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"Solo quiero poder ser yo: marroquí y musulmán, pero también moderno y liberal"
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"Solo quiero poder ser yo: marroquí y musulmán, pero también moderno y liberal"

Cada vez más jóvenes marroquíes deciden poner rumbo a Europa debido a la crisis de identidad que padecen. En Marruecos no pueden llevar la vida sociocultural que ellos desean

Foto: Migrantes tras ser rescatados en Canarias. (Reuters)
Migrantes tras ser rescatados en Canarias. (Reuters)

Khaled entrena a jóvenes en un gimnasio de Tánger, la ciudad más importante del norte de Marruecos. Sus ingresos mensuales le dan para vivir decentemente en el país magrebí y, aunque no es de Tánger sino de un pueblo a escasos kilómetros de la vecina Tetuán, tiene buenos amigos y una rica vida social en la ciudad portuaria. Suelen juntarse en la corniche —paseo marítimo— y jugar partidos de fútbol en la playa.

Sin embargo, Khaled no se siente realizado. Ha crecido escuchando que lo de fuera, lo de Europa, es mejor que lo de Marruecos. Ha crecido oyendo entre sus mayores conversaciones de alabanza al que ya se ha ido, al que ha decidido empezar de cero en España, Italia o Francia. Ha visto venir a los que migraron con coches más que decentes en Ramadán cargados de regalos para todos los familiares y vecinos. Simplemente Khaled ha crecido pensando que algún día podría ser como ellos, sintiendo que fuera de Marruecos su vida sería mejor.

“Me gusta la vida que tengo, me gusta jugar al fútbol y entrenar a los chavales, me lo paso muy bien con ellos. Pero, cuando acaba el día y llego a casa, siempre pienso que no es suficiente, que sería más feliz viviendo en Europa. Tendría otros objetivos y otras metas; otros sueños y otros amigos con otras aspiraciones. Soy feliz siendo marroquí y musulmán, pero quiero ser marroquí y musulmán, y también llevar una vida más moderna y liberal. Quiero poder sacar mi verdadero yo”, explica Khaled.

Foto: Imagen de un rescate en las islas. (EFE)

No es el único. Lo que les ocurre es algo muy común y característico de la migración magrebí actual. Se trata de una crisis de identidad en la que están sumergidos una gran parte de los jóvenes de Marruecos. No saben quiénes son y tienen unas expectativas de futuro que su propio país les ha generado, pero que dentro de él no pueden cumplir.

Nuevos perfiles migrantes

Fuad Amrani —director general de la asociación ATIL, que trabaja con jóvenes en riesgo de exclusión social en el norte de Marruecos— no tiene ninguna duda: esto es una consecuencia del poscolonialismo. “El ocupante de lo primero que se preocupa es de crear un un sentimiento de inferioridad sobre el ocupado. Vives mal o bien depende de lo que él te dé. La generación de nuestro padres o abuelos se ha criado bajo esta ocupación y siempre hemos sentido una gran admiración por lo de fuera”, explica Amrani.

“A esto se suma que el Magreb crece de cara directa a Europa, crecemos sintiéndonos como ellos, musulmanes y marroquíes (tunecinos o argelinos), con un modelo de vida que creemos parecido al de Europa, pero que no lo es. Necesitamos un cambio generacional para construir nuestra propia identidad como país. No es una cosa que se consiga de un día para otro. Firmar un tratado de independencia es fácil, pero borrar las secuelas culturales lleva varias generaciones”, aclara.

Hasta septiembre de 2020, hasta 38.900 personas abandonaron sus hogares en Marruecos y llegaron a España, según datos de ACNUR (la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, por sus siglas en inglés). Se estima que el número sea bastante más elevado a finales de 2020, ya que el pico más alto de salidas corresponde con los meses posteriores. Más de 21.000 lo han hecho saliendo del Sahara Occidental y llegando a Canarias, una ruta migratoria prácticamente en desuso desde 2006.

placeholder Una migrante atendida tras ser rescatada en Canarias. (Reuters)
Una migrante atendida tras ser rescatada en Canarias. (Reuters)

Pero eso son solo números. Cifras. Cada joven, hombre, mujer que ha abandonado su hogar en este año convulso tienen nombre y apellido y unas circunstancias personales distintas. Organizaciones que los reciben en las costas canarias aseguran que un perfil migratorio nuevo, no muy visto hasta la fecha, es el de “mujeres que viajan solas sin yihab, vestidas de forma occidental”.

Estas mujeres también tienen la necesidad de construirse a ellas mismas fuera de las ambigüedades de un país en el que no pueden compaginar su condición como mujer musulmana y marroquí y la necesidad de llevar una vida más libre y rica a la hora de relacionarse y desenvolverse. Y ahora, fruto de una primera emancipación de estas mujeres jóvenes, ellas también están empezando a subirse a una patera.

“El problema es que estos jóvenes viajan a Europa en busca de esa identidad perdida, pensando que allí la van a encontrar, pero en muchos casos ese viaje agudiza esa sensación, ya que acaban sintiéndose desplazados en una tierra que desconocen. Viven en una permanente huida hacia adelante”, continúa explicando Amrani.

El triángulo de la migración

Los hermanos mayores de Noureddine ya han llegado a la Islas Canarias. Ahmed, de 29 años, viajó en noviembre y Aziz, de 40, hace escasas semanas, a principios de diciembre. Los tres son de Kalaa Sraghna, uno de los pueblos marroquíes más afectados por el éxodo de jóvenes. Junto con Jouribga y Beni Mellal forman el conocido triángulo de la migración, una región del interior de Marruecos en la que los jóvenes no pueden labrase un futuro y se ven obligados a emigrar. La principal actividad económica de la zona es la agricultura del olivo y este año se ha visto muy afectada por la sequía, uno de los motivos por los que la migración se ha acentuado y ha provocado que muchos de estos pueblos se vean despoblados de sus habitantes más jóvenes.

"Siempre he querido ir a Europa, pero desde que mis hermanos han llegado a Canarias se me han quitado las ganas"

Ahmed y Aziz vivían de la pesca en Dajla, la segunda ciudad más importante del Sahara Occidental, después de la capital El Aiún. Cuando les quitaron la licencia que les permitía faenar, decidieron viajar a las Islas Canarias, un trayecto de 500 kilómetros. Noureddine, como sus hermanos, siempre había soñado con salir de El Kalaa Sraghna. Tiene 24 años y es licenciado en Química.

“Siempre he querido ir a Europa, pero desde que mis hermanos han llegado a Canarias se me han quitado las ganas. Me han aconsejado que me busque un trabajo aquí como profesor y que no me ponga en peligro. También he visto a mi madre estar muy preocupada por mis hermanos. Ahora está más tranquila, pero no sabe qué será de ellos”, explica Noureddine. Casi todos sus amigos se han ido. Algunos tenían estudios como él, otros no. Muchos trabajaban en el campo cobrando alrededor de nueve euros al día. Saben que por ese mismo trabajo en Europa cobrarían el triple.

Foto: Dos migrantes miran el horizonte en la playa de Puerto Rico, sur de Gran Canaria. (A. Alamillos)

Migrar para prosperar

Los que emigran desde estos territorios del interior de Marruecos son un perfil completamente diferente al de Khaled, en el norte de Marruecos. Estos, en vez de viajar para construir su verdadera identidad y huir de las ambigüedades con las que han crecido, lo hacen meramente por motivos económicos. “En estas zonas se vive prácticamente de la agricultura o de trabajos como la construcción. La mayoría de las personas salen de allí con el objetivo de estar una temporada trabajando muchísimas horas al día para ganar dinero y volverse a Marruecos en mejores condiciones de las que se fueron o ayudar a sus familias, etc. Es la migración que ha existido toda la vida”, explican fuentes de la AMDH de la zona.

La mayoría de los que llegan en estas condiciones saben a lo que van y a dónde viajan. A muchos incluso los recogen sus familiares en Canarias o les esperan en su ciudad de destino. Sin embargo, el otro perfil, el que viaja admirando una vida que todavía no conoce, entiende por qué emigra, pero todavía no sabe ni en qué condiciones ni a dónde.

Foto: Una camioneta transporta migrantes en el desierto libio. (Reuters) Opinión

En peores circunstancias que sus vecinos magrebíes viajan los subsaharianos, que llegan a las costas marroquíes de un viaje largo y cansado, cuya peor parte consiste en cruzar el desierto del Sahara. Muchos de los africanos que están intentando salir del Sahara Occidental hacia las costas canarias llevan años probando otras rutas migratorias sin éxito. La mayoría de ellos se han enfrentado a situaciones extremas durante largos periodos de tiempo. También a un racismo crucial en los alrededores de Tánger y Nador, esperando el momento oportuno para cruzar el Estrecho o llegar a Ceuta y Melilla. Unos huyen de guerras y sequías interminables. Otros de conflictos religiosos o medioambientales. Y algunos buscan asilo por su condición sexual.

Pero otros subsaharianos también se enfrentan a esa crisis identitaria, fruto del colonialismo y la ocupación en sus territorios, y lo único que quieren es progresar. No solo económicamente, también en un contexto sociocultural que han crecido observando muy de cerca, ya sea a través de películas o videoclips. Pero también con las historias que escuchaban de sus abuelos cuando eran niños y las que les trasmiten aún hoy día los que ya están al otro lado del Estrecho. En Europa.

Khaled entrena a jóvenes en un gimnasio de Tánger, la ciudad más importante del norte de Marruecos. Sus ingresos mensuales le dan para vivir decentemente en el país magrebí y, aunque no es de Tánger sino de un pueblo a escasos kilómetros de la vecina Tetuán, tiene buenos amigos y una rica vida social en la ciudad portuaria. Suelen juntarse en la corniche —paseo marítimo— y jugar partidos de fútbol en la playa.

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