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En la guerra de los republicanos con la mascarilla, la clave es: lo que diga Trump
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Reclutando médicos afines

En la guerra de los republicanos con la mascarilla, la clave es: lo que diga Trump

"Cuando Trump habla, su base escucha. Esto conlleva profundas consecuencias en los esfuerzos para limitar la propagación del virus en Estados Unidos"

Foto: El presidente de EEUU, con mascarilla. (Reuters)
El presidente de EEUU, con mascarilla. (Reuters)

Un trozo de tela sobre media cara: esta es la pequeña bisagra sobre la que gira, ahora mismo, gran parte del futuro de Estados Unidos. El símbolo que puede influir tanto en el daño total de la pandemia como en las posibilidades de que Donald Trump sea reelegido presidente. Sus allegados, en su partido y en su gabinete, tratan de que Trump mantenga la disciplina de la mascarilla y del mensaje. Que escuche a los médicos de la Casa Blanca, que no los contradiga. Pero no siempre lo consiguen.

"Creo que son doctores muy respetados", dijo el comandante en jefe este martes, durante su rueda de prensa diaria sobre la lucha contra el virus. "Había una mujer que estuvo espectacular en sus declaraciones sobre ello y ha tenido un tremendo éxito". El presidente se refería a las personas que salían en un vídeo que él acababa de tuitear. Un vídeo en el que se hacían afirmaciones espurias sobre el coronavirus y que fue inmediatamente borrado por las grandes redes sociales.

La doctora que Trump calificó de "espectacular" era Stella Immanuel, conocida por hacer declaraciones sin ninguna base científica: por ejemplo, que mantener relaciones sexuales con demonios en sueños puede tener efectos ginecológicos o que algunos médicos utilizan ADN alienígena en sus tratamientos. En el vídeo tuiteado por el presidente, Immanuel decía que la mascarilla no servía porque ya había un tratamiento: la hidrocloroquina. Un medicamento contra la malaria que el propio presidente ha tomado, pese a las advertencias de su propio Gobierno.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters)

Immanuel es miembro de la organización America’s Frontline Doctors, próxima al grupo ultraconservador Tea Party Patriots y contraria a las medidas de confinamiento. El pasado mayo, según la agencia Associated Press, la campaña de Trump estuvo reclutando a estos médicos para que abogaran en los medios de comunicación por la pronta reapertura económica.

Las palabras de Trump, que a mediados de julio se colocó por primera vez la mascarilla en público y reconoció que la pandemia se agravaría antes de mejorar, han obligado de nuevo al doctor Anthony Fauci a desautorizar a su jefe. "La abrumadora mayoría de los prevalecientes ensayos clínicos que han estudiado la eficacia de la hidrocloroquina han indicado que no es efectiva en la enfermedad de coronavirus", dijo Fauci, director del Instituto de Alergias y Enfermedades Infecciosas.

La campaña de Trump ha reclutado médicos para que abogaran en medios de comunicación por la reapertura económica

La posición del presidente no es una mera formalidad, no es una opinión más en la maraña de políticas para hacer frente al virus, sino que puede ser la clave. Por dos razones: la primera, que la opinión de Trump es seguida con absoluta fidelidad por su base electoral. El portal Axios ha medido la evolución del clima de opinión de los votantes republicanos y ha descubierto que este sigue estrechamente lo que dice Donald Trump.

"Cuando Trump habla, su base escucha", escriben Margaret Talev y Danielle Alberti. "Esto conlleva profundas consecuencias en los esfuerzos para limitar la propagación del virus en Estados Unidos, especialmente cuando [Trump] contradice a los altos funcionarios de salud o a los líderes locales y estatales". En otras palabras: digan lo que digan los gobernadores, o los alcaldes, o los expertos o los medios de comunicación, un 40% del país escucha primero a Trump.

La ideología de la mascarilla

La segunda razón es que la mascarilla, pese a los numerosos estudios que prueban su eficacia para limitar los contagios, se ha convertido en un asunto radicalmente politizado. Así lo demuestran tanto las encuestas de opinión como los dramáticos episodios que se dan, a diario, en tiendas y lugares públicos de todo EEUU.

A la hora de usar o no mascarilla, la ideología parece determinante. Una encuesta de Gallup refleja que la inmensa mayoría de los demócratas, el 94%, usa mascarilla "muy a menudo" o "en todo momento" cuando salen de casa. Entre los republicanos, la proporción cae a menos de la mitad: el 46%. En concreto, los que menos la llevan tienden a ser hombres de ideología republicana, sin estudios universitarios y habitantes de los estados del Sur o del Medio Oeste. Es decir, la base de Trump.

El trozo de tela se ha vuelto tan contencioso que muchos grandes minoristas de Estados Unidos, como Walmart, Lowe’s, Home Depot o la cadena de farmacias CVS, han tenido que dar marcha atrás en su decisión de obligar a empleados y clientes a llevar mascarilla. Simplemente se volvió demasiado peligroso para los trabajadores, objeto, muchas veces, de amenazas y golpes de clientes reacios a la mascarilla.

La politización también se ve a través de la dieta mediática de los ciudadanos. Según este estudio, el 60% de los televidentes de Fox News, el canal afín a Donald Trump, cree que la pandemia está siendo exagerada, frente a apenas un 10% de quienes ven la CNN: el canal crítico por excelencia con el presidente.

placeholder Un cliente de un Walmart en Burbank (EEUU), con mascarilla. (EFE)
Un cliente de un Walmart en Burbank (EEUU), con mascarilla. (EFE)

Así que el ejemplo que dé Trump es un elemento determinante, la fuerza que puede convencer a todo el mundo para que colabore en la lucha contra el virus. Un mal que se ha cobrado más de 150.000 vidas en este país. El hecho de que el presidente, más de cinco meses después de que se detectase el primer infectado en suelo estadounidense, se pusiera públicamente una mascarilla, fue motivo de portadas y urgentes.

Peticiones de los propios republicanos

Trump había recibido presiones de su propio equipo. El vicepresidente y jefe del equipo especial contra la pandemia, Mike Pence, llegó a decir que Trump sí que había llevado mascarilla en público, lo cual era falso. Los líderes republicanos usaban mascarilla y pedían al presidente que hiciera lo mismo, en privado y en público.

"El riesgo es demasiado alto como para que este debate sobre la máscara pro-Trump o anti-Trump continúe", declaró en junio Lamar Alexander, senador republicano de Tennessee. "Desgraciadamente, esta simple medida salvavidas se ha convertido en parte de un debate político que dice: si apoyas a Trump, no lleves mascarilla; si estás contra él, llévala".

Otra fuente de presión eran las propias cifras del virus: los contagios crecían en 41 de los 50 estados y estaban totalmente fuera de control en Florida, Texas, Arizona y California, entre otros. El 75% de los condados más afectados, además, eran territorio Trump: habían votado al presidente en las elecciones de 2016.

Foto: Coronavirus en Miami. (EFE)

Y luego está la vertiente electoral: el hecho de que, en tres meses, Trump se enfrenta a una reelección que todas las encuestas, ahora mismo, dan por perdida. Varios indicadores sugieren que la respuesta a la pandemia, que ha dependido de cada uno de los 50 estados y ha provocado que la curva no se haya controlado en ningún momento, puede haber dañado la popularidad de Trump.

Un proyecto de Democracy Fund y la universidad californiana de UCLA ha entrevistado a más de 300.000 estadounidenses en todos los condados del país, y ha llegado a la conclusión de que la gestión de la pandemia le está costando intención de voto al presidente. Los fallecidos por covid-19, por tanto, harían el mismo daño al prestigio presidencial que los ataúdes que vuelven de Irak y Afganistán.

De hecho, Trump ha perdido apoyo electoral en todos los grupos demográficos del país salvo dos, curiosamente aquellos que menos le votan: los afroamericanos y los latinos, que lo respaldan en un 10% y un 30% respectivamente. Perspectivas poco prometedoras para un presidente que, si bien se alineó con los expertos de su gobierno hace una semana, ahora parece volver a su estilo de verso suelto.

Un trozo de tela sobre media cara: esta es la pequeña bisagra sobre la que gira, ahora mismo, gran parte del futuro de Estados Unidos. El símbolo que puede influir tanto en el daño total de la pandemia como en las posibilidades de que Donald Trump sea reelegido presidente. Sus allegados, en su partido y en su gabinete, tratan de que Trump mantenga la disciplina de la mascarilla y del mensaje. Que escuche a los médicos de la Casa Blanca, que no los contradiga. Pero no siempre lo consiguen.

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