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La amenazada tribu de bastardos africanos: "No somos ni blancos ni negros"
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"Corremos el peligro de desaparecer"

La amenazada tribu de bastardos africanos: "No somos ni blancos ni negros"

En esta ciudad en medio de un semidesierto, intentan sobrevivir los bastardos, la tribu a que los blancos miraban con superioridad y los negros miraban con recelo

Foto: Baster Rehoboth. (J. B.)
Baster Rehoboth. (J. B.)

"No somos suficientemente blancas ni suficientemente negras", explica Megan van Wyck. “Si no eres suficientemente blanca ni suficientemente negra en esta tierra estás en el medio de la nada. Corremos el riesgo de desaparecer”, afirman Elfriede Hagen y Elista van Wyck. Están sentadas en un sofá, entre la piel de un guepardo y la de una leona, con sus trajes tradicionales del siglo XIX y sus vidas modernas del siglo XXI. Son de tantos tiempos, sangres y lugares que acabaron como tribu siendo de ninguno; al menos, de ninguno que el resto del mundo les reconozca como propio. Sufrieron durante siglos el racismo de todos, empezando por sus padres, y ahora luchan por mantener una tierra y esencia en que sobrevivir.

A un pueblo sin pasado se le complica el futuro, así que ellas y ellos tiran de origen, regresan atrás en el tiempo y recuerdan que su tribu, los baster, que significa bastardos, tiene un inicio del que se sienten muy orgullosos. “Nosotros no somos blancos, pero tampoco somos negros. De ahí viene el nombre baster, que significa bastardo, pero nosotros aceptamos ese nombre. Descendemos de los colonos europeos del sur de África que tuvieron relaciones con mujeres khoisan o esclavas. Muchas de ellas trabajaban como servicio en las casas”, explica Zeino Theran, un baster de 40 años que vive, como Megan, Elfriede y Elista, en su sagrado Rehoboth, una ciudad 80 kilómetros al sur de Windhoek, capital de Namibia. En esta ciudad en medio de un semidesierto, intentan sobrevivir los bastardos, la tribu a la que los blancos miraban con superioridad y los negros miraban con recelo.

Foto: Tammy Hoth Hanssen,  fundadora y creadora de Namibian Lion Trust. (Javier Brandoli)

Dos de las tres mujeres baster que nos han recibido en su casa van vestidas con sus atuendos tradicionales de los festejos, los mismos ropajes con los que en el siglo XIX sus antepasados salieron con sus carruajes y ganado del norte de la actual Sudáfrica y llegaron a esta parte central de Namibia para encontrar una tierra prometida donde instalarse. Huían de no ser de nadie, de no pertenecer a un lugar y un color, y, al igual que hicieran en Sudáfrica los afrikáners tras la masiva llegada de colonos ingleses, buscaron una nueva tierra donde poder vivir según sus costumbres. Su viaje, igual que el de sus padres blancos que no les reconocían, tenía algo de sacro porque interpretaron la Biblia, se sintieron el pueblo elegido y como los judíos en el Antiguo Testamento partieron en busca de la Tierra Prometida.

“A finales del siglo XIX, la situación en Sudáfrica se hizo insostenible porque nos prohibieron poder comprar tierras. Nuestro capitán [título del líder baster] decidió que debíamos movernos a Namibia con 10.000 ovejas, 1.500 vacas, burros, caballos… Cruzamos el Orange River y construimos presas y casas. En 1867, nos instalamos en Rehoboth. En el sur había habitantes de la tribu nama y en el norte había 'herero'. Había muchos conflictos entre ellos. Nosotros nos convertimos en una frontera entre ambos”, explica Zeino.

placeholder Zeino, hijos y sobrinos, sujetando la bandera de Namibia. (J. B.)
Zeino, hijos y sobrinos, sujetando la bandera de Namibia. (J. B.)

“Empezamos nuestro viaje a ninguna parte desde la provincia sudafricana del Cabo Norte. En 1872, llegamos a ciertos acuerdos entre nuestro capitán y la gente local y compramos 3,7 millones de hectáreas [una extensión casi equivalente a Suiza] por 100 caballos y cinco carruajes”, explica Rynault Van Wyck, que remarca en ese instante, como hacen los baster desde hace décadas, los derechos históricos de su tribu sobre esta tierra.

Hay diferentes versiones de esa supuesta compra que algunos tachan de mito. Algunas fuentes hablan de un acuerdo entre Samuel Maharero (mítico líder de los herero) y el capitán baster Hermanus van Wyck. Otras señalan que se produjo un acuerdo verbal en 1870, que pasó a ser escrito en 1875, pero del que no se materializó el pago por un ataque de los grupos indígenas locales en 1882 que habría anulado esta obligación. El acuerdo parece que hablaba del territorio que hay desde Rehoboth a la costa atlántica (unos 350 kilómetros en línea recta).

No suficientemente educados para gobernarnos

“Somos los únicos en Namibia que tienen documentos que prueban que han adquirido la tierra legalmente” dice en 1995 el baster John Heinz en el libro 'Lost White Tribes' del periodista italiano Riccardo Orizio. En ese libro, que un año antes nos puso sobre la pista de esta desconocida tribu e historia, se habla del viejo deseo de este grupo étnico de crear una República Independiente baster en Rehoboth. El proyecto parece hoy abandonado por imposible. “Es suficiente, John. No provoquemos a los ladrones del parlamento de Windhoek. Los Owambo (tribu mayoritaria en Namibia) quieren quitarnos todo, también nuestras almas”, le replica otro baster a Heinz según recoge el libro.

Los baster se 'compraron' una enorme y seca patria donde comenzar a vivir libres. El efecto llamada fue inmediato y llegaron cientos de nuevos baster desde Sudáfrica. Duró poco esa libertad porque inmediatamente se produjo la ocupación alemana de Namibia y los bastardos mestizos entendieron que su tierra, como su sangre, volvería a mezclarse: “Los alemanes toman el control de Namibia en 1901. Había conflicto entre alemanes y sudafricanos-británicos. Los alemanes querían que los baster lucharan con ellos. Nuestro capitán Cornelius van Wyck no estaba de acuerdo. El jefe alemán decidió que si no luchábamos con ellos iban a exterminar a todos los baster. Empezó la batalla y los baster vencieron a los alemanes con mínimo armamento contra rifles y ametralladores. Vencimos porque somos una comunidad valiente y rezamos a Dios y le pedimos que nos salvara de nuestros enemigos. Desde ese día, le prometimos a Dios que siempre le estaremos agradecidos”, recuerda Zeino, con la mística con que todos los pueblos recuerdan sus hazañas y cicatrices.

Foto:  Himbas en el supermercado de Opuwo con mascarillas. (J. Brandoli)
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Luego llegaron la I Guerra Mundial, el control sudafricano del país, el 'apartheid' y la actual independencia. En todo ese tiempo, los baster estuvieron en medio de un fuego cruzado y fueron perdiendo todo ese sueño de una patria marrón en un mundo de negros y blancos.

“Sudáfrica, tras invadir Namibia, decidió que nosotros no estábamos lo suficientemente educados para gobernarnos. Nos pusieron bajo su administración y nuestros consejeros perdieron la capacidad de decidir. En 1989, Namibia se convierte en libre e independiente. Namibia es una democracia [hace un gesto de duda], pero nosotros somos solo un 2,7% de la población. Hoy tenemos un pasaporte namibio. Una Namibia, una nación. Pero por nuestros números [hay alrededor de 40.000 baster], lo que tememos es que en 20, 30 o 50 años los baster habrán perdido todo”, explica Rynault, uno de los dos candidatos que a finales de abril pasado optaban en las elecciones a ser el nuevo capitán de la tribu.

Finalmente perdió, pero el mensaje baster de mantener una tierra que se va perdiendo es común en todo su pueblo: “Rehoboth tiene ya solo 1,3 millones de hectáreas. El Gobierno ha dividido nuestra patria en dos regiones. Meten aquí gente de otras etnias que habla otros idiomas. Se venden pequeños trozos de terreno a precios exuberantes. Han permitido a los chinos crear minas. Perdemos nuestra tierra”, incide Rynault.

"No me siento namibio, me siento baster"

¿Por qué intentaron ser una república independiente dentro de Namibia? “Lo que pedimos es que respeten nuestras normas y tradiciones. Las dos cosas más importantes para nosotros son la religión y nuestra tierra. No queremos tener nuestra propia frontera. Queremos ser una comunidad dentro de Namibia, pero queremos ser una comunidad respetada y con los mismos derechos que otras tribus”, responde Zeino.

Ellos denuncian que no lo son. Que su líder no se sienta como los líderes de otras tribus, herero, damara, nama… a discutir sobre sus derechos históricos con el Gobierno central. Se sienten una tribu señalada, apartada. “No pretendemos separarnos. No nos podemos separar de Namibia. Primero somos baster y después intentamos construir una nación con los otros 11 grupos tribales de este país. Pero nos sentimos fuera, en una esquina, política, económicamente… En todo”, dice Rynault. ¿Se siente namibio? “No, no realmente”. ¿Qué se siente? “Baster, primero baster”, afirma.

Foto: A toilet is pictured in a field outside a school near jaikisan camp village Opinión
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“Yo nunca diría que soy una chica marrón de Namibia, yo digo que soy una mujer baster. Por supuesto, una parte de mí es namibia, pero creo que es importante para cada grupo étnico mantener su identidad y estar orgulloso de ella”, responde Megan. ¿Cómo se presentaría en el extranjero? “Diría que vengo del sur de África, de Namibia, un país que está junto a Sudáfrica, porque todo el mundo conoce Sudáfrica, y luego explicaría que vengo de una ciudad a 80 kilómetros al sur de Windhoek, la capital de Namibia, que se llama Rehoboth y soy una Rehoboth baster”, responde.

El detalle de mencionarse Rehoboth baster es elocuente: los bastardos que vienen de este lugar, descendientes de los pioneros, son una especie de 'realeza' entre este pueblo. “Aquí hay nama, herero, owambo, pero no son Rehoboth. Solo los que son mestizos y han nacido aquí se pueden considerar Rehoboth baster”, aclara Zeino.

Más blancos que negros

Los baster heredaron de sus padres blancos 'afrikáners' todo menos su respeto. Una lengua (hablan afrikaans), una profunda fe (cristiana), una comida y hasta un modo de vida europeo común no fueron suficiente para que sus bastardos vástagos, demasiado oscuros de piel, se convirtieran en hijos que aceptar en sus mismos carros cuando los boers huyeron de los británicos de la Colonia del Cabo años antes. Los baster partieron después al norte, a un desierto. La mayoría se quedaron en Rehoboth y otra parte llegó hasta el sur de la hoy Angola.

Aquella era una África que las potencias europeas estaban a punto de partir en diversos Estados. Un invento occidental que ahora envuelve a muchas tribus dentro de fronteras artificiales. El color de piel ha dado y da derechos desde entonces. Los 'coloured', o mestizos, son los más perjudicados tras el final del aplastante dominio colonial blanco. A la entrada de Rehoboth, junto a una gasolinera, hay una serie de paneles que narran la historia de esta tribu. En las fotos de finales del siglo XIX e inicios del XX, las pieles de los pioneros son más oscuras que la mayoría de baster que nosotros encontramos.

placeholder Elfriede y Elista. (J. B.)
Elfriede y Elista. (J. B.)

¿Los baster se sienten más blancos, más negros o son esencialmente la mezcla de los dos? “Más blancos. Nosotros tenemos una forma de agricultura y ganadería, una forma de comerciar, la forma en la que cocinamos nuestra comida, los deportes que practicamos, rugby, fútbol, tenis, nadar, montar a caballo… como los blancos. Tenemos una cultura más de blancos”, señala Rynault. Los baster presumen como pueblo de haber sido grandes constructores, los mejores de Namibia, pero muchos son hoy abogados, médicos, profesores…

¿Se sienten más blancas, negras o mestizas? "Mix", responden al unísono Megan, Elista y Elfriede. "Yo tengo 30 años, tengo una vida más occidental, pero con mi madre y abuelas quizá no fue así", incide Megan.

El color de piel marcó la vida de este pueblo desde su origen. Siempre estuvieron en el medio y ahí siguen, señalados por el grave pecado de ser indefinibles. Algunos los acusan hoy a ellos de racistas y ellos, con cierta prudencia, se sienten víctimas del mismo racismo con que los parieron.

Foto: Mujer armenia arrodillada junto a un niño muerto en el campo de Alepo, Siria

—¿Sienten que su cultura en 20 años estará en riesgo?

—Si el Gobierno de Namibia no nos acepta como grupo étnico, tengo miedo por mi pueblo. Solo queremos reconocimiento y sentarnos en los consejos como otros grupos. A otros líderes tradicionales les preguntan, se les tiene en cuenta, y con nuestro líder eso no pasa, responde Zeino.

—¿Cree que esto pasa por el color de su piel?

—Yo no quiero decir eso, no puedo decir eso.

—Le pregunto qué piensa usted.

Y el tranquilo Zeino suspira, agacha la cabeza y responde: "Lo creo, es la realidad".

"No somos suficientemente blancas ni suficientemente negras", explica Megan van Wyck. “Si no eres suficientemente blanca ni suficientemente negra en esta tierra estás en el medio de la nada. Corremos el riesgo de desaparecer”, afirman Elfriede Hagen y Elista van Wyck. Están sentadas en un sofá, entre la piel de un guepardo y la de una leona, con sus trajes tradicionales del siglo XIX y sus vidas modernas del siglo XXI. Son de tantos tiempos, sangres y lugares que acabaron como tribu siendo de ninguno; al menos, de ninguno que el resto del mundo les reconozca como propio. Sufrieron durante siglos el racismo de todos, empezando por sus padres, y ahora luchan por mantener una tierra y esencia en que sobrevivir.

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