El campanazo 'tech' de Junípero y el pinchazo de la burbuja 'cloud'

Pocas veces un tributo estuvo tan bien hilado. Cuando el ingeniero español Nacho Vilela hizo las maletas para emigrar a Estados Unidos tras la reciente gran depresión española (2010-2012), no imaginaba que su aventura como inversor 'tech', sin experiencia previa, sentaría las bases de Junípero (como guiño al misionero mallorquín), uno de los mejores fondos con pasaporte español del último lustro. Y todo, estando fuera del circuito convencional, con apoyo exclusivo de dinero amigo y la convicción de algunos 'creyentes'.

Cambiar un trabajo en FCC por la aventura de las 'startups' no era un movimiento tan obvio hace justo 10 años. Y menos irse con lo puesto a San Francisco (California) después de comprobar 'in situ' el poco espacio para el 'venture capital' que había todavía en un mercado tan pequeño como España, copado por los Cabiedes, Aquilinos y Arrolas. Nada mejor para probar fortuna como emprendedor, en este caso financiero, y para tener una experiencia de vida que ir al epicentro mundial de este gran negocio.

Bajo el paraguas de Startcaps Ventures, el español movilizó poco más de dos millones de euros para participar como 'business angel' en rondas semilla de tecnológicas apadrinadas por grandes inversores, que dejan pequeños tiques a otros fondos no competidores (por tamaño) y con algún grado de especialización. En el caso de Vilela, sus credenciales se ceñían solo al perfil 'smart money' de su vehículo y a su capacidad para conectar oportunidades de negocio en Europa, pero fueron suficientes para entrar en el circuito.

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Ejecutar hasta 20 inversiones fue ya en sí un éxito y un aprendizaje al mismo tiempo. Tuvo la fortuna de entrar en varias compañías de gran crecimiento (99taxi, Authy, Altspace...), gracias a su rol de pequeño inversor 'exótico', concepto imposible de escalar en tamaño, pero sobre todo la oportunidad de conocer de primera mano el funcionamiento del ecosistema inversor de San Francisco, incluido el incipiente mercado secundario, donde operaba una de sus participadas (Forge). Ese era el ángulo para tratar de jugarla a lo grande.

Hasta llegar a su debut a lo grande (en términos relativos), el madrileño hizo mili antes en Workdays Ventures, el brazo inversor de la tecnológica Workdays, al que llegó de la mano del compatriota Adeyemi Ajao, fundador de Tuenti y con carrera como gestor de 'venture capital' en EEUU. Esta suma de bagajes permitió el lanzamiento en 2017 de Junípero, un fondo para invertir en 'startups' a través del mercado secundario, para el que ya pudo canalizar dinero institucional español y alcanzar un tamaño profesional.

A partir de ahí, Vilela y sus socios, Marco Doncel y Agustín Batuecas, lograron construir un portafolio con compañías tan relevantes como Airbnb, Stripe, Cloudera, Robinhood, Coinbase, Compass, Docusign o ForeScout. En cinco años, esa cosecha ha permitido a los españoles liquidar su inversión con un retorno extraordinario, tal como anunciaron el pasado mayo. Su 'onepager' con los resultados se hizo viral: multiplicó por 4,6 veces el dinero a sus inversores gracias a nueve salidas a bolsa y un 'homerun', entre otros hitos.

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El 'timing' ha jugado a favor de Vilela. La abundancia de liquidez en el sistema y la coyuntura excepcional provocada por la crisis sanitaria del coronavirus dispararon de manera exponencial la valoración de los negocios basados en el 'software como servicio' (SaaS). Un momento de mercado exuberante que elevó la valoración del sector 'cloud', de media, a múltiplos de hasta 16 veces facturación, aunque las transacciones mejor pagadas llegaron a cotizarse por encima de 24 veces ingresos. El mejor momento para hacer caja.

Sin embargo, la vuelta a la normalidad ha reubicado a la vanguardia del mundo 'tech' de forma muy rápida. Las valoraciones actuales ya se mueven en múltiplos equivalentes a 2019 o a los años anteriores. Esta resaca poscovid está truncando muchas expectativas de jóvenes compañías capaces de empalmar sucesivas rondas millonarias sin otra base que el crecimiento exponencial de sus ventas. Las fábricas de 'unicornios' han dado al 'pause' y el dinero es ahora más selectivo. No hay para todos en la misma proporción.

Parte de esta corrección tiene lugar por la coincidencia de dos factores. El más obvio obedece a la dificultad para lograr salidas a bolsa, por lo general la vía de maximizar el 'exit' con las tecnológicas de éxito. El otro tiene que ver con los reembolsos masivos que los grandes inversores institucionales están haciendo de sus posiciones en estos fondos 'venture', los verdaderos catalizadores del dinero para las 'startups' de gran crecimiento, rebajando así su exposición a un sector considerado actualmente como achicharrado ('over-hyped').

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Y como en cada movimiento en manada, el mercado ofrece siempre oportunidades a quien tiene templanza. La falta de discrecionalidad está penalizando a todos por igual, aunque no todos lo sean. El mercado secundario es ahora una plaza donde se intercambian tiques y participaciones con descuentos de hasta el 50% respecto a la última valoración, según reportaba un artículo reciente de Bloomberg. Y, como siempre, habrá quienes nunca recuperen valoraciones anteriores y quienes superen este bache.

Las bajadas pueden ser tan irracionales como las subidas. Por eso, el momento actual se presenta como una ventana para entrar en compañías donde históricamente es casi imposible, ya que cuando salen acciones al mercado secundario, por lo general, ejercen su derecho preferente de compra. Sin embargo, ahora las prioridades de las ‘startups’ pasan por preservar la caja, así que hay menos manos compradoras y más gangas. Un contexto ideal para Vilela, con la pólvora de su nuevo fondo Almanac lista para quemar.