestinos hasta el viernes 12 y los heridos son casi 60.000, según las autoridades sanitarias de la Franja. La diplomacia estadounidense no ha puesto ese balance mortuorio en tela de juicio. EEUU ha vetado, sin embargo, varias resoluciones en el Consejo de Seguridad que ordenaban un alto el fuego. Si se hubiese proclamado, los hutíes habrían, probablemente, puesto fin a sus agresiones.

Foto: Un avión de Reino Unido despega para atacar en Yemen. (Reuters/UK MOD)

5. Irán saca políticamente partido de la guerra en Gaza y de la tensión que prevalece en el mar Rojo. Los hutíes forman parte del llamado Eje de la Resistencia que alienta Teherán. Son sus aliados, aunque probablemente no les dicte la agenda ni les traslade órdenes. Todo este ruido en la zona distrae la atención del programa nuclear que desarrolla Irán, en teoría con fines pacíficos, aunque en Washington, Londres, París y Berlín —las cuatro capitales que en diciembre firmaron un comunicado conjunto— se duda de que sea así.

6. Es poco probable que los ataques del viernes, que quizás no tardarán en repetirse en los próximos días, propaguen la guerra por toda la región. Ahora bien, van a calentar algunos frentes secundarios, aquellos dónde hay fuerzas de EEUU. Estas ya han sido hostigadas, desde el pasado otoño, en el norte de Siria y, sobre todo, en Irak, donde el Pentágono cuenta aún con unos 2.500 hombres. En la rueda de prensa que dio, a finales de diciembre, con el presidente Pedro Sánchez, el primer ministro iraquí, Mohamed Shia al-Sudani, ya dejó caer que las fuerzas extranjeras debían, poco a poco, marcharse del país. En una entrevista que dio el miércoles a la agencia Reuters fue mucho más claro. Su salida es necesaria, dijo, porque su presencia es desestabilizadora en medio de las repercusiones regionales de la guerra de Gaza, es decir, de la tensión en el mar Rojo.

El presidente Joe Biden repitió hasta la saciedad que había que impedir que la guerra de Gaza se expandiera por Oriente Próximo, pero es él el que ha tomado la decisión de extenderla en la madrugada del viernes 12. Desde sus barcos de guerra y los de sus aliados dispararon misiles y bombardearon con aviones decenas de posiciones de la milicia chiita hutí, afín a Irán, y que desde hace ya nueve años controla buena parte de Yemen, incluida su capital Sanaa.

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