Qué planea EEUU poner sobre la mesa en el mar Rojo, y por qué tantos países han dicho que no
La prensa española se ha centrado, naturalmente, en la negativa de Madrid. Pero lo cierto es que la reticencia o directamente la negativa han sido mucho más amplias
Este domingo de Nochebuena, un buque militar de la marina estadounidense escoltaba tres barcos de contenedores a través del mar Rojo, con la intención de disuadir cualquier ataque por parte de los rebeldes hutíes.
Se trata del primer convoy que la compañía danesa Maersk —una de las principales del mundo— ha enviado a través del estrecho de Bab el Mandeb, en la boca del mar Rojo, desde que los rebeldes yemeníes declararan su guerra al tránsito en la vital arteria marítima a los buques relacionados de cualquier manera con Israel y de que, tras más de varias docenas de ataques con drones, intentos de asalto y secuestros, las principales compañías de transporte cancelaran sus rutas. Y, con ellas, se bloquease más del 50% del transporte marítimo de mercancías.
Con la protección de la marina estadounidense, la compañía anunció el lunes que reanudaría las rutas a través del paso del mar Rojo, peaje necesario para unir Asia y el Mediterráneo y por el que pasan el 12% del comercio global y entre un 10-12% del crudo transportado por vía marítima, según un análisis del S&P Global Market Intelligence. “Con la iniciativa Operación Prosperity Guardian en acción, nos preparamos para permitir que nuestros buques reanuden el tránsito por el mar Rojo tanto hacia el este como al oeste”, señaló la compañía en un comunicado.
De momento, es la única de las más de una decena de empresas que han suspendido sus operaciones en la zona. Pero un primer —y limitado— éxito para la recién nacida Operación Prosperity Guardian (OPG), anunciada por EEUU hace unos días y que pretendía impedir que el conflicto de Israel y Palestina en Gaza se extendiera en el mar Rojo de la mano de los rebeldes hutíes al resto del mundo en forma de escalada militar o retrasos en los suministros, subidas de los costes generales de productos importados o una crisis en el precio de la energía.
La iniciativa, que EEUU se ha esforzado por dibujar como internacional, nació ya malograda y en sus apenas cinco días de vida no ha dado más que problemas. Más diplomáticos que físicos o de capacidades.
Peones en las aguas
El estrecho de Bab el Mandeb (entre el Cuerno de África y Yemen) y la zona del mar Rojo contaban ya con una intensa presencia militar. Más de una treintena de buques de guerra de al menos 12 naciones sin fronteras con el mar Rojo están desplegados en posiciones desde las que podrían llegar al estrecho en menos de 24 horas. Países de la zona, desde Arabia Saudí a Egipto, tienen otros tantos en sus puertos. Cinco países no fronterizos tienen bases militares en la zona (EEUU, China, Japón, Francia e Italia), y la misión previa a la OPG, la fuerza CTF-153 para asegurar el paso seguro de los barcos en el mar Rojo, contaba, el 7 de octubre, con dos destructores estadounidenses (USN Carney y el USN Mason), un destructor japonés y uno surcoreano. Buques europeos también patrullaban la zona.
EEUU ya desplegó al menos dos portaviones extra —que incluyen cruceros y destructores antiaéreos y antisubmarinos, portahelicópteros, buques de asalto y otros activos ofensivos y defensivos— a la zona desde el inicio de la invasión israelí de Gaza. Reino Unido ha hecho otro tanto.
Pero no ha sido suficiente para impedir los ataques de los rebeldes hutíes.
Para esta nueva operación, EEUU sí ha logrado añadir una fragata más (británica) a su haber, el HMS Diamond, pero poco más.
En el difícil contexto geopolítico en el que Washington está cada vez más desplazado en Oriente Medio, una operación en solitario hubiera sido leída como de apoyo directo a Israel en su guerra en Gaza, con el consecuente rechazo de las sociedades árabes. Así, EEUU necesitaba un espaldarazo de otras naciones occidentales que vistieran la operación de un esfuerzo internacional por el tránsito marítimo. No ha sido así.
La prensa española se ha centrado, naturalmente, en la confusa negativa de Madrid primero a participar en solitario (solo bajo el paraguas de una misión de la UE o la OTAN) y luego en el veto directo del presidente Pedro Sánchez. Pero lo cierto es que la reticencia o directamente la negativa han sido mucho más amplias que solo España, y dejan en una difícil posición internacional la imagen de la capacidad de convencer de EEUU en este ámbito.
Encadenando negativas
De los 39 miembros de la fuerza combinada que ya existía en el golfo Pérsico y la zona occidental del océano Índico, dirigida por EEUU, solo una docena habrían mostrado su disposición a unirse a una operación reforzada en el mar Rojo, según reportaba el South China Morning Post hace dos fines de semana. En el primer anuncio, el secretario de Defensa de EEUU, Lloyd Austin, hablaba de una coalición de apenas ocho países, incluidos Baréin (el único país árabe), Canadá, Francia, Italia, Países Bajos, Noruega, Seychelles, España y el Reino Unido. Dos días después, anunciaba el añadido de Australia y Grecia, subiendo el total a 20, afirmando que varios de los países parte preferían no dar a conocer su participación públicamente.
Pero, yendo a la letra pequeña, esos 20 se quedan más que cortos. Empezando por España, pero siguiendo por Francia o Italia. Ambos países se han retirado de la operación conjunta, pese a que mandarán sus propios buques (Roma el Virginio Fasan) a la zona, sin dejarlos bajo comando estadounidense. Australia, que anunció que mandaría solo 11 soldados, finalmente también retiró su participación con buques militares, pese a la petición específica de EEUU. Países Bajos mandará dos soldados, Dinamarca uno, Noruega 10. Grecia es la única que sí ha añadido una fragata a las ya comprometidas por EEUU y Reino Unido.
Negativa árabe
Especialmente importante, más allá de la de los aliados clásicos de Washington en Occidente, es la negativa –al menos pública– de los países árabes. Entre ellos, Arabia Saudí y Egipto, dos jugadores claves tanto en el mar Rojo como en el conflicto en Gaza.
El Cairo es el país más afectado directamente por el bloqueo del mar Rojo. Los cientos de barcos cargados de contenedores que pasan diariamente pagan su correspondiente tasa al Canal de Suez, una de las principales, con el turismo todavía de capa caída, fuentes de divisa extranjera para Egipto. Con cada cancelación o retraso, con cada barco que decide rodear toda África, Egipto pierde miles de dólares. Y, sin embargo, no parece estar entre los elegidos, pese a la presión de Reino Unido.
“Sería perjudicial para Egipto, sería perjudicial para Gran Bretaña, sería perjudicial para el mundo entero si se produjeran estos repetidos ataques al transporte marítimo. De eso se trata la OPG y Gran Bretaña está orgullosa de participar en ella con barcos británicos que intentan ayudar a mantener abiertas esas rutas marítimas”, declaró el ministro de Exteriores británico, David Cameron, en una reciente visita a El Cairo. Por el momento, Egipto, que también sufre los intentos israelíes para que acepte miles de refugiados gazatíes en el Sinaí, parece preferir dirigir su presión diplomática hacia Israel y la necesidad de un alto el fuego en Gaza.
Arabia Saudí, por su parte, hubiera sido la gran apuesta de EEUU para dejar clara la internacionalidad de su iniciativa naval. Una intervención más directa pondría en peligro los esfuerzos de Riyad para firmar un acuerdo de paz con los hutíes, rebeldes yemeníes sostenidos por Irán y contra los que habría comenzado una guerra poco fructífera en 2015.
¿Y China?
El Pentágono también creía que China, otro de los grandes afectados por el parón del comercio mundial de sus exportaciones a Europa, podría unirse a la iniciativa. Pekín ya cuenta con un destructor y una fragata desplegada en la zona del océano Índico más cercana a la península arábiga. Pero, según recoge la prensa china (que también incluye artículos y editoriales sobre el “fracaso” diplomático estadounidense, Pekín se habría negado en redondo. Sus barcos en la zona, por el momento, tampoco están participando en ninguna misión contra los ataques yemeníes, pese a la cancelación de las rutas por parte de varias compañías chinas.
Solo hasta el 19 de diciembre y durante los últimos dos meses, los destructores estadounidenses han derribado 38 drones y múltiples misiles lanzados sobre el mar Rojo, según un comunicado del Departamento de Defensa. Desde entonces, los ataques han seguido sucediéndose e incluso ampliándose, con un ataque contra un barco de bandera liberiana pero con lazos con Israel lejos del mar Rojo, en el océano Índico. Una operación de escolta de cada barco, como la que inicia este artículo, es en la práctica imposible, además de carísimo. Una guerra de misiles contra drones, en la que los primeros cuestan cerca de 2,1 millones de dólares el disparo frente a unos pocos miles de los drones hutíes es poco eficaz, especialmente en un contexto en el que ya existe limitación de la munición por los envíos a Ucrania.
Entonces, ¿estaría dispuesto EEUU a atacar objetivos terrestres en Yemen? Según recoge el New York Times, citando fuentes militares en la Casa Blanca, ya se ha preparado una lista de objetivos preliminares en caso de que la Administración Biden dé el visto bueno a ataques de represalia. Pero lo cierto, dicen las mismas fuentes, es que no hay ningún apetito para hacerlo: los milicianos hutíes llevan años de experiencia en la supervivencia a este tipo de ataques, como ya conoce Arabia Saudí y el resto de la coalición árabe. Meterse en una nueva ratonera en Yemen, quizá peor que la de Afganistán o Irak, no estaría en los planes de Washington.
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