Siete muertos para liberar a un líder de la Mara: así asesina el terrorismo pandillero
Las bandas se ceban con los hospitales en Guatemala. Tras un sangriento ataque de la MS-13 al mayor centro del país, los médicos se plantan y parte de la sociedad pide la pena de muerte
Como si de una partida de ajedrez se tratara, los peones se sacrificaron por su Rey, aunque antes provocaron una masacre asesinando a balazos a siete personas y dejando heridas a otras 12, entre ellas un niño de cuatro años. En este caso, el 'Rey' era un líder de la Mara Salvatrucha (MS-13) en Guatemala, Anderson Daniel Cabrera Cifuentes. Acusado de asesinato y asociación ilícita, cumplía condena desde 2013 en la cárcel de Fraijanes II, destinada a reclusos de esta pandilla, que se disputa el territorio con Barrio 18.
Los peones eran cinco jóvenes, liderados por un menor de 17 años, conocido con el alias ‘El Niño’. Todos ellos llegaron armados hasta los dientes al Hospital Roosevelt, el principal de Guatemala, adonde esa mañana había sido trasladado por orden judicial el líder de la Mara Salvatrucha para realizarse unos análisis de sangre. Todo estaba planificado al milímetro. El preso, de 29 años, estaba custodiado por tres agentes del Sistema Penitenciario y se encontraba en una farmacia ubicada en el área de ingreso a urgencias del hospital. Eran las 07.45 cuando, a bordo de un vehículo, los pandilleros asesinaron a tiros a un agente de seguridad que guardaba una de las cinco puertas de acceso al Hospital Roosevelt.
A continuación, comenzaron a disparar a diestro y siniestro matando a dos de los agentes del Sistema Penitenciario e hiriendo al tercero, lo que permitió que el reo pudiera escapar. Sin embargo, los atacantes siguieron accionando durante cinco minutos sus armas de gran calibre, empleadas únicamente por el Ejército o fuerzas de seguridad. Estas ráfagas alcanzaron mortalmente a un niño de ocho años, así como a dos pacientes que se encontraban en el área de urgencias y a un familiar de una persona que estaba siendo atendida en el hospital.
Una vez ejecutado el ataque huyeron del lugar sin su jefe, quien aprovechando la confusión logró esconderse en el interior del centro. Sin embargo, para que Cabrera Cifuentes recuperara su libertad, los pandilleros, de entre 17 y 29 años, sacrificaron la suya: pocos kilómetros después fueron detenidos por la policía y remitidos a un juez que decretó su ingreso en prisión. Además, uno de ellos resultó herido de bala durante la persecución.
El Gobierno de Guatemala ya ha emitido una alerta en la que ofrece una recompensa de 150.000 quetzales (20.000 euros) a quien aporte información sobre el paradero de este peligroso pandillero, conocido como ‘Chatía’ o ‘Liro Boy’, a quien se le atribuyen una veintena de homicidios. A lo largo de su vida criminal, ha llegado a utilizar hasta 11 nombres diferentes para zafarse de la persecución policial.
"Fue una película de terror"
Lo que se vivió la mañana del ataque en el Hospital Roosevelt fue como una “película de terror”, tal como señala a El Confidencial una de las trabajadores que pide guardar su anonimato. “Se empezaron a escuchar sonidos de bombas que eran como cohetes, pero a los pocos minutos se oyó como si hubiesen encendido una ametralladora, lo que provocó que la gente se encerrara en los cuartos y las oficinas”, relata. Así, indica que alguna de las personas que resultaron heridas ni se dieron cuenta de que habían sido alcanzadas por las balas, debido a la “adrenalina” del momento y a la necesidad de huir de los disparos. “Estalló un pánico colectivo, porque nadie sabía lo que estaba pasando”, afirma, al tiempo que recuerda que desde los altavoces se pidió a todos los pacientes y trabajadores que se guarecieran. Algunos bloquearon las puertas con camillas y muebles hasta que fueron evacuados por las fuerzas de seguridad.
“Balearon a todo el que pasaba”, indica esta trabajadora, quien admite tener “miedo” porque “no sabemos qué más pueden hacer si llegaron hasta aquí con ese tipo de armas”. Como eco del ataque armado quedan visibles numerosos agujeros de las balas de gran calibre en las paredes de la farmacia, así como en varios ventanales e incluso en una cabina telefónica, como si se tratase de un escenario de una guerra.
El pánico creció aún más cuando agentes de las Fuerzas Especiales de la Policía Nacional Civil fuertemente armados entraron en tropel al hospital, incluso en el área de maternidad, y comenzaron a buscar desesperados a 'Liro Boy', que había conseguido escapar.
Los agentes llegaron a romper los techos a golpes con sus armas, ya que suponían que el reo se había escapado a través de la cubierta de uno de los baños en los que se había escondido. No encontraron ni rastro y todavía se desconoce cómo logró huir el líder de la MS-13. Tampoco dieron muchas pistas los jóvenes responsables del ataque, más allá de que uno de ellos reveló a los periodistas que había cobrado 200 quetzales (26 euros) por liberar a 'Liro Boy'.
Lo único que se sabe es que ‘El Niño’ lideraba el grupo, pese a no haber cumplido aún la mayoría de edad. Así lo intuye la policía teniendo en cuenta que el menor era el único que portaba un chaleco antibalas en el momento de su detención, así como planos del hospital y horarios. En Guatemala, las celdas de tribunales están expuestas, por lo que es habitual que los periodistas puedan entrevistar a los detenidos. Preguntado sobre si se arrepentía del asesinato de siete personas, el joven aseguró que “no” con una mirada desafiante, al tiempo que negó haber cobrado por facilitar la fuga de su jefe.
Los médicos se plantan
Tras este ataque, que ha sido calificado de “terrorista” por el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, el Hospital Roosevelt cerró las consultas externas de adultos, maternidad y pediatría hasta este lunes. Al mismo tiempo, se han suspendido todas las prácticas de los estudiantes universitarios, por lo que solo mantiene el servicio de emergencias y la atención a las personas ingresadas. Visiblemente enojado, el director del principal centro sanitario del país, Carlos Soto, ha denunciado que este hospital cuenta con “14 puntos vulnerables” por lo que ha exigido a los Ministerios de Gobernación y Defensa “seguridad perimetral y en el interior del hospital para resguardar a los pacientes y a los trabajadores”. Precisamente, soldados del Ejército y de la Policía Nacional Civil patrullan desde el día del tiroteo el área exterior y controlan los accesos al Roosevelt para evitar otro ataque.
“Si no se cumplen nuestras exigencias no vamos a atender, ya que no vamos a permitir que se produzca otro acto cobarde”, ha advertido Soto, quien ha manifestado que solo van a tratar en el hospital a los presos cuya vida corra “riesgo”. Así, el director del Roosevelt ha criticado que mensualmente se trasladan a este hospital a entre 200 y 300 reclusos, de los cuales “el 80% no requería tratamiento hospitalario”. En este sentido, el jefe del Ejecutivo de Guatemala ha anunciado que instalarán clínicas móviles en las cárceles para evitar que los reos sean tratados en los hospitales por el peligro que ello comporta para el resto de la población.
No es la primera vez que los centros sanitarios de Guatemala sufren un ataque de la MS-13 o de Barrio 18, que suelen aprovechar los traslados de presos para facilitar la fuga de sus jefes o para perpetrar ataques contra la pandilla rival. El último ataque de estas características se produjo en agosto de 2016, cuando un líder de Barrio 18 fue asesinado en las puertas de la Unidad Nacional de Atención al Enfermo Renal Crónico a manos de individuos de la pandilla rival, que le dispararon desde un vehículo. En el ataque murieron otras cuatro personas, entre ellas uno de los sicarios.
Además, en marzo de 2015 varios pandilleros de Barrio 18 dispararon y lanzaron una granada frente a las Urgencias del hospital San Juan de Dios, el segundo más grande del país, con el fin de liberar a uno de sus integrantes. El resultado del ataque fue cuatro muertos y una treintena de heridos. Asimismo, se han producido crímenes selectivos contra trabajadores, como el que sufrió el pasado 23 de mayo el doctor del Hospital Roosevelt Carlos Mejía, quien creó la Clínica de Enfermedades Infecciosas, y cuyo homicidio aún no ha sido esclarecido.
Mientras, el 10 de septiembre del pasado año un sicario de Barrio 18 mató a balazos a la entonces asistente de Comunicación Social del Hospital San Juan de Dios, Ana Leonor Guerra. Pese a que tras estos ataques el Gobierno prometió mayor seguridad en un país que registra 14 asesinatos diarios, su compromiso se ha traducido en nada. Ante la "indiferencia" de las autoridades, el Presidente de la Junta de Médicos del Roosevelt, Zagrev Cea, se pregunta “¿cuándo van a tomar cartas en el asunto?". Esta situación provoca que muchos ciudadanos aboguen por reinstaurar la pena de muerte en Guatemala para dar, a su juicio, un ‘jaque mate’ definitivo a la violencia que azota al país. “Solo así se va a acabar con la delincuencia”, zanja Efraín Villatoro, supervisor del hospital atacado y amigo del guarda de seguridad asesinado, cuyo cuerpo fue velado en el interior del centro sanitario antes de su traslado al cementerio.
Como si de una partida de ajedrez se tratara, los peones se sacrificaron por su Rey, aunque antes provocaron una masacre asesinando a balazos a siete personas y dejando heridas a otras 12, entre ellas un niño de cuatro años. En este caso, el 'Rey' era un líder de la Mara Salvatrucha (MS-13) en Guatemala, Anderson Daniel Cabrera Cifuentes. Acusado de asesinato y asociación ilícita, cumplía condena desde 2013 en la cárcel de Fraijanes II, destinada a reclusos de esta pandilla, que se disputa el territorio con Barrio 18.
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