La auténtica víctima de los chalecos amarillos no es Macron, es el medioambiente
Tras la cesión de Macron ante los chalecos amarillos la pregunta es en qué situación queda la lucha de Francia contra el cambio climático y qué mensaje envía al resto del mundo
A medida que las protestas de los chalecos amarillos se extendían por Francia y la violencia se desataba en París, el motivo original que generó este movimiento sin ideología definida ha ido difuminándose. La denominada “tasa del carbono” ya ha provocado un aumento en el precio del diesel de 7,6 céntimos por litro y de 3,9 céntimos en el caso de la gasolina, subidas que debían intensificarse en enero. La medida, diseñada para potenciar alternativas al consumo de combustibles fósiles, forma parte de una estrategia más amplia para rebajar las emisiones de CO2 y contener los efectos del cambio climático.
La tasa también constituía la gran oportunidad de Emmanuel Macron para demostrar que los líderes políticos pueden tomar decisiones difíciles cuando se trata de combatir el calentamiento global. Ahora que el presidente francés ha cedido ante la ira de la calle -ayer anuló la tasa al carburante en vez de suspenderla durante seis meses, como se había anunciado el martes- la cuestión es cómo queda la lucha de Francia contra el cambio climático y qué mensaje envía al resto del mundo la claudicación de Macron.
Desde un punto de visto medioambiental, el descontento amarillo es sorprendente -aunque la “Francia olvidada”, la Francia blanca desligada de la globalización, protesta por otras muchas razones-. La inmensa mayoría de los franceses creen que el cambio climático ha sido provocado por el hombre: un 94% sostiene que el calentamiento está causado, al menos parcialmente, por la actividad humana y un 73% considera que su impacto será perjudicial, según un estudio de la Encuesta Social Europea.
Asimismo, Francia acaudilla la lucha contra el calentamiento global. El propio Macron respondió a la retirada de EEUU del Acuerdo de París con la iniciativa “Make our Planet Great Again” para contratar a científicos estadounidenses cuando Donald Trump redujo los fondos para la investigación climática de organismos federales. El 27 de noviembre, diez días después del comienzo de las protestas, el presidente anunció la creación de un Alto Consejo para el Clima y llamó a un "debate nacional" sobre la transición ecológica. "Debemos escuchar las alarmas sociales pero sin olvidar las alarmas medioambientales. No cambiamos de rumbo", dijo entonces. La violencia en París y otras ciudades le ha obligado a rectificar.
El movimiento iniciado como una protesta contra el aumento del precio de los combustibles evolucionó hace semanas hacia una revuelta social que refleja el malestar de la 'otra Francia'. Por ello, pese a la cesión de Macron, no se ha desconvocado la protesta del próximo sábado. Los chalecos amarillos más moderados piden un aumento considerable del salario mínimo y rechazaron la moratoria anunciada el martes porque exigen la anulación total de los impuestos sobre combustibles. Además, el impuesto sobre la fortuna (ISF), suprimido en 2018 para atraer inversores y evitar que los multimillonarios se establecieran en el extranjero, se ha convertido en su nuevo frente de batalla.
"Sin duda el motivo por el que los chalecos amarillos empezaron a manifestarse fue la llamada tasa al carbono. Pero no creo que esta moratoria logre detener las protestas; la mayoría de ellos están simplemente en contra de los impuestos", explica François Gemenne, profesor de geopolítica medioambiental en el Instituto de Estudios Políticos de París, a la BBC.
"Es probable que la derrota de Macron se interprete como la necesidad de elegir entre cuestiones sociales y la lucha contra el cambio climático"
No obstante, esta campaña contra los impuestos podría terminar perjudicando los avances hacia una sociedad más verde, advierten ambientalistas. Dado el daño provocado por las protestas en las calles de Francia, las políticas medioambientales de otros países pueden verse afectadas. “Es probable que en el extranjero la derrota de Macron se interprete como la necesidad de elegir entre cuestiones sociales y lucha contra el cambio climático, como si necesariamente estuvieran en contradicción”, señala Gemenne. El cambio de rumbo de París envía el mensaje erróneo: si intentas imponer obligaciones a tus ciudadanos es probable que se rebelen.
Dicho mensaje ya ha calado. El presidente polaco Andrzej Duda se refirió a la subida de impuestos a los combustibles en Francia durante la COP24 (la cumbre del clima para aprobar las reglas de aplicación del Acuerdo de París), asegurando que las políticas ambientales no pueden implantarse contra la voluntad de la sociedad. Olvidó mencionar que una de cada diez muertes en Polonia se debe a la contaminación. Hasta 50.000 polacos mueren cada año por respirar el aire más contaminado de Europa.
Donald Trump también ha aprovechado la 'victoria' de los chalecos amarillos para cargar contra el presidente francés y el Acuerdo de París. “Me alegra que Macron y los manifestantes de París hayan llegado a la conclusión a la que llegué yo hace dos años. El Acuerdo de París es completamente defectuoso porque eleva el precio de la energía para los países responsables mientras encubre a algunos de los más contaminantes del mundo”, dijo horas después de que el Gobierno anunciase que congelaba las tasas que generaron las protestas.
A medida que las protestas de los chalecos amarillos se extendían por Francia y la violencia se desataba en París, el motivo original que generó este movimiento sin ideología definida ha ido difuminándose. La denominada “tasa del carbono” ya ha provocado un aumento en el precio del diesel de 7,6 céntimos por litro y de 3,9 céntimos en el caso de la gasolina, subidas que debían intensificarse en enero. La medida, diseñada para potenciar alternativas al consumo de combustibles fósiles, forma parte de una estrategia más amplia para rebajar las emisiones de CO2 y contener los efectos del cambio climático.
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