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¿Fue Navalni envenenado por el Kremlin? La clave geopolítica es que da igual: Putin gana
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¿Fue Navalni envenenado por el Kremlin? La clave geopolítica es que da igual: Putin gana

La clave geopolítica del caso Navalni está en la escena que retrata: una en la que Occidente, una vez más en estos 20 años, mira al Kremlin con impotencia sin saber cómo manejar al hermético Putin

Foto: Alexéi Navalni en Estrasburgo en 2018. (EFE)
Alexéi Navalni en Estrasburgo en 2018. (EFE)

La cámara enfoca el pasillo del vuelo S7-2614 que cubre la ruta Tomsk-Moscú. Se escucha un alarido de dolor y el paso apresurado de un equipo de paramédicos. En la siguiente escena, grabada desde la ventanilla del avión, se intuye a Alexéi Navalni postrado en una camilla. El líder opositor ruso -bestia negra de Vladimir Putin- es trasladado hasta el hospital local en una ambulancia que le espera en la pista de aterrizaje. Está en coma, conectado a un ventilador y luchando por su vida. Sus allegados denuncian que ha sido envenenado. Los médicos aseguran que no hay rastro de toxinas en su cuerpo. Y todos miramos al Kremlin.

¿Es Putin -o en su defecto, el Gobierno ruso- responsable del estado de Navalni? "No se detectaron venenos, ni rastros de ellos, en los análisis de sangre y de orina", dijo Anatoli Kalinichenko, el subdirector de urgencias del hospital siberiano en el que está ingresado el abogado y activista anticorrupción de 44 años. El doctor fue tajante al descartar el atentado tóxico y aseguró que los análisis dan un diagnóstico concluyente: “Lamentablemente, no lo puedo hacer público, pero ya se le ha comunicado a su esposa y a su hermano”.

A los que quieran sospechar no les faltarán indicios: cuando Navalni fue ingresado el día anterior, la policía tomó el hospital y los médicos no compartieron toda la información con sus allegados. Se negó el acceso a la doctora personal de Navalni -que voló el día anterior desde Moscú- y no se le dejó ver el expediente. Y durante 24 horas, el equipo médico rechazó que el paciente fuera trasladado a una clínica alemana por considerar que su estado es “inestable”.

"La prohibición de transportar a Navalni es solo para ganar tiempo y esperar el momento cuando ya no se pueda detectar el veneno en su organismo”, denunció Kira Yarmysh, portavoz del político ruso, a través de su cuenta de Twitter. Finalmente el viernes en la tarde, autorizaban su traslado a Alemania.

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En realidad, poco sabemos de lo que le ha sucedido a Navalni. Antes de embarcar, el activista fue fotografiado bebiendo un “té negro” en un establecimiento del aeropuerto. Al poco de despegar la mañana del jueves, el avión tuvo que aterrizar de emergencia en la ciudad de Omsk por una emergencia médica. La aerolínea S7 confirmó que no comió ni bebió nada a bordo.

“Al comenzar el vuelo, fue al aseo y no regresó. Comenzó a sentirse muy enfermo. Trataron de devolverlo a su asiento, pero estaba chillando de dolor”, relató Pavel Ledebev, el pasajero que publicó las imágenes de Navalni. Poco después, su portavoz denunciaba un supuesto envenenamiento. “Los médicos dicen que la toxina se absorbió más rápido a través del líquido caliente”, aseguró, sin explicar de qué médicos ni de qué toxina estaba hablando.

A la luz de las suposiciones sobre un posible envenenamiento, esto solo aumenta las sospechas

Las reacciones diplomáticas no se hicieron esperar. La Unión Europea y Estados Unidos dieron un mensaje de apoyo al Navalni, mientras Alemania y Francia ofrecieron asistencia médica y asilo. Todos esperan una investigación transparente e independiente que saben con certeza no se va a producir. "Ya se informó de que a su médico personal se le negó acceso a los resultados de la prueba y no se le informó sobre el tratamiento. A la luz de las suposiciones sobre un posible envenenamiento, esto solo aumenta las sospechas", denunció Natalia Zviáguina, responsable de Amnistía Internacional en Rusia, a través de un comunicado.

Ahí está la clave geopolítica del caso Navalni. Más allá de las especulaciones sobre si ha sido víctima de un intento de asesinato -algo que, en última instancia, nunca sabremos con seguridad- es la escena que retrata: una en la que Occidente, una vez más en estos 20 años, mira al Kremlin con impotencia sin saber cómo manejar al hermético exagente de la KGB. El jueves, tras conocerse la noticia del ingreso hospitalario de Navalni, un portavoz del Kremlin se limitó a desearle una rápida recuperación. "Como a cualquier ciudadano de nuestro país". Como si no supieran que Navalni no es “cualquier” ciudadano.

Ideología anticorrupción

“Navalni es, de muchas maneras, un símbolo de la sociedad civil rusa y, además, una fuente constante de revelaciones sobre la corrupción de la elite”. Mark Galeotti, autor ‘En las sombras de Moscú’, blog de análisis sobre crimen y seguridad en Rusia, y director de la consultora Mayak Intelligence, explica a El Confidencial el contexto de Navalni en su justa medida.

“No supone una amenaza directa para el control de Putin sobre el país, pero sí es una amenaza indirecta: la corrupción es la mayor debilidad del régimen, el tema que une a todos los rusos. Desde los nuevos ricos en Moscú a los obreros de las provincias, todos han tenido experiencias con la corrupción. Navalni está intentando construir un movimiento político sobre estos pilares”, asegura Galeotti, profesor asociado del Royal United Services Institute y quien publicó hace un año ‘Tenemos que hablar de Putin: por qué Occidente no lo entiende’.

Navalni es, de largo, la figura opositora más popular en Rusia. Se hizo reconocido entre la opinión pública durante las elecciones legislativas de 2011 con unas publicaciones virales en su blog, donde denuncia la corrupción en las élites cercanas a Putin, los chanchullos electorales y anima a una nueva generación de jóvenes rusos desencantados con el ‘status quo’. Carismático y elocuente, ha sabido traducir los millones que le siguen en sus redes sociales a millones marchando en las calles.

Foto: Xi Jinping y Vladimir Putin. (Reuters)

No siempre fue así. Ingresó en el equipo legal de Yabloko, el partido liberal más prominente del momento, cuando Putin llegó al poder en 1999. Con la popularidad del mandatario en auge y Yabloko en sus estertores, fue expulsado en 2007 por su discurso ultranacionalista en el que llegó a comparar a los rusos musulmanes del norte con “cucarachas”. Durante varios años, asistió y fue orador de la ‘Marcha Rusa’, una manifestación antiputinista altavoz de figuras de la extrema derecha rusa. Poco a poco, fue moderando su discurso ideológico y centrándose en la corrupción, lo que lo ha llevado a pasar más de una docena de veces por la cárcel (la última en 2019).

En 2013, fue candidato a la alcaldía de Moscú, donde obtuvo un 27% de los votos y nunca reconoció la derrota. En 2018, trató de verse las caras en las urnas con Putin, pero se le prohibió presentar su candidatura por haber sido condenado a cinco años de prisión -en suspenso- por una supuesta estafa en 2009. Putin viene de ganar un referéndum constitucional que le abre las puertas del poder hasta 2036, pero su figura está en mínimos históricos de popularidad, según encuestas independientes. Por eso Navalny se estaba dedicando a promover la participación en los comicios regionales previstos el 13 de septiembre con giras como la que hizo en Siberia para dar su apoyo a jóvenes líderes opositores.

“Tomsk es una gran ciudad, una de las más bellas de nuestro país. Y también hay grandes tipos que van a las elecciones. Se necesitan más voluntarios para derrotar a los candidatos oficialistas. El partido gobernante tiene mucho dinero, sólo podemos contar con la ayuda de gente buena y honesta”, escribió en la última foto que publicó en su cuenta de Instagram. Y remataba: “¡Los ladrones del ayuntamiento no se van a echar solos!”.

La 'negación inverosímil'

¿Ayuda su envenenamiento a los planes de Putin? ¿Era ahora el momento adecuado? ¿Podría ser un ataque de otro de la larga lista de enemigos que Navalni se ha hecho con sus denuncias? No encontraremos respuestas definitivas a estas preguntas. Pero es fácil comprender que nos las hagamos al identificar que el caso cuadra en un patrón muy concreto: enemigo del Kremlin misteriosamente envenenado.

"Es innegablemente similar", asegura la directora de Amnistía Internacional en Rusia al desgranar los precedentes como el envenenamiento del político Vladímir Kara-Murza o el del productor de la banda punk Pussy Riot, el activista Piotr Verzílov, ambos víctimas de sustancias tóxicas "no identificadas". Este último recordó las similitudes de ambos casos. “Estaba exactamente en la misma condición”, aseguró Verzílov en una entrevista con Rain TV, un canal ruso independiente. El propio Navalni denunció haber sido envenenado el año pasado mientras estaba arrestado. "Ninguno de estos incidentes fue investigado", afirmó Zviáguina.

Foto: Miembros de los servicios de emergencia investigan en el lugar donde fue encontrado Skripal, en Salisbury. (Reuters)

Cuando los casos sucedieron en el extranjero, las investigaciones encontraron las huellas del Kremlin por todos lados. En 2006, el antiguo agente del servicio secreto Alexander Litvinenko falleció seis años después de haber sido envenenado con polonio-210, una toxina radiactiva vertida en su té durante una reunión en Londres. La investigación concluyó que era probable que el propio Putin hubiera dado la orden. En marzo de 2018, el antiguo espía convertido en agente doble Sergei Skripal y su hija fueron hallados inconscientes frente a su residencia en Salisbury después de haber sido envenenados con un agente nervioso. Ambos consiguieron sobrevivir y las autoridades británicas acusaron a agentes rusos de este suceso.

Sin entrar a valorar la afección concreta de Navalni, Galeotti nos da las claves de este ‘modus operandi’, heredado de la vieja escuela del espionaje soviético: “El veneno tiene una doble virtud para el Kremlin por la 'negación inverosímil': el régimen puede negar cualquier responsabilidad, pero sabiendo que nadie le creerá. Como resultado, envía una aterradora advertencia a todos los que puedan estar pensando en desafiar al sistema”.

Tener poder, parecer poderoso

Por eso al Kremlin no le interesa que la situación se aclare. Si fueron ellos o sus aliados, ocultan su rastro. Si no tienen nada que ver, se "benefician" de los efectos del supuesto envenenamiento en momento en que Putin necesita más que nunca que los rusos no vean opciones claras de alternativa política. En ambos casos, el Kremlin se siente protegido y Occidente todavía no sabe cómo responder a estos desmanes. Lo analizaba el propio Navalni en una entrevista con el Financial Times en noviembre de 2019, cuando explicaba cómo el éxito de la interferencia rusa en Estados Unidos no fue tanto en cambiar el resultado sino en convencer a la opinión pública de que podían hacerlo.

“Puedes gastar 500.000 dólares en anuncios de Facebook y durante varios años todo el sistema de una potencia occidental se volverá loca sobre la interferencia, incluso si el efecto real (de esa interferencia) es risible. La inversión es mínima, pero te da primeras planas y poder”, razonaba en una entrevista en la que el reportero fue testigo del acoso que sufre Navalni, constantemente perseguido por los “troles de Putin” que le graban y le increpan. Unas tácticas intimidatorias que han llevado a su hermano Oleg, varios amigos y asociados a la cárcel. Y a él mismo, que ha pasado 13 veces por prisión.

Estos días, las manifestaciones en la vecina Bielorrusia contra la reelección de Alexandr Lukashenko -cercano aliado de Putin- tenían a Navalni muy excitado. La semana pasada explicaba largo y tendido en su canal de Youtube cómo las exitosas huelgas de trabajadores lograron involucrar a las autoridades locales y sumarlas a las protestas. Su movimiento, el Fondo de Lucha contra la Corrupción, estaba monitoreando las tácticas y estrategias de los bielorrusos, asegurando si dudar que veían el mismo escenario llegar a Rusia en las presidenciales de 2024. “Estamos viendo atentamente los intentos de Lukashenko por apagar internet”, dijo Leonid Volkov, uno de los ayudantes de Navalni, en su cuenta de Twitter. “Es muy importante, porque sin duda nos espera lo mismo en Rusia”.

Foto: Manifestantes en Praga contra Alexander Lukashenko. (Reuters)

El consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Robert O’Brien, alababa a Navalni en una entrevista el jueves con Fox News. “Es un hombre muy valiente, que se levantó contra Putin dentro de Rusia. Nuestros pensamientos y oraciones para él y su familia”, dijo muy serio. Y agregó: “Es extraordinariamente preocupante y si se demuestra que los rusos están detrás de esto (...) es algo que va a pesar en cómo los tratamos a partir de ahora”.

Por eso Putin se muestra confiado. Nada hace indicar que el caso Navalni vaya a incitar a un cambio de estrategia de Washington o Bruselas sobre Rusia. Como no lo hicieron ninguno de los otros incidentes y provocaciones. Al fin y al cabo, nunca sabremos realmente lo que pasó.

La cámara enfoca el pasillo del vuelo S7-2614 que cubre la ruta Tomsk-Moscú. Se escucha un alarido de dolor y el paso apresurado de un equipo de paramédicos. En la siguiente escena, grabada desde la ventanilla del avión, se intuye a Alexéi Navalni postrado en una camilla. El líder opositor ruso -bestia negra de Vladimir Putin- es trasladado hasta el hospital local en una ambulancia que le espera en la pista de aterrizaje. Está en coma, conectado a un ventilador y luchando por su vida. Sus allegados denuncian que ha sido envenenado. Los médicos aseguran que no hay rastro de toxinas en su cuerpo. Y todos miramos al Kremlin.

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