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Irán se la juega con la pena de muerte: "Si matan a uno de nosotros, miles se levantarán"
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Condenado a morir en la horca

Irán se la juega con la pena de muerte: "Si matan a uno de nosotros, miles se levantarán"

El poder judicial iraní ha emitido la primera sentencia de muerte contra un manifestante después de más de dos meses de protestas contra el régimen de los ayatolás

Foto: Protesta tras la muerte de Mahsa Amini en Londres, el 29 de octubre. Henry Nicholls / REUTERS
Protesta tras la muerte de Mahsa Amini en Londres, el 29 de octubre. Henry Nicholls / REUTERS

"El Poder Judicial debe tratar con decisión a los perpetradores de los crímenes y a todos aquellos que colaboraron y provocaron a los alborotadores". Este es el mensaje principal de la carta firmada por 227 miembros del Parlamento iraní con la que buscan "castigos ejemplares" contra los manifestantes que han tomado las calles de todo el país tras la muerte de la joven Mahsa Amini. Semanas antes, el presidente Ibrahim Raisi afirmaba que "es necesario tomar una acción decisiva" contra los que, considera, ponen en riesgo la estabilidad del país. Estas amenazas se materializaron este domingo con la condena a un manifestante a morir en la horca. Es la primera sentencia de muerte desde que estallaron las protestas, pero los grupos de derechos humanos en el país temen que no sea la última.

El acusado, cuya identidad no ha salido a la luz, ha sido condenado a muerte por un tribunal de Teherán por delitos como provocar un "incendio en un edificio gubernamental, perturbación del orden público, reunión y conspiración para cometer un delito contra la seguridad nacional", así como por ser considerado "enemigo de Dios", informó el sitio web iraní Mizan, portavoz del poder judicial iraní.

Foto: Protesta en los Países Bajos para apoyar a las mujeres de Irán. (EFE/Lex van Lieshout)

Además, el tribunal de Teherán condenó a otros cinco manifestantes a penas de prisión de hasta 10 años por "reunirse y conspirar para cometer delitos contra la seguridad nacional y perturbar el orden público". Otras 20 podrían enfrentar penas de muerte. "Nos preocupa mucho que las sentencias de muerte puedan ejecutarse precipitadamente", dijo Mahmood Amiry-Moghaddam, director de Iran Human Rights. Por su parte, Skylar Thompson, la coordinadora de defensa de Human Rights Activists in Iran (HRA) instó a la comunidad internacional a no quedarse de brazos cruzados ante este tipo de condenas. Sin embargo, tiene la esperanza de que este no sea el final de las protestas, ya que la pena de muerte no es, "y nunca ha sido", un elemento disuasorio para los manifestantes. "Los iraníes han estado saliendo a las calles exigiendo respeto por los derechos humanos y las libertades básicas con el conocimiento absoluto de que podría resultar en el final de sus vidas durante más de 50 días", subraya a El Confidencial.

Para Thompson, la diferencia entre una sentencia de muerte emitida en un juicio injusto y una bala en el ojo "es simplemente una cuestión de técnica". Las dos son una prueba de que el régimen no tiene en cuenta la vida humana y solo le preocupa silenciar las protestas. "Pero, tal y como dicen los iraníes en las calles, 'cuando maten a uno de nosotros, miles se levantarán'".

'Tanteando el terreno' para los manifestantes

La sentencia de muerte puede ser el inicio de una fase de unas protestas que tambalean la República Islámica desde hace 8 semanas y que han dejado imágenes históricas en varias regiones del país, como las de mujeres quitándose el velo y cortándose el cabello en señal de protesta. El punto de inflexión puede ser la reacción de los iraníes cuando la sentencia se lleve a cabo y cómo el Gobierno utilizará este mecanismo. "El régimen sabe que dictar demasiadas sentencias de muerte puede ser contraproducente porque puede enfadar aún más a la gente. Lo que están haciendo ahora es tantear el terreno y ver cómo reaccionan los iraníes", afirma Mehrzad Boroujerdi, analista iraní y decano de la Facultad de Ciencia y Educación de la Universidad de Missouri, a El Confidencial.

Los fallos anunciados este domingo están sujetos a apelación y no se publicarán más detalles del caso, como la identidad del condenado, hasta el veredicto final. Mientras que los activistas temen que este sea el inicio de una retahíla de sentencias de muerte que se materializarán en un breve periodo de tiempo, el anuncio de esta condena puede ser, tal y como apunta Boroujerdi, una manera de medir la respuesta de los manifestantes para decidir posteriormente si ejecutar o no la sentencia.

Foto: Un hombre lee el periódico con la foto de Mahsa Amini en la portada. (Reuters)

La medida legal que ha utilizado el Gobierno de Irán es una de las muchas estrategias para crear una sensación de miedo entre la ciudadanía y así evitar que formen parte de las protestas. "Lo hacen a través de muchos métodos: golpeando a los manifestantes en las calles, rumores o casos reales de violación de niñas que han sido arrestadas y dictando duros veredictos judiciales", continúa el experto.

Sin embargo, Boroujerdi coincide con Skylar Thompson en que estas medidas de represión no asustarán a muchos de los manifestantes. "Las protestas han cobrado vida propia. Los jóvenes que están saliendo a la calle están dando muestras de mucho coraje. No espero que se sientan intimidados por una sentencia de muerte considerando el nivel de insatisfacción que existe", añadió.

La organización Iran Human Rights estima que cerca entre 14.000 y 18.000 han sido detenidas en las protestas, y al menos 326 han muerto por la represión de las autoridades. A pesar de las condenas de organizaciones internacionales, el poder iraní sigue llevando a cabo una estricta política de mano de hierro y, por ahora, no han dado signos de querer negociar con los manifestantes. "El público, incluso los manifestantes que no apoyan los disturbios, exigen a las instituciones judiciales y de seguridad que se ocupen de las pocas personas que han causado disturbios de manera firme, disuasoria y legal", dijo el portavoz del Gobierno iraní, Masoud Setayeshi, en un comunicado.

Los rostros de la represión

A pesar de los esfuerzos de las autoridades iraníes por esconder lo que está ocurriendo en las calles, la represión ya tiene nombres y apellidos. Uno de los casos más famosos es el del rapero kurdo Saman Yasin, uno de los manifestantes arrestados y que enfrenta la pena de muerte. El artista ha sido acusado de librar una "guerra contra Dios", después de que mostrara su apoyo a las marchas contra el Gobierno. La Organización Hengaw para los Derechos Humanos afirmó que el régimen podría utilizar a prisioneros de alto perfil como Yasin para intentar aterrorizar a quienes continúan protestando.

Mientras los manifestantes iraníes luchan dentro del país por un cambio en la República Islámica, la diáspora iraní lo hace desde fuera. La escritora y poetisa Shadi Eskandani, iraní de nacimiento pero con base en Toronto, ha escrito una carta dirigida a los países miembros de la ONU y la Casa Blanca con los detalles de los jóvenes que han sido arrestados y que pueden ser los siguientes que enfrenten una sentencia de muerte. "El régimen sigue manteniendo tribunales improvisados, acusando a los manifestantes de sentencias excesivamente duras, arbitrarias y caprichosas, muchas de las cuales conllevan la pena de muerte sin el debido proceso ni acceso a asistencia letrada", sostiene Eskandani.

Foto: Una protesta en Berlín para condenar la muerte de Mahsa Amini. (EFE/Filip Singer)

En la lista de personas acusadas están Niloofar Hamedi y Elahe Mohammadi, dos periodistas que llevan 40 días encarcelados por sacar a la luz la muerte de Mahsa Amini después de ser arrestada por llevar el velo mal colocado. Oficialmente, están acusados de ser "fuentes principales de noticias para los medios extranjeros" y "agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA)". Los activistas LGBT Zahra Seddiqi Hamedani y Elham Choubdar también habrían sido condenados a muerte por promover la homosexualidad, mientras que otro rapero, Toomaj Salehi, fue acusado de "desempeñar un papel clave en la creación del caos e invitar y alentar los recientes disturbios en la provincia de Isfahan y la ciudad de Shahinshahr".

Además del rapero Saman Yasin, otro de los casos más sonados es el del activista Hossein Ronaghi. En el momento de su arresto el 24 de septiembre fue estrangulado y enviado a la prisión de Evin en Teherán, en la que tuvo lugar un incendio en el mes de octubre. Ronaghi se enfrenta a la ejecución mientras está en huelga de hambre. Dos guardias de la prisión le han roto las dos piernas, según los informes de otros activistas iraníes. "Los cargos contra estos presos son absurdamente ficticios, ya que todos ellos han sido reconocidos culpables de delitos sin sentido, como 'corrupción en la tierra' y 'moharebeh', que se traduce como 'guerra contra Dios'", denuncia Shadi Eskandani en su carta.

La poetisa sostiene que los presos están siendo sometidos a violaciones y confesiones forzadas. El código penal en Irán contempla que la confesión del acusado es suficiente para condenarle a muerte. El problema es que muchas de ellas se consiguen a base de torturas. El relator especial de la ONU sobre Irán alertó que una gran mayoría de las ejecuciones son "privaciones arbitrarias de la vida".

La revolución de los turbantes

Mientras la justicia iraní se convierte en otro elemento represivo, la población sigue saliendo a las calles para reivindicar sus libertades. El velo femenino ha sido el punto central de las manifestaciones que han dejado capítulos en la historia iraní, como el de las mujeres plantando cara a los clérigos tras ser criticadas por no llear el velo puesto. Los jóvenes y adolescentes, la edad media de los manifestantes, se han unido a este movimiento contra los clérigos y han subido vídeos a redes sociales en los que les quitan el turbante.

El Gobierno iraní ha intentado bloquear internet en el país para que estas imágenes no salgan a la luz, pero los manifestantes han conseguido burlar la represión y han subido contenido de muchas de las mujeres que luchan cada día por su libertad. Las expectativas de un cambio significativo en Irán siguen altas para muchos manifestantes, aunque algunos analistas ponen en duda la capacidad de acabar con el régimen de los ayatolás. "No creo que con el nivel actual de protestas la existencia del régimen está en peligro. Tienen un aparato estatal represivo bastante robusto y musculoso que pueden utilizar", apunta el analista iraní Mehrzad Boroujerdi.

Unas huelgas masivas podrían poner al Gobierno contra las cuerdas, pero la lucha por un cambio social en las calles no tiene vuelta atrás. "Los clérigos ahora están experimentando lo que significa ser el objetivo de tu atuendo. Esto, por supuesto, es lo que las mujeres iraníes han estado experimentando durante las últimas cuatro décadas. Hay algo de justicia poética en lo que la gente les está haciendo a los clérigos al arrebatarles sus turbantes", añade Boroujerdi. "La generación más joven odia absolutamente los códigos morales del régimen, las ideas obsoletas sobre las normas sexuales/de género y los aparatos de propaganda inútiles", concluye el analista.

"El Poder Judicial debe tratar con decisión a los perpetradores de los crímenes y a todos aquellos que colaboraron y provocaron a los alborotadores". Este es el mensaje principal de la carta firmada por 227 miembros del Parlamento iraní con la que buscan "castigos ejemplares" contra los manifestantes que han tomado las calles de todo el país tras la muerte de la joven Mahsa Amini. Semanas antes, el presidente Ibrahim Raisi afirmaba que "es necesario tomar una acción decisiva" contra los que, considera, ponen en riesgo la estabilidad del país. Estas amenazas se materializaron este domingo con la condena a un manifestante a morir en la horca. Es la primera sentencia de muerte desde que estallaron las protestas, pero los grupos de derechos humanos en el país temen que no sea la última.

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