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El 'paladín de la esencia europea' abre la gatera de la UE al dinero chino
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Alfombra roja en Budapest

El 'paladín de la esencia europea' abre la gatera de la UE al dinero chino

En dos años, se va a levantar a orillas del Danubio la primera sucursal internacional de la Universidad Fudan de Shanghái, una nueva muestra de la enorme influencia china en Hungría

Foto: El primer ministro húngaro, Viktor Orbán (izq.), y el presidente chino, Xi Jinping, se estrechan la mano durante una visita del primero a Pekín. (EFE)
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán (izq.), y el presidente chino, Xi Jinping, se estrechan la mano durante una visita del primero a Pekín. (EFE)

Cuando, hace poco, Viktor Orbán se empeñó en expulsar de suelo húngaro a la universidad CEU del millonario George Soros, dijo que quería limitar la influencia extranjera en la enseñanza e impedir la actividad de un organismo que, bajo la apariencia de un centro educativo, se dedicaba a hacer política. Orbán llegó a dictar toda una ley dedicada expresamente a detener un supuesto plan Soros para llenar Hungría de extranjeros. “Él y su ejército creen en una Europa multicultural, no les gusta la Europa cristiana, ni sus tradiciones, ni siquiera les gusta la Navidad”, dijo Orbán.

Ahora, el país que se autoproclama bastión de las tradiciones y la pureza europeas se apresura a extender una inmensa alfombra roja desde Pekín hasta Budapest. En poco más de dos años, se va a levantar a orillas del Danubio la primera sucursal internacional de la Universidad Fudan de Shanghái, donde se espera que entre 5.000 y 6.000 estudiantes reciban clases de 500 profesores chinos y afiancen las estrechísimas relaciones sino-húngaras. El proyecto, elogiado por el propio presidente Xi Jinping, ha levantado las suspicacias de los políticos locales por su magnitud, su significado y el secretismo con que se está llevando a cabo.

Foto: Viktor Orbán. (Reuters)

Para dar una idea de sus dimensiones, basta decir que el complejo educativo costará 1.500 millones de euros, una cifra mayor que el presupuesto del Ministerio de Educación húngaro en 2019. En cuanto a su significado y alcance, la Universidad Fudan, una de las instituciones de educación superior de élite de China, es también una de las puntas de lanza ideológicas del PCCh: más del 25% de sus estudiantes tienen carné del partido. En 2019, Fudan cambió su plan de estudios para amoldarlo a la doctrina gubernamental, incluyendo por ejemplo una cláusula según la cual “el comité del Partido Comunista de la universidad la dirige”. En China, algunos estudiantes que no estaban de acuerdo con este cambio organizaron protestas en las cafeterías universitarias, aunque tuvieron que camuflar sus reuniones como despedidas de soltero para esquivar la vigilancia de las autoridades.

Según los datos de la Oficina Central de Estadística de Hungría, en 2013, solo había 446 estudiantes chinos en Hungría, que aumentaron a 2.776 en 2019. Los chinos son la segunda comunidad estudiantil extranjera más numerosa en el país, solo por detrás de los alemanes.

Cuando en 2024 la universidad china abra sus puertas al sur de Budapest, no se tratará ni mucho menos de la primera vez que Pekín pone un pie en Hungría. El Instituto Confucio, más o menos equivalente a nuestro Instituto Cervantes, lleva tiempo establecido en el país magiar y tiene allí nada menos que cinco centros abiertos. La institución, que se define como una pasarela de intercambio cultural, ha sido expulsada de Bélgica, Suecia y Estados Unidos por dedicarse al espionaje y la propaganda.

Con el beneplácito de Orbán, el artífice del desembarco 'cultural' chino en Hungría es Istvan Ujhelyi, un eurodiputado que también fue viceportavoz del Parlamento húngaro. Ujhelyi, a quien gusta presumir de sus “contactos personales” chinos, vio su despacho registrado en varias ocasiones por los servicios de contraespionaje húngaros, pues se temía que entre las porcelanas, esculturas y objetos de escritorio regalo de sus contactos personales hubiera dispositivos de escucha. Los resultados de esas inspecciones son secretos, pero los registros se repitieron en más de una ocasión y a Ujhelyi se le ordenó que dejase de ver a algunos ciudadanos chinos que le visitaban regularmente en el Parlamento y de quienes se sospechaba que eran espías.

placeholder Istvan Ujhelyi, a la izquierda. (EFE)
Istvan Ujhelyi, a la izquierda. (EFE)

Como el águila del Imperio austro-húngaro, la política exterior húngara es bicéfala y mira tanto al oeste, donde Bruselas aporta quebraderos de cabeza compensados con millones de euros, como al este, con Rusia y China como socios cuyas ventajas y exigencias no están muy claras.

Todo empezó tras la (re)subida al poder de Orbán en 2010. La economía húngara sufría para adaptarse a las exigencias de la UE y parecía una buena idea buscar amigos ricos y poderosos en otras latitudes. China buscaba oportunidades de inversión en economías en desarrollo y la visita a Pekín de Viktor Orbán fue saludada como un apretón de manos entre Oriente y Occidente. Las cosas se aceleraron y en cuestión de meses empezaron a notarse las consecuencias.

Cuando el entonces primer ministro chino, Wen Jiabao, visitó Budapest en junio de 2011, el chófer que le condujo del aeropuerto sintonizó Klasszik Radio, una emisora que habitualmente emite música clásica europea. Pero el día que Jiabao llegó a Budapest recibieron la orden de programar música china y un audiodocumental sobre las maravillas del PCCh enviado directamente desde Pekín. No era una simple cortesía al visitante: la emisora dependía de capital chino y simplemente seguía las órdenes de sus dueños. En cuanto Jiabao se apeó del coche, la programación de la emisora volvió a la normalidad y la visita oficial transcurrió como la seda. Ese día, todos los tibetanos residentes en Budapest habían sido llamados a comisaría para evitar protestas en las calles.

Foto: Operarios trabajan en la construcción de la autopista de Bar-Boljare. (Reuters)

En 2012, Hungría lanzó el programa de 'visados de oro' con ventajas equivalentes a la nacionalidad húngara a cambio de inversiones millonarias. El 80% de los beneficiarios hasta ahora son chinos. Desde 2012, más de la mitad de las propiedades inmobiliarias vendidas a extranjeros en Hungría ha ido a parar a manos chinas. En 2019, se vendieron unas 3.000 propiedades inmobiliarias a extranjeros en Budapest. Más de la mitad eran chinos.

Poco después, en 2013, Hungría se convirtió en el primer país europeo en unirse a la iniciativa china Belt and Road. El megacontrato que dio lugar al consorcio sino-húngaro (1.900 millones de euros) tiene a su cabeza a Lorinc Meszaros, un amigo de la infancia de Orbán y el hombre más rico de Hungría. Hasta ahora, el país del Danubio no se ha beneficiado mucho de las inversiones chinas, pero Orbán y su entorno han sacado grandes beneficios.

¿Caballo de Troya chino?

Se ha especulado con una Hungría como 'caballo de Troya' ruso; otro tanto se podría decir de la obstinada defensa de la política china por parte de Budapest en asuntos como las condenas de la UE contra Huawei, bloqueadas por Hungría sin más razón aparente que una decisión personal de Orbán. ¿O no? La mayor fábrica de Huawei fuera de China está en Hungría. Esta polémica compañía se ha hecho con importantes contratos para proveer de tecnología al Gobierno y al sector público húngaro, incluidas agencias de seguridad. En principio, una decisión meramente técnica no tendría mucho de discutible, pero en 2018, la Unión Africana acusó a Pekín de espiar la red informática de su sede en Etiopía. El edificio fue diseñado y construido por chinos, así como otros 186 edificios gubernamentales de 40 países africanos. Nada menos que 24 residencias de presidentes o jefes de Gobierno, 26 edificios de parlamentos, 19 ministerios y hasta 32 bases militares o cuarteles de policía, 11 de ellos en la antigua colonia española de Guinea Ecuatorial. Tras el descubrimiento de Adís Abeba, se teme que todas estas construcciones alberguen sistemas de espionaje chinos.

Foto: Imagen: Enrique Villarino.

En la cumbre de la OTAN de 2019 en Budapest, una estudiante de la Universidad Fudan se las apañó para colarse entre los invitados. Según contó uno de los asistentes al medio húngaro 'direkt360', "con su teléfono móvil, fotografiaba constantemente a los invitados del edificio de la villa Gellért Hill, incluido un exministro de Defensa holandés, un teniente general alemán retirado de la OTAN y el enviado especial del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Un participante encontró extraño el comportamiento de la mujer china, cambió su asiento y se colocó detrás de ella. Vio cómo había adjuntado esas imágenes a informes de texto de lo que se había dicho durante el evento, luego envió todo en un mensaje usando una aplicación china".

Según algunos analistas políticos, los coqueteos de Orbán con China comenzaron con las perspectivas de ser un gran negocio para Budapest, tanto en el terreno económico como en el político: un contrapeso a las exigencias de Bruselas, una ventana por la que entrarían nuevos aires y se ampliarían las vistas. Pero, con el tiempo, China se ha revelado un socio demasiado poderoso para aceptar una relación equilibrada y ha terminado por imponer unos términos que solo la benefician a ella —y, tal vez, personalmente a Orbán y su séquito—. Y lo que ahora se cuela por esa ventana es un vendaval.

Cuando, hace poco, Viktor Orbán se empeñó en expulsar de suelo húngaro a la universidad CEU del millonario George Soros, dijo que quería limitar la influencia extranjera en la enseñanza e impedir la actividad de un organismo que, bajo la apariencia de un centro educativo, se dedicaba a hacer política. Orbán llegó a dictar toda una ley dedicada expresamente a detener un supuesto plan Soros para llenar Hungría de extranjeros. “Él y su ejército creen en una Europa multicultural, no les gusta la Europa cristiana, ni sus tradiciones, ni siquiera les gusta la Navidad”, dijo Orbán.

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