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El Dr. Fauci, el único hombre que se atreve a susurrar 'coronavirus' al oído de Trump
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entre 100.000 y 200.000 muertos en eeuu

El Dr. Fauci, el único hombre que se atreve a susurrar 'coronavirus' al oído de Trump

El 'divulgador en jefe' apoya su autoridad en 50 años de experiencia, 36 de ellos como director del gubernamental Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas

Foto: Donald Trump y Anthony Fauci. (Reuters)
Donald Trump y Anthony Fauci. (Reuters)

El Dr. Anthony Fauci está a punto de ser canonizado. Su forma de hablar lisa y directa, llena de datos concretos y metáforas comprensibles, le ha ganado un espacio casi diario en los principales canales de Estados Unidos. El 'divulgador en jefe' apoya su autoridad en 50 años de experiencia, 36 de ellos como director del gubernamental Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas. Fauci no tiene miedo a contradecir a su jefe, el presidente Donald Trump, ni a compartir las estimaciones más preocupantes de lo que le puede hacer a su país la pandemia de coronavirus.

“Viendo la situación actual, diría que podría haber entre 100.000 y 200.000 muertos”, declaró el Dr. Fauci en la CNN. “Pero no quiero agarrarme a esa cifra”. Fauci aclaró que suele ser muy difícil acertar con estas estimaciones y que se trata de un “objetivo en movimiento”: una situación que cambia día a día.

Foto: El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo. (EFE)

Los restaurantes de Long Island bautizan platos con el nombre del héroe científico, que a sus 79 años sigue corriendo seis kilómetros y trabajando 18 horas diarias. Pero, por muy diligente que sea el Dr. Fauci, por muchas décadas que lleve combatiendo, sucesivamente, el VIH, la tuberculosis, el ébola o el zika, por mucho respeto que le profese la opinión pública e incluso el presidente Donald Trump, su labor se enfrenta a muros muy altos. Obstáculos estructurales que dificultarán la detección de los casos reales y, en definitiva, la lucha contra la pandemia.

Una explicación... siguiendo a Trump

En su segundo mandato, después de que se detectasen 11 casos de ébola en Estados Unidos, el entonces presidente Barack Obama formó el Directorio de Salud Pública Global y Biodefensa, cuyo objetivo era vigilar los riesgos epidémicos en el mundo y estar preparados para reaccionar a posibles brotes. En abril de 2018, la Casa Blanca de Donald Trump despidió al director del organismo y luego al resto de la cúpula. Jamás fueron reemplazados. Según diferentes expertos, la carencia de un equipo de reacción rápida explica la lentitud de la respuesta americana al coronavirus.

Otra dificultad es la falta de coordinación entre los estados. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, ha pedido a Washington que nacionalice la cadena de producción de equipos médicos y monopolice el mando. Sería una forma de evitar lo que sucede desde hace semanas: que cada estado tiene que buscar y adquirir sus propias mascarillas, batas y respiradores. La competencia es dura y la puja entre los vecinos hace que los precios del material médico se acaben inflando.

Los movimientos del Gobierno también están limitados por el número de pruebas de Covid-19. Solo con las pruebas se puede saber cuáles son los casos reales aproximados, dónde están los focos de la pandemia, cuál es su evolución y dónde hay que centrar la mitigación y los recursos médicos. A este respecto, EEUU está por detrás del resto de países industrializados. Corea del Sur ha realizado cinco veces más pruebas por habitante que los norteamericanos. Italia, cuatro veces más.

Foto: El presidente de EEUU, Dondald Trump. (Reuters) Opinión

Todas las miradas están puestas en el epicentro, Nueva York, que con 66.000 casos confirmados suma casi la mitad de los enfermos en Estados Unidos. Le siguen la vecina Nueva Jersey y otros dos grandes estados costeros: Washington y California. Mientras, el coronavirus continúa propagándose silenciosamente por el interior del país. En Carolina del Sur, Arkansas, Misisipi o Georgia se están consolidando varios focos. En Misuri, los casos confirmados han aumentado un 600% en una semana.

Las zonas rurales están varios días por detrás de las ciudades en el calendario de la pandemia. “El distanciamiento social es más fácil en paisajes rurales, dada la baja densidad de población”, dijo a 'Futurity' Ross Brownson, profesor de la Universidad de Washington. “La menor proximidad a los aeropuertos internacionales probablemente reduce el riesgo de las transmisiones relacionadas con el viaje y hay espacios al aire libre para que la gente camine y pase tiempo en la naturaleza”.

La mala noticia del campo

Pero también hay desventajas. La edad media de la población rural es más elevada que en las ciudades, una consecuencia de dos fenómenos: el éxodo de los jóvenes a los núcleos urbanos para estudiar o trabajar, y la tendencia de los jubilados a retirarse en el campo. Como consecuencia, la mediana de edadfrente en los condados rurales de EEUU es 73 años. En Nueva York, por ejemplo, es menos de la mitad: 34 años. A mayor edad, mayor es la indefensión y vulnerabilidad al Covid-19.

A diferencia de las ciudades, las localidades rurales tienen un menor acceso a la sanidad. Un informe de la Society of Critical Care Medicine reflejaba que, de las aproximadamente 100.000 unidades de cuidados intensivos del país, más del 90% se encontraba en hospitales de localidades donde al menos viven 50.000 habitantes. Si uno vive en el campo, lo normal es tener que conducir grandes distancias hasta hospitales que, probablemente, estén cortos de personal y de recursos.

Foto: El barco sanitario que ha arribado hoy a Nueva York (EFE)

“Esta es la peor situación posible”, declaró a 'USA Today' Alan Morgan, CEO de la Asociación Nacional de Salud Rural. “La América rural es más vieja, está más enferma y es más pobre. Ahora combina eso con 2.000 hospitales rurales de los que 1.300 tienen 25 camas o menos, la mitad de los cuales solo tienen un respirador. Nuestro sistema fue diseñado para la eficacia, no para un aumento de la capacidad”.

En circunstancias casi medievales, de vuelta a las cavernas en medio de una plaga, de incertidumbre política, social, cultural y económica, millones de personas confinadas se hacen su propio santoral. Unos siguen en directo las homilías del gobernador Andrew Cuomo, cuya gestión de la pandemia ha sido aprobada por una proporción de ciudadanos altísima, el 87%: números de república bananera. Otros confían en Donald Trump, otros en el espartano Dr. Fauci.

¿El hombre de Hillary?

Su canonización, sin embargo, es parcial. A Fauci se le ha visto bajar la cabeza y frotarse la frente mientras escuchaba a Donald Trump vilipendiar a los medios de comunicación o a su propio Gobierno. Gestos que han sido interpretados como una inequívoca señal de vergüenza ajena. Los críticos de Trump lo han aplaudido con 'memes' y elogios a Fauci; a muchos trumpistas, en cambio, no les ha gustado.

La derecha populista del ciberespacio ha diseminado teorías conspirativas sobre Fauci. El 'hashtag' #FauciFraud sostiene que el doctor, dadas sus correcciones públicas al presidente y su interpretación grave de las circunstancias, solo quiere minar la labor de Trump: poner zancadillas a su estrategia. Fauci, que en 2013 envió un correo elogiando a Hillary Clinton, sería un miembro del 'Estado profundo'. Una célula demócrata en un organismo republicano, la Administración Trump.

Foto: (Reuters)

Otro de los muros que tienen que superar Fauci y el resto de líderes que se enfrentan a la pandemia es el de la polarización. Un obstáculo que también se ha vuelto insalvable; una venenosa calcificación del paisaje político americano, la división, que ni siquiera la mayor pandemia en 100 años está logrando sanar.

El Dr. Anthony Fauci está a punto de ser canonizado. Su forma de hablar lisa y directa, llena de datos concretos y metáforas comprensibles, le ha ganado un espacio casi diario en los principales canales de Estados Unidos. El 'divulgador en jefe' apoya su autoridad en 50 años de experiencia, 36 de ellos como director del gubernamental Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas. Fauci no tiene miedo a contradecir a su jefe, el presidente Donald Trump, ni a compartir las estimaciones más preocupantes de lo que le puede hacer a su país la pandemia de coronavirus.

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