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La ultraderecha que quiere sacar a Suecia de la UE amenaza con ser segunda fuerza
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La ultraderecha que quiere sacar a Suecia de la UE amenaza con ser segunda fuerza

Demócratas de Suecia, un partido xenófobo vinculado en el pasado a grupos neonazis, amenaza con convertirse en la segunda fuerza y provocar un vuelco en la política sueca en las próximas elecciones

Foto: El líder del partido ultraderechista Demócratas de Suecia, Jimmie Akesson (izq), participa en un acto de campaña para las elecciones generales. (EFE)
El líder del partido ultraderechista Demócratas de Suecia, Jimmie Akesson (izq), participa en un acto de campaña para las elecciones generales. (EFE)

Suecia ha vivido los últimos cuatro años la legislatura más convulsa en décadas, con un gobierno en minoría de socialdemócratas y ecologistas, con apoyos puntuales de los excomunistas, a pesar de tener enfrente una clara mayoría de centroderecha. Esa rareza se explica por una singularidad de la política sueca: ninguno de los dos grandes bloques políticos ha querido saber nada de Demócratas de Suecia (SD, por sus siglas en sueco), un partido de ultraderecha, desde su entrada en el Parlamento en 2010. Ni cuando entonces logró el 5,7%, ni cuando cuatro años después obtuvo el 12,9% y se convirtió en tercera fuerza.

Suecia ha sido hasta ahora una anomalía en el contexto nórdico. Mientras formaciones similares a SD como el Partido del Progreso noruego, los Verdaderos Finlandeses y el Partido Popular Danés son aceptadas desde hace tiempo en sus respectivos países como fuerzas políticas normales, no se les considera de extrema derecha pese a su indiscutible discurso xenófobo (sobre todo hacia los musulmanes) e integran o han sostenido desde fuera gobiernos de derecha, en Suecia son una fuerza marginada y con la que ningún otro partido hace pactos.

Amago de elecciones anticipadas, un pacto entre Gobierno y oposición para dejar gobernar a Ejecutivos en minoría (luego roto en papel pero que se ha mantenido en espíritu), dos mociones de censura fracasadas, destituciones de ministros forzadas por la oposición por un escándalo por una fuga de datos confidenciales de una agencia gubernamental... a la política sueca no le ha faltado agitación en los últimos cuatro años.

A la sombra de la incapacidad del Gobierno y de la opositora Alianza (que agrupa a cuatro partidos de centro y derecha), el SD ha seguido creciendo, ayudado sobre todo por dos elementos, aparte de factores externos como el auge de movimientos similares en toda Europa: el aumento de la delincuencia y la crisis provocada por la oleada de refugiados que estalló en otoño de 2015 y que se hizo sentir sobre todo en Suecia, el país que ese año había acogido la cifra per cápita de solicitantes de asilo más alta de toda la UE.

Foto: Davlat, de Tayikistán, cubre su rostro para no ser identificado en una iglesia del centro de Estocolmo. (Reuters)

"Ya no pueden pararnos, es demasiado tarde"

Sus dos temas favoritos, los inmigrantes y la delincuencia, han ocupado los dos últimos años el lugar preferente en la actualidad que nunca antes habían tenido. Y la política de asilo más generosa de un país de la UE ha llegado a su fin: de conceder en 2013 permiso permanente a todos los refugiados sirios a aprobar tres años después una ley provisional para conceder solo permisos temporales y entorpecer la reagrupación familiar, además de instaurar controles fronterizos provisionales, una línea restrictiva que los principales partidos ya han dicho que no van a abandonar.

Nos veo ya como ganadores en gran medida. Crecemos, a la vez que hemos influido en el debate y en la evolución de la sociedad”, decía la semana pasada en una entrevista al 'Dagens Nyheter', el principal diario sueco, el líder del SD, Jimmie Åkesson. El ideólogo del partido, Mattias Karlsson, afirmaba un mes atrás: ”Ya no es posible pararnos, es demasiado tarde”.

Su política migratoria, la preferida por los suecos según las encuestas, implica reducir la cifra de inmigrantes y refugiados y las ayudas

Los sondeos colocan desde hace meses a Demócratas de Suecia en torno al 20%, la gran mayoría como segunda fuerza, por delante de los conservadores, y a pocos puntos de los socialdemócratas, que han dominado la política sueca en el último siglo y únicamente no han gobernado en tres lustros. Su ascenso ha creado fisuras en la Alianza: mientras conservadores y democristianos les abren la puerta a medias (quieren gobernar con sus votos pero sin pactar con ellos), liberales y centristas son más escépticos y defienden negociar con los socialdemócratas si estos y sus aliados sacan más votos que el centroderecha (sin contar SD).

Åkesson se mantiene expectante. Da por hecho que su partido no va a formar parte de ningún Ejecutivo, pero avisa de que para que la Alianza gobierne será necesario que le concenda al SD una influencia ”proporcional” a su tamaño y en las cuestiones que considera más importantes: inmigración y delincuencia.

Tampoco descarta que haya nuevas elecciones, aunque considera que es ”más fácil” hablar con él que volver a celebrar unos comicios. ”Ya no reconozco a Suecia”, había dicho en un debate parlamentario a principios de año Åkesson, que le declaró la ”guerra” al crimen organizado tras varios incidentes armados entre bandas.

placeholder Jimmie Åkesson, líder de Demócratas de Suecia (SD), durante un acto de campaña en Sundsvall, Suecia. (Reuters)
Jimmie Åkesson, líder de Demócratas de Suecia (SD), durante un acto de campaña en Sundsvall, Suecia. (Reuters)

Semanas después, en medio de la polémica por las declaraciones de Donald Trump sobre refugiados y ataques terroristas en Suecia, él y Karlsson publicaron un artículo en el Wall Street Journal dándole la razón al presidente de Estados Unidos al vincular la llegada de refugiados con el supuesto aumento de disturbios y delitos sexuales.

Su política migratoria, la preferida de los suecos según las encuestas, alude a una línea ”responsable”, lo que implica reducir la cifra de inmigrantes y refugiados y las ayudas, además de copiar ideas de la vecina Dinamarca -el país escandinavo que ha ido más lejos en este área-, como una ley que fija penas más duras a los delitos cometidos en guetos y quiere forzar un mayor equilibrio en el origen social de los habitantes de zonas marginadas.

Un referéndum para sacar a Suecia de la UE

Los ”demócratas suecos” comparten con otras fuerzas conservadoras el escepticismo hacia Bruselas, y desde el triunfo en referendo del Brexit, la salida británica de la UE, hace dos años vienen reclamando una alternativa similar para Suecia, una consulta popular sobre un ”swexit”, opción que no obstante no defiende ninguna otra fuerza política.

Por supuesto que queremos dejar la UE, no queremos ser parte de la unión política en que se ha convertido, pero sí seguir colaborando y haciendo negocios con los otros países”, dijo esta semana Åkesson en una entrevista con el tabloide 'Expressen', mientras los dos eurodiputados de su partido sostenían días atras en un artículo en una revista política que la actual Unión no tenía nada que ver con la que se les ”vendió” a los suecos en 1994, cuando ingresaron en ella.

Tres años antes de la adhesión de Suecia, obtuvo su primer concejal el SD, que había nacido un lustro atrás a partir de un grupo de personas vinculadas al grupo neonazi Bevara Sverige Svenskt (Mantén sueca a Suecia). A finales de la década de 1990, Åkesson, Karlsson y otras figuras clave de la actual cúpula del SD se conocieron en la Universidad de Lund (sur de Suecia) e ingresaron en el partido, cuya presidencia Åkesson asumió en 2005, después de haber dirigido su rama juvenil. No logró acceder al Parlamento en 2006, pero sí ganó presencia en el sur del país, la zona más influida por el ejemplo danés de una rígida línea en inmigración y un debate descarnado sobre el tema. Y en 2010 volvió a colocar a un partido xenófobo en el Parlamento sueco, dos décadas después del fugaz paso de Nueva Democracia, que solo había aguantado una legislatura.

placeholder Un hombre pasa bajo un cartel del SD en el metro de Estocolmo. (Reuters)
Un hombre pasa bajo un cartel del SD en el metro de Estocolmo. (Reuters)

Åkesson ha ido moderando su discurso y apartando a los elementos más radicales en un intento por equiparar a su partido con fuerzas socialconservadoras aceptadas y respetadas en el resto de países nórdicos, que comparten sus ideas aunque no sus raíces neonazis. Pese al lanzamiento de una campaña de ”tolerancia cero” contra el racismo en 2012, los escándalos se han sucedido en estos años. Sonado fue el de la difusión de un vídeo en el que dos diputados ultras se encaraban con inmigrantes y trataban de agredirlos en la noche de Estocolmo con un tubo de hierro, o las declaraciones de figuras destacadas del partido defendiendo que la violación es una expresión de la cultura islámica o que los judíos y lapones no son suecos.

Decenas de cargos del partido, sobre todo a nivel local, han sido excluidos estos años después de que medios suecos revelaran su vinculación directa o indirecta con grupos neonazis o comentarios abiertamente racistas en las redes sociales. Por sus supuestos contactos con movimientos extremistas fue apartada hace tres años la cúpula de las juventudes del partido, que ahora ha creado una nueva fuerza de inspiración alemana bautizada Alternativa por Suecia.

Åkesson, que tras los anteriores comicios generales estuvo medio año de baja por estrés, ha rebajado el tono de sus declaraciones públicas y no ha dudado en abandonar su oposición a la adopción de niños por parejas homosexuales o rebajar su escepticismo hacia el cambio climático.

Foto: Imagen del casco histórico de Béziers, ciudad gobernada por la extrema derecha (Foto: Irene Ortega).
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Si en 2009 hablaba del islam como la mayor amenaza extranjera para Suecia, ahora dice que el problema no son tanto los musulmanes en sí como la segregación y la marginación que se genera en ciertas zonas. Aun así, admite que es un fenómeno cuyo rol en la sociedad debe ser ”el más pequeño posible”. Y en un gesto insospechado, el SD ha publicado incluso recientemente un documental de hora y media sobre la supuesta connivencia del entonces Gobierno socialdemócrata con el nazismo durante la II Guerra Mundial, período en el que Suecia permaneció neutral en teoría, aunque hizo negocios con la Alemania nazi.

En el fondo, subyace la aspiración de convertir al SD en lo que el Partido Socialdemócrata ha representado para Suecia durante un siglo, sin descartar gobernar incluso con él a medio plazo. La elección para su último libro del título 'Det moderna folkhemmet' se enmarca en esa estrategia. 'Folkhemmet”'(literalmente, casa del pueblo) es un concepto lanzado en los años 30 del pasado siglo por líderes socialdemócratas como Per Albin Hansson y desarrollado décadas después por otros correliginarios como Olof Palme: Suecia como paradigma de la sociedad del bienestar, una especie de tercera vía entre el capitalismo y el socialismo.

”¿Habría sido Per Albin hoy miembro de Demócratas de Suecia? Estoy convencido de que sí”, escribe en el libro Åkesson, mientras que el ideólogo Karlsson habla de influir en la sociedad sueca en todos sus ámbitos y de una ”revolución” en marcha: ”Son palabras mayores, pero siento que 2018 será nuestro 1968”.

Suecia ha vivido los últimos cuatro años la legislatura más convulsa en décadas, con un gobierno en minoría de socialdemócratas y ecologistas, con apoyos puntuales de los excomunistas, a pesar de tener enfrente una clara mayoría de centroderecha. Esa rareza se explica por una singularidad de la política sueca: ninguno de los dos grandes bloques políticos ha querido saber nada de Demócratas de Suecia (SD, por sus siglas en sueco), un partido de ultraderecha, desde su entrada en el Parlamento en 2010. Ni cuando entonces logró el 5,7%, ni cuando cuatro años después obtuvo el 12,9% y se convirtió en tercera fuerza.

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