Es noticia
Bochorno diplomático: Trump se niega a dar la mano a Merkel
  1. Mundo
SUS DISCREPANCIAS NO PUEDEN SER MAYORES

Bochorno diplomático: Trump se niega a dar la mano a Merkel

En la primera visita de la canciller desde la llegada de Trump se tratarán el comercio, la OTAN y la lucha contra el ISIS. Las discrepancias entre ambos líderes no pueden ser mayores

Foto: Merkel y Trump hoy en Washington. (Reuters)
Merkel y Trump hoy en Washington. (Reuters)

Angela Merkel ha llegado este viernes a la Casa Blanca para reunirse con Donald Trump. La primera vez que se reunían cara a cara el presidente más atípico de Estados Unidos en décadas y la política más poderosa de Europa, a la que algunos han llamado la "líder del mundo libre", no decepcionó. Él, arrogante e impulsivo, acostumbrado a ganar, a hacer negocios, amigo del tweet, de los golpes de mano y del unilateralismo, forzó su descortesía hasta el extremo de negarse a dar la mano y mirarle a la cara durante la sesión la breve comparecencia ante los medios. Ella, pragmática, calculadora y obstinada, hizo un amago y reaccionó con asombro ante la negativa.

El choque de trenes que podía imagnarse se visualizó de forma deliberada por parte de Trump. Dos estilos de hacer política y dos formas de entender el mundo que han quedado de manifiesto con un simple gesto (o su ausencia). Ese ha sido el resumen de lo que puertas adentro se habrá desarrollado de manera más o menos diplomática. Sobre la mesa hay asuntos de calado como la situación del comercio bilateral, un punto que enoja especialmente al presidente de Estados Unidos por el fuerte desequilibrio de la balanza comercial en favor de los alemanes. Otro asunto relevante es el del futuro de la OTAN, un tema en el que Merkel, para asegurar la garantía de defensa estadounidense de Europa, debe mostrarse convincente en su intención de elevar el gasto militar como exige Washington.

Además, está como tercer punto la cuestión de la postura de la nueva Administración de Estados Unidos con respecto a la Unión Europea. Aquí Alemania busca forzar, aunque sea por mero pragmatismo, un posicionamiento netamente atlantista de Trump. La UE, en momentos de zozobra nunca antes vistos, precisa de respaldo externo para su estabilización de cara al Brexit y a las elecciones en Francia. Por último, también está presente la necesidad de buscar terreno común para el entendimiento entre el multilateralismo que promueve Berlín -el líder renuente perseguido por su pasado- y el unilateralismo sin complejos que propugna el "America first" de Trump.

Foto: Caídas en la bolsa de Tokio, arrastrada por el proteccionismo decretado por el presidente Trump, el pasado 24 de enero de 2017 (EFE)

Un tema que seguramente aparecerá en su comparecencia conjunta será el de la lucha común contra el Estado Islámico, donde los dos líderes están de acuerdo en el fondo, pero difieren en los medios. Otros asuntos, como la lucha contra el cambio climático, la transición hacia las energías limpias o la búsqueda de un consenso multilateral para atajar la crisis de los refugiados, quedarán fuera de la agenda por completo o serán cuestiones marginales. Las diferencias entre Merkel y Trump en estos ámbitos son abismales y no parece posible acercar posturas a tan corto plazo.

Pero sobre todo, Merkel quiere dejar claro que Alemania y la UE buscan seguir siendo socios preferentes de Washington. Y que las diferencias entre ambas partes se pueden resolver, pero mediante el diálogo, no la confrontación.

placeholder La limusina del expresidente Obama a su llegada a la cancillería para una reunión con Merkel, en Berlín (Reuters).
La limusina del expresidente Obama a su llegada a la cancillería para una reunión con Merkel, en Berlín (Reuters).

Desequilibro comercial

Alemania, con China, encabeza la lista negra de la administración Trump por cuestiones comerciales. El año pasado las exportaciones alemanas a Estados Unidos superaron en 65.000 millones de dólares (más de 61.300 millones de euros) a las ventas en sentido contrario. Peter Navarro, responsable del nuevo Consejo Nacional de Comercio de Estados Unidos, aseguró la semana pasada que "Alemania es uno de los déficit comerciales más difíciles" que Washington quiere afrontar. "Estamos pensando continua y arduamente sobre este asunto y sé que Angela Merkel vendrá pronto", avanzó Navarro: "Quizá tengamos algún debate a cerca de cómo podemos mejorar las relaciones económicas entre Estados Unidos y Alemania".

Éste ha sido uno de sus comentarios más conciliadores de Navarro sobre este asunto, pues sus críticas contra Alemania han sido profusas e incendiarias desde que accedió al cargo. Este profesor universitario ha llegado a acusar a Berlín de promover un euro "considerablemente infravalorado" para "explotar" a Estados Unidos y a otros socios comerciales.

Las de Washington no son las únicas voces críticas con Alemania a este respecto. La Comisión Europea ha advertido en varias ocasiones a Berlín de que tales diferencias en la balanza comercial suponen un desequilibrio importante. De hecho, el superávit comercial alemán con el resto del mundo rompió el año pasado su propio récord -cosechado el ejercicio previo- al alcanzar los 253.000 millones de euros. Se estima, además, que su superávit por cuenta corriente -un indicador algo más amplio que incluye también los flujos inversores internacionales- se situó en 2016, por segundo año consecutivo, por encima del 8 por ciento de producto interior bruto (PIB).

Las distancias en este ámbito son enormes. Cuestión de principios. Trump aspira a renegociar los principales acuerdos comerciales de su país porque considera que economías como China, México y Alemania se aprovechan de Estados Unidos. Y asegura estar dispuesto a imponer aranceles para reequilibrar la balanza. Pero para la canciller -como para su ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble y la mayoría de economistas de primer nivel en Alemania- los superávit comerciales son positivos en sí mismos. Son prueba de una economía competitiva, motivo de orgullo. Además, denotan una elevada tasa de ahorro, lo que halaga -quizá inconscientemente- a su austera mentalidad luterana.

Sin embargo, la canciller tendrá que medir sus palabras y calcular hasta qué punto le conviene mantenerse firme en estos postulados sin acabar perjudicando a su potente sector exterior, que abarca de Volkswagen a Siemens, pasando por Bayer, Daimler y SAP. En la única entrevista que Trump ha concedido a medios europeos desde su elección, la que ofreció a The Times y Bild, el presidente de Estados Unidos amenazó concretamente a BMW con imponerle "una tasa del 35 por ciento" si levantaba una nueva factoría en México para vehículos que se acabarían comercializando en su país.

En defensa de Europa

Trump ha dicho que la OTAN estaba "obsoleta". Y también, tras una larga conversación telefónica con Merkel el pasado 28 de enero, que la alianza era de "fundamental importancia". Su ambigüedad con respecto al bloque militar ha generado alarma en toda Europa, porque la mayoría de los países se saben incapaces de defenderse a sí mismos en caso de ataque. Hasta ahora muchos habían confiado ciegamente en el talismán del artículo 5 de la Carta Atlántica, por el que los aliados se comprometían a responder en bloque a la agresión a uno de ellos. Pero Trump también ha puesto esto en duda y ha exigido, en contrapartida, un mayor reparto de los costes.

Alemania ha sido uno de los que más claramente ha indicado su voluntad de elevar sensiblemente su presupuesto de Defensa. De hecho, Merkel ya había amagado en este sentido antes de que Trump saliese elegido y había llevado a la cumbre europea de Bratislava, de nuevo, la propuesta de una Unión de la Defensa. Sin embargo, Berlín no ha concretado cuándo prevé alcanzar el 2 por ciento de gasto militar que exigen con urgencia en Washington, cuando en la actualidad apenas dedica el el 1,2 por ciento de PIB tras décadas de recortes en el ejército.

Foto: Soldados del ejército de Letonia conducen un blindado durante el desfile del Día de la Independencia en Riga, el 18 de noviembre de 2016 (Reuters)

En el Gobierno estadounidense creen asimismo que Alemania puede ejercer de ejemplo entre sus socios europeos a este respecto y ser uno de los primeros países en empezar a elevar sensiblemente su presupuesto en defensa. No obstante, este nuevo papel de Berlín podría chocar con el que ha venido jugando en el continente desde la crisis de la deuda, el de defensor a ultranza de la austeridad.

Sin embargo, Merkel cree que la estabilidad mundial no se garantiza simplemente gastando más en armamento. Y tanto ella como sus ministros ya lo han dejado caer en varias ocasiones. En la Conferencia de Seguridad de Múnich se llegó a plantear de forma informal, pero muy en la línea con el pensamiento europeo predominante, un objetivo del 3 por ciento que incluyese, además de defensa, ayuda al desarrollo y cooperación internacional. Ése podría ser un primer paso para un acuerdo transatlántico en este punto.

Merkel desea también que Trump reconozca a la UE como socio de referencia. O, por lo menos, que no la torpedee. "Destacaré que para nosotros, nuestro país y nuestra pertenencia a la UE son dos caras de una misma medalla", aseguró Merkel la semana pasada en relación a su visita a Washington. El gran objetivo de la canciller este año es estabilizar el bloque, amenazado por las elecciones en Holanda y Francia, pero también por las negociaciones con Londres de cara a la salida de Reino Unido de la UE. Trump ha justificado la decisión de Londres de abandonar el bloque y le ha augurado un gran futuro en solitario, lo que resulta una afrenta a la UE. La canciller tratará hacerle entender que una Europa estable y próspera es también beneficiosa para Estados Unidos.

Machos alfa y principios

El expreso reconocimiento de la UE también implica que la nueva Administración deje de abordar cuestiones comerciales a nivel bilateral con distintos socios europeos. Las competencias en este ámbito las tiene Bruselas y el intento de saltarla erosiona la credibilidad del bloque.

Más allá de la UE y de la OTAN, Merkel aspira a que el encuentro sirva para que Trump suavice el unilateralismo de su discurso. La canciller ya ha asumido públicamente que Europa tendrá que llevar a cabo más tareas "en solitario", pero siguiendo la tradición atlantista de los cristianodemócratas alemanes, cree que el papel de Estados Unidos en la comunidad internacional es una pieza esencial.

Clave en este asunto es, por ejemplo, el mantenimiento de las sanciones de Washington a Rusia por su actuación en Crimea y en el este de Ucrania. La UE está padeciendo más que Estados Unidos los efectos de las sanciones (y de la respuesta rusa) y le costaría mucho mantenerlas en pie si Trump decide retirarlas. Merkel exige mantenerlas, pero las dudas abundan entre alguno de sus socios europeos. Otra cuestión importante para Berlín es que la nueva Administración estadounidense siga participando e involucrándose en foros como la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el G20, que se centra en acciones conjuntas de este grupo de potencias desarrolladas y emergentes para cuestiones económicas y financieras.

Es difícil prever cómo discurrirá la conversación entre dos líderes tan antagónicos. Trump es impredecible y capaz de cambiar de postura sin perder cara. Y también de mantenerse obstinado en una tesis y atacar a su adversario sin necesidad. Merkel, por su parte, encaja los golpes impertérrita -pero suele devolverlos en diferido y de forma aplastante- y está muy curtida en el arte de lidiar con 'machos alfa' de la política, de su antecesor en la Cancillería, Gerhard Schröder, al presidente ruso, Vladímir Putin, pasando por el turco Recep Tayyip Erdogan.

La canciller es capaz de grandes ejercicios de 'Realpolitik', como ha demostrado con el pacto de la UE y Turquía sobre los refugiados. Y en esta situación, estaría dispuesta a ceder por mantener el vínculo transatlántico. Pero no a claudicar. Lo dejó claro horas después de que las urnas diesen a Trump vencedor de las elecciones, en uno de los pocos discursos de aquellos días que combinaron diplomacia y un posicionamiento firme. Alemania y Estados Unidos, dijo ese día Merkel, están unidas por "valores" como "la democracia, la libertad y el respeto al derecho y la dignidad de las personas, independientemente de su origen, color de piel, religión, sexo, orientación sexual o posiciones políticas. Sobre la base de esos valores ofrezco al próximo presidente de los EEUU una estrecha colaboración", manifestó Merkel.

Angela Merkel ha llegado este viernes a la Casa Blanca para reunirse con Donald Trump. La primera vez que se reunían cara a cara el presidente más atípico de Estados Unidos en décadas y la política más poderosa de Europa, a la que algunos han llamado la "líder del mundo libre", no decepcionó. Él, arrogante e impulsivo, acostumbrado a ganar, a hacer negocios, amigo del tweet, de los golpes de mano y del unilateralismo, forzó su descortesía hasta el extremo de negarse a dar la mano y mirarle a la cara durante la sesión la breve comparecencia ante los medios. Ella, pragmática, calculadora y obstinada, hizo un amago y reaccionó con asombro ante la negativa.

Angela Merkel
El redactor recomienda