¿Puede Turquía permitirse enseñar los dientes a la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN?
Erdogan ha afirmado que no ve de forma favorable la entrada de los países nórdicos en la Alianza Atlántica. Sin embargo, la precaria situación de la economía turca impide que su órdago vaya demasiado lejos
Turquía ha puesto un obstáculo de última hora a las históricas candidaturas de Finlandia y Suecia para ingresar en la OTAN por la supuesta presencia de terroristas en los países nórdicos vinculados al Partido de los Trabajadores del Kurdistán, un grupo militante que Ankara considera una organización terrorista. El lunes, el presidente Recep Tayyip Erdogan amenazó con bloquear las solicitudes (el acceso a la OTAN requiere la aprobación de todos los miembros actuales de la alianza).
Dejando de lado la diatriba de Erdogan, es de esperar que el habitual chico malo de la OTAN acabe por dar marcha atrás sin mucho alboroto. Los turcos tratarán de obtener algunas concesiones, y sacar a relucir a los kurdos siempre da buenos resultados a nivel interno, pero Turquía ya ha dicho a los finlandeses y a los suecos que no cerraría la puerta a su ingreso en la OTAN.
Qué cambio desde finales de 2020, cuando el notoriamente pugnaz Erdogan estaba enemistado con varios países a la vez: con la UE por las perforaciones petrolíferas en el Mediterráneo oriental; con el presidente francés, Emmanuel Macron, por sus opiniones sobre el islamismo radical; con Estados Unidos y la OTAN por la compra de misiles rusos; con Rusia en Siria, y con Arabia Saudí por el asesinato de Jamal Kashoggi. Todo ello sin sudar.
¿Cómo explicar las declaraciones grandilocuentes, por un lado, y los mensajes tranquilizadores, por el otro? Erdogan tiene ahora un problema mucho mayor en casa: una economía que se tambalea al borde del colapso. Turquía no puede permitirse el lujo de pelearse con nadie. La tasa de inflación del país ha alcanzado hace poco la friolera del 70%, impulsada en gran medida por la depreciación de la moneda local, que perdió un 44% de su valor frente al dólar estadounidense en 2021. Sin embargo, Erdogan sigue desafiando la sabiduría económica al mantener los tipos de interés bajos, lo que agrava el problema.
Siendo justos, la economía turca ya estaba en apuros cuando el presidente tenía una actitud más combativa hace casi dos años. Pero entonces, Erdogan pudo ganar puntos políticos en casa, dando una imagen de dureza cuando arremetió contra el exterior. Ahora, sin embargo, necesita la ayuda (financiera) de sus amigos extranjeros para sacar el país del desastre económico. La situación se ha deteriorado tanto que la mayoría de los turcos ha perdido la fe en la capacidad de Erdogan para arreglar la economía.
Muchos de esos amigos están en la vecindad de Turquía, lo que explica los recientes movimientos de Erdogan para arreglar las cosas con Egipto, Israel, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, en los que Ankara confía para invertir en la revitalización de la economía turca. A principios de este año, los emiratíes dieron a Ankara una ayuda muy necesaria en forma de un canje de divisas de 5.000 millones de dólares para apuntalar la lira. Pero las necesidades de Turquía no pueden satisfacerse solo con el dinero del Golfo, por lo que los turcos también están caminando por la cuerda floja entre sus aliados occidentales y Rusia por la guerra de Ucrania.
Desde que Rusia invadió a su vecino, Turquía ha actuado como mediador en jefe y ha sido anfitrión en dos ocasiones de las conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania. Ankara es una de los pocas capitales que gozan de lazos estrechos tanto con Rusia como con Ucrania. Turquía, con escasos recursos energéticos, compra el 45% de sus importaciones de gas natural a Rusia, pero también vende armas a los ucranianos, incluidos drones de alta precisión que están marcando la diferencia en el campo de batalla. Además, aunque Turquía se negó a sumarse a las sanciones occidentales contra Rusia, accedió a la petición de Ucrania de no permitir que los buques de guerra rusos navegaran por las aguas turcas que unen el Mediterráneo y el mar Negro.
Pero la pertenencia a la OTAN ha hecho más difícil el acto de equilibrismo de Turquía. Algunos miembros de la alianza están resentidos con Erdogan por haberse hecho demasiado amigo de Vladímir Putin desde que Rusia aceptó vender a Turquía misiles S-400 —que los turcos no darán a Ucrania, a pesar de la petición de Washington—, sospechan que Turquía ayudará a Rusia a eludir las sanciones y ven la mano de Putin en las amenazas de Erdogan a Finlandia y Suecia. Sin embargo, hay más probabilidades de que Turquía acabe inclinándose hacia Occidente porque está desesperada por las inversiones estadounidenses y europeas, más aún si la guerra en Ucrania se intensifica y las sanciones rusas se endurecen.
*Este artículo fue publicado originalmente en inglés en GZERO Media. Si te interesa la política internacional, pero quieres que alguien te la explique, suscríbete a la 'newsletter' Signal aquí.
Turquía ha puesto un obstáculo de última hora a las históricas candidaturas de Finlandia y Suecia para ingresar en la OTAN por la supuesta presencia de terroristas en los países nórdicos vinculados al Partido de los Trabajadores del Kurdistán, un grupo militante que Ankara considera una organización terrorista. El lunes, el presidente Recep Tayyip Erdogan amenazó con bloquear las solicitudes (el acceso a la OTAN requiere la aprobación de todos los miembros actuales de la alianza).
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