Vientos de 230 km/h y temperaturas extremas para hacer tu coche más eficiente

Del calor abrasador al frío capaz de congelar las cañerías de un bloque de pisos en Siberia. Para que los vehículos de hoy estén preparados para afrontar cualquier tipo de climatología, es necesario que pasen unas pruebas que certifiquen no solo que no te van a dejar tirados en una fría noche de invierno, sino también que el sol o el calor no se coman la pintura o que una señal de radio no interfiera con los equipos del vehículo.

Los progresos tecnológicos han permitido a los diferentes fabricantes de vehículos ahorrar un dineral en desplazamientos y mejorar la efectividad de sus pruebas construyendo cámaras en las que pueden emular los climas de las zonas más extremas del planeta, imitar algunos de los vientos más potentes de un huracán y hasta reproducir señales de radio tan potentes como las que emite una emisora de alcance nacional.

Son numerosos los fabricantes que han optado por implementar estas tecnologías, tanto por los ahorros que supone como por la posibilidad de poder comprobar in situ cómo responden los vehículos a las pruebas a las que se les someten. En el caso de Mazda, el fabricante puso en práctica algunas de estas técnicas hace ya más de 30 años. Una de las primeras instalaciones data de 1983, en la fábrica que la marca tiene en la prefectura de Miyoshi, y sirvió para mejorar la eficiencia energética del Mazda 323.

Un ventilador de ocho metros

Con ocho metros de diámetro y la capacidad de girar hasta a 223 revoluciones por minuto, el fabricante japonés fue capaz de construir un túnel del viento donde podía crear corrientes de aire de hasta 230 kilómetros por hora. La cifra no es baladí, ya que más allá de simular condiciones propias de un huracán, le permitió perfeccionar la aerodinámica y a mejorar la estabilidad a altas velocidades del que iba a ser uno de sus buques insignia, el CX-5.

Este túnel del viento también permitió a los ingenieros de la firma japonesa mejorar el aislamiento del coche en las juntas de puertas y ventanas permitiendo así aminorar el ruido del viento. Pero quizá lo más importante sea el hecho de que este túnel permitió mejorar la eficiencia energética del vehículo gracias al estudio de la resistencia del aire.

Desde 1983, esta instalación en el circuito de Miyoshi ha visto pasar todos y cada uno de los modelos que Mazda ha lanzado al mercado en un proceso que se alarga unos dos años y que comienza con los primeros prototipos y finaliza con los modelos definitivos.

Una cámara a prueba de interferencias

Señales 4G, wifi, ondas de radio… Ya sea en un paseo por la calle o por la carretera lo cierto es que estamos constantemente bombardeados por todo tipo de ondas electromagnéticas. Y aunque para los humanos eso no supone problema alguno, para un vehículo puede ser un problema si estas interferencias son capaces de desajustar alguno de los sistemas electrónicos del coche.

Para estudiar mejor estos fenómenos, Mazda construyó una cámara anecoica en 2016 que le permite aislar al coche de cualquier injerencia externa y bombardearlo con todo tipo de señales para garantizar que estas no perjudican su correcto funcionamiento.

Se replican condiciones de un desierto gracias a unas grandes lámparas halógenas que en cuestión de minutos ponen la sala a 55 grados

Instalada en la sede que la firma tiene en Hiroshima, esta cámara permite bombardear a los vehículos con ondas emitidas desde un transmisor que cuenta con la potencia de una antena de radio para garantizar que cada coche está protegido de cualquier enemigo externo, por invisible que sea.

De 55 grados a 40 bajo cero

En este repaso a las tecnologías con las que Mazda pone a prueba sus vehículos antes de llegar al mercado no podía faltar el laboratorio de ensayos climáticos, un lugar en el que, sin moverse de Japón, los ingenieros de la firma pueden emular climas de rincones inhóspitos para estudiar los efectos que producen en los vehículos. En el caso de este laboratorio, que también se instaló en 2016 en Hiroshima y que comenzó las pruebas con el MX-5, la finalidad es poner una serie de pruebas que todos los vehículos deben superar antes de salir a la carretera. ¿El objetivo? Que cada coche sea lo más fiable y seguro posible.

Para ello, se pueden replicar condiciones dignas de un desierto gracias a unas grandes lámparas halógenas que en cuestión de minutos ponen la sala a 55 grados en un test que se alarga hasta treinta días. No solo se trata de 'hacer sudar' al coche, también se estudia su comportamiento sobre rodillos que llegan a alcanzar los 160 kilómetros por hora.

Y como si de un circuito en un spa se tratara, acto seguido el coche pasa a una sala en la que el mercurio del termómetro baja de manera drástica. Con cámaras frigoríficas que superan la barrera de los 40 grados bajo cero, Mazda pretende lograr un objetivo similar: garantizar que incluso en las condiciones más inhóspita, cada vehículo que salga de una de sus factorías ofrezca las mayores garantías al conductor.