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Tragedia en la Línea Dorada: la "falla estructural" en el núcleo duro de AMLO
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Van 25 muertos y 76 heridos

Tragedia en la Línea Dorada: la "falla estructural" en el núcleo duro de AMLO

El colapso de la línea 12 del Metro de la Ciudad de México trae tras de sí una historia de corrupción y negligencia que llega hasta las altas esferas de Morena, el partido gobernante

Foto: Vista aérea que muestra el colapso de los vagones del metro en la línea 12. (EFE)
Vista aérea que muestra el colapso de los vagones del metro en la línea 12. (EFE)

Son las 22:30, hora local, del lunes 3 de mayo en la Ciudad de México. Un tren recorre un paso elevado de la línea 12 del Metro, conocida como Línea Dorada, en dirección a Tláhuac, el tercer municipio con mayor índice de pobreza de esta capital colosal en la que viven casi nueve millones de habitantes —o 21,5 millones, si se tiene en cuenta el conglomerado urbano que es la Zona Metropolitana del Valle de México—. Cuando solo faltan 200 metros para llegar a la estación Olivos, se escucha un ruido ensordecedor, seguido de los gritos de los pasajeros y del horrible chirriar del acero que se dobla bajo sus pies. El puente se derrumba y dos vagones caen sobre la carretera que pasa por debajo. Muchos mueren inmediatamente, otros lo harán horas después en el hospital. Le sigue una noche de horror y lucha por rescatar a los supervivientes atrapados en el amasijo de hierros y hormigón. El saldo, dos días después, es el de al menos 25 fallecidos y 79 heridos.

El accidente ha conmocionado a la sociedad mexicana por lo trágico, pero sobre todo por lo evitable. Muchos vecinos habían alertado sobre la integridad estructural del paso elevado, especialmente después de que un terremoto de magnitud 7,1 devastara la capital mexicana en septiembre de 2017. Las redes sociales se han llenado de fotografías y vídeos de las grietas y deformaciones que presentaba la zona antes del colapso tomadas a lo largo de los años por ciudadanos, cuyos avisos cayeron en oídos sordos. No solo fueron ellos: trabajadores encargados del mantenimiento del sistema de transporte habían emitido más de una docena de quejas a las autoridades sobre el deterioro de la estructura. Nadie hizo nada al respecto.

“Los trabajadores del Metro, quienes diariamente viven y sienten lo que ocurre en sus instalaciones, nos percatamos de lo que está pasando y desafortunadamente esta Administración no nos ha escuchado”, denunció Jesús Urbán, jefe de estación de la línea 12 de Metro, en declaraciones a la prensa local.

Foto: Accidente de metro en Ciudad de México. (Reuters)

La tragedia ha sido, para muchos, un reflejo de cómo los problemas de los ciudadanos menos privilegiados de México son ignorados por sus gobernantes, sin importar su gravedad ni cuantas veces sean señalados. El respaldo de las clases populares del país ha sido la piedra angular del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien arrasó en los comicios de 2018 prometiendo un cambio radical en las desprestigiadas instituciones mexicanas (la llamada “cuarta transformación” o 4T) y quien todavía goza de un respaldo superior al 60%.

Las autoridades han señalado como causa del accidente a una "falla estructural" en el diseño y mantenimiento de la línea 12. Pero al mismo tiempo la tragedia ha evidenciado otra "falla estructural", una que resulta especialmente peligrosa para el mandatario y su partido, Morena. La búsqueda de responsables políticos del accidente apunta hacia la propia cúpula del partido de AMLO, lo que podría precipitar un cisma interno entre los dos favoritos para suceder al presidente en 2024 y poner en peligro la continuidad de su proyecto.

Ebrard y la línea de la discordia

Marcelo Ebrard, actual secretario de Relaciones Exteriores de México, es un veterano de la política del país que ejerció como jefe de Gobierno (un cargo equivalente a la presidencia regional) de la Ciudad de México entre 2006 y 2012. Inmediatamente después de jurar su cargo, 15 años atrás, anunció la construcción de la línea 12, denominada en aquel entonces como la Línea del Bicentenario —en referencia a los 200 años de independencia—, para conectar a las zonas más apartadas y empobrecidas del sureste de la capital con el resto de la red de Metro. La construcción se inició en 2008 con un costo de inversión original de 17.500 millones de pesos (720 millones de euros actuales, mucho más entonces, cuando la divisa mexicana tenía más fuerza), pero acabó costando casi un 50% más. Cuatro años después, las obras habían concluido pese a que sus adversarios lo acusaron de terminarla precipitadamente para anotarse el logro antes de terminar su mandato.

placeholder Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores mexicano. (EFE)
Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores mexicano. (EFE)

O eso se esperaba. Los sobrecostes son solo uno de los cientos de polémicas que han rodeado a la Línea Dorada desde su accidentado nacimiento. Para resumir sus innumerables problemas, una frase de Jorge Gaviño, director general del Sistema de Transporte Colectivo-Metro, en 2017: “Esta línea nació con problemas endémicos que no se van a solucionar nunca en su vida y lo único que tenemos que hacer es estarlo manteniendo de una manera permanente”.

Tras su salida del Gobierno de la Ciudad de México, la polémica en torno a la línea 12 fue tal que Ebrard tuvo que someterse a una suerte de 'exilio político' en Francia. En 2014 se creó una comisión para investigar por corrupción a todos los funcionarios involucrados en la construcción de la Línea Dorada, incluyendo al propio ex jefe de Gobierno. ¿Su conclusión? Que se habían producido delitos de peculado, pagos indebidos, uso indebido de ejercicio público, uso indebido de atribuciones y facultades y ejercicio abusivo de funciones. Un estudio paralelo de la nueva Administración capitalina de Gabriel Mancera también reveló 11.000 fallas en el recorrido, lo que llevó a la suspensión del tráfico en 11 estaciones durante más de 20 meses. Ebrard se marchó a París en 2015 y desapareció por completo de la vida pública. Cuando por fin volvió a la política mexicana, en 2018, lo hizo bajo el paraguas de AMLO.

Foto: Protesta frente al Palacio Nacional durante el 8-M en la Ciudad de México. (Reuters)
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Su puesto al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores para la actual Administración ha restaurado el prestigio del político antaño caído en desgracia. Una encuesta reciente sobre quién sería la persona para “defender el legado del Presidente” lo situaba en primer lugar con un 39,3% de las respuestas. A muy poca distancia, en segundo lugar y con 36,7% de las preferencias, se encuentra otro de los pilares de Morena, de la cuarta transformación y del accidente de esta semana: Claudia Sheinbaum.

Sheinbaum y el mirar para otro lado

La actual jefa de Gobierno —un cargo trampolín hacia la política nacional que el propio AMLO ejerció entre 2000 y 2005— también se ha visto involucrada en la tormenta política desatada por el colapso de la línea 12. Desde el inicio de su mandato y a raíz de una “austeridad republicana” impulsada por el Gobierno de López Obrador, la política se convirtió en la primera líder capitalina en 15 años en recortar los recursos destinados al Metro de la Ciudad de México. Una decisión cuyas consecuencias han regresado esta semana para atormentarla.

placeholder Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, junto al presidente Andrés Manuel López Obrador. (EFE)
Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, junto al presidente Andrés Manuel López Obrador. (EFE)

Más allá del apartado presupuestario, la principal vulnerabilidad de Sheinbaum es su cercanía (y, hasta ahora, defensa acérrima) de Florencia Serranía, directora general del Sistema de Transporte Colectivo Metro. La funcionaria lleva meses siendo acusada de una gestión deficiente de la red de tránsito y acumula varios escándalos en su historial. Entre ellos, destaca el incendio en enero de un centro de control que provee de energía y comunicación a varias líneas de Metro. El accidente —en el que murió una persona— provocó la suspensión casi por completo del sistema de transporte durante varios días y afectó a varios puntos de la red durante semanas. Las investigaciones revelaron que varios trabajadores habían solicitado dar mantenimiento a los transformadores del centro, que contaba con tecnología con más de 50 años de antigüedad. Una vez más, las advertencias cayeron en saco roto.

Tras el accidente de esta semana, las voces que exigen la dimisión de Serranía se han multiplicado. Pero Sheinbaum, por ahora, no ha puesto su salida sobre la mesa. Lo que sí ha prometido es una investigación a fondo de lo ocurrido en la línea 12 con el apoyo de una empresa extranjera (la compañía noruega de gestión de riesgos DNV) que realizará las indagatorias de forma autónoma e independiente. “Vamos a llegar a la verdad, no vamos a ocultar absolutamente nada. Eso es lo que estamos demandando a la Fiscalía, que haya responsables, que sean castigados”, indicó la jefa de Gobierno. “Las fallas estructurales son de origen, aunque no podemos adelantar nada hasta que concluyan los peritajes”, agregó.

¿Un punto de inflexión para Morena?

Sobre el papel, el accidente de la línea 12 es una catástrofe que debería dañar considerablemente a Morena. No solo están involucrados en mayor o menor medida los dos delfines de AMLO, sino también el propio presidente del partido, Mario Delgado. Él era el secretario de Finanzas de Ebrard durante su etapa al frente de la capital y fue él quien aprobó el controvertido financiamiento de la Línea Dorada que acabó provocando el exilio de su jefe a París. La propia Serranía lleva décadas formando parte del círculo de López Obrador, quien la nombró por primera vez al frente del sistema de Metro en 2002 cuando era jefe de la capital.

Foto: Soldados mexicano en un 'checkpoint' en la ciudad natal del Chapo Guzmán, en el estado de Sinaloa (Reuters).
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Pero en México, contar con todos los ingredientes necesarios para una bomba política no garantiza que esta explote. La escandalosa liberación de Ovidio Guzmán —el hijo del celebérrimo narcotraficante Joaquín 'el Chapo' Guzmán y alto cargo de la organización que este lideraba, el cártel de Sinaloa— es un ejemplo de ello. En una decisión el 17 de octubre de 2019 que se daría a conocer como el 'culiacanazo', el presidente López Obrador ordenó liberar al narco, detenido ese día por fuerzas federales, para evitar una confrontación con el cártel, el cual había hecho un masivo despliegue militar en la ciudad de Sinaloa. Una humillación para el Ejército y para el país que, año y medio después, no ha tenido impacto alguno en el respaldo popular hacia AMLO y Morena.

Por otra parte, los partidos de la oposición mexicana continúan seriamente desgastados y han sido incapaces de formular una alternativa real al presidente, más allá de retener los feudos donde AMLO nunca fue popular. Como muestra, el apresurado intento de Andrés Atayde, presidente del Partido Acción Nacional (PAN) en la Ciudad de México, para capitalizar el accidente al acudir a la escena del derrumbe a hacerse la foto para denunciar al Gobierno capitalino. El acto fue interrumpido por la abuela de una de las víctimas. "¡Díganme si está vivo o está muerto, llevo toda la pinche noche andando! ¡Díganme dónde está! ¿Dónde está mi nieto?", les gritó la anciana. El vídeo del incidente se ha viralizado y, a falta un mes para las importantes elecciones federales intermedias del próximo 6 de junio, ha dañado la imagen del partido a nivel nacional.

Muchos pronostican consecuencias más severas para el Gobierno por el accidente de la Línea 12, pero los precedentes no respaldan esa expectativa. Lo que sí es probable es que la tragedia acelere el movimiento de las placas tectónicas del propio partido gobernante, donde Sheinbaum y Ebrard libran una discreta lucha intestina por liderar el partido en un futuro pos-AMLO. Es por ello que las declaraciones de la jefa de Gobierno, más que una simple constatación de lo evidente, son interpretadas como toda una declaración de intenciones: “Las fallas estructurales son de origen”. El origen es ese 2006 en el que un flamante Ebrard anunciaba una Línea del Bicentenario destinada a no llamarse así, con un presupuesto destinado a no cumplirse y con una ejecución plagada de irregularidades destinada a cobrarse la vida de 25 personas.

Son las 22:30, hora local, del lunes 3 de mayo en la Ciudad de México. Un tren recorre un paso elevado de la línea 12 del Metro, conocida como Línea Dorada, en dirección a Tláhuac, el tercer municipio con mayor índice de pobreza de esta capital colosal en la que viven casi nueve millones de habitantes —o 21,5 millones, si se tiene en cuenta el conglomerado urbano que es la Zona Metropolitana del Valle de México—. Cuando solo faltan 200 metros para llegar a la estación Olivos, se escucha un ruido ensordecedor, seguido de los gritos de los pasajeros y del horrible chirriar del acero que se dobla bajo sus pies. El puente se derrumba y dos vagones caen sobre la carretera que pasa por debajo. Muchos mueren inmediatamente, otros lo harán horas después en el hospital. Le sigue una noche de horror y lucha por rescatar a los supervivientes atrapados en el amasijo de hierros y hormigón. El saldo, dos días después, es el de al menos 25 fallecidos y 79 heridos.

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