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Más allá de la redada del FBI en Mar-a-Lago: el inevitable regreso de Donald Trump
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El drama del populismo estadounidense

Más allá de la redada del FBI en Mar-a-Lago: el inevitable regreso de Donald Trump

Trump perdió las elecciones de 2020, pero no desapareció por completo. Es más, los continuos escándalos e investigaciones, en lugar de hundirle, refuerzan su posición y popularidad

Foto: Donal Trump en un mitin en Wisconsin, a principios de agosto. (Getty/Scott Olson)
Donal Trump en un mitin en Wisconsin, a principios de agosto. (Getty/Scott Olson)

Han pasado siete años desde que Donald Trump dio el salto a la política, cuatro de ellos en la Casa Blanca. Pero parece que, finalmente, miles de mítines y de portadas y millones de tuits después, los más astutos observadores han descubierto la cuadratura del círculo: que los escándalos, en lugar de debilitar a Trump, lo refuerzan. Nada como una buena polémica para abrillantar sus credenciales de líder popular asediado por el sistema, nada como un gran escándalo para concitar la ira de los periódicos liberales, los académicos y los dueños de la virtud y de las buenas intenciones para así revigorizar, como reacción, a sus bases. La redada del FBI a su mansión de Mar-a-Lago, en Florida, encaja con este modelo. Es gasolina para el retorno presidencial que Trump probablemente acabará anunciando.

“Donad INMEDIATAMENTE para enfrentaros públicamente, conmigo, a esta CAZA DE BRUJAS INTERMINABLE”, decía un correo electrónico de la campaña de Trump poco después de conocerse el allanamiento a su residencia, donde aparentemente guardaba 15 cajas con documentos que se había llevado al abandonar el despacho oval. Algunos de ellos, según las sospechas del Gobierno, de alto secreto. Pero los detalles de la redada y sus motivos concretos siguen estando, en gran parte, clasificados.

Foto: Weisselbeg antes de una audiencia en la Corte Suprema del Estado de Manhattan en Nueva York. (EFE/EPA/Curtis Means Pool)

A pesar de la escasa información sobre lo que había en esas cajas que la Administración Nacional de Archivos y Registros había pedido a Trump que devolviera, las acusaciones de caza de brujas están marcando la estrategia de sus aliados mediáticos. “Ninguna persona honesta se creería que la redada en la casa de Donald Trump la semana pasada fue un acto legítimo de la aplicación de la ley. No lo fue”, declaró Tucker Carlson, presentador estrella del canal Fox News. “Ni siquiera la Administración Biden se molestó en disimularlo. Las explicaciones oficiales sobre la redada no tienen ningún sentido”.

Sea cual sea el desenlace, este episodio ha dado al expresidente la notoriedad de antaño. Aunque Donald Trump nunca desapareció por completo. Vetado en las redes sociales más importantes a raíz de su instigación del asalto al Capitolio, el republicano ha seguido recaudando dinero de campaña y participando en mítines a lo largo y ancho de Estados Unidos, tratando de elevar a posiciones de poder a todo tipo de candidatos afines y moldeando el partido a su imagen y semejanza. Una cruzada que se está desempeñando con luces y sombras: el toque Midas de Trump sigue existiendo, pero no es tan efectivo como antes de su derrota de 2020.

Foto: Bandera con el rostro de Trump durante el asalto al Capitolio. (EFE/Will Oliver)

En esta travesía de Trump por el desierto político, otras estrellas republicanas han comenzado a brillar. Sobre todo la del gobernador de Florida, Ron DeSantis, que ha sabido navegar la pandemia al gusto republicano y adoptar posiciones estratégicas y rentables en la guerra cultural. Su nombre ha sonado más y mejor. Además, las encuestas de popularidad republicanas mostraban cómo la sombra de DeSantis, aún alejada de la del campeón, Donald Trump, no dejaba de crecer. Hasta que la redada del FBI, como podemos observar en las reacciones mediáticas y en los sondeos que van aflorando, ha trastocado esta tendencia.

Una encuesta de 'Politico' y Morning Consult refleja que el 58% de los votantes republicanos votaría a Trump en las primarias si este volviera a presentarse en 2024. Cinco puntos más que en el mes de junio. Su ventaja sobre el segundo favorito, DeSantis, se amplía hasta los 40 puntos. No se veían estos índices de apoyo al expresidente desde la última campaña presidencial. Otros posibles contendientes, como los senadores Ted Cruz y Josh Hawley, quedan aún más atrás en los sondeos.

placeholder Pancarta de apoyo a Donald Trump en Nueva York. (EFE/EPA/Justin Lane)
Pancarta de apoyo a Donald Trump en Nueva York. (EFE/EPA/Justin Lane)

Ahora, según fuentes citadas por la CNN, el magnate está recibiendo llamadas de aliados republicanos pidiéndole que anuncie lo antes posible su campaña presidencial de 2024, sin esperar siquiera a que pasen las elecciones legislativas de noviembre. En palabras de Michael Caputo, estratega cercano a Trump y antiguo miembro de su Administración, la investigación ordenada por el Departamento de Justicia es una “bomba nuclear” política que no puede ser desaprovechada.

Otra ventaja potencial de embarcarse ya en campaña es que Trump podría usar su condición de candidato como un escudo frente a las investigaciones judiciales de las que es objeto. No es igual procesar a un ciudadano privado que a un aspirante a la presidencia de Estados Unidos. Las posibilidades retóricas del victimismo trumpista, siendo el Departamento de Justicia un brazo de la Administración Biden, pueden ahondar en la herida que aqueja a este país desde hace casi una década. Una espiral que, como demostró la muchedumbre que atacó el Capitolio, o el individuo que trató de asaltar un cuartel del FBI en Ohio a raíz de la redada en la casa de Trump hace una semana, ya ha alcanzado la fase de la violencia política.

Foto: Donald Trump saliendo de la Torre Trump. (Reuters/David 'Dee' Delgado)

Si Trump se presenta y gana, además, ya no será ese líder sin experiencia que nos habló de la “masacre americana” en su discurso de investidura de 2017, sino un presidente bregado, conocedor de las palancas del Gobierno, rodeado por los fieles que sobrevivieron a las cribas y escándalos y con un Partido Republicano más sumiso y domesticado que el de hace un lustro, cuyos líderes solo aceptaron el ascenso de Trump a regañadientes. Sus movimientos y sus discursos sugieren que su agenda electoral de 2024 sería, también, más extremista.

Una señal de que Trump estaría allanando el terreno para una vuelta al poder es su apoyo a determinados candidatos a las secretarías de Estado estatales. En 40 de los 50 estados del país, el secretario de Estado es el encargado de supervisar los procesos electorales. Cuando Trump perdió las elecciones de 2020 en Georgia, por ejemplo, presionó al secretario de Estado, Brad Raffensperger, para que le 'encontrara' 12.000 votos que le hubieran dado la victoria. Raffensperger se negó, ganándose la enemistad de Trump y amenazas de muerte para él y su familia.

Foto: Los asaltantes, en el interior del Capitolio de los Estados Unidos. (EFE/Jim Lo Scalzo)

En las legislativas de noviembre, tres trumpistas concurren a este puesto en los estados clave de Michigan, Arizona y Nevada. Candidatos que se han negado a aceptar la evidencia de que las elecciones presidenciales de 2020, contrariamente a las falsedades diseminadas por Trump, fueron limpias y legítimas. Si este tipo de perfil se reproduce en las estructuras estatales, Trump lo tendría más fácil para subvertir un resultado que no fuera de su agrado. Como intentó hacer en 2020.

Purga política trumpista

El control de las bases y de los legisladores ya lo tiene. La purga de críticos de Trump en el Congreso ya está casi completa. De los 10 representantes republicanos que apoyaron el segundo 'impeachment' contra el entonces presidente, solo dos han sobrevivido para concurrir a las parlamentarias de noviembre. Los ocho restantes, o bien se han retirado discretamente, dadas sus exiguas perspectivas, o bien han mordido el polvo en las elecciones primarias.

Foto: Partidarios de Donald Trump protestan frente a su mansión en Mar-a-Lago por el registro del FBI. (Reuters/Marco Bello)

Tal ha sido el caso de la líder oficiosa de esta minúscula facción crítica, Liz Cheney. La hija del exvicepresidente de EEUU, tercera republicana más poderosa de la Cámara de Representantes hasta que le dio la espalda a Trump y fue relevada del cargo, ganó las primarias de 2020 con un 73% de los votos. Las de 2022, sin embargo, las ha perdido con casi 40 puntos de diferencia. Y contra una candidata, Harriet Hageman, que resultaba totalmente desconocida hasta que Trump le otorgó su bendición.

La prueba definitiva de lo que pergeña el millonario neoyorquino está en el dinero de campaña. Según los datos del mes de junio, los últimos disponibles, el comité de acción política de Trump, llamado Save America, cuenta con 103 millones de dólares de presupuesto de campaña. Una suma sin parangón en la historia, que triplica, por ejemplo, el tesoro de la Convención Nacional Republicana (el órgano electoral más importante del partido). Un dinero que aguarda en los cofres, listo, probablemente, para financiar un nuevo capítulo en el drama del populismo estadounidense.

Han pasado siete años desde que Donald Trump dio el salto a la política, cuatro de ellos en la Casa Blanca. Pero parece que, finalmente, miles de mítines y de portadas y millones de tuits después, los más astutos observadores han descubierto la cuadratura del círculo: que los escándalos, en lugar de debilitar a Trump, lo refuerzan. Nada como una buena polémica para abrillantar sus credenciales de líder popular asediado por el sistema, nada como un gran escándalo para concitar la ira de los periódicos liberales, los académicos y los dueños de la virtud y de las buenas intenciones para así revigorizar, como reacción, a sus bases. La redada del FBI a su mansión de Mar-a-Lago, en Florida, encaja con este modelo. Es gasolina para el retorno presidencial que Trump probablemente acabará anunciando.

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