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El sueño zapatista pervive en la selva mexicana
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DIEZ AÑOS DESPUÉS DE SU GRAN MARCHA AL DF

El sueño zapatista pervive en la selva mexicana

El legado de los zapatistas, 10 años después de su multitudinaria Marcha del Color de la Tierra, es frágil, pero pervive. Ya no gozan del favor

Foto: El sueño zapatista pervive en la selva mexicana
El sueño zapatista pervive en la selva mexicana

El legado de los zapatistas, 10 años después de su multitudinaria Marcha del Color de la Tierra, es frágil, pero pervive. Ya no gozan del favor mediático internacional y la intelectualidad progresista que buscó fotos al lado del carismático subcomandante Marcos les dio la espalda hace tiempo. Sin embargo, 40.000 indígenas del Estado de Chiapas (sureste de México) viven en régimen de autogobierno, cumpliendo el objetivo que soñaron para los 10 millones de indios del país y los del resto de América. Han desarrollado sus propios sistemas de gobierno, educación, salud y justicia, así como cuentan con un banco propio, Banpaz, y con Radio Insurgente.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) dio la voz a los indígenas y les hizo conscientes de sus derechos y, si bien fracasaron en su aspiración de revolución internacional, restañaron su orgullo.

“El EZLN no está apagado ni ha desaparecido. Sus logros para consolidar estas autonomías son ejemplares y lo que hace en Chiapas es la experiencia más transgresora del país”, refiere a El Confidencial la reconocida periodista Laura Castellanos, experta en grupos armados y a quien el sub Marcos concedió sus dos últimas entrevistas en 2007. Cuenta que en la selva Lacandona, reducto zapatista, ha visitado una clínica de salud reproductiva y sexual “impensable antes”. Las Juntas de Buen Gobierno que rigen estas comunidades son elegidas en asamblea por sus integrantes, sus miembros se renuevan cada dos semanas y, de forma inédita en los grupos indígenas, incluyen a mujeres y jóvenes. Cuentan con apoyo de colectivos extranjeros de voluntariado y, en su opinión, constituyen para la fragmentada izquierda mexicana el germen de su “nuevo liderazgo”.

“La primera expresión contra la globalización”

Para que un pueblo persista necesita un territorio. Bajo el reconocimiento de esta premisa universal y ante el olvido institucional de los pueblos indígenas, el EZLN se levanta en armas en enero de 1994 en exigencia de “tierra, trabajo, techo, alimentación, salud, educación, libertad, independencia, democracia y paz para las 56 etnias de México”. El zapatismo arrastra a adeptos en todo el mundo porque es considerado “la primera expresión concreta contra la globalización”, en palabras del director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet. A su líder militar y portavoz, el subcomandante insurgente Marcos, lo comparan con el Che y Emiliano Zapata, y se convierte en un icono y en víctima de la mercadotecnia por amor del halo romántico que envuelve a las guerrillas. Los gobiernos, distantes ideológicamente, que se sucedieron desde entonces han compartido su intención de ahogar el movimiento con estrategias políticas y acciones militares y paramilitares.

Su última gran puesta en escena fue la Marcha del Color de la Tierra, de la que se cumplen ahora 10 años, recién llegado Vicente Fox al poder y en reclamo del cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, firmados en 1996 y por los que se reconocían derechos de los indígenas y a su autodeterminación. Tres mil kilómetros desde el corazón de Chiapas hasta el Zócalo del Distrito Federal, pasando por 12 Estados en 32 días y arropados por simpatizantes llegados de distintos países. Lograron que sus voces se escucharan en el Congreso pero, una vez más el poder, le dio la espalda y en un acuerdo inverosímil entre los partidos del arco parlamentario, incluida la izquierda, se rechazó la autonomía indígena. El EZLN lo consideró una traición y la aplicó unilateralmente en las comunidades de su bastión, Chiapas, uno de los Estados más pobres y con mayor índice de mortandad infantil.

“Fueron el detonante de los movimientos antisistema y revolucionaron el discurso y las luchas de la izquierda”, resalta Castellanos. Aunque su primer logro fue el de “visibilizar la opresión de los pueblos indígenas”, el movimiento se abrió a otros sectores marginados como “pobres, homosexuales, prostitutas, jóvenes y mujeres que no tenían voz en el sistema de partidos” y constituye, según la experta, “la nueva semilla de una organización social horizontal e incluyente”.

El pueblo manda y el Gobierno obedece

En los más de 40 municipios autónomos rebeldes que abarca el territorio zapatista en la actualidad están prohibidos el alcohol y las drogas que lacran otras comunidades indígenas, se aplica el trueque y se reconoce la igualdad de género de modo que las niñas, obligadas tradicionalmente a cuidar de sus hermanos menores, acuden a las escuelas. Cultivan la tierra, han creados pymes que participan en las redes de comercio justo y cuentan con la solidaridad de grupos de apoyo nacionales e internacionales. “Aquí el pueblo manda y el Gobierno obedece”, dice su lema.

No obstante, no gozan de todas las simpatías. Castellanos acusa al Estado mexicano de “querer desgarrar de forma lenta esas formas de autogobierno” mediante la “militarización de Chiapas y grupos paramilitares que hacen el trabajo sucio y generan insidias entre las comunidades”. La presencia castrense en la zona molesta a campesinos y ganaderos y, según la escritora y periodista, “se les intenta desposeer de las tierras, que ellos empezaron a cultivar porque antes se dedicaban al pasto de ganado”. También la disminución de la ayuda internacional y la crisis económica “hace más vulnerable la experiencia porque los jóvenes pueden verse obligados a emigrar”.

Después de años de silencio y entre rumores sobre su estado de salud, el subcomandante Marcos, el mestizo que lideró la revolución indígena, ha hecho pública una carta en la que critica duramente los efectos de la lucha contra el narcotráfico del Gobierno conservador. Castellanos considera que “hacía falta que el EZLN diera a conocer su postura sobre el narcotráfico porque México está viviendo una pesadilla”. Durante su última entrevista, en 2007, Marcos hizo autocrítica y reconoció que su “personalidad carismática distrajo la atención a las comunidades zapatistas”, pero ha decidido regresar a la luz pública mediante el género epistolar. Lo que sigue para ellos es una incógnita, según la experta.

El legado de los zapatistas, 10 años después de su multitudinaria Marcha del Color de la Tierra, es frágil, pero pervive. Ya no gozan del favor mediático internacional y la intelectualidad progresista que buscó fotos al lado del carismático subcomandante Marcos les dio la espalda hace tiempo. Sin embargo, 40.000 indígenas del Estado de Chiapas (sureste de México) viven en régimen de autogobierno, cumpliendo el objetivo que soñaron para los 10 millones de indios del país y los del resto de América. Han desarrollado sus propios sistemas de gobierno, educación, salud y justicia, así como cuentan con un banco propio, Banpaz, y con Radio Insurgente.

Marcos Fernández Fermoselle Globalización