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El secreto a voces de los asesinatos en la Amazonía: "Estamos abandonados aquí"
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El secreto a voces de los asesinatos en la Amazonía: "Estamos abandonados aquí"

El asesinato del corresponsal británico Dom Phillips y del indigenista Bruno Pereira en la Amazonía brasileña ha puesto el foco sobre la impunidad de los homicidios de indigenistas y ambientalistas

Foto: Manifestación contra Bolsonaro frente al palacio de Planalto, en Brasilia. (Reuters)
Manifestación contra Bolsonaro frente al palacio de Planalto, en Brasilia. (Reuters)

“Los asesinatos del indigenista y del periodista extranjero no son una excepción en la Amazonía. Es nuestro pan de cada día. Estamos amenazados, amedrentados, precarizados, cada vez con menos medios. Y, por más inri, nuestros jefes nos boicotean desde dentro”. Es el grito de socorro de un funcionario de la Fundación Nacional del Indio (Funai), el órgano del Gobierno brasileño que establece y desarrolla las políticas de protección a los pueblos indígenas.

Este trabajador, que prefiere no revelar su nombre para evitar represalias internas, sirvió en la sede del Valle del Javarí, en el corazón de la Amazonía brasileña, el mismo lugar donde el corresponsal británico Dom Phillips y el indigenista Bruno Pereira fueron asesinados a tiros con una escopeta de caza, descuartizados, quemados y enterrados. Se trata de la segunda reserva indígena más grande de Brasil, con un tamaño equivalente al de Portugal y habitada por cerca de 14.000 nativos. Es también la región donde se concentran más pueblos originarios aislados, es decir, que nunca han mantenido contacto con el hombre blanco.

“La presión allí es brutal. Para que te hagas una idea, ninguno de nosotros puede vivir en Atalaia do Norte, la ciudad más cercana a la base de vigilancia de la Funai, cerca del río Ituí. Nos tenemos que quedar en otra ciudad llamada Tabatinga. Para hacer el cambio de turno en la base, tenemos que ir en barco escoltados por la Policía o un equipo armado de la Vigilancia Indígena. Estamos en la mira de narcotraficantes, buscadores de oro, madereros y pescadores furtivos por el trabajo de fiscalización que llevamos a cabo en las reservas indígenas”, añade este empleado. “La Funai está sola, estamos solos, abandonados aquí”, remata otro funcionario.

Foto: Valle Del Javari, en el Amazonas brasileño donde desaparecieron el periodista británico y el indigenista. (EFE/Ejército brasileño)

Brasil es el cuarto país del mundo en el que más activistas ambientales son asesinados, según datos de la ONG internacional Global Witness, que desde 2012 contabiliza este tipo de asesinatos a nivel mundial. En Brasil ya son 317 muertes violentas en una década. El brutal homicidio Dom Phillips y Bruno Pereira ha mantenido en vilo al país tropical y a la comunidad internacional durante los 10 largos días que han durado las angustiosas búsquedas. Finalmente, sus restos mortales fueron encontrados en un igapó, un área de bosque inundada por las lluvias. El hallazgo fue posible solo después de la confesión del pescador furtivo Amarildo da Costa Oliveira, el primer detenido por la Policía Federal. De momento, la investigación sigue en pie para apurar la dinámica y el móvil de los asesinatos. La principal pista es la lucha de Bruno Pereira contra la pesca predatoria del pirarucu y de otras especies protegidas.

El mayor indigenista de su generación

Pereira trabajaba para la Funai desde hace una década y conocía la región como la palma de su mano. Había participado en al menos 10 expediciones para localizar a pueblos amazónicos aislados. En tres ocasiones consiguió hacer contacto, una tarea extremadamente delicada que requiere de sensibilidad extrema y de un conocimiento extenso del territorio. “Bruno era una especie de escudo para los pueblos indígenas, porque luchaba contra los invasores de nuestras tierras. Él ya predijo que esto podría pasar. Dio su vida para que la protección de nuestro territorio pudiera continuar. Su muerte es un símbolo para que continuemos nuestra lucha”, señala el líder indígena Manoel Chorimpa.

Considerado el mayor indigenista de su generación, Pereira hablaba cuatro lenguas indígenas y durante cinco años fue responsable de la Coordinación Regional del Valle del Javari en la Funai. En 2019 solicitó una licencia no remunerada. Se marchó en el mismo año en que otro colaborador de esta entidad, Maxciel Pereira dos Santos, fue asesinado a tiros en plena calle en la ciudad de Tabatinga. Los familiares de Maxciel relataron en su momento que le dispararon para castigarle por el trabajo de fiscalización que desarrollaba en el Valle del Javari, ubicado cerca de la tríplice frontera con Perú y Colombia.

Foto: Vista aérea de la deforestación de la Amazonia. (Reuters/Amanda Perobelli) Opinión
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En aquel mismo año, Bruno Pereira coordinó una operación que consiguió expulsar a centenas de ‘garimpeiros’, los agresivos buscadores de oro, de la tierra indígena yanomami, en el estado de Roraima. La operación Korubo, como se le denominó, fue la más importante en el combate a la extracción ilegal de minerales y culminó con la destrucción de unas 60 balsas utilizadas por los mineros para extraer el oro en los ríos, sin escatimar en el uso dañino del mercurio.

El indigenista recibía constantes amenazas de muerte, como muchos otros empleados de la Funai, al mismo tiempo que sufría el boicot del órgano estatal que debería velar por la seguridad de los indígenas. En un audio divulgado después de su desaparición, Pereira contaba que estaba preparando una reunión en la aldea de São Rafael, que visitó junto al periodista el día de su desaparición. El objetivo era frenar el avance de la pesca ilegal en territorios indígenas. “Van a perder el control del pirarucu, que demoraron 10 años en conseguir”, dijo Bruno en el audio. También destacó que los pescadores furtivos habían disparado contra el equipo de fiscalización.

Desde su salida de la Funai, colaboraba con la Unión de los Pueblos Indígenas del Valle del Javari (Univaja), un órgano que ha conseguido aunar a diferentes etnias antiguamente enfrentadas por conflictos atávicos. Fueron precisamente los miembros de Univaja quienes alertaron acerca la desaparición de Bruno y Dom. Muchos indígenas afiliados han colaborado activamente en las búsquedas de los cuerpos, razón por la que los familiares del corresponsal británico han expresado públicamente su gratitud.

El caso de Bruno y Dom está siendo investigado solo porque hay un corresponsal extranjero de por medio

“Los asesinos de Bruno no imaginaban la repercusión internacional que tendrían sus actos. Nadie podía sospechar que Dom Phillips fuese tan famoso. Parecía una persona muy sencilla y humilde. Estoy seguro de que los asesinos contaban con la misma impunidad que siguió a la muerte de Maxciel Pereira dos Santos. El caso de Bruno y Dom solo está siendo investigado porque hay un corresponsal extranjero de por medio”, asegura un exconcejal de Atalaia do Norte que prefiere no ser identificado.

Dom Philipps vivía en Brasil desde 2007 y estaba enamorado del país y de la Amazonía. Colaborador del periódico 'The Guardian', también solía publicar en otros medios de habla inglesa como 'The New York Times', 'The Washington Post' y el 'Financial Times'. Tras vivir en São Paulo y en Río de Janeiro, en 2021 se mudó a Salvador de Bahía tras recibir una beca de la Fundación Alicia Patterson para estudiar modelos de preservación de la Amazonía.

A sus 57 años, estaba trabajando en un libro que llevaba el título emblemático de 'Cómo salvar la Amazonía'. Este proyecto le llevó a conversar con todos los actores locales, incluso los buscadores de oro y los traficantes de madera, como recuerda su viuda Alessandra Sampaio en la BBC. “Él acompañó la actividad de un ‘garimpo’ [mina ilegal de oro] para un reportaje. Me contaba: ‘La gente ve al garimpeiro como un delincuente, pero yo he me encontrado a hombres desesperados por alimentar a sus familias. El problema no es exactamente quién está destruyendo la Amazonía, sino quién está favoreciendo todas las estructuras para que la destrucción se lleve a cabo’. Dom estaba convencido de que no sirve de nada acabar con los ‘garimpos’ sin ofrecerles alternativas laborales”, relata Alessandra.

Foto: Poblado Yanomami en la Amazonia brasileña (Reuters/B.Kelly) Opinión

"Ese inglés desagradaba a mucha gente"

Sin embargo, para el presidente de Brasil, que llegó a decir que “los indios tienen reservas en exceso”, el periodista y el ambientalista eran “aventureros” que viajaron a una región peligrosa sin protección y sin armas. “Ese inglés era mal visto en la región, porque hacía muchos reportajes contra los mineros ilegales, sobre los temas ambientales. En aquella región, que es bastante aislada, desagradaba a mucha gente”, espetó Jair Bolsonaro durante una entrevista en un canal de YouTube de una periodista afín al Gobierno.

"[Phillips] debería haber tenido mucho más cuidado. En cambio, decidió hacer una excursión”, añadió el mandatario de extrema derecha. En la misma entrevista, Bolsonaro recordó que cada año más 60.000 personas desaparecen en Brasil y aseguró no entender por qué había “tanta preocupación solo con estos dos”.

La falta de empatía de Bolsonaro ha suscitado un gran rechazo entre la parte de la sociedad brasileña que critica su política ambiental y su apoyo a los granjeros y los buscadores de oro. El presidente no tuvo reparos en revelar detalles escabrosos durante la búsqueda de los cuerpos. En varias entrevistas, citó vísceras flotando en el río, mientras que la Policía Federal usaba la perífrasis de “material orgánico de origen probablemente humano” para no alterar a los familiares de las víctimas.

Bolsonaro es un firme defensor del ‘agronegocio’, el principal sector de la economía brasileña, que prefiere deforestar los bosques amazónicos para plantar soja y criar ganado para la exportación. En los foros internacionales, el mandatario suele apelar a la soberanía de la Amazonía e incluso llegó a culpar a las ONG de los incendios dolosos, que han aumentado considerablemente durante su mandato.

Foto: El pulmón del planeta no deja de arder (Reuters/Ueslei Marcelino)

Desde que llegó al poder, ha promovido el estrangulamiento financiero y operativo de los órganos estatales que luchan contra los crímenes ambientales y contra los indígenas, como la propia Funai, el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) y el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama). Para la posteridad quedó la frase del exministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, que en una reunión en 2020 sugirió aprovechar la emergencia del covid-19 para “pasar los bueyes”, es decir, alterar las leyes de protección de las reservas naturales e indígenas.

La política de ‘laissez-faire’ de la era bolsonarista ha contribuido a crear un clima de impunidad en una tierra sin ley donde la brutalidad es la regla. En los últimos años, se han incrementado los crímenes contra los pueblos originarios a manos de mineros, madereros e invasores. Es una larga lista de horrores que casi siempre tiene a los buscadores de oro como protagonistas. En abril de este año, una niña de 12 años de la etnia yanomami fue violada hasta la muerte y otra fue lanzada al río y despareció. Ocurrió en la comunidad Aracaçá, en la tierra yanomami, que se halla en el estado de Roraima y es la principal reserva indígena del país. Los líderes comunitarios acusaron a los ‘garimpeiros’ armados, que atacan repetidamente diversas aldeas yanomamis.

En octubre de 2021, dos niños yanomamis de cuatro y siete años fueron engullidos por una draga flotante que operaba ilegalmente en un río de la región de Parima, en la misma reserva. “Eso no puede suceder porque la minería ilegal es un delito y, aun así, no hay una respuesta adecuada por parte del Gobierno brasileño. Y todavía hay un gran incentivo en el fomento de las invasiones”, dijo en aquella ocasión la diputada federal Joênia Wapichana, la primera mujer indígena en ejercer la profesión de abogada en Brasil.​

"La crueldad utilizada en este delito demuestra que Pereira y Phillips estaban en la mira de una poderosa organización criminal"

Hasta la fecha, Bolsonaro ha sido denunciado al menos seis veces ante el Tribunal Penal Internacional (TPI) de La Haya por crímenes contra la humanidad en razón de su política ambiental. En algunos casos, son los propios indígenas los que plantean estas acusaciones a través de una asociación llamada Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (Apib), que acusa a Bolsonaro de genocidio. La denuncia se basa en la muerte de 1.162 indígenas de 163 pueblos originarios durante la pandemia de covid-19 en Brasil e introduce el concepto de “ecocidio”, una nueva clasificación de crímenes de lesa humanidad en su conjunto. En otros casos, son ONG internacionales como la austriaca All Rise, que en octubre del año pasado promovió una acción llamada 'El planeta contra Bolsonaro', en la que acusa al presidente brasileño de ser responsable del aumento de la deforestación y de los incendios en la Amazonía.

Una guerra contra la naturaleza

Lo que quedó claro desde la llegada de Bolsonaro es que su idea desarrollista de la Amazonía conlleva un ataque sistemático contra los bosques milenarios que ocupan casi el 60% de la superficie de Brasil. En este sentido, la portada del periódico 'The Guardian' resume el drama humano y ambiental que está detrás del doble asesinato en el Valle del Javari: “Dom Phillips, el hombre que murió intentando alertar al mundo sobre una guerra contra la naturaleza”.

De momento, la Policía Federal ha detenido a tres personas e investiga a otras cinco. Sin embargo, ha descartado la idea de que hubo un autor intelectual detrás, alegando que los sospechosos actuaron solos. Los indígenas reunidos en la Univaja consideran que se trata de un error y destacan que la Policía ignora sistemáticamente sus denuncias. “La crueldad utilizada en este delito demuestra que Pereira y Phillips estaban en la mira de una poderosa organización criminal que intentó a toda costa ocultar sus huellas durante la investigación”, destacan fuentes de la Univaja.

Foto: El presidente de Brasil, Jair Bolsonar. (Reuters/Adriano Machado)
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El futuro de la Amazonía será un tema central durante la campaña electoral del próximo mes de octubre. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, claro favorito en todos los sondeos, ha condenado con firmeza este atentado. “El mundo sabe que este delito está directamente relacionado con el desmantelamiento de las políticas públicas de protección de los pueblos indígenas. También está directamente relacionado con el fomento de la violencia por parte del actual Gobierno del país. Lo que ahora se requiere es una investigación rigurosa del crimen y que sus autores y principales sean juzgados. La democracia y Brasil ya no toleran y ya no pueden vivir con la violencia, el odio y el desprecio por los valores de la civilización”, declaró Lula.

En sus 30 años de vida política, Bolsonaro siempre ha criticado la política de demarcación de las tierras indígenas. En 1998, cuando era diputado federal, tildó a la caballería brasileña de “muy incompetente”. “Competente sí, era la caballería norteamericana, que diezmó a sus indios en el pasado y hoy en día no tienen ese problema en su país”, afirmó en la Cámara de los Diputados. A principio de este año, un documento oficial de la ONU resaltaba que el actual presidente de Brasil viola tratados internacionales y amenaza a la población indígena. Su reelección podría acelerar la decadencia de los órganos de fiscalización en la Amazonía y, por ende, empeorar la situación ya crítica del medio ambiente y de los pueblos originarios que lo habitan.

“Los asesinatos del indigenista y del periodista extranjero no son una excepción en la Amazonía. Es nuestro pan de cada día. Estamos amenazados, amedrentados, precarizados, cada vez con menos medios. Y, por más inri, nuestros jefes nos boicotean desde dentro”. Es el grito de socorro de un funcionario de la Fundación Nacional del Indio (Funai), el órgano del Gobierno brasileño que establece y desarrolla las políticas de protección a los pueblos indígenas.

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