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Cómo el PiS parecía tenerlo todo para hacerse con Polonia... y lo perdió
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Un 62,7% de participación

Cómo el PiS parecía tenerlo todo para hacerse con Polonia... y lo perdió

Tras casi una década de gobernanza del partido ultraconservador, la sociedad polaca da paso a un nuevo Gobierno de centroderecha liberal que aspira a transformar el país

Foto: El líder del partido polaco Ley y Justicia (PiS), Jaroslaw Kaczynski (C), reacciona durante la noche de las elecciones. (EFE/Pawel Supernak)
El líder del partido polaco Ley y Justicia (PiS), Jaroslaw Kaczynski (C), reacciona durante la noche de las elecciones. (EFE/Pawel Supernak)

El verano de 1989 el comunismo fue desbancado del poder en Polonia. Este domingo, treinta y cuatro años después, lo fue la extrema derecha. En el primer caso, fue a través de las últimas elecciones que se celebraron en la República popular de Polonia, con una altísima participación electoral del 62,7% y que permitieron la llegada al Ejecutivo de Tadeusz Mazowiecki, el primer político no comunista. Un escenario que la sociedad pedía a gritos y que durante años vieron inalcanzable. Para los polacos de este siglo, especialmente los que no se sentían identificados con los gobiernos del partido ultraconservador PiS (Ley y Justicia), visualizar una etapa política sin ellos al frente del Ejecutivo, era algo utópico y con lo que no contaban al menos durante un periodo largo.

El partido de Jaroslaw Kaczynski ha estado casi una década ocupando la mayoría de las instituciones polacas con muchísimo poder. Las urnas se lo daban en todas las elecciones. Hasta este domingo, cuando aquella cifra de 1989 se batió llegando al 74,38%, un dato contundente y que dice mucho del hartazgo de gran parte de la ciudadanía polaca. La analista política y colaboradora del medio Oko.press Anna Mierzynska escribía ayer en sus redes sociales: "Han hecho falta más votos para expulsar al PiS del poder que a los comunistas de Polonia. Es increíble".

Foto: Donald Tusk, el 15 de octubre de 2023. (Kapcer Pempel/Reuters)

Lo cierto es que el partido ultraderechista se había encargado de tejer, durante estos últimos ocho años en los que ha estado gobernando, un pequeño imperio que era difícil de tumbar. Cuando aterrizaron en 2015 (aunque ya habían gobernado antes), Polonia venía de una época marcada por los años de fuerte crisis económica en Europa, agudizados especialmente en 2011, que dejaron en entredicho la gestión del entonces primer ministro, Donald Tusk. Una situación que dio alas al PiS para recuperar el poder y mantenerse en él durante dos mandatos con mayorías absolutas, casi una década. A su favor jugó el hecho de tener enfrente a una oposición débil y vacía de líderes convincentes con la mudanza de Tusk a la esfera europea. Las otras formaciones minoritarias tenían muy poca capacidad de influencia. Fue de alguna manera el caldo de cultivo perfecto para tener a una sociedad más anestesiada.

La estrategia de la formación nacionalista también pasó por invadir algunas de las instituciones claves para seguir perpetuando su poder. Dos ejemplos claros han sido el Tribunal Constitucional —todos los miembros fueron elegidos por el PiS— o la televisión pública polaca, convertida en su canal de propaganda, tal y como muchos organismos periodísticos han advertido. Muchos de los periodistas polacos independientes que cuestionaron al gobierno o sacaron sus trapos sucios a la luz también se han visto perjudicados con este gobierno. Estar al mando de estas dos instituciones le ha permitido navegar sin resistencia política.

La dependencia del carbón

Otro elemento que ha caracterizado a este gobierno ha sido su empeño en construir una economía dependiente del carbón. Y eso, ha tenido consecuencia medioambientales para este país, ya que Varsovia considerada una de las ciudades más contaminadas de Europa. También le ha supuesto problemas económicos, como por ejemplo el pleito que mantuvo con República Checa en 2021, cuando este país decidió demandar a Varsovia al Tribunal de la Unión Europea por negarse a cerrar la mina de Turow, fronteriza con este país.

La demanda fue finalmente retirada porque el gobierno del PiS se comprometió a la construcción de un muro subterráneo que impidiera efectos media ambientales en las zonas fronterizas de República Checa con esta mina. Es un asunto delicado, puesto que en el sureste del país siguen operando muchas minas de carbón, las cuales en la actualidad se calcula que dan trabajo a 90.000 personas. Todas deberán cerrar en 2049 para cumplir con el acuerdo Pacto Verde Europeo de 2050.
El anterior ha sido uno de los tantos episodios que Varsovia ha ido acumulando estos años por oponerse a las decisiones de Bruselas.

Foto: Donald Tusk, el líder de la oposición en Polonia. (Reuters/Kacper Pempel)

El enorme voto femenino y joven

Y pese a que el PiS nunca ha escondido su euroescepticismo, el sentir de la sociedad polaca sobre este tema ha sido el opuesto y se ha ido acentuando durante estos dos últimos años. Es habitual ver en las manifestaciones las banderas de la Unión Europea que buscan reforzar su mensaje de que no quieren abandonar la UE, tal y como, en numerosas ocasiones, ha dejado entrever el partido de extrema derecha. Eso se ha plasmado de forma brutal en las elecciones de este domingo. Mientras en los últimos comicios de 2019, entre los jóvenes de entre 18 y 29 años solo un 46,4% participó, en estas últimas la cifra ha llegado hasta el 68,8%. Lo mismo ha ocurrido con las mujeres, su implicación en esta cita electoral ha sido mayor, pasando del 61,5% al 73,2%. Las multitudinarias manifestaciones que se convocaron en los años 2016 y 2020 por la dura ley contra el aborto, el gobierno por entonces buscaba prohibirlo en todos los casos. Las protestas del año 2020, consideradas las de mayor escalada desde la caída del comunismo, se prolongaron cien días en más de 600 ciudades por todo el país.

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, en una imagen de archivo. (EFE/Bonnie Cash)

El miedo a otro gobierno del PiS con medidas que puedan mermar los derechos de las mujeres ha provocado sin duda la movilización masiva de ellas en estas elecciones. Otro síntoma de que las nuevas generaciones no se sienten representadas por los valores que promulga el partido ultranacionalista son la desconexión de estos de la religión católica, la cual sigue teniendo un papel importante en la vida de muchos polacos. En los colegios públicos, los informes del Ministerio de Educación señalan que los alumnos que eligen la asignatura de Religión como optativa ha bajado de manera drástica.

Estas elecciones han representado, más que nunca, la lucha de las dos Polonias, la del este y la del oeste. La de los valores tradicionales, católicos y conservadora; y la que aspira a construir un país más moderno, con más libertad, derechos sociales fuertes y con menos autoritarismo. Una Polonia más acorde a los tiempos actuales. El domingo logró imponerse la segunda, aunque el PiS ha logrado mantener su primera posición finalmente con un 35,38% del apoyo que le dará 194 escaños en su cámara baja, la Sejm. Donald Tusk ha dicho que se siente ya preparado para formar gobierno y ponerse manos a la obra. Por delante, tendrá a una oposición que no se lo pondrá nada fácil y el reto de gobernar con dos partidos minoritarios con los que pueden surgir discrepancias. Es el fin de una era y el inicio de otra.

El verano de 1989 el comunismo fue desbancado del poder en Polonia. Este domingo, treinta y cuatro años después, lo fue la extrema derecha. En el primer caso, fue a través de las últimas elecciones que se celebraron en la República popular de Polonia, con una altísima participación electoral del 62,7% y que permitieron la llegada al Ejecutivo de Tadeusz Mazowiecki, el primer político no comunista. Un escenario que la sociedad pedía a gritos y que durante años vieron inalcanzable. Para los polacos de este siglo, especialmente los que no se sentían identificados con los gobiernos del partido ultraconservador PiS (Ley y Justicia), visualizar una etapa política sin ellos al frente del Ejecutivo, era algo utópico y con lo que no contaban al menos durante un periodo largo.

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