Más calmado y contenido: Donald Trump se despide de los debates presidenciales
El actual presidente se mostró más relajado y cortés que en el primer encuentro: apenas interrumpió a su contrincante, elogió a la moderadora y respetó la mayoría del tiempo asignado
El segundo y último debate presidencial de 2020 acaba de inaugurar, oficialmente, la fase final de las elecciones, y lo ha hecho de manera discreta, casi anticlimática. Ha sido como si los candidatos, Donald Trump y Joe Biden, hubieran expulsado los malos humos en el primer cara a cara, como dos boxeadores hambrientos, y esta vez hubieran mostrado algo más de tacto, incluso de fatiga. La moderadora, Kristen Welker, del canal NBC News, resultó ser también un árbitro mucho más firme y ordenado que el anterior, aplastado por las imprecaciones de los políticos.
“Cualquier persona que sea responsable de tantas muertes no puede seguir siendo presidente de los Estados Unidos de América”, espetó Joe Biden a Donald Trump, acusándolo de los más de 221.000 fallecidos de covid-19 registrados hasta el momento. El demócrata aprovechó lo que pudo el primer bloque temático, la pandemia de coronavirus: una crisis que, según una encuesta del New York Times y Siena College, suele elevar ligeramente sus números cuando se vuelve el principal tema de actualidad. Especialmente entre los votantes jubilados.
Donald Trump respondió pintándose de guerrero, de líder que siempre está en primera línea. Dijo que, mientras Biden seguía encerrado en el sótano de su casa de Delaware, él lideraba el país, se reunía con gente y acabó contrayendo el virus. “Estamos doblando la esquina”, aseguró el presidente, a pesar de que los contagios están repuntando y se registra el mayor número de hospitalizaciones en casi tres meses. “Asumo todo la responsabilidad, no es mi culpa”, se contradijo después, en una de las pocas frases memorables de la noche.
“Cualquier persona que sea responsable de tantas muertes no puede seguir siendo presidente de los EEUU de América”
El comandante en jefe se mostró algo más relajado y cortés que en el primer encuentro: apenas interrumpió a su contrincante, elogió a la moderadora por su trabajo y respetó la mayoría del tiempo asignado. Sus asesores, según fuentes consultadas por Axios , le habían recomendado tranquilizarse y ser algo más simpático. Y que dejara hablar a Joe Biden, dada la tendencia del demócrata, que fue tartamudo en la niñez, a trabarse. “No le salves”, le habrían dicho sus consejeros.
Los candidatos lanzaron la artillería pesada en el primer tercio del encuentro. Joe Biden recordó a la audiencia que su contrincante, según las pesquisas del New York Times, lleva años sin pagar impuestos y perdiendo dinero, y posee una cuenta bancaria en China: su enemigo declarado. Trump, por su parte, dijo que la familia Biden era “como una aspiradora” a la hora de valerse de su apellido para hacer suculentos negocios, especialmente su hijo menor, Hunter: contratado por la gasista ucraniana Burisma cuando su padre era el hombre de Barack Obama en Ucrania.
Trump: "Asumo todo la responsabilidad, no es mi culpa”
El debate continuó, volviéndose rudo por momentos, hacia la geopolítica y la sanidad, donde ninguno de los dos pareció aclarar bien los puntos de sus políticas. Una confusión habitual para cualquier que se asome al reino del terror de la sanidad estadounidense, donde la combinación de las políticas de los hospitales, de las farmacéuticas y de las aseguradoras, mezclado con un gobierno débil, hace del sector una jungla de confusión; un castillo de costes que recaen sobre el ciudadano.
En el bloque de la inmigración, Biden dijo que separar a los niños de los padres y colocarlos en jaulas era “criminal” e “inhumano”, y recordó que en la actualidad más de 500 menores siguen separados de sus progenitores, a los que el Estado no logra encontrar. Donald Trump recordó a Biden que la política migratoria ya venía rota de la administración Obama, que llegó a deportar a más de 3 millones de personas.
El racismo, la energía y el cambio climático fueron los otros temas de conversación. Trump se esforzó en pintar a Biden como un político más; una persona que lleva medio siglo hablando sin decir nada. Biden pintó a Trump como una amenaza, una perversión de los valores esenciales de la democracia estadounidense. Los candidatos hablaron casi el mismo tiempo; Trump, 3 minutos más.
La pregunta fundamental es si este debate influirá en el curso de las elecciones. La historia de los cara a cara presidenciales no parece indicarlo. El profesor John Sides, de la Universidad de George Washington, estudió más de 30 años de ciclos electorales, desde 1980 a 2012, y concluyó que los debate apenas movían el clima de opinión, a pesar del ruido que generan y de los mitos que de vez en cuando surgen de ellos: ataques ingeniosos o frases pegadizas. Una carnaza para las tertulias de los días siguientes, pero no para la mayoría de los votantes.
El electorado de 2020, además, es especialmente rígido. Hace cuatro años Donald Trump aún estaba envuelto en un aire novedoso; era un rebelde que proponía algo nuevo: el nacional-populismo. Muchos de sus votos, como han reconocido algunos de sus simpatizantes, pudieron venir de la mera excitación de ver algo diferente a Hillary Clinton, una de las políticas más guionizadas que se han subido a un atril.
Ahora Trump, en cambio, presenta un notable desgaste. Los últimos cuatro años de exposición mediática, dada su adicción a los focos y la obsesión de la prensa, han podido pasarle factura en secciones de su electorado: por ejemplo entre los votantes de la tercera edad, que le dieron su apoyo hace cuatro años con 7 puntos de diferencia, pero ahora respaldan a Biden, o las mujeres de las periferias urbanas. Los últimos siete meses de crisis nacionales históricas, empezando por los más de 220.000 muertos causados por la pandemia, pueden haber aumentado el deterioro.
Donald Trump se ha convertido en un líder conocido, incluso previsible, como también lo es Joe Biden. El casi medio siglo que lleva en política le ha permitido, entre otras cosas, llevar una de las campañas más discretas que se recuerdan: limitando al máximo las apariciones en público, respondiendo a pocos periodistas y viendo desde su mansión de Wilmington cómo Donald Trump era arrastrado por las sucesivas crisis nacionales. Biden ha sido conservador, y apenas se ha despeinado.
El poco margen para la novedad podría explicar la estabilidad de las encuestas, donde Biden se ha mantenido como favorito desde el principio, con amplios márgenes. El número de votantes indecisos, además, resulta especialmente bajo. Las estimaciones dicen que puede haber entre un 2% y un 8% de personas que todavía no sepan a quién votar. Números muy inferiores a los de cualquier otro año.
Los votantes no solo están decididos, sino que pueden estar, además, entusiasmados. Casi el 40% de los electores de 2016 ya han votado anticipadamente, lo cual, unido a las encuestas y a las cifras de recaudación de Biden (que duplican aproximadamente las de Donald Trump desde hace meses) podría barruntar una “ola azul” como la que se vio en las legislativas de 2018. Señales de optimismo para los demócratas que algunos analistas, sin embargo, insisten en enfriar. Los republicanos también están consiguiendo cifras récord de registro de voto en los estados clave.
Y así fue como Donald Trump se despidió del que muy probablemente sea su último debate presidencial, dada la limitación constitucional de los dos mandatos. Atrás quedan cinco años de encuentros, dardos, mandobles, momentos de innegable factura televisiva. Por delante, a 11 días, las elecciones, y más allá, dado el clima de desconfianza y las complicaciones de votar en una pandemia, toda una selva de interrogantes.
El segundo y último debate presidencial de 2020 acaba de inaugurar, oficialmente, la fase final de las elecciones, y lo ha hecho de manera discreta, casi anticlimática. Ha sido como si los candidatos, Donald Trump y Joe Biden, hubieran expulsado los malos humos en el primer cara a cara, como dos boxeadores hambrientos, y esta vez hubieran mostrado algo más de tacto, incluso de fatiga. La moderadora, Kristen Welker, del canal NBC News, resultó ser también un árbitro mucho más firme y ordenado que el anterior, aplastado por las imprecaciones de los políticos.