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El juez al que se le suicidó un criminal de guerra: lecciones del Tribunal de Yugoslavia
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"FUE UN ERROR. ahora todoS sabeN lo que hizo”

El juez al que se le suicidó un criminal de guerra: lecciones del Tribunal de Yugoslavia

Carmel Agius dictaba su sentencia cuando Praljak se levantó y se tomó el veneno que tenía guardado. "Fue un grandísimo error. Era un criminal de guerra y ahora lo sabe todo el mundo"

Foto: Slobodan Praljak durante la sesión en el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, en La Haya. (Reuters)
Slobodan Praljak durante la sesión en el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, en La Haya. (Reuters)

“No sé lo que Slobodan Praljak pretendía conseguir con su actuación, pero el suicidio fue totalmente en vano. Fue un grandísimo error. Él era un criminal de guerra condenado y reconfirmado y ahora lo sabe todo el mundo”. Esta es la opinión que le merece al juez Carmel Agius la actuación inédita del exgeneral bosniocroata ante las cámaras de medios internacionales. El magistrado, presidente del Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia (TPIY), dictaba su sentencia cuando Praljak se levantó de forma repentina de su asiento y protestó contra su condena a 20 años de prisión gritando su inocencia, y se tomó el líquido que tenía guardado en un pequeño frasco. “No soy un criminal de guerra. Rechazo totalmente la sentencia”, afirmó, una hora antes de morir de una parada cardiorespiratoria provocada por el cianuro que había ingerido.

La fotografía de un Praljak de 72 años, canoso, con traje y corbata, y un rostro totalmente serio, mientras abre la boca y se toma el veneno sin inmutarse, dio la vuelta al mundo. Un suicidio cara a cara con la Justicia internacional. “Estoy seguro de que un 95% de los 7.000 millones de personas que viven en el planeta no sabía de su existencia. Pero después de lo que ha hecho, y la atención mediática que tuvo su suicidio, todo el mundo sabe ahora que es un criminal de guerra. Así que creo que si pretendía demostrarle al mundo que no es un asesino, lo que logró es precisamente lo contrario”, dice Agius, en una entrevista con El Confidencial, días antes del cierre definitivo del TPIY, después de 24 años de trabajo.

La ausencia de guerra no significa que haya paz en los países de la exYugoslavia

Praljak había estado en prisión preventiva desde 2004, lo que significa que ya estaba a punto de cumplir los dos tercios de su condena que le permitirían disfrutar de la libertad condicional. Por eso se entiende aún menos los motivos de su suicidio; si todo era una cuestión de honor: podía haber defendido su honor, desde fuera de prisión.

El propio tribunal y las autoridades holandesas han iniciado dos investigaciones independientes para esclarecer la pregunta principal que todo el mundo se está haciendo: ¿Quién le ha dado el veneno a Praljak? ¿Cómo lo ha conseguido desde dentro del ala internacional de la prisión de Scheveningen, en La Haya, donde estaba encarcelado? Lo único que ha trascendido de las investigaciones es que el exgeneral murió de una parada cardiorespiratoria provocada por “una sustancia venenosa”, que según los resultados preliminares sería cianuro. “Por supuesto fue algo inesperado, jamás hubiésemos imaginado que algo así ocurriese dentro del tribunal. No había ningún síntoma de que esta persona fuese suicida. Si alguien ya lo sabía, a nosotros nadie nos había informado”, lamenta el magistrado.

Para Agius, el suicida Praljak “fracasó miserablemente, sea lo que fuese aquello que tenía en mente o que pensaba que iba a conseguir como resultado de su decisión. Lo que hizo fue totalmente contraproductivo”. Ni ha honrado a su país, ni a sus colegas que estaban escuchando las sentencias junto a él. Praljak, que estudió en los años sesenta y setenta Sociología, Filosofía y Arte Dramático en Zagreb, se unió a las fuerzas armadas croatas de Bosnia para luchar por la independencia, contra Yugoslavia, junto a varios colegas suyos. El exgeneral sin formación militar -más bien en arte y teatro-, dirigió los ataques armados contra los musulmanes en Mostar, donde se le recuerda por ordenar la destrucción del épico puente de la ciudad, cercando así a los civiles e impidiendo el acceso a comida, agua y atención médica.

placeholder Simpatizantes firman en el libro de condolencias del criminal de guerra bosniocroata Slobodan Praljak, durante un acto de conmemoración en Zagreb. (EFE)
Simpatizantes firman en el libro de condolencias del criminal de guerra bosniocroata Slobodan Praljak, durante un acto de conmemoración en Zagreb. (EFE)

La sesión judicial del pasado 29 de noviembre fue la última que celebró esta corte antes de cerrar sus puertas a finales de diciembre. “Si pensaba que con su suicidio iba a manchar la imagen del tribunal, arruinar sus últimos días o destruir su labor, lamento decirle que no lo ha conseguido”, advierte Agius. Sus compañeros tampoco estaban de acuerdo con las sentencias y las penas de prisión de hasta 25 años que habían recibido por crímenes de guerra y genocidio pero “nunca han intentado suicidarse, aceptaron sus condenas, lo que conllevan, y de alguna manera aceptaron justicia”, concluye. Praljak “no estaba preparado para aceptar” su sentencia.

El magistrado, que ha presidido los últimos años de vida del TPIY, define de “fantástico” el legado que deja esta institución, que ha procesado a 161 personas desde su creación en 1993. Los magistrados que estuvieron durante la fundación del tribunal en los años noventa tienen claro que el Consejo de Seguridad de la ONU nunca confió en que esta corte pudiese lograr los objetivos para los que fue creada, pero 24 años después, su historia demuestra lo contrario.

Hubo un milagro y hemos hecho algo de justicia para las víctimas de aquella masacre

“Hemos desarrollado una ley humanitaria internacional, así como perfeccionado las definiciones de genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad. A día de hoy, el resultado es tangible. Echando la vista atrás, el Consejo de Seguridad y la Asamblea General decidieron crear este tribunal ad hoc porque no tenían más opción. Si buscaban presentarse ante el mundo como Naciones Unidas, con un propósito de atraer la paz y seguridad, necesitaba instituciones como el TPIY. Pero no tenían mucha fe en que pudiésemos lograr algo. No tenían esperanza de que pudiésemos celebrar ni un solo juicio”, recuerda Agius, presidente de la corte desde 2015.

El juez rememora que el tribunal fue creado “con la guerra aún en marcha, sin reglas, sin evidencias, sin una fuerza policial, ni agencia de refuerzos” en aquellos tiempos de confusión. “Éramos literalmente bebés que fueron traídos al mundo, y abandonados desnudos, sin comida, en medio de la nada, con la esperanza de que ocurriese un milagro que le hiciera seguir adelante y sobrevivir. Y así fue, hubo un milagro y hemos hecho algo de justicia para las víctimas de aquella masacre”, asegura, sobre más de dos décadas de juicios, testimonios de testigos y víctimas, pero también peleas con los sistemas nacionales para la extradición de los criminales y de fallecimientos de los acusados en plenos procesos judiciales, como fue el caso del expresidente de la República Federal de Yugoslavia, Slobodan Milošević.

Foto: Mural en apoyo de Ratko Mladic en un suburbio de Belgrado, en diciembre de 2016. (EFE) Opinión
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A pesar de que Agius hace un balance positivo de las labores del TPIY, es consciente de que “la ausencia de guerra no significa que haya paz” en los países de la exYugoslavia. “Las tensiones están aún muy vivas”, reconoce. Sin embargo, esa no es labor de un tribunal, cuya función se limita a condenar y ajusticiar a los que cometieron genocidios como el de Srebrenica, con al menos 8.000 víctimas mortales, o el asedio de Sarajevo, que se cobró la vida de unas 10.000 personas.

La reconciliación está en manos de la voluntad de los políticos, afirma, porque el odio sigue presente, sobre todo entre los que aún recuerdan la sangre derramada en aquellos tiempos de guerra. Los serbios siguen sin calificar lo ocurrido en Srebrenica hace 22 años como un genocidio, para ellos fue simplemente "un crimen odioso". Las diferencias, sobre cómo se ven unos a otros, también están reflejadas en las páginas de los libros de Historia de Serbia, Bosnia, Croacia y Eslovenia: cada uno con su versión del conflicto, mantienen una Yugoslavia más dividida que únicamente por las fronteras establecidas tras la guerra.

“No sé lo que Slobodan Praljak pretendía conseguir con su actuación, pero el suicidio fue totalmente en vano. Fue un grandísimo error. Él era un criminal de guerra condenado y reconfirmado y ahora lo sabe todo el mundo”. Esta es la opinión que le merece al juez Carmel Agius la actuación inédita del exgeneral bosniocroata ante las cámaras de medios internacionales. El magistrado, presidente del Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia (TPIY), dictaba su sentencia cuando Praljak se levantó de forma repentina de su asiento y protestó contra su condena a 20 años de prisión gritando su inocencia, y se tomó el líquido que tenía guardado en un pequeño frasco. “No soy un criminal de guerra. Rechazo totalmente la sentencia”, afirmó, una hora antes de morir de una parada cardiorespiratoria provocada por el cianuro que había ingerido.

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