Es noticia
Una madrileña en la corte de Piketty: "El fenómeno Ayuso rompe el marco político"
  1. Mundo
entrevista con Clara Martínez-Toledano

Una madrileña en la corte de Piketty: "El fenómeno Ayuso rompe el marco político"

Trabaja codo con codo con el gurú francés y, juntos, sostienen en un reciente libro que la derecha populista creció cuando la izquierda se lanzó a por los votantes con mayor nivel de estudios

Foto: Clara Martínez. (Cedida)
Clara Martínez. (Cedida)

Clara Martínez-Toledano se presentó ante Thomas Piketty justo cuando el economista francés empezaba a convertirse en una estrella internacional con 'El capital en el siglo XXI'. Ella era una estudiante que venía de cursar un máster sobre desigualdad en la Universidad Carlos III y él empezaba un tour por todo el planeta para exponer sus teorías. "Yo quería trabajar con él y me fui para allá. No sé ni cómo me aceptó", dice.

Martínez-Toledano trabaja ahora en el Laboratorio de Desigualdad dirigido por el que hoy es uno de los grandes gurús ideológicos de la izquierda contemporánea, firma libros con él y coordina proyectos importantes en un equipo de veinte personas. Pocos trabajos académicos tienen tanto impacto actualmente como lo que se firman en su entorno inmediato. Nos responde por videoconferencia desde Nueva York.

Foto: ¿Una propina al cumplir los 18 o al graduarse? (Reuters)

PREGUNTA. El último número de 'The Economist' recogía un reciente estudio vuestro que ha llamado mucho la atención. Proviene de un libro de 600 páginas donde Piketty, Amory Gethin y tú analizáis más de 50 democracias. Viene a decir que los votantes con estudios universitarios se han estado moviendo hacia la izquierda de manera imparable en todo Occidente desde hace décadas. Y que los partidos tradicionales de izquierdas, en el viraje por captar esos votos, han descuidado a los partidos obreros. ¿Hace cuánto tiempo que se registra esta tendencia?

RESPUESTA. En los años 50, las clases populares, que son tradicionalmente las que tienen menos nivel educativo, votaban a la izquierda. Pero se ha producido un cambio progresivo, primero lento, y luego más acelerado a partir de los años 80. El cambio de tendencia empieza a ser evidente en esa década, aunque la evolución es muy progresiva.

P. Supongo que el proceso no ha sido igual en todo el mundo, ¿no?

R. La tendencia se registra en todas las democracias occidentales que hemos analizado, pero es diferente entre unos países y otros. Hay países como España y Portugal donde ha ido más lento. En mi opinión, lo interesante es que en las democracias que no son occidentales no se registra el mismo fenómeno. La conclusión a la que llegamos en el libro es que allí hay otras variables más importantes que determinan el voto de manera diferente.

"En países muy industrializados y con un fuerte componente de clase, el cambio ha sido muy pronunciado"

P. ¿Habéis encontrado algún elemento que permita entender por qué en unos países va más rápida la tendencia que en otros?

R. Creemos que la gran diferencia es que en Occidente ya había una clase obrera instaurada y por eso se ha producido esa brecha. En los países nórdicos, por ejemplo, la tendencia es más fuerte y creemos que es porque son países que ya tenían una clase obrera muy sólida en los años 50. En países donde hay un fuerte componente de clase en el voto, el porcentaje de gente que votaba a la izquierda en los años 50 era mucho mayor.

P. ¿Y en qué países va más lento?

R. Suele coincidir con las democracias más jóvenes, con España y Portugal. En esos países, nuestra hipótesis es que hay variables que tienen más importancia que la pertenencia de clase. Por ejemplo, Italia es un país donde la religión tiene un peso mayor y eso ha dividido mucho más el voto que en países como Francia o los países nórdicos. Era más evidente en los años 60 y 70, pero se sigue produciendo hoy. En países donde la religión juega un papel más importante no vemos un cambio de tendencia tan fuerte. Los votantes más religiosos tienen una desviación hacia partidos de derechas independientemente de su clase social, de manera que los ciudadanos con pocos estudios y rentas bajas que además son muy religiosos se ven en la tesitura de si tienen que votar a la izquierda por sus principios económicos o si tienen que votar a la derecha por sus principios religiosos. Pero la regla se cumple: en países muy industrializados y con un fuerte componente de clase, el cambio ha sido muy pronunciado.

P. Decís que los partidos de izquierdas están haciendo esfuerzos por seducir a los votantes con formación universitaria, pero por el camino descuidan su nicho tradicional. Y ese nicho lo acaba ocupando la nueva derecha populista.

R. En los años 50 y 60, dado que la mayoría de la población solo tenía estudios primarios o secundarios, era mucho más fácil tener un discurso homogéneo para un partido de izquierdas. El obstáculo se produce cuando se expande la educación y hay un mayor porcentaje de gente con estudios universitarios. Cuando eso ocurre, los partidos de izquierdas se ven en la tesitura de tener una plataforma que intente satisfacer tanto a los muy educados como a los nada educados. Obviamente, las prioridades, inquietudes y necesidades no son las mismas.

Foto: Foto: EFE.

P. Es decir, que pasan de cortejar el voto obrero a cortejar el llamado voto brahmín, algo que podría traducirse como voto progre.

R. Observamos que una gran parte del voto brahmín se va a los partidos verdes, que en general son partidos de izquierda. Sus votantes son gente con más educación que le da más importancia al cambio climático y cosas así, mientras que las clases populares están luchando por sobrevivir y su mayor inquietud no es el cambio climático, sino saber si van a llegar a fin de mes y qué políticas van a ayudarles a hacerlo.

P. Y no pueden mantener un discurso que seduzca a ambos, ¿no?

R. Al cambiar su discurso para atraer a las clases más educadas, dejan atrás a las clases obreras, que a su vez se van a partidos que tienen un discurso más prorredistribución (de la riqueza) para los individuos dentro de un propio país. Son partidos antiinmigración y más nacionalistas. Estoy hablando de partidos como el Frente Nacional, como Vox, o incluso como el Movimiento 5 Estrellas, que es difícil de categorizar, pero que tiene un componente populista y se lleva muchos votos de las rentas más bajas y poco educadas.

P. En España esta tendencia asoma, pero sigue siendo algo confusa todavía. Podemos al principio sedujo a muchas personas con alto nivel de estudios y en algunos casos sí que se les acabó acusando de comportarse como izquierda brahmín incluso en su gestión, como la del Ayuntamiento de Madrid. Y ahora tenemos a Más País e Íñigo Errejón, que son lo más brahmín que tenemos, aunque intentan a menudo seducir al más educado y al menos educado.

R. En España es muy interesante la división generacional entre nuevos y viejos partidos. Esto es lo que más distingue ahora a España. Y creemos que la razón por la que los nuevos partidos se ha llevado estos años a los votantes más jóvenes es porque los jóvenes son quienes tienen más educación universitaria. Es decir, en España el cambio en la tendencia se debe principalmente a los jóvenes. Incluso en partidos de centro o de derecha, como Ciudadanos o Vox.

"En casi todos los países del mundo las capitales tienen un mayor porcentaje de votos de izquierdas, pero en España no"

P. Vox ha recibido también mucho voto joven.

R. La verdad es que Vox es peculiar respecto al resto de partidos de extrema derecha europeos porque a diferencia de lo que vemos en Francia, Vox no se lleva solo una parte del voto popular, sino también el de mayor renta y mayor educación en sitios como Madrid. No tenemos evidencia causal, pero una de las explicaciones que damos es que España es una democracia reciente y el mensaje antiinmigración no cala tanto como por ejemplo en Francia. España no tiene tantos inmigrantes ni tantos problemas con la inmigración como Francia y los países nórdicos. Y luego está el 'procés', que es lo que elevó a Vox entre gente que estaba preocupada por el independentismo y quería frenarlo. Es una de las peculiaridades del caso español: la división generacional es una de las más fuertes que hemos visto en occidente.

P. No parece que esté tampoco escrito sobre piedra. Quiero decir que algunos partidos tradicionales están consiguiendo recuperar votos jóvenes cambiando y adaptando su discurso. El caso de Ayuso en Madrid es un ejemplo.

R. Es que Ayuso ha sido algo revolucionario, su fenómeno rompe el marco político. Creo que el caso de Ayuso es particular porque Madrid es un poco particular. En casi todos los países del mundo las capitales tienen un mayor porcentaje de votos de izquierdas, pero en España no. En Madrid lleva ganando la derecha desde que yo tengo uso de razón. Hay muchos motivos, pero no hay ninguno que pueda explicarlo del todo. Es muy difícil entender por qué Madrid vota a la derecha a pesar de aglutinar tanto voto con un nivel de estudios alto. Una posible razón es la idea centralista de España, en contraposición a una izquierda que pacta con partidos nacionalistas. Esa puede ser una explicación pero no resulta suficiente. También podría tener que ver con lo económico, con que Madrid concentra una gran parte del patrimonio del país y el Partido Popular siempre ha estado a favor de mantener los impuestos más bajos.

P. Pero eso podría ocurrir también en París o Nueva York o Londres, ciudades que concentran porcentajes altísimos de las rentas altas nacionales.

R. Sí, pero la correlación entre educación y renta es más alta en España que en otros países, como Alemania o Francia. De todos modos ya digo que es todo muy exploratorio, que no hay evidencia. De lo que no cabe duda es de que Madrid es una de las únicas capitales donde el voto de la derecha es mayoritario.

Foto: Marine Le Pen entrará en España por la izquierda, dicen. (Benoit Tessier/Reuters) Opinión

P. Hay una X en esta ecuación que creo que no está despejada y son los inmigrantes, que si sumas segundas y terceras generaciones representan ya porcentajes muy significativos de la población ya en muchos países y que están sustituyendo a la vieja clase trabajadora en los barrios tradicionalmente obreros, así como en los trabajos peor pagados y más duros. Supongo que su idiosincrasia cultural y su variedad complica aún más las cosas para los partidos que pretendan seducir a las rentas más bajas o con menos nivel educativo.

R. Esto que planteas es muy interesante porque es claramente una variable que afecta muchísimo al voto. Cuando miramos el voto inmigrante en países con más tradición migratoria como Francia, Holanda o Suiza, lo que vemos es que votan mucho más a la izquierda socialista, a la tradicional, no a la brahmín. Sobre todo, los musulmanes. Con sus datos socioeconómicos, y dejando de lado la variable cultural, deberían estar votando a los nuevos partidos de extrema derecha. Pero no lo hacen. ¿Por qué? Porque esos partidos son abiertamente hostiles con ellos por sus discursos xenófobos o antiinmigración. Así, de alguna manera, esos barrios se acaban convirtiendo en caladeros de partidos de izquierda tradicional en muchos países occidentales. Si la tendencia continúa, en los próximos años podemos esperar que las personas con más estudios se vayan a la izquierda brahmín y que se produzca una lucha en la izquierda socialista por atraer a los inmigrantes. Luego los partidos de la derecha tradicional seguirán capturando el voto de las élites económicas. Y la extrema derecha se quedará con el voto de la vieja clase obrera.

P. Algunos inmigrantes en España, de hecho, se sienten cómodos con el discurso de Vox, excepto en lo que tiene que ver con su origen. Es algo que he hablado con sus representantes alguna vez y no lo esconden. El mensaje de oposición frontal al feminismo, por ejemplo, tiene cierto tirón entre algunas de sus comunidades.

R. Sí, ocurre con muchas comunidades inmigrantes. Si no fuese por el discurso antiinmigración, podrían capturar esos votos, porque el mensaje va dirigido a personas de su estrato social y de unos valores determinados. Pero les frena la hostilidad. De todos modos hay que hacer salvedades con Vox, que es un caso un poco particular. No han tenido una posición tan fuerte con la inmigración como otros partidos de extrema derecha europea, quizá sí en las últimas elecciones cuando se agotó la gasolina de Cataluña… Pero en España no se percibe igual que en otros países este problema, quizá porque no hay una proporción tan alta de inmigrantes.

P. En un reciente sondeo realizado en la universidad de Harvard, solo el 3% de los profesores se consideraban "conservadores". Del resto, el 19,5% decían ser moderados y el restante 77,6% oscilaban entre progresistas y muy progresistas. En otras universidades de élite americanas la situación no debe de ser muy diferente. ¿Está totalmente desconectado vuestro mundo, el académico, de la mitad de la población?

R. Estoy de acuerdo en que no tiene mucho sentido que sea así, especialmente en Estados Unidos, donde los intelectuales tienen además una posición económica privilegiada. Parte del problema es que no hay mucho contacto entre los campus académicos, que están incluso físicamente aislados, y lo que pasa en áreas y barrios de menos renta. En otros países, como Francia, donde yo estudié, este ejercicio se hace mucho más. Diría que mi campo, la economía, es una excepción. Aquí no hay una mayoría de izquierdas, al menos yo no lo percibo así. Pero en general sí que es preocupante que estén tan separados estos dos mundos. Y es evidente que parte del éxito de la extrema derecha es aprovechar ese distanciamiento para colar sus mensajes.

Clara Martínez-Toledano se presentó ante Thomas Piketty justo cuando el economista francés empezaba a convertirse en una estrella internacional con 'El capital en el siglo XXI'. Ella era una estudiante que venía de cursar un máster sobre desigualdad en la Universidad Carlos III y él empezaba un tour por todo el planeta para exponer sus teorías. "Yo quería trabajar con él y me fui para allá. No sé ni cómo me aceptó", dice.

Martínez-Toledano trabaja ahora en el Laboratorio de Desigualdad dirigido por el que hoy es uno de los grandes gurús ideológicos de la izquierda contemporánea, firma libros con él y coordina proyectos importantes en un equipo de veinte personas. Pocos trabajos académicos tienen tanto impacto actualmente como lo que se firman en su entorno inmediato. Nos responde por videoconferencia desde Nueva York.

Thomas Piketty Isabel Díaz Ayuso
El redactor recomienda