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Viaje al rincón olvidado de Europa cuatro años después de la rebelión pro-Putin
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"El goteo de muertes sigue siendo constante"

Viaje al rincón olvidado de Europa cuatro años después de la rebelión pro-Putin

Las milicias prorrusas han logrado sobrevivir a su peor enemigo: el paso del tiempo. Kiev, que no abandona la idea de unirse a la OTAN, no sabe cómo doblar este pulso militarmente

Foto: Un combatiente de la autoproclamada República Popular de Donetsk en la línea del frente en Petrivske, Ucrania. (Reuters)
Un combatiente de la autoproclamada República Popular de Donetsk en la línea del frente en Petrivske, Ucrania. (Reuters)

Han pasado ya más de cuatro años desde el comienzo del conflicto de las tropas ucranianas con las fuerzas separatistas prorrusas. Pese a los trabajos en torno a los acuerdos de Minsk, las muertes no cesan en la franja de 400 kilómetros que recorre la línea del frente. Mientras en Kiev el Gobierno no abandona la idea de unirse a la OTAN algún día, en las casas del Donbás la obsesión es cómo lograr mantenerse caliente entre cuatro paredes.

El transporte público casi ha desaparecido, los precios están más altos que nunca y la atención sanitaria es deficiente y la ayuda del Estado es magra en todas las esferas. Con frecuencia un sólo médico atiende más de una decena de pueblos en el lado ucraniano. Nueve de cada 10 residentes ancianos mueren no por violencia, sino por enfermedades relacionadas con el estrés, como ataques cardíacos.

Al otro lado de la línea del frente esperan unas milicias prorrusas que han logrado sobrevivir a su peor enemigo: el paso del tiempo. Controlados indirectamente por Moscú, han funcionado con trazos de ejército independiente, sin contornos de fuerza estatal. La presencia de mandos rusos, los asesores insertados en el engranaje, o la participación de unidades rusas en algunos momentos puntuales no ha torcido el rumbo de un ejército pobre pero apegado el terreno. Llegaron a ser 15.000 combatientes, 20.000 según las estimaciones más afectas a la línea que marca Moscú. Kiev está bloqueado en este punto y no sabe cómo doblar este pulso militarmente.

placeholder Un combatiente de la autoproclamada República Popular de Donetsk observa los daños provocados por los combates en una casa en Donetsk, Ucrania. (Reuters)
Un combatiente de la autoproclamada República Popular de Donetsk observa los daños provocados por los combates en una casa en Donetsk, Ucrania. (Reuters)

En Ucrania hay dos millones de desplazados, y organizaciones como Médicos del Mundo o la ONG People in Need prestan asistencia allí donde el Estado no llega. Los recursos municipales son escasos, pero los presupuestos familiares más todavía cómo para restañar los daños materiales en algunas viviendas. People in Need concede ayudas para reformar paredes rotas por obuses o sustituir tejados en casas que ardieron. También concede pequeños créditos para granjeros como Evgeny, que desde hace dos años puede esquilar a sus ovejas y ha reformado su granja gracias a estas ayudas. “Poco a poco tenemos esperanzas de ganarnos la vida de una manera normal, pero las armas siguen ahí, al otro lado”, dice mirando con desconfianza al horizonte desde su granja en Volodimivka.

En el plano sanitario, las dolencias son dispares pero hay algunas que se repiten por todo el paisaje: hipertensión, diabetes y también problemas mentales derivados del conflicto, que se está prolongando en el tiempo y ahora afecta incluso a los niños.

“Tenemos dos unidades móviles que están ofreciendo atención a los habitantes en Lugansk cerca de la línea de contacto y también doctores y enfermeras, que se encargan de la atención primaria y otras personas a cargo de consultas sobre salud sexual y reproducción”, explica Florence, una integrante de Médicos del Mundo que ha trabajado en la zona durante buena parte de este año.

Foto: Un niño posa con una ametralladora de juguete en el campamento "Lider". (Foto: Ethel Bonet)

No sólo entregan medicamentos, sino que derivan a los pacientes a hospitales cuando tienen dolencias que no pueden ser tratadas en el lugar. El hospital de Papasna es el lugar de referencia para los que, como Liudmila, no tienen a dónde ir. A sus 70 años vive con sus gatos y perros en un pueblo devastado por la guerra muy cerca de la línea de contacto. Su casa ha sido dañada, pero no tiene a dónde ir.

Un capítulo en el que ha sido difícil abrir brecha ha sido el de la salud mental, un asunto que sigue siendo un tabú entre la población rural. Por eso “también se han desplegado psicólogos, que se encargan de cuidar de la salud mental de la población”. Las pensiones de apenas 42 euros y la ausencia en muchas ocasiones del cónyuge por muerte natural o fruto de los combate desestabiliza todavía más a las personas. Las ONG Imparten cursillos y hacen donaciones de material médico a hospitales de la zona para poco a poco construir un colchón institucional en este rincón olvidado de Europa.

placeholder Una mujer observa un bloque de viviendas dañado por el fuego de artillería en Yasynuvata, Ucrania. (Reuters)
Una mujer observa un bloque de viviendas dañado por el fuego de artillería en Yasynuvata, Ucrania. (Reuters)

"El goteo de muertes sigue siendo constante"

Desgraciadamente para muchos habitantes la guerra es más que un recuerdo. El principal enemigo son las minas antipersona o antitanque, que se han cobrado más de 2.000 vidas desde que empezó el conflicto. “El goteo de muertes sigue siendo constante”, explica un responsable de seguridad de las ONG con base en Slaviansk que prefiere no ser identificado. En las filas ucranianas algunos tienen sensación de estar, poco a poco, reconquistando su país. En algunas zonas se ha avanzado 200 metros. En otras, casi un kilómetro. Otras siguen como estaban, pero la población poco a poco ha vuelto a vivir a las casas abandonadas, con los peligros que ello implica.

El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, sugirió el mes pasado la posibilidad de desplegar una misión conjunta de la ONU y de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) en el Este de Ucrania. Según esta última idea para buscar una salida, la misión conjunta implicaría el despliegue de personal "militar, policial y civil" procedentes de países que han contribuido a resolver el conflicto en el Este de Ucrania, donde los líderes interinos de las repúblicas autoprocalamadas, los prorrusos Denis Pushilin (Donetsk) y Leonid Pasechik (Lugansk), ganaron las elecciones celebradas este domingo.

Los ucranianos, por su parte, ni sueñan con ceder un palmo de lo que consideran su territorio. Un 70% de los habitantes creen que Crimea debe seguir siendo parte de Ucrania y no están dispuestos a intercambiarla por el Donbás. La Fundación de Iniciativas Democráticas Ilko Kucheriv llevó a cabo una encuesta de población a nivel nacional junto con el Servicio Sociológico del Centro Razumkov durante el mes de agosto en todas las regiones de Ucrania, excepto Crimea y los territorios ocupados de las regiones de Donetsk y Lugansk. La mayoría de los ucranianos (66%) considera inaceptable aceptar la propuesta de “intercambiar” Crimea por Donbás es decir, reconocer a Crimea anexionada por Moscú "a cambio" de la retirada de Rusia de los territorios ocupados del Donbás. Dicho "intercambio" está respaldado por un 16%, admite el analista de la Fundación, Sergiy Shapovalov.

El pulso político está decidido por la unidad de la patria, y el militar se topa con una realidad tozuda de resistencia separatista pese a los sufrimientos de una población civil que apenas recuerda los tiempos de tranquilidad.

Han pasado ya más de cuatro años desde el comienzo del conflicto de las tropas ucranianas con las fuerzas separatistas prorrusas. Pese a los trabajos en torno a los acuerdos de Minsk, las muertes no cesan en la franja de 400 kilómetros que recorre la línea del frente. Mientras en Kiev el Gobierno no abandona la idea de unirse a la OTAN algún día, en las casas del Donbás la obsesión es cómo lograr mantenerse caliente entre cuatro paredes.

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