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¿Si 'desescala' Putin en Ucrania, retirará Occidente las sanciones? No es tan sencillo
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¿Sanciones para siempre?

¿Si 'desescala' Putin en Ucrania, retirará Occidente las sanciones? No es tan sencillo

Occidente va en serio y, a no ser que el Kremlin modifique su rumbo, los castigos económicos seguirán expandiéndose. No hay visos de que la actitud de Putin vaya a cambiar

Foto: Colas para sacar dinero en Moscú. (EFE/Maxim Shipenkov)
Colas para sacar dinero en Moscú. (EFE/Maxim Shipenkov)
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A la luz de los últimos movimientos de Rusia, que parece haber reorientado sus objetivos militares en Ucrania ante la imposibilidad de llevar a cabo sus planes iniciales, merece la pena preguntarse hasta qué punto un hipotético levantamiento de sanciones puede contribuir a una solución del conflicto actual. La delegación rusa, de hecho, ha introducido el tema una y otra vez en todas las sesiones de negociación con los ucranianos. Sin embargo, la cruda realidad es que, pase lo que pase, Rusia va a seguir sometida a restricciones económicas durante mucho tiempo.

Foto: Roman Abramovich. (Reuters/John Sibley)

El único escenario en el que el país se beneficiaría de un levantamiento total de sanciones sería uno en el que una nueva cúpula dirigente que no haya tenido responsabilidad en las acciones agresivas de los últimos años —para lo que habría que remontarse a antes de la anexión de Crimea y la promoción de un conflicto armado en Donbás— se haga con el poder. A este nuevo liderazgo, además, se le exigiría casi con seguridad que juzgase a los responsables de los crímenes de guerra y atrocidades en Ucrania o los entregase a un tribunal internacional. A día de hoy, esto parece política ficción.

¿Cabe esperar un cambio de comportamiento por parte de Rusia en la escena internacional? Con el liderazgo actual, no hay nada que induzca a creerlo. Y ante la degradación de las capacidades militares convencionales rusas, podemos esperar un incremento de medidas híbridas —desinformación, ciberataques, uso estratégico de la corrupción— contra los países percibidos como enemigos. Justamente los mismos que llevan imponiendo sanciones a Rusia desde 2014 y que carecen de incentivos para levantarlas.

Foto: Única reunión entre los ministros de Exteriores de Rusia y Ucrania hasta ahora, en Antalya, Turquía. (EFE/Cem Ozdel)

Es cierto que las restricciones han sido concebidas para que puedan ser ampliadas de forma gradual, en un intento de mantener su capacidad. El mensaje es: Occidente va en serio y, a no ser que el Kremlin modifique su rumbo, los castigos económicos seguirán expandiéndose. En ese sentido, es posible concebir la eliminación escalonada de algunas de las sanciones, las más extremas y de mayor impacto, a cambio de concesiones rusas, como una retirada militar de todo el territorio invadido desde el 24 de febrero. Pero es muy difícil ver cómo Putin podría aceptar abandonar la franja conquistada en estas semanas —que conecta Crimea y el Donbás a lo largo de la costa del Mar Negro— sin que eso sea visto como una capitulación no ya por la ciudadanía rusa, sino por los miembros del aparato de seguridad de los que depende su régimen. Por no hablar de las propias zonas arrebatadas a Kiev desde 2014. Y sin eso, cualquier paso atrás en las penalizaciones económicas puede ser percibido como una recompensa al agresor.

Por supuesto, Rusia exigirá unos términos lo más favorables posible para poner fin a la invasión, y quizá Ucrania, muy desgastada por el esfuerzo bélico, se sienta tentada de aceptar las demandas rusas en este terreno. Pero entonces el gobierno de Zelenski se encontraría en la extraña situación de tener que persuadir a sus aliados occidentales para que dejen de castigar a Rusia, una tarea poco envidiable y con escasas posibilidades de éxito.

Foto: Ejercicios militares 'Cold Response' en el Ártico noruego. (Reuters/Yves Herman)

Porque las sanciones son también un aviso a navegantes. Puede que la UE carezca de instintos bélicos y EEUU se encuentre exhausto tras sus dos largas guerras en Irak y Afganistán, pero ambos siguen siendo colosos económicos, y con este castigo ejemplarizante a Rusia están demostrando que cualquier actor que plantee un desafío internacional grave se enfrenta a la amenaza del abismo financiero. Probablemente, ni Washington ni Bruselas habrían querido llegar a este punto (las sanciones también tienen un coste para Europa y EEUU, en forma de inflación, altos precios de la energía y disrupciones en las cadenas alimentarias y productivas), pero una vez alcanzado, están dispuestos a jugar esta carta hasta el final.

El resultado inmediato es que se espera que la economía de Rusia se contraiga un 15% en 2022, lo que implica la desaparición de todo el crecimiento económico de los últimos 15 años. Moody’s, Fitch y S&P han degradado el ‘rating’ de Rusia a bonos basura, las empresas occidentales están saliendo en masa del país, y la fuga masiva de cerebros y la imposibilidad de encontrar suministros y repuestos agudizarán aún más ese declive en años venideros. Si hubo un tiempo en el que las sanciones estaban consideradas como un elemento de disuasión más bien pobre, esa época pertenece ya al pasado.

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