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La derrota demócrata en Virginia, ¿victoria o problemas para Trump?
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¿Volverá con la frente marchita?

La derrota demócrata en Virginia, ¿victoria o problemas para Trump?

Los demócratas perdieron el estado ante Glenn Youngkin, un republicano de corte moderado nada parecido a Donald Trump

Foto: Glenn Youngkin, el gobernador electo de Virginia. (Reuters/Jonathan Ernst)
Glenn Youngkin, el gobernador electo de Virginia. (Reuters/Jonathan Ernst)

El avance republicano en las elecciones del pasado martes, con la victoria en Virginia y casi un empate, contra todo pronóstico, en Nueva Jersey, ha dejado claro que los vientos políticos en Estados Unidos soplan desde la derecha. Hace justo un año, Joe Biden ganó en ambos estados con una ventaja de 10 y 16 puntos, respectivamente. Un margen que se ha evaporado tan rápido como su popularidad, 15 puntos más baja que al principio de su mandato. Pero los demócratas no son los únicos perdedores de los comicios. Desde el banquillo, cierto expresidente reaccionaba de manera extrañamente airada a las victorias de su propio partido.

“Sin MAGA [acrónimo del Make America Great Again: el movimiento político trumpista], él habría perdido por 15 puntos o más”, dijo Donald Trump del gobernador electo de Virginia, Glenn Youngkin, durante una entrevista de radio. “En lugar de darnos crédito, dicen, ‘Oh, él es más popular que Trump’. Es increíble”.

Lo cierto es que Glenn Youngkin evitó en lo posible la asociación con Donald Trump. El expresidente no había apoyado públicamente a Youngkin hasta que este consiguió la nominación del partido a las elecciones. Ni siquiera se conocían. Una vez en campaña, Trump tampoco fue a dar un mitin en Virginia. Aun así, cuando Youngkin ganó los comicios, Trump dio las gracias a sus propias bases por hacerlo posible.

Foto: Un manifestante contra Trump frente al Congreso de EEUU, en Washington DC. (EFE)

El mensaje de Youngkin, si bien tocó algunos de los temas favoritos del trumpismo, adquirió un cariz más suave y trató de apelar a los votantes moderados de las periferias. Su estrategia funcionó, y no porque los demócratas se descalabrasen. El candidato demócrata, Terry McAuliffe, recibió más votos que el actual gobernador, Ralph Northam, en 2017. Pero Youngkin sumó todavía más y se llevó el premio.

Como apunta David A. Graham en 'The Atlantic', el secreto parece haber estado en esos votantes que viven a las afueras de las ciudades, los clásicos “republicanos de club de campo”, conservadores, pero más adinerados y urbanitas que el clásico seguidor de Trump. Votantes que, en 2020, según datos de la CNN, habrían migrado significativamente a las filas demócratas. En Virginia, Biden ganó este segmento con una proporción del 53% de los votos contra el 45% de Trump. Youngkin, el martes, dio la vuelta a los números: 53% contra el 47% de McAuliffe.

“Youngkin se parece al nominado presidencial republicano de 2012, Mitt Romney, más que a Trump”, escribe Graham, “y en las primarias derrotó a un candidato más trumpiano, Pete Snyder. Elevar a candidatos más extremistas podría poner los intereses de Trump en contra de los intereses del partido”.

Foto: El republicano Glenn Youngkin. (Reuters)

La pregunta es si el ejemplo de Virginia es una excepción o podría reproducirse, en las legislativas de 2022 y las presidenciales de 2024, en otros estados. Una hipótesis a la que invita el hecho de que se trata de un estado bisagra, en el que las fuerzas políticas nacionales están bien representadas y que suele considerarse un termómetro de hacia dónde se va a inclinar la balanza del Congreso.

Y una pregunta aún más candente, que no deja de sonar allí donde se habla de política, es ¿qué planea Donald Trump con todos estos comentarios? Más concretamente: ¿se volverá a presentar en 2024? Hay dos grupos enfrentados al respecto.

Trump no volverá

En contra juega el hecho fundamental de que Donald Trump carece de sus clásicos instrumentos para hacer campaña y modelar a golpes la opinión pública. Especialmente, su joya de la corona, Twitter. El expresidente fue defenestrado de las principales redes sociales después de incitar a la rebelión contra los resultados de 2020 y acabar viendo cómo una turba de sus seguidores asaltaba el Congreso. Ahora, sus intervenciones se reducen a entrevistas puntuales que apenas generan algún titular, a algunos mítines y a esas andanadas de 'e-mails' enfadados en que arremete contra todo.

Los resultados en Virginia podrían indicar un retorno de los republicanos algo más moderados

Además, los tiempos han cambiado. No estamos en 2016. Donald Trump ya no es una novedad en política y fue precisamente su rol de novedad, de candidato fresco, 'antiestablishment', políticamente incorrecto, lo que le permitió vencer a la que por entonces era el epítome del sistema, Hillary Clinton. El populismo hace cinco años era, también, algo nuevo y los periodistas no podíamos dejar de examinarlo como si fuese una nueva especie animal. Un poder de fascinación que ha sido visiblemente reducido, lo cual no ayudaría a la marca rebelde del magnate.

Hay que recordar, también, que Trump siempre dependió de una base de votantes muy reducida. Una base especialmente rural, blanca y masculina, que resultó determinante a la hora de llevarse un puñado de estados clave, pero que electoralmente es frágil. Ha sido, con diferencia, el presidente más establemente impopular de la historia. Sus índices nacionales jamás llegaron al aprobado del 50%.

Las vicisitudes de Virginia, que podrían indicar un retorno de los republicanos algo más moderados, se sumarían a este bloque de razones. Añadamos una última, la de la edad. Donald Trump se presentaría a las presidenciales con 78 años. Es la misma edad actual de Joe Biden, pero Trump, si nos ceñimos a su historial, tiene una manera mucho más feroz, incansable y personalista de hacer campaña, él solo, sin necesidad de asesores ni estrategias sofisticadas. Son él, su micrófono y su (ya no) Twitter. ¿Tendrá los mismos ímpetus, y las ganas, otra vez, de presidencia con casi 80 años?

Foto: Donald Trump. (Reuters) Opinión

Trump sí volverá

Pero luego están las razones que favorecen la hipótesis de su vuelta. La primera de ellas, sus leales votantes. Una encuesta de Yahoo News/YouGov indica que el 66% de los votantes republicanos sigue creyendo, pese a las toneladas de evidencias en contra, que a Trump le robaron las elecciones. Es más, otro sondeo, este de Qunnipiac University, dice que la ratio de simpatía hacia Trump entre los electores republicanos es del 86%. Su desafío histórico a la transición pacífica de poder no parece haber hecho mella en la lealtad de sus seguidores.

Si miramos a 2024, el potencial candidato con más posibilidades de ganar las primarias sigue siendo Donald Trump. Un 47% de los votantes republicanos sigue queriendo que sea presidente. Ninguno de los otros nombres que más suenan, como el del gobernador de Florida, Rick DeSantis, supera el 13% de apoyos.

Quizá con la cita electoral en mente, Donald Trump está de campaña. Desde el pasado junio, ha dado seis mítines, el último de ellos en Iowa, donde estuvo acompañado de la flor y nata del Partido Republicano local. Junto a él estaba el senador del estado, Chuck Grassley, que el pasado 6 de enero tuvo que ser escoltado a un lugar seguro del Congreso para salvar su vida de las hordas trumpianas. En aquel entonces se le veía muy enfadado, describiendo el asalto como “un ataque contra la mismísima democracia estadounidense”. En octubre, se subió al escenario con Trump, en mangas de camisa y con una gran sonrisa campechana en el rostro.

Foto: Foto: Reuters

Y luego están los cofres. La campaña de Trump no ha dejado de pedir y recaudar dinero. El pasado abril, según CNBC, el principal 'superpac' de Trump contaba con 85 millones de dólares, 10 veces más dinero que el que tenía en la primavera de 2017, cuando ya era presidente. Un tesoro electoral muy superior al de cualquier otro potencial candidato republicano.

Cinco años, además, no han pasado en balde. Si bien Donald Trump perdió las elecciones, durante su mandato hizo lo posible por elevar al Congreso y a los gobiernos estatales figuras afines a su ideología y su estilo de gobernar. Con representantes como Marjorie Taylor-Greene, Madison Crawthorn o Laure Boebert, el Congreso es hoy más trumpiano que en 2017. Recordemos que, a principios de este año, solo 10 de los 211 republicanos de la Cámara de Representantes votaron a favor del 'impeachment' a Trump por el ataque al Capitolio. Diez republicanos que, desde entonces, o han sido víctimas del ostracismo o han vuelto al redil.

Hay un par de razones más, que señala el columnista David Frum. Una, que Trump aprovechará el resentimiento electoral de 2020 como combustible de campaña, así como la “nostalgia prepandemia”, con aquella economía poderosa que hundió el virus. Dos, Trump ha pasado cuatro años en la Casa Blanca. Ha aprendido. Tiene más experiencia. La puede usar. Y una última: si hay algo constante en toda la vida y obra del demagogo, es su deseo de venganza, de igualar las cuentas. Y, desde su punto de vista, tiene una enorme cuenta pendiente con Estados Unidos.

El avance republicano en las elecciones del pasado martes, con la victoria en Virginia y casi un empate, contra todo pronóstico, en Nueva Jersey, ha dejado claro que los vientos políticos en Estados Unidos soplan desde la derecha. Hace justo un año, Joe Biden ganó en ambos estados con una ventaja de 10 y 16 puntos, respectivamente. Un margen que se ha evaporado tan rápido como su popularidad, 15 puntos más baja que al principio de su mandato. Pero los demócratas no son los únicos perdedores de los comicios. Desde el banquillo, cierto expresidente reaccionaba de manera extrañamente airada a las victorias de su propio partido.

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