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Antisemitismo y violencia: el islam radical acaba con el 'paraíso para inmigrantes' sueco
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Antisemitismo y violencia: el islam radical acaba con el 'paraíso para inmigrantes' sueco

Suecia está cambiando. El repunte de la criminalidad en los suburbios y la reciente oleada de antisemitismo hacen que el país sea cada vez menos partidario de la política de puertas abiertas

Foto: Davlat, de Tayikistán, cubre su rostro para no ser identificado en una iglesia del centro de Estocolmo. (Reuters)
Davlat, de Tayikistán, cubre su rostro para no ser identificado en una iglesia del centro de Estocolmo. (Reuters)

En las últimas semanas, varios actos antisemitas han hecho saltar las alarmas en Suecia. El sábado 9 de diciembre, unos 20 encapuchados lanzaban cócteles molotov contra una sinagoga en Gotemburgo. Dos días más tarde, bombas caseras aparecían en un cementerio hebreo en Malmö, sin contar con la quema de banderas de Israel, amenazas de muerte y gritos llamando "cerdos" y cosas peores a los judíos que se oyeron por las mismas fechas en distintas manifestaciones.

Si hace unos años, incidentes como estos se vinculaban principalmente con los movimientos neonazis, ahora suelen ser extremistas musulmanes quienes los llevan a cabo. La acumulación de ataques de los últimos días es una reacción directa a la decisión de Donald Trump de reconocer Jerusalén como la capital de Israel. Aunque hace tiempo que la comunidad judía sueca, integrada por unas 18.000 personas, sufre acciones parecidas.

En declaraciones al diario 'Kvällsposten', el rabí de Malmö, Shneur Kesselman, explicaba hace unos días que suele ser objeto de insultos, abucheos e incluso agresiones físicas con frecuencia. A veces, simplemente le hacen la peineta, pero también le han llegado a lanzar objetos desde un coche en marcha. Los medios locales también recogen el testimonio anónimo de una maestra de escuela que prefiere mantener en secreto que es judía por miedo a represalias. "He oído gritar a los alumnos por los pasillos que hay que matar a los judíos", asegura. Otros dicen esconder cualquier signo relacionado con su religión, como la kipá o la estrella de David.

"He oído gritar a los alumnos por los pasillos que hay que matar a los judíos", asegura una profesora

Que el fenómeno no es nuevo lo demuestra la advertencia lanzada en 2010 por la organización hebrea Simon Wiesenthal, que pidió a los viajeros de este credo actuar con "extrema prudencia" si visitaban el sur de Suecia a causa del antisemitismo imperante en ciertos barrios. Según datos aportados por la periodista sueca Paulina Neuding en un artículo publicado por 'The New York Times', "un estudio de 2013 muestra que el 51% de los incidentes antisemitas cometidos en Suecia son atribuidos a extremistas musulmanes, sólo un 5% a la extrema derecha y un 25% a la extrema izquierda".

Muchos ven en estos hechos una consecuencia más de la reciente llegada masiva de inmigrantes de Oriente Medio y otros países musulmanes. Una situación que se desbordó en 2015, a raíz de la crisis de los refugiados.

También en declaraciones a 'Kvällsposten', el profesor del Centro de Teología y Estudios Religiosos de la Universidad de Lund, Svante Lundgren, señala que "en muchos países de Oriente Medio hay un fuerte antisemitismo y, como consecuencia de ello, hay gente que crece en ese odio no sólo hacia Israel sino hacia todos los judíos". Por esto, es lógico que, al llegar a Suecia, algunos importen esa visión.

placeholder Barack Obama durante una visita a la Gran Sinagoga de Estocolmo. (Reuters)
Barack Obama durante una visita a la Gran Sinagoga de Estocolmo. (Reuters)

Ya no es la potencia humanitaria que fue

Vista como una potencia humanitaria, la nación nórdica lleva décadas mostrándose acogedora y abierta con inmigrantes y solicitantes de asilo llegados de todos los rincones de la tierra. Sin embargo, la falta de integración de una buena parte de ellos indica que no todo es tan idílico.

Escandinavia es una de las regiones más liberales y progresistas del mundo y el choque cultural, junto al frío, el idioma y un mercado laboral extremadamente competitivo y en fase de desindustrialización no lo ponen fácil. Gran parte de los inmigrantes se concentran en los barrios más pobres de las grandes ciudades. Y la ausencia de contacto con la población autóctona genera segregación. Son los llamados guetos. Por lo demás, un fenómeno común en muchas de las capitales de Europa, como Londres, París o Bruselas.

Suecia aparecía en la mente de muchos refugiados como un verdadero paraíso. Se concedía asilo casi automático a los sirios

El repunte de la criminalidad en los suburbios suecos, junto con algunos sonados casos de violaciones cometidas por inmigrantes y la reciente oleada de antisemitismo no ayudan a mejorar la imagen de los extranjeros en un país cada vez menos partidario de la política de puertas abiertas que ha practicado durante décadas. Según un estudio publicado este año por la Universidad de Gotemburgo, el 52% de los suecos preferiría acoger a menos refugiados, mientras que el 24% se opone por completo a la acogida.

Cuando, dos años atrás, estalló la crisis humanitaria y cientos de miles de sirios, pero también afganos e iraquíes empezaron a atravesar Europa, Suecia aparecía en la mente de muchos como un verdadero paraíso. Las autoridades facilitaron su llegada, concediendo asilo casi automático a los sirios. Pero, con el paso de los meses, la situación se les fue de las manos.

El sueco es un pueblo sumamente previsor y organizado. Sin embargo, los servicios de asistencia no estaban preparados para un flujo tan elevado. Tras llenar albergues, hoteles e incluso estaciones de esquí o resorts veraniegos en los puntos más remotos del país, las autoridades no tuvieron más remedio que alojar a los refugiados en tiendas de campaña a pesar de las gélidas temperaturas.

El Gobierno, compuesto por socialdemócratas y verdes, históricamente las fuerzas más partidarias de la inmigración, cerraron fronteras y empezaron a tomar medidas drásticas. Desde entonces, las cifras han caído en picado. De las 160.000 solicitudes de asilo recibidas en 2015, se pasó a menos de 30.000 en 2016.

placeholder Una niña refugiada mira por la ventana en la estación de esquí de Riksgransen, Suecia. (Reuters)
Una niña refugiada mira por la ventana en la estación de esquí de Riksgransen, Suecia. (Reuters)


Inmigración: tema clave en las elecciones

Nadie duda de que los temas relacionados con la inmigración estarán en el centro del debate en el año electoral que empieza. Queda menos de un año para que el país celebre comicios generales y los partidos ya han empezado a calentar motores. Los sondeos que se han ido publicando a lo largo de este año indican que los Demócratas de Suecia, la fuerza derechista contraria a la inmigración, seguirá avanzando. En las elecciones de 2014, ya se reveló como una fuerza en ascenso, duplicando sus resultados y convirtiéndose en la tercera más votada por primera vez en la historia del país.

Por el momento, ningún partido, ni a derecha ni, menos aún, a izquierda, ha querido colaborar con ellos y su posición en el Parlamento es de total ostracismo. Pero, su discurso hace mella en la sociedad e influye a los demás partidos, especialmente a los Moderados, el principal partido conservador, que es el que más votos ha perdido a favor de los populistas. Para intentar recuperar el terreno perdido, el recién elegido líder moderado, Ulf Kristersson, no duda en utilizar un lenguaje más directo. Una estrategia que ya le está ayudando en las encuestas.

El 52% de los suecos preferiría acoger a menos refugiados; el 24% se opone por completo a la acogida

"Hacen falta nueve años para que la mitad de los que llegan encuentren algún tipo de trabajo. Hay escuelas de primaria donde la mayoría de los alumnos no llegan al instituto. El crimen de las bandas se está propagando: 279 tiroteos ya este año, 124 heridos, 38 muertos", enumeraba esta semana en su discurso de Navidad, agregando que una de las soluciones pasa por conseguir que los inmigrantes dejen de vivir de los subsidios, aprendan bien el sueco y se pongan a trabajar. De lo contrario, "lo tienen realmente difícil para entrar en la sociedad", aseguró.

Hablar con claridad, sin tanta corrección política, es una de las debilidades que más se achaca a la clase dirigente. Admitir los problemas de integración es esencial para intentar solucionarlos, dicen quienes les critican. Y también ofrece una dimensión más realista de los hechos, evitando que los más radicales los exageren, como hacen los populistas, poniendo en el mismo saco a todos los individuos de un mismo origen étnico.

Volviendo a los casos de antisemitismo, por ejemplo, algunos comentaristas se quejan de que los políticos no tienen ningún problema a la hora de condenar a los neonazis que perpetran este tipo de actos, pero que se muestran mucho más dudosos cuando se trata de atribuirlos a los musulmanes.

Dicho esto, la exitosa integración de una parte de los que llegan, algunos de ellos refugiados, también demuestra que también hay cosas que funcionan. Este diario recogía algunas de sus historias hace un par de años, en plena crisis de los refugiados.

Foto: Oamayma, profesora de francés y oriunda de Siria, cubre su rostro para esconder su identidad en un centro de refugiados en las afueras de Estocolmo (Reuters).

Ellos también sufren por las tensiones. Por un lado, por la creciente islamofobia. Valga recordar las decenas de ataques incendiarios contra centros de refugiados de hace un par de años. O, en 2010, los asesinatos de varios inmigrantes, que fueron ejecutados por Peter Mangs, un lobo solitario de extrema derecha actualmente en prisión. Y, por el otro, también son objeto de miradas de condena cada vez que un inmigrante comete una fechoría, como si ellos, por tener el mismo color de piel o profesar la misma religión, también tuvieran la culpa.

Sin duda, el atentado perpetrado por un fundamentalista islámico el pasado mes de abril en el centro de Estocolmo, en el que murieron cinco personas, no ayuda a mejorar el ambiente, sino todo lo contrario: refuerza la visión de que algo está fallando.

En las últimas semanas, varios actos antisemitas han hecho saltar las alarmas en Suecia. El sábado 9 de diciembre, unos 20 encapuchados lanzaban cócteles molotov contra una sinagoga en Gotemburgo. Dos días más tarde, bombas caseras aparecían en un cementerio hebreo en Malmö, sin contar con la quema de banderas de Israel, amenazas de muerte y gritos llamando "cerdos" y cosas peores a los judíos que se oyeron por las mismas fechas en distintas manifestaciones.

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