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Johnson se aferra al poder pese a haberse convertido en un cadáver político
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tras una ola de dimisiones en su Gobierno

Johnson se aferra al poder pese a haberse convertido en un cadáver político

"El trabajo de un primer ministro en tiempos difíciles, en circunstancias en las que se le ha dado un mandato colosal, es seguir adelante y eso es lo que voy a hacer", ha afirmado

Foto: Boris Johnson. (Reuters/UK Parliament/Jessica Taylor)
Boris Johnson. (Reuters/UK Parliament/Jessica Taylor)

En circunstancias normales, si un primer ministro sufriera una hemorragia de más de una treintena de cargos de su Gobierno en menos de 24 horas, presentaría inmediatamente su dimisión. Lo haría por principios, por sentido común. Pero a Boris Johnson nunca se le han aplicado las reglas de la gravedad. Con el hombre que desde niño soñaba con ser “el rey del mundo”, las convenciones no existen.

Se trata del mismo político al que el Tribunal Supremo, máxima autoridad judicial del Reino Unido, acusó de actuar de manera ilegal y mentir a la propia reina Isabel II cuando derogó la actividad en Westminster para llevar a cabo sus planes del Brexit. El único inquilino de Downing Street de toda la historia que ha sido multado por Scotland Yard por violar la ley durante el escándalo del 'Partygate'. El mismo que quiso utilizar las donaciones del Partido Conservador para costear la lujosa reforma de su residencia. En definitiva, es imposible aplicar con él las normas del 'establishment' político.

Por lo tanto, por mucho que haya perdido la autoridad dentro y fuera de sus filas, por mucho que su situación parezca ya insostenible, Johnson jamás va a actuar como en su día lo hizo Theresa May o la propia Margaret Thatcher. El 'premier' jamás abandonará el Número 10. “El trabajo de un primer ministro en tiempos difíciles, en circunstancias en las que se le ha dado un mandato colosal [por las elecciones generales de diciembre de 2019], es seguir adelante y eso es lo que voy a hacer”, afirmaba este miércoles en la sesión de control semanal en la Cámara de los Comunes. “Cuando los momentos son duros y el país afronta presiones económicas, con la mayor guerra en Europa en 80 años (Ucrania), es el momento en que uno espera que un Gobierno continúe con su trabajo y no se marche”, puntualizó.

Pero incluso sus aliados más próximos, como Michael Gove, uno de los pesos pesados del Gabinete, se ha reunido con él para comunicarle lo que es obvio: su tiempo se ha terminado. Este miércoles por la tarde, el Comité 1922 —que agrupa a los conservadores sin cartera— celebra una importante reunión para decidir el futuro del aún inquilino del Número 10. Tras la moción de confianza de principios de junio, donde el 41% de sus filas ya votó en su contra, Johnson permanece técnicamente inmune a desafíos internos durante un año. Pero cada vez hay más voces que presionan para cambiar las reglas y forzar otra votación tan pronto como la próxima semana.

Foto: Boris Johnson, a las puertas de Downing Street 10 durante el anuncio de su dimisión. (Reuters/Peter Nicholls)

A fin de proporcionarle una salida digna, el presidente del Comité 1922, Graham Brady, podría reunirse con el aún líder 'tory' para explicarle que la situación es ya insostenible. Según la BBC, se espera también que una delegación de ministros que incluye a Nadhim Zahawi —quien el martes fue nombrado nuevo ministro de Hacienda— le visiten esta noche para pedirle que se vaya. Pero Johnson no parece estar por la labor de abandonar el poder con el que siempre soñó.

Al verse contra las cuerdas, hay rumores que apuntan incluso a que en un último órdago el 'premier' podría convocar elecciones anticipadas para dejar su destino en manos del electorado en lugar de sus propias filas. Pero según los llamados 'Principios de Lascelles' —ideados en 1950 por el secretario privado del rey Jorge VI— el monarca puede rechazar la solicitud del primer ministro para sacar las urnas en tres circunstancias: si confía en poder encontrar a un substituto que pueda gobernar por un tiempo razonable; si hay una mayoría en la Cámara de los Comunes que garantice que se pueda seguir con la agenda y si se considera que es perjudicial para la economía. Tres requisitos que, en esta ocasión, se cumplen.

Foto: Boris Johnson en Downing Street. (Reuters/John Sibley)

Johnson debe asumir que ha perdido la partida. Tras las renuncias el martes por la noche de Rishi Sunak, el ministro de Hacienda —el puesto con más peso después de primer ministro—, y de Sajid Javid, responsable de Sanidad, la cascada de dimisiones no cesa. En su mayoría se tratan de cargos menores, pero una tras otra, cada carta pública que manifiesta una pérdida total de confianza en el líder hace más y más ruido. “He concluido que el problema empieza arriba del todo y que eso no va a cambiar (...) Me temo que solo se puede pulsar la tecla de reinicio un determinado número de veces”, señalaba hoy Javid durante una dura intervención en la Cámara de los Comunes. El 'premier' también ha perdido el apoyo del electorado, como se demostró la semana pasada cuando los 'tories' sufrieron derrotas históricas en dos escaños clave, lo cual derivó en la dimisión del presidente del partido.

Lo que le ha llevado hasta esta situación son los mismos defectos de carácter que le han perseguido durante toda su carrera: las frecuentes mentiras y el desprecio a los códigos y convenciones que sustentan la vida pública. Estas dos fallas se han replicado en su respuesta al último escándalo que rodea a Chris Pincher, quien se vio obligado a renunciar la semana pasada como responsable de disciplina del Partido Conservador tras varias acusaciones de agresión sexual. Johnson no solo nombró el pasado mes de febrero a un candidato manifiestamente inadecuado para el cargo, sino que cuando esto se hizo evidente, su primer instinto fue el de disimular y, más adelante, el de forzar a otros a mentir en su nombre.

Se trata del mismo manual que aplicó durante el 'Partygate', un escándalo que está aún pendiente de investigación parlamentaria para esclarecer si el 'premier' mintió a Westminster cuando en repetidas ocasiones dijo que no había violado las normas del confinamiento. A día de hoy, sigue defendiendo que creía que las fiestas eran reuniones de trabajo. Esta falta compulsiva de honestidad ha dañado la reputación de todo el Gobierno porque gran parte de los ministros han salido varias veces a dar la cara ante los medios defendiendo argumentos que luego se han demostrado ser falsos.

Las mentiras no se limitan a cuestiones de conducta personal. En su carta de dimisión como ministro del Tesoro, Sunak señaló que Johnson no estaba dispuesto a contarle al público las duras verdades sobre el estado de la economía y sincerarse sobre las difíciles decisiones que se avecinan cuando la inflación va camino de superar el 11%.

A medida que las dificultades políticas de Johnson se han intensificado, él ha recurrido a anuncios y promesas cada vez más fantasiosos, lo cual socava aún más la confianza del público. Este mismo miércoles, el primer ministro se comprometía a llevar a cabo la mayor reducción de impuestos en toda una década. Un último intento desesperado para un político al que parece que, al final, le ha llegado su fin.

En circunstancias normales, si un primer ministro sufriera una hemorragia de más de una treintena de cargos de su Gobierno en menos de 24 horas, presentaría inmediatamente su dimisión. Lo haría por principios, por sentido común. Pero a Boris Johnson nunca se le han aplicado las reglas de la gravedad. Con el hombre que desde niño soñaba con ser “el rey del mundo”, las convenciones no existen.

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