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El 'grinch' húngaro que quiere complicar la fiesta navideña de la UE y Ucrania
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Pesimismo en Bruselas

El 'grinch' húngaro que quiere complicar la fiesta navideña de la UE y Ucrania

La UE pretendía dar luz verde a la apertura de las negociaciones de adhesión con Ucrania en diciembre, pero el primer ministro húngaro exige una discusión "estratégica" sobre el apoyo a Kiev

Foto: Von der Leyen y Orbán, en una imagen de archivo. (Reuters)
Von der Leyen y Orbán, en una imagen de archivo. (Reuters)

La Unión Europea esperaba celebrar una pequeña fiesta de Navidad a mitad de diciembre. Los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete se reúnen en Bruselas y el guion indicaba que darían luz verde a la apertura de negociaciones de adhesión con Ucrania, un mensaje de esperanza muy necesitado por Kiev y que permitiría que en primavera comenzaran las conversaciones reales, que se pueden prolongar durante décadas antes de concluir en un ingreso en el club. Todo parecía bien enfocado, pero la Unión tiene su muy particular grinch dispuesto a arruinar el momento: Viktor Orbán, primer ministro de Hungría. Ahora mismo, solamente con su amenaza, la cumbre festiva de Navidad está a punto de descarrilar.

Orbán se encuentra en una situación muy delicada. La Comisión Europea mantiene congelados fondos europeos a Hungría hasta que Budapest haga verdaderos progresos en la lucha contra la corrupción y la protección del Estado de derecho. Desde que Orbán volvió al poder en 2010, el país centroeuropeo ha vivido una deriva autoritaria en la que el uso de los fondos europeos para consolidar una red clientelar alrededor del primer ministro ha jugado un papel fundamental. Para el primer ministro húngaro, esa decisión por parte del Ejecutivo comunitario es un casus belli y está dispuesto a utilizar todas las palancas que estén a su alcance. Ya lo ha intentado en el pasado, pero hasta ahora el resto de líderes y la presión de grupo habían hecho que las distintas amenazas de Orbán quedaran en papel mojado. Esta vez, sin embargo, parece que el primer ministro húngaro está dispuesto a ir mucho más lejos de lo que había ido hasta ahora.

Desde después del verano, cuando ha quedado claro que el Ejecutivo comunitario va a ser exigente a la hora de pedir a Budapest que cumpla con su parte del trato para desbloquear los fondos prometidos, Orbán ha endurecido mucho más un discurso que ya era radical. Ha acusado a la Unión Europea de "violar" a Hungría por un acuerdo sobre el pacto migratorio que siguió adelante cumpliendo estrictamente con las mayorías necesarias en el Consejo, ha comparado a la UE con la Unión Soviética y, en las últimas semanas, ha recuperado una estrategia de 2019, desplegando carteles en toda Hungría en la que aparece Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, junto al hijo de su archienemigo y al que culpa de una supuesta conspiración global, George Soros, algo que ya hizo hace cuatro años con el antecesor de Von der Leyen, el luxemburgués Jean-Claude Juncker.

Orbán llena las redes sociales de mensajes contra Bruselas y Von der Leyen, y sus propagandistas están más activos que nunca, siempre enviando mensajes en inglés para un público más allá de Hungría. Budapest incluso ya ha decidido quién será la comisaria que enviará al Ejecutivo comunitario que se conformará tras las elecciones europeas: la que había sido hasta ahora ministra de Justicia, Judit Varga, la mujer de confianza del primer ministro para todos sus choques frontales y agresivos con Bruselas. Una auténtica declaración de intenciones. Orbán no está intentando superar una etapa delicada: está cavando trincheras más profundas.

Foto: Retrato de Viktor Orbán en una protesta en mayo de 2023. (EFE/Martin Divisek)

Además, su Gobierno ha convocado una consulta pública para preguntar a los ciudadanos húngaros si creen que deben aportar más dinero a la Unión Europea si la Comisión no libera los fondos congelados. De fondo hay dos cuestiones. Por un lado, está la revisión del marco financiero plurianual (MFP), el presupuesto europeo que cubre de 2021 a 2027. Esa revisión provoca una división total entre los socios del club, pero al menos 26 de ellos están de acuerdo en algo: hay que sacar adelante el paquete de apoyo a Ucrania por valor de 50.000 millones. Solamente uno se opone: Hungría. Por el otro lado está la apertura de negociaciones con Kiev. Orbán sabe que Von der Leyen y Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, lo consideran una victoria política fundamental, y él está dispuesto a arruinarlo si no se descongelan los fondos a Hungría.

Michel incluso ha viajado esta semana a Budapest para reunirse con Orbán e intentar limar asperezas y salvar la cumbre de diciembre. Pero ahora mismo en Bruselas cunde el pesimismo. El acuerdo sobre el MFP parece imposible porque hay una división absoluta y los receptores netos se niegan a poner los 66.000 millones de euros adicionales que solicita la Comisión Europea, y el bloqueo de Orbán ni siquiera permite enviar el mensaje político a Kiev de que su partida de 50.000 millones está a salvo y será protegida durante lo que quede de las negociaciones pase lo que pase.

El primer ministro húngaro asegura que es necesaria una discusión "estratégica" sobre el apoyo a Ucrania. En una carta enviada a Michel, Orbán asegura que "el Consejo Europeo debería hacer un balance de la implementación y eficacia de nuestras políticas actuales hacia Ucrania, incluidos varios programas de asistencia". "¿Todavía consideramos que estos objetivos [en Ucrania] son realmente alcanzables? ¿Es esta estrategia sostenible sin un apoyo sólido de Estados Unidos? ¿Podemos dar por sentado el apoyo continuo de Estados Unidos? ¿Cómo concebimos la arquitectura de seguridad de Europa después de la guerra?", escribió el primer ministro magiar.

El primer ministro húngaro asegura que es necesaria una discusión "estratégica" sobre el apoyo a Ucrania

Aunque Orbán no lo dice oficialmente, vincula directamente todo el dosier de Ucrania con los fondos que la Comisión Europea mantiene congelados. Por ejemplo, a principios de noviembre, durante una entrevista radiofónica, señaló que "las negociaciones no deben comenzar" y poco después recordó que Bruselas "debe dinero a Hungría". En su consulta pública también vincula las decisiones sobre Kiev con el dinero que la Unión Europea mantiene congeladas.

Eso no significa que detrás de la oposición de Orbán no haya nada más. Es el socio más cercano a Vladímir Putin, e insiste una y otra vez en que es el único que defiende que hay que lograr cuanto antes la paz en Ucrania. Además, la relación entre el primer ministro húngaro y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, es pésima. En Budapest consideran que Zelenski le ha ridiculizado en público, con mensajes en ocasiones muy duros durante sus intervenciones en los Consejos Europeos, las reuniones de jefes de Estado y de Gobierno de la UE en las que el ucraniano siempre ha hablado por videoconferencia. Además, Orbán recuerda que Ucrania ha estado violando los derechos de la minoría húngara en el país, aunque en la Comisión Europea aseguran que Kiev está haciendo muchos progresos en este punto y que en los próximos meses esos derechos quedarán garantizados, una condición previa a la apertura formal de negociaciones.

Cambios importantes

Los vientos políticos están soplando a favor de Orbán, al menos por el momento. Cualquier decisión depende de la unanimidad y él está claramente enrocado en el no. Y por primera vez en este asunto no está del todo solo. En este Consejo Europeo volverá Robert Fico, que vuelve a ser primer ministro de Eslovaquia tras ganar unas elecciones con un discurso rusófilo y centrado en retirar el apoyo a Kiev, y que aunque mantiene un perfil más bajo por el momento comparte las posturas de Hungría. Por otro lado, el líder de extrema derecha Geert Wilders ha vencido en las elecciones de Países Bajos y parece destinado a formar un nuevo Gobierno tras una campaña electoral en la que ha confirmado su alineamiento con Moscú.

En la OTAN, donde esta semana se ha celebrado una reunión de ministros de Asuntos Exteriores, preocupa que la atención y apoyo a Ucrania se pueda disipar. Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza Atlántica, ha pedido a los aliados que mantengan todo su compromiso con Kiev. Desde la OTAN y también desde las instituciones europeas se niega que haya una "fatiga", pero lo cierto es que Ucrania está pasando a un segundo plano ante la nueva crisis en Oriente Medio, al menos por el momento. Al mismo tiempo, Orbán demuestra hasta qué punto está dispuesto a utilizar todas las palancas a su alcance llevando a la OTAN asuntos que deberían limitarse a la Unión Europea, como admiten fuentes aliadas.

"Cualquier decisión depende de la unanimidad y él está claramente enrocado en el no. Y por primera vez en este asunto no está del todo solo"

Por lo pronto la cumbre de diciembre tiene mala pinta y todos en Bruselas se dan cuenta. La discusión del MFP va a ser brutal y muy divisiva porque cuando se trata de hablar de dinero en la capital comunitaria los cuchillos se afilan más que nunca y a ello hay que añadir el no directo de Orbán a la partida de Ucrania y mantiene también bloqueado el siguiente tramo de 500 millones de euros para el envío de material militar. Tan mala es la situación que algunos empiezan a hablar de la necesidad buscar soluciones bilaterales para mantener el apoyo a Kiev si el bloqueo se convierte en permanente.

Orbán por lo pronto mantiene la presión sobre Bruselas y exige que la Comisión Europea libere fondos. "No hay ninguna decisión inminente por nuestra parte" en ese sentido, explica una fuente comunitaria. Hay fondos bloqueados en distintos campos. Hay unos 21.700 millones de euros de fondos de cohesión y de otros puntos, un "gran bloque", del que un 50% están bloqueados, algunos por un instrumento de condicionalidad creado en 2020 y que permite congelar fondos a un país que viole el Estado de derecho, y otros porque Hungría no cumple con las llamadas horizontal enabling conditions, que establecen las condiciones mínimas para recibir esos fondos, aunque se están haciendo progresos en este campo, no así en la partida húngara del fondo de recuperación, que tiene una serie de "superhitos" de la que Budapest solamente está registrando algunos avances. "Nada ha cambiado", sentencia una fuente comunitaria.

La Unión Europea esperaba celebrar una pequeña fiesta de Navidad a mitad de diciembre. Los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete se reúnen en Bruselas y el guion indicaba que darían luz verde a la apertura de negociaciones de adhesión con Ucrania, un mensaje de esperanza muy necesitado por Kiev y que permitiría que en primavera comenzaran las conversaciones reales, que se pueden prolongar durante décadas antes de concluir en un ingreso en el club. Todo parecía bien enfocado, pero la Unión tiene su muy particular grinch dispuesto a arruinar el momento: Viktor Orbán, primer ministro de Hungría. Ahora mismo, solamente con su amenaza, la cumbre festiva de Navidad está a punto de descarrilar.

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