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Ni siquiera el 'paraíso' demográfico se libra: lo que Irlanda revela del gris futuro europeo
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Un envejecimiento sin cimientos

Ni siquiera el 'paraíso' demográfico se libra: lo que Irlanda revela del gris futuro europeo

El caso de Irlanda, un país relativamente privilegiado en cuanto a la distribución de su población, recuerda hasta qué punto el desafío demográfico europeo resulta inevitable

Foto: Celebración del 100 aniversario del 'Ulises' de James Joyce en Dublín. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)
Celebración del 100 aniversario del 'Ulises' de James Joyce en Dublín. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)
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Si la demografía es destino, Irlanda debe estar de enhorabuena, dado que quien crea en este dicho atribuido al filósofo francés Auguste Comte verá un futuro brillante para el país celta. De acuerdo con los datos de Eurostat, los irlandeses no solo constituyen, con una media de 38.8 años de edad, la segunda población más joven de la Unión Europea —por detrás de Chipre—, sino que la nación también ha experimentado el tercer crecimiento más rápido de todo el bloque comunitario durante las dos últimas décadas (30%), solo adelantada por dos Estados —Malta y Luxemburgo— que apenas superan el medio millón de habitantes.

Tras haber sostenido durante décadas una de las tasas de fecundidad más altas del continente, Irlanda cuenta hoy en día con la mayor proporción de la población joven de la UE: el 26% tiene menos de 20 años, una cifra más de 7 puntos por encima de la española. En 2021, el país tuvo, a la par, la tasa de natalidad más elevada de la Unión Europea, con 12 nacimientos por cada 1.000 personas, y la mortalidad más baja, con 6.8 muertes por cada 1.000. También posee la esperanza de vida masculina más alta del continente: 80.8 años.

Pero incluso para un país con un presente tan dorado, los expertos auguran un futuro problemático. Las cifras demográficas ya mencionadas, tan atractivas en comparación con la gran mayoría de sus vecinos europeos, contrastan con otro dato mucho menos halagüeño: Irlanda está envejeciendo más rápido que cualquier otro estado de Europa. Un fenómeno que ejerce una presión cada vez mayor sobre su sistema sanitario y plantea enormes desafíos para planificar su futuro, según reconoce el propio Gobierno irlandés.

"Si bien el panorama demográfico irlandés es actualmente favorable, la evolución en las próximas décadas significará que gastaremos mucho más para mantener el nivel actual de servicios, todo debido al envejecimiento de la población", afirmó el Ministro de Finanzas irlandés en mayo de este mismo año. La población mayor de 65 años ha crecido un 35% durante la última década, más de tres veces la tasa de crecimiento del resto de los grupos de edad, y se espera que el número de personas en este grupo de edad prácticamente se duplique en los próximos 20 años.

El caso de Irlanda es un recordatorio de hasta qué punto el desafío demográfico europeo resulta inevitable. Porque si bien la tasa de fecundidad del país, de 1,8 en 2021, fue la más alta de la UE, junto con Francia, República Checa y Rumania, todos los países están por debajo de la tasa teórica de reemplazo de 2,1. Las estimaciones del Ejecutivo irlandés muestran que la proporción entre personas en edad de trabajar y pensionados se reducirá a la mitad a lo largo de la próxima década, lo que significa que la recaudación de impuestos disminuirá y los costos de las pensiones aumentarán. Un relato idéntico al que se ha acostumbrado el resto del continente.

Tarde o temprano, el mismo problema

Hace tiempo que la inevitabilidad estadística se hizo evidente: los europeos viven más que nunca y la proporción de personas en edad de trabajar en la UE se reduce. Un patrón destinado a empeorar en las próximas décadas, a medida que la generación del baby boom de la posguerra pase el umbral de la edad de jubilación.

Esta transformación traumática para los sistemas de pensiones y sanitarios de los países del continente llegará, dependiendo del caso, tarde o temprano; de golpe o progresivamente; con altibajos o de forma definitiva; pero llegará. El término de "pirámide poblacional" ha perdido su sentido en una Unión Europea donde los gráficos de distribución demográfica por edad se asemejan más a champiñones o, en el mejor de los casos, a picas de la baraja.

Una vista de pájaro a estos gráficos permite dividir a los veintisiete estados miembros en tres grupos principales. En primer lugar, se encuentra la Europa envejecida, países que ya están comenzando a enfrentarse a las primeras oleadas de jubilaciones sin una masa laboral para sostenerlas. En esta situación se encuentran algunas de las poblaciones más ancianas del mundo, concentradas en el centro y el sur del continente. Tal es el caso de Italia (con un 22.5% de ciudadanos mayores de 65 años), Grecia (22,5%), Portugal (22,4%) o Alemania (22%). A la par, estas naciones suelen contar con algunas de las peores tasas de fecundidad, como España (1,19 hijos por mujer en edad fértil), Lituania (1,38) o Austria (1,48).

Estos son los países que se enfrentarán, antes que el resto, a las consecuencias de la inversión de la pirámide poblacional, con los primeros indicios ya al descubierto. Un reporte de Moody's citado por el Financial Times afirma que la tensión en el mercado laboral de Alemania por razones demográficas "ya es visible", y vaticina que "el crecimiento potencial se debilitará aún más en el próximo año". En Hungría, el número de hombres en edad de jubilación que se han visto forzados a volver al mercado laboral se multiplicó por tres este año. Por cuatro, en el caso de las mujeres. En Italia, el tercer país más envejecido del planeta, las escuelas han perdido 450.000 alumnos en la última década, forzando el cierre de múltiples centros educativos, especialmente en las regiones rurales.

En el segundo grupo se encuentra la población que todavía cuenta con algunas décadas de respiro, pero en las que la gravedad de la crisis demográfica será de igual —o incluso mayor— envergadura. Aquí pertenecen la mayoría de estados del antiguo bloque soviético, para los que no existió baby boom alguno posterior a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, lo que países como Polonia, Estonia o —por aquel entonces— Checoslovaquia se encontraron en 1945 no fue un estallido de prosperidad económica, sino la gran hambruna soviética de 1946-47.

En muchos de estos países, la población no solo está envejeciendo, sino que también está disminuyendo al mayor ritmo del planeta. Se espera que el número de ciudadanos de Rumanía y Polonia se reduzca en un 18% y un 15%, respectivamente, de aquí a 2050. Un problema que no reside únicamente en las bajas tasas de natalidad, sino por la emigración hacia el oeste. Luxemburgo, Chipre y Malta, países con una pirámide poblacional similar a la de la mayoría de Europa Oriental, presentan una realidad diametralmente opuesta: son los que más población están sumando gracias a esta asimetría en los flujos migratorios.

El impacto de este drenado poblacional será grave. Las proyecciones del PIB real de los países del Centro y el Este de Europa muestran un decrecimiento equivalente al 1,4% anual durante las próximas tres décadas si las tendencias se mantienen, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El 60% de la responsabilidad de esta caída correspondería a la escasez de población en edad de trabajar.

En el último grupo, el más afortunado de todos, se encuentra el caso irlandés, acompañado por Francia y los países del norte de Europa, donde la población se encuentra mejor distribuida y la transición a una sociedad envejecida será considerablemente menos brusca. Son (con la excepción notable de Finlandia) poblaciones con tasas de fecundidad relativamente altas, a menudo respaldadas por generosas políticas parentales financiadas por sus Gobiernos. Sin embargo, pese a ciertos éxitos moderados en los años 90 y 2000 a la hora de mejorar el número de nacimientos, la tendencia es hoy la misma que en el resto del continente: hacia abajo.

Pero estar mejor situados no es suficiente para evitar los problemas demográficos comunes. Más allá de Irlanda, Francia es otro país que debería, sobre el papel, estar contento con su situación, dado que cuenta con la mayor tasa de fecundidad de la UE y una migración neta positiva. Sin embargo, las calles de casi todas las ciudades del país experimentaron este año protestas masivas después de que el Gobierno de Emmanuel Macron impusiera, por decreto, una reforma de las pensiones que incluyó un aumento de la edad de jubilación. Las cuentas, ya sea en París, en Dublín, en Varsovia o en Madrid, no dan. El futuro parece más oscuro para unos países que para otros, pero el color será el mismo: gris.

Si la demografía es destino, Irlanda debe estar de enhorabuena, dado que quien crea en este dicho atribuido al filósofo francés Auguste Comte verá un futuro brillante para el país celta. De acuerdo con los datos de Eurostat, los irlandeses no solo constituyen, con una media de 38.8 años de edad, la segunda población más joven de la Unión Europea —por detrás de Chipre—, sino que la nación también ha experimentado el tercer crecimiento más rápido de todo el bloque comunitario durante las dos últimas décadas (30%), solo adelantada por dos Estados —Malta y Luxemburgo— que apenas superan el medio millón de habitantes.

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