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El Supremo a toda costa: por qué la elección de un juez conservador puede cambiar EEUU
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El Supremo a toda costa: por qué la elección de un juez conservador puede cambiar EEUU

Esta semana se celebran las audiencias de confirmación de Brett Kavanaugh, detestado por los demócratas pero a quien los republicanos quieren hasta el punto de aceptar los excesos de Trump

Foto: El juez Brett Kavanaugh frente al Tribunal Supremo de EEUU en Washington, el 10 de julio de 2018. (Reuters)
El juez Brett Kavanaugh frente al Tribunal Supremo de EEUU en Washington, el 10 de julio de 2018. (Reuters)

Los presidentes pasan, pero los jueces del Supremo permanecen. Las decisiones que toman los primeros puede cambiarlas el siguiente inquilino de la Casa Blanca; las de la máxima instancia judicial de Estados Unidos tampoco son inamovibles, pero pueden pasar décadas erigidas como muros infranqueables y absolutos en asuntos tan sensibles como el aborto, el matrimonio homosexual, la discriminación positiva o las leyes electorales. Por ejemplo, 58 años tardó el Supremo en darle la vuelta a la decisión de legalizar en 1896 la separación de alumnos por el color de su piel. Ese tipo de cuestiones están en juego desde este martes en Estados Unidos con la audiencia en el Senado al candidato Brett Kavanaugh.

El Supremo lo componen nueve nombres que apenas se conocen en España, pero que pueden impactar en la vida de los estadounidenses con mucha más profundidad que ocho años de Donald Trump. Por muy dañino que parezca el actual presidente a algunos, por muy hipnótica que resulte su presidencia, conviene no perder de vista que este martes empieza en el Senado el proceso que, muy probablemente, llevará a Kavanaugh a ocupar la plaza vacante en el Tribunal Supremo. Fue nombrado por Trump, pero corresponde al Senado darle su bendición.

Lo que dicta el Supremo va a misa. Sus decisiones son inapelables. Son como oráculos, solo que no son mitológicos sino tan humanos, falibles y probablemente tendenciosos como un tertuliano a sueldo del partido. Por eso, según cómo mire uno a la vida, importa mucho quiénes lo componen. Cuando hay una vacante, el presidente de turno propone y el Senado dispone. Y a Donald Trump le ha caído en gracia algo extraordinario: elegir dos candidatos en menos de dos años de mandato. Y pueden venir más si lo de Trump va para largo, a no ser que Ruth Bader Ginsburg, octogenaria jueza e ídolo de la progresía estadounidense, sea inmortal. Importa y mucho la composición del Tribunal Supremo, teniendo en cuenta que son cargos vitalicios (y Kavanaugh asumiría el puesto con apenas 53 años).

Foto: El fiscal general de EEUU, Jeff Sessions, declara ante el Comité de Inteligencia del Senado, en una foto de archivo, en junio de 2017. (Reuters)

El aborto es legal en Estados Unidos desde 1973 (7 a 2 en la votación). Entonces gobernaba Richard Nixon, que calló al respecto. Hace nueve años se hicieron públicas unas grabaciones inéditas de la época en las que, aunque decía que el aborto "rompía la familia", se mostraba favorable para casos de violación o de parejas entre "un blanco y un negro" (sic). 45 años después, y con el mundo dando pasos hacia la legalización del aborto (con permiso de Argentina), este asunto vuelve a estar en el centro del debate público en Estados Unidos precisamente por los tiempos regresivos que están por llegar en el Supremo.

Preguntado en un debate de campaña Donald Trump sobre si quiere que se revierta la decisión del Tribunal de 1973, el entonces candidato anunció que "eso pasará" si lograban meter "dos o tres jueces", porque todos sus candidatos eran "pro-vida". Lleva dos [el primero, gracias al bloqueo de los republicanos a una candidata de Barack Obama en sus meses finales de mandato. La necesidad de cubrir la vacante la heredó el actual presidente], aunque llegado el momento de elegir al segundo, Trump asegurara que no preguntó a los posibles candidatos su posición respecto al aborto.

Hasta la jubilación hace unos meses del juez Anthony M. Kennedy, el Tribunal tenía una composición de 5 jueces conservadores y 4 liberales. Kennedy pertenecía a los primeros, por lo que nada cambia a primera vista con la probable entrada de Kavanaugh. Suele ser una constante en la historia del Tribunal: conservadores sustituyen a conservadores, progresistas a progresistas. El balance, en teoría, se mantiene en este caso del lado conservador.

placeholder Protestas contra la nominación de Kavanaugh frente al Tribunal Supremo de Nueva York, el 26 de agosto de 2018. (Reuters)
Protestas contra la nominación de Kavanaugh frente al Tribunal Supremo de Nueva York, el 26 de agosto de 2018. (Reuters)

Cifras ajustadas entre los republicanos

Sin embargo, Kennedy representó durante sus años en el Supremo un voto menos predecible que decantaba mayorías progresistas en temas sensibles como el aborto, la discriminación positiva, los derechos de los homosexuales o la pena de muerte. Cierto es que su voto e iniciativa aprobaron proyectos ansiados por los republicanos, como la financiación ilimitada de campañas electorales por parte de empresas, que el Supremo sacó adelante en 2010 por un solo voto. Kennedy redactó la sentencia que abrió las puertas a que el dinero llegara sin control a "dopar" a algunos candidatos (y hundir a otros).

¿Qué consecuencias puede tener la previsible aprobación de Brett Kavanaugh? De momento, que nadie espera que se alíe como Kennedy con su contraparte liberal en asuntos tan sensibles. Y, sobre todo, que deja como voz más progresista entre los conservadores del Supremo al juez John Roberts, de 63 años, su actual presidente, que asume el simbólico pero decisivo voto ("swing vote") que determinará, salvo sorpresa, la balanza en votaciones ajustadas.

Sirva de ejemplo que, según recogen los datos compilados por dos profesores universitarios, Kennedy y Roberts disintieron entre ellos hasta en 51 ocasiones en que la votación se decantó por un voto. Como recoge The New York Times, uno y otro estaban en las antípodas en temas tan sensibles como el cambio climático ("Es pura conjetura", señaló Roberts sobre algunos de sus aspectos), los derechos de los detenidos en Guantánamo (votó éste en contra de que los detenidos en la isla pudieran acudir a la justicia ordinaria) o los derechos de los homosexuales (se opuso el actual presidente del Tribunal a la legalización del matrimonio homosexual por carecer "de fundamento en la Constitución").

Foto: Capitolio de Estados Unidos, en Washington. (Reuters)

En caso de que todos los senadores demócratas voten en contra del candidato, para sacar adelante la nominación de Brett Kavanaugh, los republicanos solo se pueden permitir uno o dos votos negativos entre sus filas, dependiendo de si el sustituto del difunto senador John McCain llega o no a tiempo para la votación (contando su plaza, el equilibrio actual es 51-49 en favor de los republicanos). Y aunque hay republicanos incómodos con la presidencia de Donald Trump, algunas voces sostienen que el partido traga lo que haga falta para, por un lado, no perder al fiel votante de Trump en las próximas elecciones legislativas de noviembre y, sobre todo, para poder acabar su presidencia con una mayoría conservadora sólida en el Supremo. Por eso necesitan que la votación de Kavanaugh se resuelva antes de que se constituyan nuevas cámaras en enero, donde no tienen claro si contarán con mayoría como hasta ahora.

Con o sin futuro presidente republicano en la Casa Blanca, el partido conservador ve este como su momento para redefinir el país por un largo tiempo, y el Tribunal Supremo es una herramienta fundamental para poder hacerlo. También quieren copar con jueces conservadores algunas vacantes en estamentos inferiores de la justicia. Por eso van por la vía rápida, aunque eso suponga que no todos los documentos que solicitan los senadores demócratas para revisar el bagaje del candidato vayan a estar disponibles esta semana. Por ejemplo, documentos de su etapa al servicio de la administración de George W. Bush [Kavanaugh formó parte del equipo legal que buscó detener el recuento de votos en Florida en las polémicas elecciones de 2000. Su petición fue respaldada después precisamente por el Supremo, lo que dio la victoria a Bush]. También la Casa Blanca ha retenido determinados papeles que considera "sensibles".

Los demócratas no olvidan tampoco su papel en la investigación que derivó en un fallido 'impeachment' al presidente Bill Clinton. Con los años, Kavanaugh cambió su postura al respecto y defendió que los presidentes deben quedar protegidos de investigaciones delictivas porque "consumen el tiempo y distraen". Y hoy hay en la Casa Blanca un presidente susceptible de ser distraído, especialmente por la investigación de la trama rusa y por la acusación de su ex-abogado, Michael Cohen, de que le ordenó cometer un delito de financiación irregular de campaña. Temas con los que los demócratas harán sangre esta semana en el Senado, aunque ésta difícilmente dejará en la cuneta al candidato.

Los presidentes pasan, pero los jueces del Supremo permanecen. Las decisiones que toman los primeros puede cambiarlas el siguiente inquilino de la Casa Blanca; las de la máxima instancia judicial de Estados Unidos tampoco son inamovibles, pero pueden pasar décadas erigidas como muros infranqueables y absolutos en asuntos tan sensibles como el aborto, el matrimonio homosexual, la discriminación positiva o las leyes electorales. Por ejemplo, 58 años tardó el Supremo en darle la vuelta a la decisión de legalizar en 1896 la separación de alumnos por el color de su piel. Ese tipo de cuestiones están en juego desde este martes en Estados Unidos con la audiencia en el Senado al candidato Brett Kavanaugh.

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