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La 'vacuna de Troya': así amenaza la Sputnik la soberanía sanitaria europea
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La 'vacuna de Troya': así amenaza la Sputnik la soberanía sanitaria europea

Las decisiones sobre la protección y expansión de las cadenas de suministro farmacéuticas de la UE forman parte integral de sus esfuerzos por fortalecer su autonomía estratégica sanitaria

Foto: Un médico sostiene una dosis de la vacuna rusa Sputnik V. (Reuters)
Un médico sostiene una dosis de la vacuna rusa Sputnik V. (Reuters)

Ante la relativa escasez de vacunas debido a problemas de producción, cada vez más países de la UE están recurriendo a la vacuna rusa Sputnik V: el Gobierno de Hungría fue el primero en comprarla y ahora se ha unido Eslovaquia. Paralelamente, otros, como Alemania o Italia, planean producirla en su propio territorio.

En un mundo ideal, nada de esto supondría un problema. Como dice el mantra, el virus es una amenaza global que exige soluciones globales. Pero la realidad es que las vacunas se han vuelto políticas. Las autoridades rusas politizaron deliberadamente la Sputnik V desde el principio —su mismo nombre está diseñado para recordar al mundo las glorias de la carrera espacial soviética—. Y la prisa por importar e incluso producirla en la UE podría socavar hasta qué punto los europeos la considerarán como una opción viable. Si bien la Unión Europea desempeña ahora un papel central en la política sanitaria, lo que haga a continuación podría resultar fundamental tanto para vacunar a sus ciudadanos como para garantizar la confianza en el proceso.

La batalla de Europa por la soberanía sanitaria

La política sanitaria no forma parte de las competencias de la UE, lo cual es una de las razones por las que tardó en actuar al comienzo de la pandemia. Pero, ante una crisis sin precedentes, los Veintisiete asumieron un papel más importante que nunca en la defensa de una agenda sanitaria conjunta. Muy pronto las notables diferencias entre los sistemas nacionales de salud de los estados miembros salieron a relucir, junto con puntos de vista a menudo antagónicos sobre la necesidad de europeizar la política de salud. Al final, la Comisión Europea tomó la iniciativa para tratar de coordinar acciones —si no políticas— en lo que respecta a la movilidad de los pacientes, la solidaridad 'ad hoc' en las regiones transfronterizas o el intercambio de escasos equipos médicos, entre otros.

Foto: Una enfermera extrae viales de la Sputnik V durante la vacunación en Macedonia del Norte. (Reuters)

La salud es ahora un elemento central de la seguridad de la UE, junto con los sectores de defensa o de infraestructura. Pero es un área en la que Bruselas carecía de autonomía estratégica, y para conseguirla la UE actuó en varios niveles: creando acciones estratégicas comunes, diversificando y reubicando cadenas de suministro, reforzando la inversión en empresas innovadoras, invirtiendo en investigación y desarrollo, y coordinando esfuerzos en foros multilaterales. En resumen, necesitaba limitar su dependencia de terceros países, especialmente de aquellos a los que, cada vez más, considera como rivales geopolíticos. Con ese objetivo en mente, la Comisión Europea también asumió el liderazgo en la adquisición conjunta de vacunas. Un año después de la pandemia, el despliegue es mucho más lento de lo esperado y las críticas de los estados miembros de la UE llueven sobre Bruselas por no cumplir con las expectativas del primer trimestre. Paralelamente, estos han comenzado a desarrollar sus propias estrategias, socavando el enfoque común de la UE.

Entra Sputnik

En agosto pasado, Rusia fue el primer país del mundo en registrar una vacuna contra el covid-19 para uso doméstico. La propaganda estatal rusa se aceleró, a pesar de que el programa de vacunación real apenas comenzó en diciembre. Al anunciar la vacuna incluso antes de que finalizaran los ensayos —mientras que los datos todavía eran cuestionables— y realizar una agresiva campaña de relaciones públicas llena de mensajes contradictorios, la confianza en la vacuna de Rusia quedó seriamente dañada. Los últimos sondeos de Levada Center, una organización de encuestas de opinión en Rusia, muestran que solo alrededor del 2% de los rusos rechaza las vacunas en general pero el 62% no desea inyectarse la Sputnik V. Esta cifra ha aumentado constantemente a pesar de que datos recientes demuestran que la vacuna es muy eficaz y a pesar de que ha sido respaldada por gran parte de la comunidad científica internacional.

Además, a pesar de que cuenta con el control absoluto sobre la producción y exportación de una vacuna, hasta ahora Rusia solo ha administrado 9,15 inyecciones por cada 100 ciudadanos, en comparación con 118,04 en Israel, 55,83 en Reino Unido y el promedio de la UE de 19,93. Por otro lado, de un modo extrañamente opaco, sin sesión de fotos ni información detallada al respecto, se reveló que Vladimir Putin se había vacunado el pasado 23 de marzo de 2021 y ni siquiera está claro si fue con la Sputnik. Mientras tanto, Rusia ha tratado por activa y por pasiva vender su vacuna a tantos países como sea posible, mientras niega que busque ganar influencia política y acusa a otros de politizar el tema. Mientras la UE espera que la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) examine la vacuna, la presidenta de la Comisión ha afirmado que Rusia debería explicar por qué no inmuniza a sus propios ciudadanos.

Foto: Vacunación con Sputnik V en Pakistán. (EFE)

¿Vacuna eficaz o amenaza?

A pesar de las controversias y ante los retrasos de los productores occidentales, Hungría y Eslovaquia han comprado la vacuna rusa, un escándalo que provocó un cambio de Gobierno en este último país. En los últimos días, Austria y Alemania también han dado a conocer su voluntad de comprar la vacuna rusa. Estas decisiones son polémicas porque la Sputnik todavía no ha obtenido la aprobación de la EMA. En términos más generales, los acuerdos paralelos ajenos al esquema de la UE perjudican la solidaridad europea. También hay preocupaciones sobre cómo el Kremlin podría usar su influencia a través de las vacunas para socavar aún más esta solidaridad, ya que la UE continúa luchando para acordar una política común sobre Rusia.

Ucrania ha señalado que ve la Sputnik como una herramienta política e incluso como una amenaza para la seguridad nacional. Mientras Moscú estaba ansiosa por vender su vacuna a Kiev, el Parlamento ucraniano vetó su aprobación en el país. Es la única nación del mundo que lo ha hecho. Si bien esta postura puede responder a una evidente razón emotiva, tampoco es sorprendente que Ucrania no quiera depender de las vacunas procedentes de un país con el que, esencialmente, está en guerra. Para la UE es diferente: no está en guerra con Rusia y la Sputnik sería solo una de las muchas vacunas disponibles. No obstante, la decisión ucraniana siembra las dudas sobre si Rusia podría abusar de su posición como proveedor de vacunas.

La confianza es fundamental

Si bien las campañas de vacunación son una carrera contrarreloj, la confianza del público en las vacunas es fundamental. Y esta confianza es frágil, como puede verse con AstraZeneca. Incluso antes de que surgieran sospechas de que existía una relación con los trombos de sangre, las declaraciones de figuras públicas y autoridades de Francia y Alemania habían provocado que los ciudadanos de la UE desconfiaran de recibir estas dosis. Esto, a pesar de que esta vacuna ha sido desarrollada por la Universidad de Oxford, ha obtenido la autorización de la EMA y continúa recibiendo el respaldo de las autoridades sanitarias, que aseguran que es segura y efectiva. Pero, dado que las vacunas no son obligatorias, algunas personas optan por esperar a que otras opciones estén disponibles. La saga AstraZeneca no augura nada bueno para la aceptación del Sputnik por parte de la población europea. Dado el tiempo que se tardó en obtener información científica confiable al respecto, ¿cómo podría ser la cooperación y el intercambio de información con los proveedores de vacunas y las autoridades rusas en el futuro si surgen dudas sobre los efectos secundarios o sobre su eficacia frente a nuevas variantes?

Foto: Viales de la vacuna Sputnik en Macedonia del Norte. (EFE)

Para empezar a forjar esta confianza, la Sputnik debería recibir la autorización de la EMA para su uso en la UE antes de que cualquier Estado miembro la comprara. Lamentablemente, las decisiones de Hungría y Eslovaquia han socavado esto, pero las autoridades públicas todavía pueden desempeñar un papel informando sobre los datos científicos que sustentan su autorización, en caso de que se le otorgue. Comprar vacunas rusas por el simple hecho de comprar vacunas no necesariamente ayudará a las campañas de vacunación en la UE.

Una mayor autonomía

Para el futuro, la UE debería invertir en más instalaciones y cadenas de suministros para producir su propia vacuna. Es probable que el covid-19 haya llegado para quedarse y los científicos advierten que esta no será la última pandemia. Las vacunas son la mayor esperanza y la principal solución ante tales crisis y las fábricas de vacunas son una infraestructura indispensable. La reubicación de parte de la industria farmacéutica a la UE es una de las herramientas a disposición de esta comisión enfocada en la geopolítica. Tendrá que decidir a qué países o regiones se acercará en busca de productos cuyas cadenas de suministro podrían operar en la periferia europea, como los Balcanes o el norte de África. También es necesaria la diversificación. Las vacunas dependen de componentes críticos de diversos proveedores y cuantas más opciones tenga Bruselas, mejor. La UE podría decidir trabajar solo con ciertos socios, así como condicionar la producción de vacunas en algunos países a ciertas garantías. Las decisiones sobre la protección y expansión de las cadenas de suministro farmacéuticas de la UE forman parte integral de sus esfuerzos por fortalecer su autonomía estratégica sanitaria.

Es probable que el covid-19 haya llegado para quedarse y los científicos advierten que esta no será la última pandemia

Hace un año, la UE no tenía competencias en salud. Ha avanzado mucho desde entonces, aunque sigue siendo informal: para que la salud se convierta en parte de las competencias de la UE sería necesaria una reforma de los tratados. Pero la UE es ahora la plataforma obvia para las decisiones sobre vacunas, recursos médicos estratégicos e investigación. Ha recibido críticas por su gestión de la campaña de vacunación y en el futuro necesitará una mayor transparencia y una comunicación abierta sobre su política sanitaria, entre otros retos: disponibilidad de vacunas para la población europea, un calendario más preciso sobre cómo el despliegue de las 27 campañas de vacunación llevará al objetivo de inmunizar a un 70% de la población que la comisión se ha fijado para julio y un mapeo más claro de los socios públicos y privados que la UE está priorizando en el marco de su planificación estratégica de salud. Mejorar la autonomía sanitaria de la UE es un experimento en curso, pero vale la pena seguirlo. La alternativa es la estrategia de “sálvese quien pueda” que rigió al comienzo de la pandemia y que, en realidad, no salvó a nadie.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Joanna Hosa y Tara Varma y titulado 'Sputnik in Europe: What Russia’s vaccine could mean for European health sovereignty'.

Ante la relativa escasez de vacunas debido a problemas de producción, cada vez más países de la UE están recurriendo a la vacuna rusa Sputnik V: el Gobierno de Hungría fue el primero en comprarla y ahora se ha unido Eslovaquia. Paralelamente, otros, como Alemania o Italia, planean producirla en su propio territorio.

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