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¿Qué hay detrás de las prioridades y los retos chinos en Europa?
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El desafío más importante para la UE

¿Qué hay detrás de las prioridades y los retos chinos en Europa?

Los comentarios de Xi Jinping en la reciente Asamblea Popular Nacional confirmaron las ambiciones de Pekín para los próximos cinco años y los retos que plantean a Europa

Foto: El Presidente chino, Xi Jinping (C), aplaude tras una ceremonia. (EFE / Ken Ishii)
El Presidente chino, Xi Jinping (C), aplaude tras una ceremonia. (EFE / Ken Ishii)

Con la clausura de la Asamblea Popular Nacional (APN) a mediados de marzo, Xi Jinping se ha embarcado oficialmente en una nueva misión de gobierno de cinco años. Tras asegurar por tercera vez su posición como secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) y máximo dirigente del país, Xi podría haber alcanzado la cima de su poder. Pero tiene ante sí retos sin precedentes: una economía en desaceleración, una población que envejece y un entorno internacional que cambia en detrimento de China. A medida que vuelven a surgir grietas en la unidad europea respecto a China, los países y empresas europeos deben comprender el importante papel que desempeñan en este nuevo contexto para evitar hacer el juego a Pekín y reequilibrar su posición respecto a China.

El objetivo primordial de Xi es mantener el dominio y la legitimidad del PCCh, que durante muchas décadas se ha basado en la capacidad del partido para lograr un rápido crecimiento económico. Con su modelo orientado a la exportación y su capacidad para atraer inversiones extranjeras, junto con el deseo de Occidente de entablar relaciones con Pekín, China ha sido uno de los mayores beneficiarios de la globalización económica. Sin embargo, en la última década, los dirigentes chinos se han dado cuenta de que, tanto desde el punto de vista sistémico como político, este modelo podría no ser sostenible a largo plazo, ya que la militarización del comercio, el desarrollo de tecnologías de vanguardia y la aparición de nuevas amenazas híbridas replantean las reglas del juego en la escena internacional.

Foto: Josep Borrell y Ursula von der Leyen. (EFE/Julien Warnand)

Por ello, Pekín ha empezado a avanzar hacia un nuevo modelo económico que nutre el mercado interno y las industrias de mayor valor añadido, como la alta tecnología y las innovaciones, para que la economía china sea más autosuficiente y competitiva. Esto ha quedado patente en estrategias como Made in China 2025 y China Standards 2035, así como en la "estrategia de doble circulación" de Pekín, que combina el fortalecimiento interno con la cooperación selectiva con empresas y mercados extranjeros. Los próximos cinco años de Xi consistirán en la aplicación gradual tanto de las políticas actuales como de las nuevas, con el objetivo de lograr un desarrollo de alta calidad junto con una securitización continua de la vida económica y sociopolítica. En el contexto de las crecientes tensiones sino-estadounidenses, la pandemia y la guerra de Ucrania, Xi ha acentuado el tema de la securitización en numerosas ocasiones, afirmando en su discurso ante la APN que "la seguridad es la base del desarrollo y la estabilidad es el requisito previo para la prosperidad". Xi ha adoptado un conocido término de la retórica del PCCh para describir este esfuerzo: "buscar el progreso en la estabilidad".

A través de este modelo económico de crecimiento, Xi también espera poner fin a algunos de los problemas internos de China y, de este modo, mantener la legitimidad del PCCh. La "prosperidad común" es un término genérico del PCCh, cuyo contenido preciso ha cambiado con los sucesivos líderes. En la APN, Xi explicó que lograr la prosperidad común significaría "poner al pueblo en primer lugar", reprimiendo la corrupción, garantizando una distribución más equitativa de los ingresos, perfeccionando el sistema de seguridad social y mejorando los servicios públicos. También lo alineó con sus planes de llevar a cabo la "autorreforma" o "autorrevolución" del partido, un proceso que supuestamente pretende mantener la unidad de la cúpula del partido y un eufemismo para la actual represión de los opositores a Xi.

Foto: Emmanuel Macron, Xi Jinping y Ursula von der Leyen, en Pekín, el 6 e abril. Ludovic Marin / REUTERS

Los planes de China para alcanzar la prosperidad común también pretenden tranquilizar al sector privado en medio de las medidas reguladoras de Pekín contra los gigantes tecnológicos y algunos otros sectores. Li Qiang, el nuevo primer ministro chino, explicó recientemente que "las empresas privadas disfrutarán de un mejor entorno y un espacio más amplio para su desarrollo" y subrayó que "los funcionarios del gobierno a todos los niveles deben preocuparse sinceramente por el desarrollo de las empresas privadas y apoyarlo". Ante el creciente escepticismo de muchos inversores sobre el atractivo a largo plazo del mercado chino, las declaraciones de Li se dirigieron tanto a los empresarios nacionales como a los extranjeros.

Pekín sabe que sus esfuerzos por crear un nuevo paradigma de desarrollo siguen dependiendo en gran medida de la capacidad de China para mantener vínculos económicos con el exterior. Aunque el objetivo a largo plazo es conseguir que China sea más autosuficiente, esto no puede lograrse de la noche a la mañana. Desde esta perspectiva, las políticas de Xi también respaldarán la idea de una "apertura de alto nivel". Bajo este lema, China afirma estar dispuesta a facilitar el acceso al mercado y reducir los riesgos asociados a la inversión extranjera, por ejemplo, recortando los elementos de las llamadas listas negativas de acceso al mercado que limitan o prohíben la inversión extranjera. Además, al atraer la inversión extranjera en sectores estratégicamente importantes, los máximos dirigentes chinos quieren reducir la brecha tecnológica que les separa de otras economías avanzadas, sobre todo de Estados Unidos.

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Es probable que la narrativa de la apertura de alto nivel constituya la base de los continuos esfuerzos de Pekín por tranquilizar a sus socios internacionales en Occidente, especialmente en Europa, en el sentido de que, a pesar de las diferencias políticas, la cooperación pragmática con China sigue siendo factible. Pekín intentará convencer al público internacional de que la disociación liderada por Estados Unidos pone en peligro la estabilidad. En esta línea, China explotará cualquier signo de falta de unidad en el seno de la Unión Europea para intentar abrir una brecha entre el continente y Estados Unidos.

El reciente viaje del presidente francés Emmanuel Macron a China y la forma en que Pekín lo ha gestionado diplomáticamente sirven de ejemplo. Xi desplegó una alfombra roja ante Macron, presentándolo como la "voz de la razón" más influyente de Europa y un auténtico líder europeo, que no teme "plantar cara" a Estados Unidos. Los comentarios de Macron sobre la necesidad de que Europa resista la presión para convertirse en "seguidora de Estados Unidos" se hacen eco de un argumento muy extendido en los medios de comunicación chinos afiliados al Estado, según el cual la "independencia" de la UE respecto a Estados Unidos es clave para la estabilidad a largo plazo de los lazos entre China y la UE. Es probable que Pekín siga apelando a las preferencias políticas individuales de los líderes europeos más poderosos, como la idea de Macron de la "autonomía estratégica" de Europa.

Foto: Pedro Sánchez y Xi Jinping, en el Palacio de la Moncloa durante una visita del líder chino a España. (Getty/Pablo Blázquez Domínguez)

El nuevo contexto económico también pondrá en aprietos a las grandes empresas. En sus relaciones con China, la UE aboga por la "reducción de riesgos", según la cual planea limitar su dependencia de China en sectores estratégicos para mantener la resistencia y competitividad del mercado europeo. Muchas empresas europeas, sobre todo de los Estados miembros más grandes, podrían sentirse tentadas a plegarse a las exigencias de China en lugar de asumir algunos de los costes asociados a la agenda de la UE para la reducción de riesgos, principalmente la deslocalización de la producción de China a otros países. Pekín también intentará aprovecharse de ello animando a las empresas extranjeras a adaptar sus operaciones y normas al mercado chino, lo que complementaría la estrategia de doble circulación de Xi. Esto también podría resultar tentador para las empresas europeas, que estarían más protegidas del exterior en caso de una grave crisis política entre China y la UE si solo abastecen al mercado chino.

Las declaraciones de Xi en el CNP confirman que el PCCh sabe que China no puede desarrollarse aislada del mundo exterior, aunque su modernización no ha igualado ni igualará nunca la occidentalización. Siguiendo este modelo económico, Xi intentará proteger a China de los choques externos y, al mismo tiempo, prevenir las crisis sociales, económicas y políticas internas. Los países europeos y la UE seguirán siendo socios cruciales para la China de Xi, pero cuanto más desunido esté el continente, mejor para Pekín. Desde esta perspectiva, la tarea de reequilibrar la posición de la UE hacia China para reflejar mejor el revisionismo de Xi y los retos que plantea parece a la vez más apremiante y más difícil de lograr.

*Análisis publicado originalmente en el European Council on Foreign Relations por Alicja Bachulska y titulado 'Behind the buzzwords: What China’s priorities mean for Europe'

Con la clausura de la Asamblea Popular Nacional (APN) a mediados de marzo, Xi Jinping se ha embarcado oficialmente en una nueva misión de gobierno de cinco años. Tras asegurar por tercera vez su posición como secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) y máximo dirigente del país, Xi podría haber alcanzado la cima de su poder. Pero tiene ante sí retos sin precedentes: una economía en desaceleración, una población que envejece y un entorno internacional que cambia en detrimento de China. A medida que vuelven a surgir grietas en la unidad europea respecto a China, los países y empresas europeos deben comprender el importante papel que desempeñan en este nuevo contexto para evitar hacer el juego a Pekín y reequilibrar su posición respecto a China.

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