Visitamos el MAHI, el mayor museo del automóvil en España, y todo un 'planazo' familiar

Arteixo, un municipio coruñés de 33.000 habitantes situado a escasos 15 kilómetros de la capital provincial, es conocido, entre otros motivos, por ser la sede del imperio Inditex-Zara. Y, desde el pasado mes de diciembre, también lo será por disfrutar del MAHI (Museo de Automoción e Historia), creado por la Fundación Jorge Jove y que se convierte en el mayor museo del automóvil de nuestra geografía, además de uno de los más atractivos. Un nuevo punto, en fin, que añadir a la lista de posibles visitas culturales para quienes residan o se muevan por la zona.

Dedicados principalmente a los sectores de la construcción, los hoteles y los centros comerciales a través de su empresa Anjoca, los Jove fueron acumulando durante décadas cientos de vehículos que conformaron una de las mayores colecciones privadas de automóviles en España, y en el seno de la familia siempre latió la idea de crear con semejantes fondos una exposición permanente para el disfrute del público. Durante un tiempo, con el PP al frente del consistorio coruñés, todo apuntaba a que las instalaciones se levantarían en la propia capital sobre terreno público, pero el proyecto dejó de contar con el apoyo de su Ayuntamiento en 2015 con la llegada al poder de la Marea Atlántica, y la idea tampoco recuperó el vuelo cuando el PSOE pasó a controlar el gobierno municipal.

Pero, lejos de arredrarse ante la falta de voluntad política y el desinterés por el mayor museo del automóvil de España, la familia Jove optó por un plan B, decidiendo utilizar varias de las naves que la empresa constructora tenía en Arteixo, frente al embalse de Rosadoiro, unas instalaciones sometidas a transformación durante tres años para, finalmente, abrir las puertas como MAHI pocos días antes de las recientes vacaciones navideñas.

20.000 metros cuadrados

Con una superficie total de 20.000 metros cuadrados, 15.000 de ellos dedicados a exposición, su enfoque es más divulgativo, pedagógico y familiar que en la mayoría de los museos de este tipo, y los alrededor de 300 vehículos mostrados actualmente, a los que pronto podrían sumarse más, se distribuyen por el museo a lo largo de 13 enormes salas, de las que 12 son permanentes y una es temporal. Cada una con un motivo histórico o cultural que da sentido a los automóviles allí expuestos, que en ocasiones proceden de cesiones por parte de particulares o empresas, pero que mayoritariamente pertenecen a la enorme colección familiar y han sido restaurados a conciencia en los talleres de mecánica y madera adosados al MAHI, donde siguen trabajando en la puesta a punto de nuevas piezas, que irán agregándose de manera progresiva.

Aunque tras recorrer el museo, lo que puede llevar un mínimo de dos horas si agilizamos el paso y bastante más tiempo si nos detenemos con atención en los coches, motos o camiones exhibidos, cuesta pensar dónde se irán ubicando las nuevas incorporaciones, pues lo expuesto es ya cuantioso y el buen gusto de sus creadores parece haber huido del abigarramiento: hay muchísimo a la vista, pero con suficiente espacio para moverse con libertad, y para disfrutar desde diferentes ángulos de los coches o de todo tipo de utensilios empleados para dibujar mejor el desarrollo tecnológico y social en los últimos 137 años: radios, máquinas de escribir...

Nos llama la atención la escasez de plazas de aparcamiento en el exterior, que obliga a buscar sitio para estacionar por los alrededores del museo, pero en el resto de puntos a valorar todo parece perfectamente dimensionado, comenzando por la explanada de acceso, donde un clásico tranvía blanco y amarillo que cubría la linea a Riazor nos da la bienvenida. Y, una vez dentro, espacio y luminosidad en un vestíbulo imponente que nos invita a albergar muchas esperanzas sobre lo que allí veremos; una sensación que después no se verá defraudada.

Porque los 10 euros de la entrada para adultos, los tres del pase infantil (entre cinco y 10 años) y los seis euros que cuestan las entradas reducidas (estudiantes, mayores de 65 años y grupos de más de 30 personas) se nos antojan más que justificables por lo que allí se expone, el cuidado y profesionalidad con que se ha organizado el museo, abierto de miércoles a domingo, y la calidad general de las instalaciones, que incluyen una amplia cafetería, accesible aunque no visitemos el MAHI.

En ese vestíbulo de entrada nos recibe un Pegaso Z-102 Touring, una de las muchas cesiones que ha realizado la empresa Iveco al MAHI, que dedica una de sus grandes salas a la historia de Pegaso y, principalmente, a sus camiones. Desde los que participaron con éxito en el Rally Dakar o en carreras de circuito hasta los clásicos Comet, ‘Mofletes’ y Troner, pasando por el prototipo Pegaso Solo, diseñado en España por Francisco Podadera y que a finales del siglo pasado trazaba lo que podrían haber sido los Pegaso del futuro. Motores, carteles antiguos… el visitante tiene mucho donde entretenerse, y la exposición incluye hasta una locomotora de mecánica Pegaso, la pieza probablemente más grande del museo.

El día que El Confidencial visita el MAHI todavía es de vacaciones escolares, y por los pasillos de la instalación vemos a bastantes chavales, la mayoría acompañados de padres o abuelos que parecen explicar a los más jóvenes mucho de lo allí expuesto como si de los guías del museo se tratasen. Porque buena parte de la colección gira en torno a vehículos con los que muchos hemos convivido: años 60, 70 y 80 del pasado siglo, y de fabricantes no precisamente elitistas, porque están bien representados populares modelos de Citroën, Peugeot, Renault, SEAT, Volkswagen… Y es que el MAHI se centra en la historia del automóvil, y no podía olvidarse de los coches que motorizaron a la sociedad en los diferentes países.

El recorrido recomendado, que podemos seguir fácilmente gracias a la señalética del museo, trata de ser más o menos cronológico, pues en algunas salas conviven los coches que en su día coincidieron por calles, caminos o carreteras, ya fuera en los años 10 del pasado siglo, en los 30 o en los 50. No obstante, en el MAHI hay lugar también para las marcas de más prestigio, con salas específicas, entre otras, para Mercedes-Benz, cuya exposición incluye un triciclo Benz de 1886, o para Porsche, donde se muestra uno de sus icónicos tractores de motor diésel.

Y no faltan representantes de otras firmas emblemáticas y deseadas durante décadas por los amantes del automóvil como Ferrari, Cadillac o Hispano-Suiza, aunque el museo gallego no abunda en esas piezas de valor incalculable que sí encontramos en otras exposiciones de este tipo, sino que prefiere trazar un recorrido más terrenal, accesible y divulgativo por la historia de la automoción, las dos palabras que dan sentido a su nombre.