Es noticia
La economía americana navega hacia la temida ‘doble recesión’
  1. Mundo
LA CRISIS AÑADE TENSIÓN A LA CARRERA POR LA CASA BLANCA

La economía americana navega hacia la temida ‘doble recesión’

La gran potencia económica mundial podría añadir más leña al fuego de la compleja coyuntura internacional. Lejos de contribuir a solucionar la crisis de la deuda

Foto: La economía americana navega hacia la temida ‘doble recesión’
La economía americana navega hacia la temida ‘doble recesión’

La gran potencia económica mundial podría añadir más leña al fuego de la compleja coyuntura internacional. Lejos de contribuir a solucionar la crisis de la deuda europea, como prometió Barack Obama a sus homólogos del Viejo Continente en sus recientes encuentros durante el G-20, el PIB estadounidense parece haber perdido el lustre que exhibió entre enero y marzo, trimestre en el que registró un alza del 1,9% en términos interanuales.

De hecho, ciertas voces autorizadas anticipan la entrada de EEUU en la temida doble recesión que la Administración Obama había sorteado, a duras penas y con la herramienta de los estímulos federales, hasta este ejercicio. Una de ellas es la de Lakshman Achuthan, cofundador del prestigioso Instituto de Investigación del Ciclo Económico (ECRI, según sus siglas en inglés), para quien la actividad de Estados Unidos “entró ya en contracción en la última parte del primer trimestre del año”.

El ECRI es la institución que publica el índice semanal de indicadores directores, uno de los parámetros que con más ahínco vigila la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER), la única autoridad que certifica la fecha exacta del comienzo y del final de los periodos de crecimiento y números rojos del PIB norteamericano… y que suele retardar su diagnóstico durante varios meses. 

Achuthan basa su argumentación en la paulatina pérdida de fuelle de la actividad de la industria, de los productos manufacturados, el comercio minorista y al por mayor y la permanente merma del poder adquisitivo de los estadounidenses, que paraliza el consumo, rúbrica que aporta en torno al 60% del dinamismo del país. Además de una tasa de paro que se mantiene en el 8,5% y con una fuerte arritmia de nuevos contratos laborales. Una circunstancia que, incluso, podría agravarse este verano, ante la floja cartera de pedidos de las fábricas americanas. Para apuntalar su tesis, Achuthan advierte: “Suele ser habitual que el primer trimestre de una recesión marque un dato positivo del PIB”.

El mercado ve el peligro

En apoyo de Achuthan han salido varias voces expertas del mercado. Eso sí, de momento, como los expertos del FMI -que han anticipado una rebaja del crecimiento global por el deterioro de actividad de varios mercados emergentes como China, pero también de potencias industrializadas-, sin trasladarlo aún a sus pronósticos inmediatos. Joachim Fels, de Morgan Stanley, identifica la travesía actual de la economía de EEUU como la “edad del hielo”, con una volatilidad excesiva en los mercados que ha precipitado los índices bursátiles a niveles previos a la crisis de Lehman Brothers, un mercado laboral en parálisis permanente y un clima de riqueza familiar complejo tras casi cuatro largos años de crisis financiera en el que la renta per cápita del ciudadano americano se ha visto reducida en un 15%.

Jan Hatzius, de Goldman Sachs, cambia de registro pero no de argumento y prefiere hablar del calor al anticipar otro “verano caliente”, como el de 2011, también propiciado por la cargada atmósfera de EEUU. Hatzius asume, punto por punto, las causas enumeradas por Achuthan.          

De confirmarse este escenario, la economía reforzaría aún más su condición de tema estelar de la campaña presidencial de noviembre, hasta ahora centrada, tanto por el líder demócrata como por su contrincante republicano, Mitt Romney, en la conveniencia o no de prorrogar los planes de estímulo, las divergentes fórmulas para reducir el excesivo déficit y endeudamiento del país o la recién inaugurada batalla por los impuestos.

Los efectos electorales

Con los sondeos electorales muy ajustados, pese a que la balanza se inclina ligeramente a favor de Obama, este panorama no juega precisamente a favor del actual inquilino de la Casa Blanca. Todo a pesar de que una nota de Alec Phillips, de Goldman Sachs, corroboró hace unas semanas la caída de la economía de EEUU por el precipicio fiscal y una pérdida de cuatro puntos del PIB si se eliminaran los incentivos fiscales en vigor desde el inicio del mandato del dirigente demócrata.

Sin duda por este temor, el equipo electoral de Obama ha reaccionado con especial diligencia. El discurso del presidente, la semana pasada, en la presentación de las líneas maestras de la reforma fiscal, dejó retazos ideológicos conscientes y dirigidos a la captura de votos.

Su declaración de que no estaba de acuerdo con la interpretación de los republicanos, que “entienden que la prosperidad se forja de arriba hacia abajo”, es una crítica en toda regla a la rebaja fiscal  de la era Bush -recorte en la presión tributaria a las grandes fortunas del país por valor de 350.000 millones de dólares, aprobado en 2001 y que expiró en enero de este año-, pero también un misil en la línea de flotación de Romney, quien tuvo que admitir que tributó al 14% por unos ingresos, en 2010, superiores a los 16 millones de dólares, el mismo gravamen que deben sufragar familias con ingresos anuales de 50.000 dólares.

En esta tesitura, la batalla tributaria se centra en la búsqueda del apoyo de las clases medias, a las que Obama ha prometido reducir su carga fiscal. Sin embargo, en este terreno, el contraataque del aspirante republicano también fue inmediato. Romney incidió en que la subida impositiva a los contribuyentes con ingresos superiores a los 250.000 dólares brutos anuales significará mayores aportaciones tributarias para el 3% de las pequeñas y medianas empresas norteamericanas.

Otros talones de Aquiles

Pero el futuro inquilino de la Casa Blanca heredará un legado aún más envenenado que el de la mera evolución coyuntural de la economía. EEUU, con un déficit y una deuda superiores a los de la media europea, no sólo debe concentrar sus esfuerzos en consolidar estos desequilibrios. Tendrá que emprenderlos sin tantos estímulos y con varias losas sobre las espaldas de sus ciudadanos y empresas. Es decir, el vencedor de las presidenciales de noviembre está obligado a transformar el patrón económico.

El duro ajuste inmobiliario, que mantiene el precio de las viviendas casi un 20% por debajo de su valor de mercado, apenas ha reducido la deuda hipotecaria, que alcanzó el 133% de la renta familiar en 2007, al igual que la de los bancos, cifrada en 143.000 millones de dólares por Citigroup.

También el sector exterior, impulsado en tiempos pasados por la política de dólar débil -nunca declarada oficialmente- para favorecer las ventas a otros mercados, ha logrado reducir el déficit comercial del 4%, al tiempo que sus multinacionales, contagiadas por la crisis financiera global y la de la deuda europea, han visto reducidas sus cuotas de negocio globales. Sin mencionar un giro en el mapa energético del país, cuya dependencia del crudo, para no utilizar sus notables reservas petrolíferas, impide que se abaraten los carburantes pese a la atonía de la actividad y el recorte de productividad empresarial.

La gran potencia económica mundial podría añadir más leña al fuego de la compleja coyuntura internacional. Lejos de contribuir a solucionar la crisis de la deuda europea, como prometió Barack Obama a sus homólogos del Viejo Continente en sus recientes encuentros durante el G-20, el PIB estadounidense parece haber perdido el lustre que exhibió entre enero y marzo, trimestre en el que registró un alza del 1,9% en términos interanuales.