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El gran problema de China detrás de los ataques contra guarderías
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Cóctel de presión social y desempleo

El gran problema de China detrás de los ataques contra guarderías

La semana pasada, un joven de 25 años asesinaba a 6 personas en una guardería. Se trata del decimoséptimo ataque con cuchillo en escuelas y colegios desde 2010. ¿De dónde viene tanta ira en un supuesto océano de paz?

Foto: Foto de archivo de un guardia de seguridad frente a un colegio en Shanghai, China (Reuters/Aly Song)
Foto de archivo de un guardia de seguridad frente a un colegio en Shanghai, China (Reuters/Aly Song)

Si en las calles de Pekín surge de repente la necesidad de encontrar a un policía, mejor tomárselo con paciencia. Más allá de los aledaños de la Plaza de Tiananmen, es prácticamente imposible avistar algún patrullero o coche policial. En caso de accidente de tráfico, más vale echar mano de habilidades de persuasión para negociar un acuerdo con la otra parte. Y si es un problema en una tienda, es muy probable que tampoco se pueda contar con ayuda oficial. Aunque casi todos los negocios del país tienen seguridad privada, este equipo suele estar conformado por septuagenarios que necesitan compensar sus bajas pensiones y evitarán por todos los medios intervenir en caso de trifulca.

Y es que, para controlar una población de miles de millones de personas acumulada en metrópolis descomunales, el Gobierno chino no necesita patrulleros ni presencia policial armada. Una tradición de autogestión y acuerdos verbales —y, por qué no, una de las legislaciones más estrictas a nivel mundial del control a la propiedad de armas de fuego— rige la gran parte de los problemas diarios en China, una de las naciones más seguras del planeta.

Foto: Un anciano camina junto a un coche de policía en Pekín, China. (EFE/EPA/Mark R. Cristino)

Por eso, casos como el del joven de 25 años que atacó una escuela infantil en el sur de China armado con un cuchillo resultan mucho más fascinantes. La semana pasada, seis personas, entre ellas tres niños, fallecieron víctimas del apuñalamiento masivo. El presunto agresor, un varón de 25 años de apellido Wu, fue arrestado por la policía en Hengshan. Se trata del decimoséptimo ataque con cuchillo en escuelas y colegios desde 2010. La mayoría, en guarderías. ¿De dónde viene tanta ira en un supuesto océano de paz?

Los ataques de 'lobos solitarios'

Si se compara con la larguísima lista de tiroteos en centros educativos de los Estados Unidos, además de tener en cuenta el gigantesco tamaño de China, el apuñalamiento en Hengshan podría resultar casi anecdótico. Sin embargo, las estadísticas muestran cómo se van acumulando el número de ataques con armas blancas. Se diría que cada año, unos pocos “lobos solitarios” buscan tomar venganza de la sociedad con ataques explosivos.

Como es habitual, el Gobierno chino ha sido tajante a la hora de impedir que se filtre demasiada información sobre el asesino o los hechos. Pero sí ha permitido que la población exprese su horror en todas las plataformas de internet, con muchas voces pidiendo la pena de muerte para el ejecutor. Mientras, los analistas extranjeros andan a la búsqueda de qué pieza en el engranaje social chino está causando este cortocircuito violento. ¿Serán los niveles de frustración social? ¿Será una ola de enfermedades mentales traídas por la feroz política del covid cero?

placeholder Escenario del ataque con cuchillo contra una guardería en China. Reuters
Escenario del ataque con cuchillo contra una guardería en China. Reuters

La brutal competitividad meritocrática de China, que afecta especialmente a las últimas generaciones, puede jugar un papel. China es un país donde la superpoblación y la desigualdad económica han conducido a niveles extremos de competitividad desde la infancia. Por ejemplo, es común que los padres inviertan sus sueldos completos en clases extraescolares intensivas desde la etapa preescolar. Esto se hace para que los niños y niñas memoricen de antemano todos los contenidos que luego estudiarán en las clases regulares, y así obtengan una ventaja temprana sobre sus compañeros. Esta práctica es tan frecuente que el gobierno chino finalmente prohibió las actividades extraescolares de pago, junto con otras medidas destinadas a reducir el costo económico y emocional de la crianza.

Desempleo juvenil nunca visto

Por otra parte, hay que considerar el efecto de una ola de desempleo juvenil jamás vista en China y que ya supera el 20%. Ante la incapacidad del mercado nacional para absorber a las legiones de licenciados que cada año salen de las universidades, el gobierno ha puesto en marcha planes para potenciar las formaciones profesionales. Sin embargo, estos cambios tardarán tiempo en ser aceptados en una sociedad donde tener buen empleo, excelente sueldo, un coche y una casa en propiedad son requisitos imprescindibles para que un hombre joven pueda siquiera con soñar en casarse.

Y si el casarse o no casarse puede parecernos poco relevante, vale la pena recordar que en China el matrimonio es un signo de éxito social y que, hasta hace muy poco, el matrimonio era la única manera legal de tener hijos en el país. La obsesión ultra-pragmática de las familias chinas por casar a sus hijos e hijas antes de los treinta con cualquier buen partido que se ponga por delante es, por supuesto, objeto de broma común entre los propios chinos. Pero por mucho que exista conciencia del problema, no parece haber forma de poner fin a esta cadena de presiones que afecta, sobre todo, a los hombres más jóvenes y con peores perspectivas de empleo. Sin un buen empleo ni un sueldo competitivo, la familia de una novia (que son mucho más escasas que los novios, como resultado de años de política de hijo único) jamás dará el sí a una boda.

Foto: Estudiantes de secundaria chinos durante la ceremonia de inicio del año escolar en Hong Kong. (Reuters/Tyrone Siu) Opinión

Incluso las sociedades más seguras y pacíficas tienen sus lacras secretas. Y la sociedad china se ocupa bien de ocultar los problemas del maltrato a las mujeres, el acoso sexual, el suicidio y las enfermedades mentales. Casos como el de la tenista Peng Shuai y su denuncia de acoso silenciada, el vídeo circulado por un viajero que halló a una mujer encadenada durante años en su casa y causó escándalo en las redes chinas, los casos de suicidios por estrés de estudiantes en las universidades más prestigiosas del país, son pequeñas ventanas a realidades poco apetecibles.

En los últimos años, las universidades chinas han puesto en marcha unidades de asistencia psicológica para los alumnos, en un intento de normalizar el cuidado mental y evitar los suicidios. Sin embargo, las enfermedades mentales siguen siendo un gran tabú en un país donde el estrés laboral y familiar campa a sus anchas.

Parece lógico pensar que la política del covid cero en China, con sus famosos confinamientos por edificios y barrios, con sus traslados a hoteles y campos improvisados, con la falta de alimentos y el cierre definitivo de incontables negocios, habría podido acelerar procesos de malestar social y personal que ya estaban en marcha. Las protestas contra los confinamientos que se vieron en noviembre y diciembre de 2022 fueron muestra de los niveles de agotamiento social y desesperación personal de muchos ciudadanos.

Foto: Una familia en Shanghai, China. (Reuters)

¿Estamos ante un grado de hartazgo y frustración superior al de antaño? En China, el Partido suele permitir la expresión del malestar en forma de pequeñas protestas y quejas en redes sociales, siempre que estas no lleven a ningún movimiento social verdaderamente significativo. Y en cuanto las quejas empiezan a organizarse en camino a cualquier tipo de acción, se pone en marcha la censura. Es una forma de aventar los enfados y las iras populares de manera inocua para el poder. Por eso, aunque sean esporádicos, los casos de violencia explosiva repetida dan cuenta de un problema enquistado en el muy bien tejido social chino. Los “lobos” no son solitarios.

Si en las calles de Pekín surge de repente la necesidad de encontrar a un policía, mejor tomárselo con paciencia. Más allá de los aledaños de la Plaza de Tiananmen, es prácticamente imposible avistar algún patrullero o coche policial. En caso de accidente de tráfico, más vale echar mano de habilidades de persuasión para negociar un acuerdo con la otra parte. Y si es un problema en una tienda, es muy probable que tampoco se pueda contar con ayuda oficial. Aunque casi todos los negocios del país tienen seguridad privada, este equipo suele estar conformado por septuagenarios que necesitan compensar sus bajas pensiones y evitarán por todos los medios intervenir en caso de trifulca.

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