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Si Pedro Sánchez hubiera comparecido junto a Juan Roig y Víctor Madera
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Si Pedro Sánchez hubiera comparecido junto a Juan Roig y Víctor Madera

El mundo del dinero encierra claves de poder y de intereses que explican el sentido de muchas operaciones, movimientos y desenlaces. Ibex Insider ofrece pistas para entender a sus protagonistas

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Donald Trump es ejemplo de pocas cosas. También en la gestión de la crisis del coronavirus. Durante un mes, mantuvo un discurso casi negacionista, rechazó las propuestas del Partido Demócrata, tachándolas de despilfarrados, para desdecirse días después con medidas de choque mucho más cuantiosas. Sin embargo, para tocar el botón rojo del estado de emergencia, declarado el pasado viernes, realizó una puesta en escena cargada de simbolismo.

¿Se imaginan que Pedro Sánchez, el mismo viernes, cuando anunció que se aprobaría el estado de alarma en un plazo de 24 horas, se hubiera hecho rodear nada menos que por Juan Roig, presidente y fundador de Mercadona, la primera cadena de distribución del país (uno de cada cuatro productos vendido en supermercados es suyo), y por Víctor Madera, presidente no ejecutivo de Quirón, el primer grupo hospitalario privado de España?

Algo parecido escenificó Trump el pasado viernes. En su comparecencia, el presidente de EEUU estuvo acompañado por los consejeros delegados de algunas de las principales empresas del país, desde Doug McMillon (Walmart), Brian Cornell (Target) o Richard Ashworth (Walgreens) a Thomas Moriarty (CVS Health), referentes del sector de la gran distribución. Parafraseando al experto Laureano Turienzo, “entiende que el papel del 'retail' en esta crisis será clave y los quiere a su lado”.

Líderes del sector privado cuyos negocios venden o alquilan cosas fundamentales para la vida de los ciudadanos, desde alimentación, ropa o medicinas, formaron parte de una cita tan trascendente para EEUU. Empresas rivales arropando al presidente del país para explicar su voluntad de servir a los ciudadanos y de ayudar al Gobierno a tomar las medidas preventivas que sean necesarias contra el coronavirus (como ceder los 'parkings' para realizar los test de diagnóstico).

En España, el martes 10 de marzo, Juan Roig presentaba los resultados de Mercadona en plena vorágine del virus. No se escondió a la hora de pronunciarse sobre el tema. "Tenemos un gran activo, que es la sanidad pública en España y Portugal. Si hay algo que pueda agravar la situación, es el miedo", dijo en su presentación. "Hay que racionalizar el miedo". Para entonces ya se habían vivido momentos de compras compulsivas en Madrid y Vitoria tras las primeras decisiones drásticas.

Mientras tanto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no realizó su primera comparecencia pública por la crisis del coronavirus hasta ese mismo martes 10, tras participar en una reunión extraordinaria (y telemática) del Consejo Europeo. Lo hizo para explicar que llevaban dos semanas trabajando en un plan de choque y que dos días después, tras un Consejo de Ministros extraordinario, se avanzaría el primer paquete de medidas. Lo gordo, el estado de alarma, lo dejó para el viernes.

Tras un sábado cargado de incertidumbre, los españoles no supimos el contenido del nuevo escenario extraordinario hasta casi entrada la noche. En EEUU, sin la cobertura sanitaria que goza España, los grandes 'retailers' anunciaron horas después de la intervención de Trump su plan especial: reducción de horarios en las tiendas, ampliación de protocolos de limpieza, lanzamiento de planes de contratación y limitación a la compra de productos básicos por persona. Todo para evitar rupturas de 'stocks'.

Mientras tanto, en nuestro país, la Comunidad de Madrid anunció el mismo jueves un plan de choque para afrontar el previsible colapso del sistema sanitario ante el crecimiento exponencial de los contagios. Fue entonces cuando el equipo de la presidenta Isabel Díaz Ayuso se reunió con los grupos sanitarios privados para trabajar de manera coordinada, un mero adelanto de lo que días después formalizaría el estado de alarma: los recursos privados pasan al servicio del Estado.

¿Se imaginan si ese martes, o miércoles, o incluso jueves, Pedro Sanchez hubiera comparecido rodeado de empresarios como Juan Roig, para trasladar un mensaje de tranquilidad que evitase desabastecimientos y fuera un ejemplo de trabajo coordinado entre el sector público y privado? ¿O si lo hubiera hecho Isabel Díaz Ayuso, acompañada por Víctor Madera, referente del sector privado, para escenificar que todos los recursos sanitarios de la región actúan unidos? Pues eso.

Probablemente, tampoco estamos preparados como país para algo así. Gestos de compromiso de algunos empresarios como Kike Sarasola, Abel Matutes o David Hatchwell poniendo a disposición de la Comunidad de Madrid sus hoteles para atender a contagiados, tal como apuntó el Gobierno regional ante la saturación de la red pública, son un ejemplo claro de cómo el sector público y el privado van desacompasados en una crisis sanitaria tan grave como esta. A golpe de tuits se arregla poco.

Donald Trump es ejemplo de pocas cosas. También en la gestión de la crisis del coronavirus. Durante un mes, mantuvo un discurso casi negacionista, rechazó las propuestas del Partido Demócrata, tachándolas de despilfarrados, para desdecirse días después con medidas de choque mucho más cuantiosas. Sin embargo, para tocar el botón rojo del estado de emergencia, declarado el pasado viernes, realizó una puesta en escena cargada de simbolismo.

Pedro Sánchez Juan Roig Isabel Díaz Ayuso