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Alemania, dividida ante la política de acogida a refugiados tras los últimos atentados
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"Los refugiados no son santos ni pecadores"

Alemania, dividida ante la política de acogida a refugiados tras los últimos atentados

Cuatro incidentes relacionados con solicitantes de asilo o hijos de refugiados contribuyen a azuzar los ya caldeados ánimos ante una cuestión crucial para la sociedad alemana

Foto: La policía acordona el área tras la detonación del explosivo de un refugiado sirio en Ansbach, Alemania, el 25 de julio de 2016 (Reuters)
La policía acordona el área tras la detonación del explosivo de un refugiado sirio en Ansbach, Alemania, el 25 de julio de 2016 (Reuters)

Por primera vez se ha producido en Alemania un atentado relacionado con el Estado Islámico. En la noche del domingo, Mohammad Deleel, de 27 años y natural de Alepo, hizo explotar una mochila-bomba en la ciudad de Ansbach, en las inmediaciones de un festival de música en el que se encontraban miles de personas en ese momento. El terrorista murió en el acto e hirió a doce personas, tres de ellas de gravedad. Al parecer, esta persona había estado bajo tratamiento psiquiátrico y había tratado de quitarse la vida en dos ocasiones sin éxito.

Apenas doce horas antes, otro ciudadano sirio de 21 años había asesinado a una mujer embarazada y herido a varias personas más con un machete, en lo que, creen las autoridades, fue un episodio de violencia de género. Y durante la semana anterior se habían producido otros dos incidentes violentos: un ataque con un hacha en un tren en Wuerzburg, y un tiroteo selectivo contra adolescentes en Múnich a manos de un joven germano-iraní con probables problemas mentales.

Alemania dividida

Los cuatro sucesos son muy diferentes y carecen de relación entre sí, excepto en un detalle: todos los implicados eran solicitantes de asilo o hijos de refugiados, algo que no han tardado en destacar algunas formaciones políticas. El descontento con el “podemos hacerlo” que formuló la canciller Angela Merkel el pasado verano cuando abrió las puertas del país a cientos de miles de refugiados que huían de la guerra se ha traducido en una oposición interna dentro de su partido, pero también en una demostración de fuerza sin precedentes de la extrema derecha. El sábado que viene se ha convocado de nuevo una manifestación neonazi en la capital alemana, la tercera en lo que va de 2016, unas marchas que no tienen parangón en la historia reciente de Berlín. La plataforma “Berlín contra los nazis” ha convocado una contraprotesta que saldrá de la Alexanderplatz a las doce de la mañana.

La violencia ha contribuido a difundir la imagen del refugiado como una amenaza, lo cual viene a verter aceite en el fuego de los ánimos que se viven en el país teutón. El partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), que logró hacerse con un resultado histórico en las pasadas elecciones regionales, publicó este fin de semana varios mensajes pidiendo el voto en las elecciones berlinesas, utilizando el miedo de los alemanes para lograr una ventaja política. Nacido como partido euroescéptico, esta formación se ha destacado por posicionarse en contra de las políticas de acogida promovidas por Merkel.

El ministro del interior, Thomas de Maizière, ha pedido calma a la población y ha declarado que “los refugiados no son ni santos ni pecadores”, recomendando que sean amables y abiertos, sin desconfiar, pero que tampoco sean ingenuos. De Maizière anunciaba que se incrementaría la seguridad elevando el número de agentes policiales en los espacios públicos, como aeropuertos y estaciones de tren.

La pista del ISIS

El fiscal general del estado alemán Peter Frank, cuyo tribunal se encuentra en Karlsruhe, se ocupará de la investigación del atentado suicida en Ansbach, así como de esclarecer el ataque con hacha en el tren. Este fiscal se encarga de casos relacionados con organizaciones terroristas, como son al parecer según las pruebas aportadas ambos ataques vividos este fin de semana.

El supuesto terrorista de Ansbach sería un “soldado del estado islámico”, según publicaba el lunes en su web Amaq, la agencia de noticias del ISIS. En el teléfono móvil del joven la policía bávara pudo encontrar un video en el que se declaraba simpatizante de dicha organización, así como un anuncio de ataques en contra de los alemanes “en nombre de Alá”. El suicida estaba en posesión de material para construir otras bombas, así como de vídeos de carácter militante islámico. El atacante de Wuerzburg, por su parte -que atacó con un hacha a varios turistas de Hong Kong en un tren, hiriendo de gravedad a algunos- era también otro solicitante de asilo, en este caso de nacionalidad afgana. La policía lo abatió cerca de la escena del crimen. El Estado Islámico reivindicó asimismo la autoría de este atentado.

El viernes pasado tenía lugar otra tragedia, la más sangrienta de todas, en la capital de Baviera, Múnich. Un pistolero acababa con la vida de diez personas, incluyendo la suya propia. El joven, cuyo nombre es Ali Sonboly, tenía la nacionalidad alemana y la iraní. Con sus 18 años de edad, también se encontraba en tratamiento psiquiátrico y en sus asesinatos la policía no ha encontrado lazos con organización terrorista alguna. Las primeras investigaciones apuntan a que se trataba de un extremista de derechas, ya que al parecer era admirador del asesino neonazi noruego Anders Breivik. Pero sin embargo, la fiscalía general en este caso hasta el momento ha decidido permanecer al margen de la investigación, a pesar de que la violencia extremista de derechas también es uno de sus campos de trabajo.

Pero mientras se sucedían esta barbarie, el sábado, tres refugiados de 19, 27 y 35 años rescataban a una jubilada alemana que había caído, o se había arrojado, a las vías del tren en la ciudad de Essen. Un auténtico acto heroico que las autoridades piden que no se repita, ya que estas personas pusieron su vida en peligro y el tren podría haberlas arrollado. Tras sacar de la vía a la mujer, que sufrió heridas de gravedad, le realizaron primeros auxilios hasta que llegó la ambulancia. Le salvaron la vida, pero esta noticia no ha acaparado grandes titulares en ningún medio estatal.

Alemania tiene un problema con el islamismo militante, igual que el resto de Europa. Pero, al mismo tiempo, tiene una inmensa tarea por delante. Decenas de miles de refugiados viven en albergues, en centros deportivos, en casetas prefabricadas. El país espera en realidad que el resto de Europa comience a mover ficha y a repartir a los refugiados, ya que, pasado un año desde la llegada masiva de 2015, para muchos de ellos la situación no parece haber mejorado: les resulta imposible traer a sus familiares porque las rutas están cerradas, y siguen sin formar parte de la sociedad alemana, en sus guetos. La población alemana está frontalmente dividida entre los defensores de los refugiados, que como voluntarios y simpatizantes están afrontando una tarea sobrehumana, y los detractores, que llegan incluso a cometer delitos, llevados por la indignación ante lo que sienten como una invasión. Esta situación es una bomba de relojería que el gobierno alemán sabe muy bien que puede estallar en cualquier momento.

Por primera vez se ha producido en Alemania un atentado relacionado con el Estado Islámico. En la noche del domingo, Mohammad Deleel, de 27 años y natural de Alepo, hizo explotar una mochila-bomba en la ciudad de Ansbach, en las inmediaciones de un festival de música en el que se encontraban miles de personas en ese momento. El terrorista murió en el acto e hirió a doce personas, tres de ellas de gravedad. Al parecer, esta persona había estado bajo tratamiento psiquiátrico y había tratado de quitarse la vida en dos ocasiones sin éxito.

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